17 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación V (la prosecución)

Cuando, el jefe se enteró, al día siguiente, de que era imposible conseguir el código fuente, se disgustó profundamente. Sus planes se habían torcido, y eso no era bueno. Empecé a bajar puntos en la empresa y él tendría que buscar una nueva fómula. La cuenta atrás había comenzado. De alguna forma, ignoro como, se puso en contacto con un fabricante de software de otra comunidad autónoma, que estaban desarrollando una aplicación que reunía en parte las características de lo que ya teníamos, incorporando conjuntamente una aplicación de contabilidad, lo cual redundaba en una mejora significativa de la administración. El gerente, que siempre había tenido en mente desarrollar y comercializar programas adaptados a las PYMEs, no perdió la oportunidad de apuntarse al carro, asociándose a estos programadores para trabajar conjuntamente. Para ello fueron envíados lejos los dos programadores, para estudiar las nuevas aplicaciones, crear el puente con la otra organización y tutelar la exportación de los datos que ya teníamos al nuevo software. Creo que estuvieron unas cuantas semanas allende el mar. Era verano. A su regreso, transcurrió un periodo de formación, básicamente para los compañeros que más iban a utilizar el programa. También se nos dijo algo a nosotros, al club de los pringadillos atardecidos y vespertinos los sábados. Pero de momento, nuestras obligaciones eran muchas y de poco tiempo disponíamos para la "formación". Sé que hubo muchos problemas con los nuevos socios, sobre todo porque había muchas dificultades para traspasar los datos entre las aplicaciones. De esta manera, se acercaba 2002 sin tener el problema resuelto y sin estar la empresa preparada para el euro. Y en este punto vuelve a aparecer un servidor (para los informáticos, el que escribe, no una máquina ;) ). Visto el relativo éxito que tuve gestionando nuestras primeras aventuras en el mundo de los TPV, el jefe consideró que era la persona adecuada para hacer de puente con los clientes y darles formación en el marco de la comercialización del software. Así, empecé a dedicar algo más de tiempo a conocer el programa. En palabras claras (y según mi opinión), el jefe pensó: "necesito un bobo, que trabaje, no cobre y pierda su tiempo(no el de la empresa) enseñando el programa a los clientes y dando de alta su mercancía". Taimado y ladino, empezó a rondarme y a hacerme salir por las tardes a llevar equipos nuevos a potenciales clientes, cuando eso se podría haber hecho perfectamente por las mañanas. De esta forma conseguía ir implicándome y poniéndome en contacto con los interesados. Una de las características que mejor me definieron en la empresa, fue la facilidad de trato con los clientes, que por mi personalidad bastante comunicativa y atenta, hacía que me los ganara de forma sincera y consiguiera además alto grado de fidelidad. Este atributo natural de mi persona fue corrompiéndose a lo largo del tiempo por las circunstancias que me toco vivir en ese infierno.

16 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación IV

Era el Santo Grial de mi empresa. Largamente buscado, largamente codiciado, se presentaba ante mí con un aspecto decrépito e infortunado. Las cicatrices del óxido dibujaban tétricas sonrisas sobre alguno de sus lados. Una capa de polvo oscurecía el crema gris que antaño había lucido. Color depauperado por el devenir de los soles y el corrosivo abrazo del salitre. Estando en aquel mausoleo de software, me dijo el programador que ahí estaba la torre, que le echara un vistazo y que me llevara los datos. No sabía que contestarle y la conversación comenzó a derivar hacia otros derroteros. Me aclaró algo los problemas que tenía con mi jefe y lo que le había parecido la última andanza acaecida un año atrás (El programa de TPV) . Del mismo modo, me comentó que los programas eran el fruto de su trabajo y esfuerzo, y que él lo que le había vendido a la empresa no era el programa, sino la licencia de uso, y que por lo tanto le parecía absurdo que la empresa le reclamara el código fuente, porque éste era su propiedad intelectual. De forma opuesta, mi jefe me había explicado que el desarrollo de ese software era concretamente para nuestra empresa y que el programador se había aprovechado de ese conocimiento para luego crear nuevas aplicaciones para otros clientes; por lo tanto, como la empresa había pagado el esfuerzo, le correspondía la posesión de ese código fuente.
Por otro lado, el programador sabía que la búsqueda desesperada de esos datos no era altruista y para la resolución de un problema puntual en el programa de mi empresa, sino que se utilizaría el código con fines comerciales, modificándolo y adaptándolo para luego ser vendido. Venta de la cual sólo se lucraría mi empresa, quedando el profesional al margen de cualquier recompensa. Aún así, enfadado y todo me dijo:"mira, llévate el ordenador si quieres". Tuve una premonición de esas que te hacen tomar una decisión aún sin haber evaluado todos los elementos y sus consecuencias, pero que sabes que es lo que debes hacer. Le dije: "No, el ordenador se ve que está estropeado, se queda aquí, no me lo llevo". Con el paso del tiempo fui abriendo los ojos y lo empecé a ver todo nítido. No era casual la llegada de los alumnos en prácticas de programación de aplicaciones, ni era casual el que poco a poco fueran adquiriendo relevancia a costa del servicio de montaje y reparaciones. Era todo un plan ideado por mi jefe para poco a poco ir cambiando el negocio hacia el software, donde él veía más posibilidades de grandes y rápidos beneficios. En ese momento me estaba utilizando para conseguir un código, que de otra manera, nunca podría obtener. "Utilizando", esa es la palabra que se encendió en mi cabeza. Fui víctima de un acceso de ira instantáneo. A mi jefe no le interesaba mi esfuerzo, ni mi dedicación, ni mi trabajo, lo único que le interesaba era el fin y usarme como medio sin importar las consecuencias sobre mi persona. Si me hubiera partido un rayo le hubiera importado un comino, siempre y cuando hubiera conseguido su preciado "tesssoro". Me decía con intencionado interés: "más vale quedarse rojo un rato que amarillo toda la vida". Claro, claro, pero él no cambiaría de color.

15 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación III

Aún colorado y agobiado por el trauma sufrido, le fui a contar a mi jefe el resultado de las negociaciones, cual perrillo bobalicón que va a lamer la mano a su amo después de recibir un par de escobonazos. En mi interior me sentía contento y dichoso por la resolución del encuentro telefónico. Había capeado el temporal saliendo victorioso. Había ganado una nueva batalla para la empresa. Estaba malherido pero había conquistado el pendón del enemigo. Pensaba que eso me valdría puntos para mejorar en la organización y el reconocimiento por parte del gerente a mi abnegada dedicación (ja, ja y ja; puntos sí que me hacían falta, ¡pero en la cabeza!, después de un transplante de cerebro porque el mío no funcionaba). Como iba diciéndo, hice un resumen al gerente de mi lucha a través de las líneas de cobre y de como el vil y rebelde programador había claudicado, mordiéndo el polvo ante mis poderosos argumentos. Mi jefe se frotaba las manos de satisfacción (y como me di cuenta después, de avaricia y ambición). Se le notaba contento, cabal y alegre. A fin de cuentas, estaba logrando lo que pretendía, sin tener que despeinarse un sólo pelo. Otros hacían el trabajo sucio y corrían los riesgos. Mientras tuviera vasallos que pusieran su cara, tragaran toda la mierda y no cobraran por ello, ¡que más se le podía pedir a la vida! ¡Ah sí!, la vida le iba a dar más alegrías, sus ardides y pérfidas palabras ya trabajaban en otro campo desde hacía algún tiempo, premeditando la caída de los que ahora tan fielmente le servíamos. Pero eso es otra historia, y será contada en su momento.
Siguiendo el hilo de la narración: me había citado con el programador. Después de un par de nuevas llamadas me indicó su dirección y me presenté allí. Creo que se trataba de una tarde. Ese día tenía carta blanca en la empresa para tomarme el tiempo que hiciera falta, irme mucho antes para pasar por donde el programador y regresar más temprano a mi casa. Total libertad de acción. Yo era el depositario de la salvación (y los chanchullos de la empresa). Cual adalid de noble causa y altiva postura, pisé con valor y coraje, tierras enemigas. El profesional me saludó con amabilidad, sin resentimiento. Sabía que, como en la anterior ocasión, yo no era sino el peón de un macabro juego, dirigido por una mente oculta, agazapada, ávida y sin escrúpulos que no le importaba sacrificar cualquier medio con tal de lograr sus objetivos. Me acompaño hasta la casita del jardín donde el ordenador permanecía silencioso y olvidado desde hacía largo tiempo. Algunas telas de arañas tapizaban aquí y allá las paredes y vidrieras del recinto. Hojas secas y detritos cubrían el suelo con muestras de desorden y abandono. Nadie había entrado allí desde épocas pretéritas. Arriba, sobre una mesa, una gran torre acaparaba la mirada. Allí yacía, allí se encontraba...

14 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación II

Mi relación con el programador siempre había sido buena, y aquel percance en el pago, producida el año anterior (El programa de TPV), no supuso una merma en el trato con él porque, obviamente, no era atribuíble a mi persona. Basándose en este conocimiento, mi "superior" urdió una estrategia para hacerse con el código fuente del programa, el cual no poseía. Me comentó, con artimañas y engaños, y de forma falaz y mezquina, que el programador le había dejado tirado, que el programa era suyo porque lo había satisfecho completamente, que el software de la base de datos lo había pagado la empresa y que por lo tanto nos pertenecía, que incluso había permitido al profesional dedicarse a otros trabajos, postponiendo el desarrollo de nuestro software , etc... (cada una de estas afirmaciones tendrá su grado de veracidad o falsedad y yo no entro en ello) Por todas estas razones lo justo y sensato era que la empresa fuera propietaria y custodiara el fuente del programa de facturación. Claro, como él (mi jefe) tenía sus roces con el programador y yo me llevaba bien, pués sería correcto que le llamara y le explicara el problema y las razones, para que "me ayudara" (socorriera a la empresa).
Tonto e inocente, marqué el número de teléfono y hablé con el programador. Le expliqué todo lo que me había dicho el gerente, pero con mis palabras y en mi nombre, porque claro el jefe quería pasar desapercibido, como que no tenía nada que ver en el tema (¡Hay que ver lo gilipollas que puede llegar a ser uno!) Lo que en un primer momento el profesional entendió como una llamada de cortesía, se convirtió rápidamente en una llamada coercitiva al concluir mi exposición. Él, que no tiene pelos en la lengua, no ocultó su "malestar" por la llamada y después de un buen discurso (parte me lo repetiría cuando lo fui a ver), me dijo: "De acuerdo, quedamos un día, vienes a mi casa y te llevas el programa". Pasé un bochorno y una vergüenza que no creí que repetiría nuevamente después de la última escaramuza que tuve con él un año atrás. Pero como los hombres somos los únicos seres que tropezamos dos veces con la misma piedra, ahí estaba yo para demostrarlo.

13 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación I

A lo largo de la semana contaré un de hecho que aún pareciendo intrascendente resulta importante para mostrar el cambio que se estaba produciendo en el seno de la empresa, y que acabaría con la disolución del taller de reparaciones. En este periodo ya había despertado la verdadera "bestia" que era mi jefe, años oculta tras un velo de simpatía y bonachonería. El sonido del los engranajes de la confabulación y la intriga sonaban altos tras los muros de la indolencia que los escondían y pusieron de manifiesto esa famosa cita atribuída a Maquiavelo: "el fin justifica los medios".
El 1 de enero de 2002 se cambia oficialmente a la nueva moneda, el euro(€). Esto traería consecuencias inmediatas y a medio y a largo plazo. Con anterioridad, ya se había producido una serie alteraciones a nivel doméstico. En el caso de mi empresa, (y todas las empresas) el problema consistía en que había que modificar el programa de facturación, para adaptarlo a las nuevas exigencias. Al entrar en vigor el uso del euro, todas las facturas debían tener su valor en esta moneda y su equivalente en pesetas. De esta manera, se permitía minimizar el impacto que suponía la relación 1 €=166,386 pts y que volvía loco hasta al más versado en la ciencia matemática. Nosotros usábamos un programa que había sido diseñado por un programador, con las indicaciones de mi jefe, con lo cual estaba hecho a la medida de nuestro negocio. El software en cuestión nos permitía: dar de alta mercancía, facturar, realizar cambios de componentes, llevar históricos de los movimientos de los productos, inventarios, RMA, control de números de serie, búsquedas potentes, informes, perfiles de usuario, etc... todo ello bajo una base de datos muy fiable. El programa ciertamente estaba muy completo y era muy útil, pero le faltaba todavía algunos módulos. ¿Qué problema suponía esto? En principio, ninguno porque el programa se iría completando con el tiempo, pero como hubo diferencias entre mi jefe y el programador (El programa de TPV), el software no se llegó a adaptar nunca a las exigencias que los cambios propiciaban. Además el programador consiguió otro trabajo más productivo, con lo cual no continuó escribiendo líneas de código. Mi jefe siempre se quejaba de que el profesional lo había dejado colgado y no había cumplido sus promesas, por lo que, entre otras cosas, no se llegó a implementar el módulo de conversión a la moneda única. Visto lo visto por mí durante todos aquellos años, y sabiendo como se las arreglaba el gerente para ciertos pagos, tengo la impresión de que algo no cuadra en su lamento...
Mi jefe no cesaba en su empeño de conseguir que el programa funcionara como él quería para el año 2002, por lo cual creo que intentó, sin éxito, modificar los ejecutables y ficheros ".ini"*. Recordarles que por esa época, año 2001, ya contábamos en nuestra plantilla con dos compañeros dedicados a software, que el año anterior habían entrado en prácticas. Fiel a su intención, el gerente, buscó otra forma de adaptar el programa. Y aquí es cuando entro yo en juego nuevamente.

* Los programas, para funcionar, necesitan un fichero ejecutable, es decir, aquel que arranca la aplicación. Muchas veces estos ficheros tienen el mismo nombre que el programa. Comúnmente los asociamos a los iconos del escritorio, que no son sino un enlace a ese fichero ejecutable, necesario para hacer funcionar el software.
Los archivos ".ini" suelen ser pequeños ficheros de texto que guardan parámetros de configuración necesarios para que el programa funcione adecuadamente. Cuando hacemos clic sobre un icono de un programa, se pone en marcha un fichero ejecutable, que suele leer el contenido de un archivo ".ini" asociado.
Esto ocurre en muchos casos, aunque no en todos.

11 diciembre 2006

La puesta de sol

El ocaso, instante en el cual el astro rey esconde sus refulgentes rayos tras el horizonte. Un momento mágico para muchas culturas, puesto que la noche gana la batalla al día. Para otras además, punto de unión entre dos dimensiones que permitía pasar del mundo de los vivos al de los muertos y viceversa. Para este currante, algo perdido y deseado. Durante aquellos casi tres años que estuve currando de tarde, algo que llegué a echar de menos era el crepúsculo. Ver una puesta de sol. Parecerá una chorrada, pero eso de salir de trabajar siempre de noche llega a perturbarle a uno la cabeza. Sé de gente que comienza su trabajo después de este momento y acaba antes del amanecer o empiezan por la noche y acaban por la mañana. Yo sentía, cada día que pasaba, que necesitaba ver una puesta de sol, saber que no estaba en el trabajo. Muchos fines de semana me los pasaba durmiendo, y si salía a dar una vuelta por la noche, seguro que seguía metido en las sábanas cuando se ponía sol al día siguiente. Además si conseguía un poco de tiempo para mí antes de esa hora, lo más probable es que estuviera haciendo algo. De vez en cuando, me iba a un lugar cerca de mi casa, en lo alto de un acantilado. Había un mirador. Debajo de mí, decenas de metros hasta el mar; a mi izquierda, farallones de roca se elevaban desde las olas hasta el cielo. Una visión muy estimulante y tranquilizante a la vez, sobre todo si estabas melancólico. Levemente a mi derecha, el oeste, en el horizonte marino. Por ahí, se escondía el sol. Dependiendo de la estación del año, lo hacía tras el agua, o tras unas tierras lejanas. Un momento único, en que los colores claros y azules del cielo se tornaban naranjas y rojos. El brillo del sol rielaba sobre las ondulantes aguas, creando un camino de luz hacia la eternidad. Es increíble ver como ese pequeño detalle de cada día toma un gran valor cuando no puedes disfrutar de él. Las largas y frustrantes jornadas en ese trabajo consiguieron hacer de mí una persona apesadumbrada y afligida, que encontraba consuelo en la viveza de los colores y en la brisa salada acariciando el rostro. Como todo ciclo tiene un comienzo y un fin, hacia el año 2002 me volvieron a cambiar de turno y pude, nuevamente , disfrutar de los atardeceres... o tal vez, no... ;)

Yo era un masoca

Hoy no sé que contar. He estado dando vueltas, hojeando mis papeles y haciendo memoria. Sí, tengo muchas cosas anotadas en papel. Hace más de un año, decidí contarme a mí mismo todo lo que recordase, para poder desahogarme, para lo cual reuní a un amplio conjunto de ex-compañeros de fatigas. Por aquel entonces todavía la empresa existía y yo trabajaba en ella. El caso es que ni pude acordarme de todo, ni creo que mi mente se prestara a ello. Simplemente olvidó gran parte de las hechos que me habían sucedido. Leí alguna vez, que el cerebro selecciona la información que retiene, porque si la recordara toda, nos volveríamos locos. Muchas veces es mejor no rememorar el pasado para que no te salpique de nuevo. Creo que dejaré de divagar y de hacerles leer mis reflexiones de domingo tarde para entrar en el tema.
Como he venido contando, mis días, semanas y meses fueron estresantes durante varios años. En múltiples ocasiones tuve la desdicha de que mi nervio para el trabajo y mi afán por hacerlo todo se volvieran en mi contra. Cuando estaba trabajando de tarde, en aquel primer periodo, que calculo que duró unas tres vueltas de la Tierra al Sol o algo menos, no era inusual que llegara al trabajo media, una o dos horas antes de empezar. ¿Por qué? Muy sencillo. Ya he narrado que los compañeros de la mañana y el jefe, a menudo, colaban trabajo para la tarde, y además daban cita a clientes para que vinieran en ese turno. De esta manera, nos veíamos haciendo nuestro trabajo, el de otros y encima atendiendo a clientes que no se les atendía en el turno matutino. Consecuencia de ello, era que nuestro propio trabajo se posponía para las horas después de cerrar, llegando a quedarnos hasta las 12 y la 1 de la madrugada terminando o intentando acabar nuestros quehaceres. Como muchas veces ni aún así era posible concluirlo todo, el día siguiente entraba más temprano para terminarlo. O eso, al menos, pretendía. La realidad era que nada más te veían por la puerta, te inflaban a recados y trabajos. Sí, a los compañeros y al jefe le importaba poco que tú en ese momento no estuvieras en horas de labor; con la misma, te decían: "arréglale el equipo al cliente X", "coje el teléfono para que le enseñes al cliente Y a configurar una cuenta de correo", "esta mañana llegó mercancía, quítala de la puerta y métela en el almacen", o también te echaban la bronca correspondiente: "ayer no le dejaste bien el equipo al cliente Z y está encolerizado y yo no tengo porqué aguantar que se enfade conmigo (claro, cuando todo salía bien las medallas eran para él , pero si había problemas, los disgustos eran para mí)", "no sé que c**** hacen por la tarde", "se están tocando las b**** todo el día"... en fin , ¿para qué contar nada más?. Otra veces, venía más temprano para ir a algún cliente o empresa, que por incompatibilidad horaria no podía atender plenamente en mi turno. Más de un vez fui a las 7 de la mañana al cliente, cuando se supone que mi horario comenzaba a las 3 de la tarde, o cuando me cambiaron de turno, a las 8 de la mañana. Lo que más me molestaba, era que el día que llegaba a las 3 y cinco o y diez de la tarde, todo eran quejas, amenazas y malos modos: "yo tengo mi horario, y no tengo porque esperar a que a ti se te despeguen las sábanas", "esto no son horas de llegar, no tienes respeto por tus compañeros"... Te quedas pensando que llegas dos horas temprano y te hacen trabajar (no te dejan en paz), acudes 5 minutos tarde y te echan una bronca. No le ves el sentido, ni la lógica. Te puedes quejar por una cosa, pero aprovecharte de una y quejarte de otra me parece una doble ventaja para la empresa y una cuadruple desventaja para el currante. Peor aún, esa hora o dos horas que yo daba y necesitaba para realizar mis obligaciones con los clientes, no las podía utilizar, de forma que no cumplía mis compromisos y me ganaba otra mala cara por parte del interesado. Haces cuentas al final del día y te sale que has currado como poco 5 horas más, te has ganado unas cuantas broncas por parte de todo el mundo, incluído el perro de la esquina que siempre te trataba de morder, no has terminado lo que tenías que reparar, has terminado otras reparaciones para las cuales no hay medallas, pero sí castigos y te han llamado indirectamente vago e insolidario. Todo ello ¡sólo por intentar trabajar!, es decir, por cumplir tus obligaciones y encima por intentar satisfacerlas más allá de tu contrato, tu sueldo y tu tiempo. Yo era un masoca*.

* Según la Real Academia Española:

masoca.



1. adj. coloq. masoquista. Apl. a pers., u. t. c. s.

2. adj. coloq. Que goza o se aviene con lo desagradable o con lo que causa desazón o pesadumbre. U. t. c. s.

10 diciembre 2006

Los adornos de Navidad

Dentro de nuestro apartado especial dedicado a las navidades, hoy abordaremos el espinoso tema de los adornos de navidad en mi empresa. Es la tercera entrada que concedemos a esta apasionante cuestión (La Navidad), y que redunda en beneficio de las leyendas más audaces de todos los tiempos. Los adornos, ornamentos, decoraciones, es decir, todas esas cositas de colores que se ponen por doquier creando una atmósfera mágica y alegre y de luz y estímulos visuales en los cortos y oscuros días del invierno, se ponen en las casas, ornan las vitrinas y escaparates de los comercios, engalanan las calles con un sinfín de formas y tonalidades... Priman distintas variantes de rojos: carmesíes, bermellones, granates, rubíes y escarlatas junto al verde abeto, muérdago y acebo. Consisten en cintas brillantes, bolas irrandiantes, luces parpadeantes, figuras casi andantes y otros elementos para nada discordantes. Es una mezcla de estilos entre lo mediterráneo y lo nórdico, donde árboles de Navidad dan cobijo a pesebres y donde Santa Claus rie en inusual camaradería con los Reyes Magos. Aunque yo no soy especialmente navideño, todo este jolgorío, algarabía y divertido bullicio dan una gran sensación de ánimo y de vida. Despiertan el estímulo de salir cuando lo lógico es estar recogido y permiten una segunda primavera de artificio y luces de neón. Pués bien, en mi empresa regía la estricta disciplina de la mesura, no en cuanto a evitar una explosión de júbilo ornamental, sino en cualquier aspecto de la alegría estacional. Como comenté en La cesta de Navidad, mi jefe tenía sus reparos en cuanto a las fiestas y todo lo asociado a ellas. Se permitía cierto embellecimiento, pero a nivel meramente representativo: un pequeño detalle aquí, una cinta allá, algún microárbol en una mesita, y no mucho más. Absolutamente prohíbida cualquier alusión a motivos religiosos, tales como un pequeño Belén, una figurita de un Niño Jesús, o algún pastorcillo detrás de una piedra en imperioso deshogo. En época de vacas gordas (periodo de crecimiento de la burbuja que era mi empresa), se dio cierta mano libre para la expresión de los empleados, pero años de represión, no estimulaban a nadie a prorrumpirse con vigoroso ardor. Mientras a tu alrededor las calles y los comercios derrochaban destellos, galas , oropeles* y paramentos, nuestro local lucía como cualquier día del año, llegando a cohibir a los propios clientes que se acercaban en busca de útiles y presentes.

Post Scriptum: He encontrado un gif animado de una ciudad alemana, que a mi entender, refleja la animación de estas fechas, independientemente de las circunstancias de cada uno, que pueden ser muy diferentes. Espero, sea de su agrado.

* Según la Real Academia Española:

oropel.

(Del fr. ant. oripel).

1. m. Cosa de poco valor y mucha apariencia.

2. m. Adorno o requisito de una persona.

3. m. Lámina de latón, muy batida y adelgazada, que imita al oro.
gastar alguien mucho ~.

1. fr. coloq. Ostentar gran vanidad y fausto, sin tener posibles para ello.

09 diciembre 2006

Los focos de jardín o el nuevo mito de Sísifo

Hemos hablado un poco de las aventuras que corríamos cada día al ir a trabajar a aquel lugar. Envueltos en tóxica suciedad, fluorescente penumbra, precario equilibrio y viles carcasas. La informática popular nació en un garaje y nosotros la perpetuamos :D Ahora hagamos un punto y aparte para comentar otro de los sucesos cómico-absurdos que tuvimos que sufrir y del que, por supuesto, no me libré. Me refiero a los focos de jardín y las fuentes. Señores lectores, en este momento, más de uno, y sobre todo aquellos que me han seguido en este último mes, pensarán que ya me he vuelto completamente loco, ido, ausente de la realidad y del mundo. "¿Qué farfullas? ¿Focos de jardín?¿Pero tú no eras informático?". Créanme, puedo explicarlo.
Todo empieza años atrás, antes de ser miembro de esta pesadilla. Según me explicó mi jefe en algunas ocasiones, al principio la empresa se dedicaba a la jardinería. Ahora se puede ir entendiendo un poquito más lo de la S.A. , que recalcaba y recalcaba el gerente, que no era una S.A. (¿Qué sentido tienen las mentiras absurdas? I). Fruto de esa dedicación, permanecieron en el almacén gran cantidad de focos de jardinería, fuentes de cobre, tubos, tuercas, reductores y materiales para regadío de diverso tipo. No recuerdo muy bien donde estaba todo eso cuando hice las prácticas, pero el caso es que lo tuvimos que mover de lugar y ordenar. A partir de aquí, el éxodo de los focos es digno de la mayor de las hazañas épicas. Dependiendo de la temporada y de las "alucinaciones" de mi jefe, ese equipamiento subió, bajó, se desplazó y volvió a subir, a bajar y a desplazarse una y otra vez. Seguramente más de una fuente se mareó con tanto trajín. Cuando en el año 2001 nos cambiamos de local, volvieron a moverse, y a lo largo de los siguientes años continuaron pasando del suelo a las estanterías y de las estanterías al suelo y de un sótano a otro. Ignoro que habrá sido de ellas, pero probablemente sigan su eterno viaje, buscando un jardín donde descansar, dar brillo y tocar la suave y armoniosa melodía del fluir del agua. Más curioso era que siempre que las alojábamos en un nuevo rincón, las teníamos que ordenar perfectamente, como si el día siguiente llegaran a ser vendidas. ¡Ojo! ¡Cuidado con disponerlas o colocarlas mal! El jefe se te tiraba encima cual canino rabioso hambriento de carne fresca. Este periplo incesante me recuerda al mito de Sísifo, aquel personaje de la mitología griega condenado a subir una gran piedra a la cima de un monte, y que cuando estaba a punto de llegar, la piedra rodaba cuesta abajo y tenía que volver a empezar, así hasta la eternidad.

08 diciembre 2006

Los peligros del garaje III

...(sigue continuando)
En el último episodio pudimos apreciar el enrarecido ambiente que se adueñaba del lugar. Hoy haré mención, entre otros, a la lucha contra las carcasas. La carcasa de un ordenador es la caja que contiene al resto de elementos. Cuando usted adquiere un equipo informático, le entregan una torre en la cual hay botones, disqueteras, posavasos, digo CD-ROM, grabadoras y DVD ;), ranuras para tarjetas de memoria... Hace tiempo que no trabajo con ellas, debido a que en 2004 mi empresa se cargó mi departamento y raras fueron las ocasiones en que tuve que reparar PC alguno. Cuando comencé en 1998 de forma profesional, tuve que encararme con muchas de ellas. La razón es que demasiadas carcasas tienen bordes cortantes, acabados no muy perfectos, metales de soporte muy flexibles... lo que se traduce en cortes en las manos por todos lados. Recuerdo que en las épocas de mayor trabajo tenía prácticamente todos los dedos sajados. No podías trabajar con guantes porque era imprácticable, y a veces se carecía de espacio para manipular las tarjetas y dispositivos. A diferencia de un coche, en el que el motor suele ocupar la mayor parte del volumen destinado a él, en una torre de ordenador, gran parte de las veces hay mucho espacio vacío, pero hay algunas en que no es así. En esos primeros tiempos solía usar reloj, hasta que al final me quedé sin un par de ellos debido a los roces y que era un incordio estar quitándotelo y poniéndotelo cada dos por tres. Eso me hizo más libre respecto al tiempo y desde entonces no he vuelto a usarlo. Como ya habíamos comentado, mi empresa inclumplía sistemáticamente todas las medidas de seguridad e higiene. Había un "botiquín", por decir algo, que con el paso de los años alojaba menos útiles. No se reponía nada y no fueron pocas las ocasiones en que no teníamos ni lo mínimo indispensable en caso de un simple corte. Más de una vez me tuve que vendar con papel higiénico o papel de cocina. Imagínense que muchas torres a veces están oxidadas, llenas de tierra y polvo y no se sabe que más. Lo mejor es que estés vacunado contra el tétanos por si las moscas.
Un par de compañeros se dedicaban a la reparación de monitores, y para ello, los tenían que abrir y desarmar, dejándo a la vista los circuitos electrónicos. Había que tener cierto cuidado, puesto que si tropezabas cerca y caías sobre alguno de aquellos armatostes podías ser rápidamente "chamuscado" por unos 20.000 voltios. Como eran aparatos grandes, los compañeros iban ocupando paulatinamente su mesa y la de los alrededores, de forma que me vi muchas veces con la mía llena de monitores y trabajando como podía en una esquina o en el suelo. Claro, al jefe le daba igual que trabajaras en el suelo o en el aire. Era más molesto sobre todo cuando tenías que bregar en tales posturas debido a que se estaba arreglando un televisor o video del gerente o de algún amigo suyo.

07 diciembre 2006

Los peligros del garaje II

(... continúa)
Nos habíamos quedado en los escalones fluctuantes de la escalera que conducía a la parte alta del taller. Nuevos peligros acechaban en ese espacio. La escalinata tenía forma de L, siendo el brazo mayor la primera parte del recorrido y el brazo pequeño la última. Justo al salir de éste lo primero que nos encontrábamos era una de las mesas construídas tiempo atrás por mi compañero de prácticas y yo. Antes, ese lugar sólo era ocupado por cajas vacías, basura y fauna endémica. A la izquierda, la escalera realizaba un giro de 180 grados y seguía ascendiendo unos tres peldaños más... Después, sólo había vacío, puesto que habían quitado todas las traviesas que permitían acceder al siguiente piso del inmueble. La curiosidad nunca me conminó a saber que existía más arriba. Se podía llegar a través del armazón principal de la escalera, aunque sólo una caída limpia me separaba del desastre. Comprobando la diversidad de especies animales que pululaban en la parte habitada, no había razón para llevarse un susto descubriendo lo que corría sobre nuestras cabezas. Esos tres escalones estaban literalmente ocultos bajo una gran cantidad de placas base y hardware diverso. Estas pilas, de dudoso equilibrio, se movían al compás de los pasos de cualquiera que pasara cerca. Inmediatamente debajo se encontraba el ordenador de facturación de la mesa de reparaciones de la parte inferior del taller. Parecía que en el momento menos pensado todo ese amasijo electrónico pudiera caer encima de quien se encontrara debajo, imbuyéndole de manera rotunda en el mundo de la alta tecnología, sin anestesia ni nada.
En las épocas de limpieza (asociadas a los alumnos en prácticas) era posible desplazarse por aquel falso piso sin tropezar demasiado. Anchos eran los accesos entre mesas de trabajo y reparaciones y entre estanterías y zonas de acumulación de materiales y aparatejos diversos. Naturalmente, a medida que pasaba el tiempo, estos pasajes se hacían cada vez más imprácticables a consecuencia de la gran cantidad de monitores, torres, impresoras, cables, cajas, embalajes, etc. que se dispersaban por doquier. No pocas veces más de un compañero y más de un cliente visitaron el suelo y en otras, sólo los grandes malabarismos y equilibrismos evitaron acabar de bruces emulando la postura de una lagartija con los miembros al estilo egipcio. Como el trabajo era mucho y el tiempo para limpiar y ordenar era poco, una capa de polvo se asentaba en todo rincón olvidado o en desuso. Cuando teníamos que buscar algo en tales recovecos, un velo de residuos inundaba el ambiente, convirtiendo la estancia en un lugar insufrible. Peor aún, cuando algún compañero o cliente fumaba en la parte de abajo, una nube de humo y ceniza subía lentamente acaparando y acomodándose en todo el volumen disponible. Como no había ningún tipo de ventilación, el aire se hacía irrespirable y nosotros, que no éramos fumadores, acabábamos hastiados y tosiendo. Además, las veces que teníamos que desempolvar la suciedad acumulada en los ordenadores, más escoria se añadía al ambiente. Si le sumamos los productos que utilizábamos para adecentar las carcasas tales como limpiamuebles y limpiacristales, se podrán hacer una idea de la neblina que nos podía llegar a rodear. Pero aún hay más. Un compañero reparaba circuitos electrónicos, para lo cual a veces tenía que usar un tipo de spray muy tóxico. Una vez rociado, sus efluvios se dispersaban rápidamente, mezclándose con la turbidez reinante y convirtiendo el aire un hálito asfixiante e infernal.
(continuará ...)

06 diciembre 2006

Resuelto problema de Explorer con las columnas

Hola, atendiendo a la "queja" de una amiga, me he puesto a intentar resolver ese problemilla que tenía en Internet Explorer. La incidencia consistía en que la columna de la derecha salía justo después del último post, por lo cual era difícil verla y acceder a los menús que en ella se encuentran. Utilizando el sistema de prueba y error, conseguí que la columna apareciera en su sitio. Aún no está optimizado el blog para el navegador de Microsoft, pero ahora los usuarios de I. Explorer podrán ver el blog más o menos como lo visualizan los usuarios de Firefox, Mozilla o Safari. Todavía no he probado con Opera y Konqueror, por ejemplo, así que si alguno de los lectores usa estos navegadores u otros y aprecian este inconveniente, por favor, escriban un comentario ;) Sí, ya sé que alguno de ustedes dirá:"¡Vaya mierda de informático que no sabe hacer un blog!¡Menudos rollos que nos cuentas para que luego no sepas poner un menú en una esquina!" Jajaja. Dejen de hacer críticas a la plantilla y lean las entradas que están más interesantes ;D Gracias. ;)


Actualizado el 19/10/2011. Estos problemas se daban en la antigua plantilla.

La Constitución*

Aprovechando que hoy es el día festivo en el que se conmemora el aniversario del referendum para la ratificación de la Constitución Española, me he decidido a echarle un vistazo. Hace poco tiempo estuve estudiando para unas oposiciones y tuve la oportunidad de acercarme a esta norma fundamental de nuestro derecho. Recuerdo con cierta agonía aquel tercero de B.U.P. en el que nos obligaron a aprendernos un montón de artículos de un montón de constituciones desde 1812. Por favor, si hay algún profesor de historia entre los leedores**, no enseñen los artículos como una amalgama de oraciones sin sentido. Díganle a los estudiantes que significa para sus actuales vidas el que unos caballeros a lo largo de varias generaciones tuvieran la posibilidad de redactar unas palabras con tanto espíritu y contenido.
Como el derecho no es lo mío, he ido leyendo los artículos ordenadamente. Ahora plasmaré en este pergamino virtual, algunos de los que he encontrado adecuados a la temática de este blog, que principalmente versa sobre el tema laboral. Espero me permitan la licencia de resaltar algunos textos, los cuales aluden de una manera más explícita a las circunstacias que inspiran este diario.

Artículo 7

Los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.

Artículo 18

1. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen.


Artículo 28


1. Todos tienen derecho a sindicarse libremente. La ley podrá limitar o exceptuar el ejercicio de este derecho a las Fuerzas o Institutos armados o a los demás Cuerpos sometidos a disciplina militar y regulará las peculiaridades de su ejercicio para los funcionarios públicos. La libertad sindical comprende el derecho a fundar sindicatos y a afiliarse al de su elección, así como el derecho de los sindicatos a formar confederaciones y a formar organizaciones sindicales internacionales o a afiliarse a las mismas. Nadie podrá ser obligado a afiliarse a un sindicato.
2. Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses. La ley que regule el ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad.

Artículo 35

1. Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.
2. La ley regulará un estatuto de los trabajadores.

Artículo 37

1. La ley garantizará el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios.
2. Se reconoce el derecho de los trabajadores y empresarios a adoptar medidas de conflicto colectivo. La ley que regule el ejercicio de este derecho, sin perjuicio de las limitaciones que puedan establecer, incluirá las garantías precisas para asegurar el funcionamiento de los servicios esenciales de la comunidad.

Artículo 40

2. Asimismo, los poderes públicos fomentarán una política que garantice la formación y readaptación profesionales; velarán por la seguridad e higiene en el trabajo y garantizarán el descanso necesario, mediante la limitación de la jornada laboral, las vacaciones periódicas retribuidas y la promoción de centros adecuados.

Sería interesante que cualquier lector, independientemente de su status laboral, comentara que le parece esta lista: si es completa, incompleta, arrogante, humilde, parcial, imparcial... Asimismo me encantaría que nos pudieran explicar cual es el espíritu de estas normas y como las complementa el Estatuto de los Trabajadores.

* Fuente: Congreso de los Diputados

** Según la Real Academia Española:

leedor, ra.



1. adj. desus. lector (ǁ que lee). Era u. t. c. s.

05 diciembre 2006

Los peligros del garaje

En el mes que lleva funcionando el blog, he podido hablar un poco de todo. De las personas, de las situaciones, etc... En un par de entradas comentaré algo de las características del local en el que trabajábamos al principio. Luego nos desplazamos a otro, pero eso ya se contará próximamente. En una de las primeras entradas se describió someramente como era el garaje (Los comienzos). Cualquier inspector de trabajo se hubiera puesto las botas, o hubiera tenido pesadillas rellenando formularios. No se puede decir que hubiera irregularidades, sino más bien todo lo contrario. No existía nada en condiciones. Ya expuse que la iluminación era prácticamente generada por luz eléctrica gracias en parte, a que cuando mi compañero y yo hicimos las prácticas, ayudamos a colocar fluorescentes nuevos y bombillas donde no había. La entrada del recinto tenía unas puertas acristaladas y con barrotes por donde entraba luz natural, pero debido a lo largo del local y sus divisiones, no llegaba a iluminarlo completamente. No poseíamos ni un sólo extintor o alguno que estuviera a la vista, al menos que yo recuerde. Teniendo en cuenta que todo eran cables, cajas, envases, cartones, plásticos, papeles, aparatos eléctricos desmontados o a la vista, equipos que se dejaban encendidos todas las noches, soldadores, etc... fue un milagro que nunca tuviéramos un incendio. Había un desorden tremendo, lo que se traducía en una gran cantidad de polvo y tierra acumulado por cualquier lugar. Ni la compañera de limpieza podía dejarlo limpio empleando más horas de las que le pagaban. Había rincones donde nunca pisó escoba alguna. Otros no se descubrieron hasta que nos mudamos y se despejó todo. Al existir mucho cableado, tampoco era prudente tirar de nada o dejar algo desenchufado accidentalmente. El fondo del local, donde apilábamos el material siempre estaba húmedo y mohoso. Olía a rancio y no podías estar mucho tiempo porque te afectaba a los pulmones. Cuando teníamos que mover las cajas o cambiar embalajes de sitio, se levantaba un polvillo insano que te tenía tosiendo un par de días. Al subir a la parte superior había un par de escalones sueltos, que daban muchos sustos y más de uno estuvo a punto de dejarse los dientes escalera arriba o escalera abajo. Un simple tornillo o una tuerca, hubiera servido para evitar ese problema... (continuará)

04 diciembre 2006

Los chantajes de los clientes

Hubo muchas ocasiones en que la viveza de los clientes y la dejadez o permisividad del jefe nos dejó en situaciones comprometidas. La tesitura era tal que cualquier decisión que tomaras, te perjudicaba. De esta forma, si ponías en duda la palabra del cliente, podías ser amonestado por el propio cliente o por la empresa, la cual, como ya hemos visto, tenía un criterio muy especial para defender a sus empleados. La que voy a contar, también sucedió un sábado por la mañana (ver El día que vino la policía). Esta vez, un cliente con cierto "poder" sobre la empresa, impuso su ley, al margen de cualquier reprobación. Expliquemos los antecedentes: cliente de toda la vida, profesional liberal de prestigio, gerente susceptible de ser manejado por clientes sin escrúpulos bajo la máscara del dinero o del elitismo.
Una mañana de sábado se encontraban dos de los pringadillos del turno de tarde (y de mañana los sábados) comenzando sus labores. Era temprano, el reloj aún no marcaba las 9. Se recibe una llamada. Un conocido cliente está al otro lado del aparato. Las órdenes eran muy simples: "ayer hablé con tu jefe y me dijo que iban a venir hoy por la mañana a mi casa a arreglarme el ordenador". Nos preguntamos y ninguno de los trabajadores sabía nada al respecto. Claro, no le podíamos decir al cliente que no sabemos nada y poner en duda su palabra. Le estaríamos llamando mentiroso, y claro, siendo un cliente conocido e "idolatrado" por el jefe... no sería muy prudente contradecirle. Táctica de escapada, le digo:" sólo somos dos, estamos acabando cosas y no podemos salir de la empresa, porque no podemos cerrarla". Respuesta del cliente: "a ver, a mí tu jefe me dijo que hoy por la mañana me iban a arreglar el ordenador, en mi casa". Le seguimos insistiendo, y le aconsejamos que traiga el ordenador a la empresa o que venga a recoger a uno de nosotros para llevarle. Respuesta del cliente:"el ordenador se tiene que arreglar en mi casa y yo no puedo ir a recoger a nadie. Tu jefe me prometió que un técnico vendría aquí por la mañana". Imposible discutir con él. Según lo que he contado fechas atrás, la palabra de cualquiera era infinitamente más poderosa que la de los empleados pringadillos. Como mi compañero no conducía lo tuve que llevar yo. Cerramos la empresa y pusimos un cartel advirtiendo a posibles clientes que la empresa no estaría disponible al público esa mañana. Después de dar unas vueltas sin encontrar el domicilio de esa persona, al fin damos con él. No se trataba de su ordenador personal. Se trataba del ordenador de su hijo. Por alguna razón, que ahora permanece en las tinieblas de mi memoria, nos tuvimos que quedar los dos a arreglar ese equipo. La empresa cerrada a cal y canto. Se pasó el turno de trabajo y directamente nos fuimos para casa. Todo el fin de semana tensos con esto. Yo pensaba: "el lunes va a haber problemas".
Llega el lunes por la tarde. Nos reincorporamos al trabajo. Lo primero que nos dicen es que han llamado clientes quejándose de que la empresa estaba cerrada el sábado. Más acojonadillos que otra cosa comenzamos a trabajar hasta que llegó el jefe unas horas más tarde. Nos pregunta por el fin de semana y le decimos que el cliente X nos llamó y nos conminó a desplazarnos a su casa para arreglarle el ordenador al hijo. El jefe se queda perplejo y nos contesta:"yo nunca le he dicho nada al cliente X". Pero tampoco se enfada demasiado... pero insiste en que eso es un abuso por parte del interesado y que él no ha dicho nada de ir a su casa. Además, nos advierte que no volvamos a dejar la empresa cerrada. Uno como que se queda más tranquilo, pero con una incertidumbre muy acuciante rondando la cabeza. Pocos días después aparece el cliente y mi jefe no le dice absolutamente nada. Se quedan hablando entre tertulias y risas y luego se van a tomar un café. ¿Qué ocurre aquí? El profesional liberal siguió exigiendo trabajos tiempo después, ninguno tan flagrante como el contado, pero en general, con total impunidad.

03 diciembre 2006

La cesta de Navidad

Este es el segundo capítulo dedicado a la Navidad en mi empresa. Como dije en el primero (La Comida de Navidad) mi jefe tiene una animadversión obsesiva a la Navidad, o más bien con la simbología religiosa asociada. Pero, en fin, las cosas son así: si quieres un puente del Pilar, tendrá que haber una Pilar de por medio. Al margen de este tipo de cosas que generan controversia y nos alejan del norte de la cuestión, decir que estas circunstancias se traducían en pequeños despropósitos en la empresa. Así, al igual que no disfrutábamos de una comida de empresa, tampoco gozábamos de una cesta de Navidad. Vale, de acuerdo, no es obligación de la empresa. Pero los pequeños grandes detalles marcan la diferencia :-D Hay organizaciones que regalan a sus empleados prácticamente la mesa de Nochebuena, otras que ofrecen pormenores que te alegran el día, otras que obsequian con frugales presentes y la mía, te brindaba con nada.
Siempre antes de estas fiestas, empezaban a correr rumores sobre la falta de solvencia de la empresa, que había problemas económicos, que llegábamos justos a final de año, etc... tengo mi opinión al respecto, porque había cosas que luego veía y no encajaban para nada con esos rumores. Consecuencia de ellos era que nadie se extrañaba de que no hubiera cesta en Navidad. Ni cesta, ni turrones, ni polvores, ni peladillas... ni un simple caramelo de a peseta. Esto ocurrió desde que empecé, que éramos 7 trabajadores incluyendo al gerente, hasta cuando fuimos casi 20. Entiendo que cuando trabajábamos pocos, los rumores pudieran ser ciertos, pero si luego empiezas a contratar y hacer cantidad de obras... ¿tienes problemas económicos? La empresa tendría sus razones y no voy a entrar a juzgarlas. En el año 2002, si no me equivoco, que es cuando nos cambiamos al euro, el jefe tuvo el detalle de darnos una bolsita de aquellas en la venían muestras de todas las monedas, hasta un valor de 2000 pesetas. Creo que ha sido la única dádiva que hemos recibido, al menos en mi caso.

02 diciembre 2006

Tu coche es el coche de la empresa IV

g) En algunas ocasiones la empresa ofreció el vehículo para uso personal del empleado.
h) La empresa pone a disposición de los empleados plazas de aparcamiento para sus vehículos.
h1) Circunstancia 1: el trabajador agradece el gesto de la empresa, pero resalta que no se trata de una ventaja particular, sino que afecta a todos los miembros de la organización, independientemente de si ofrecen o no sus vehículos para el servicio de la empresa.
h2) Circunstancia 2: el trabajador hubiera deseado que ese desembolso hubiera sido incorporado a su nómina, ya que hubiera servido para costear los gastos ocasionados por el uso intensivo de su propiedad, así como hubiera permitido aumentar la cobertura de su seguro de automóvil (hubiera, hubiera, hubiera, hubiera).
i) El trabajador cansado y estresado lleva el coche de la empresa al taller de reparaciones, dejándose accidentalmente un destonillador eléctrico de más 5 de años de antigüedad y que no funciona, y un cable de red usado de 30 cms, dentro del vehículo. Valor de ambos elementos: nada o menos. El lunes siguiente, a primerísima hora, recibe una bronca tremenda delante de todos sus compañeros y es acusado de no cuidar la propiedad de la empresa y que ese tipo de actuación equivale a robar, es decir, que es un ladrón. Sí, el mismo que les escribe estas palabras y que no cobraba las horas extras, estaba trabajando todo el día, usaba su coche a beneficio de la empresa, cobraba un sueldo paupérrimo, recibía broncas de clientes y proveedores porque su jefe se escondía de ellos, el mismo que era amenazado por clientes y que llegaba a casa y se ponía con su ordenador y su teléfono a buscar información para resolver problemas al día siguiente y que además se pasaba las noches en vela, que ponía dinero de su bolsillo cuando la caja no cuadraba porque su jefe les hacía jugadas chungas con las facturas y la caja, y no quería que le acusaran de delitos absurdos en la jornada venidera. El mismo que en ese preciso momento tuvo unas ganas inmensas de reir y reir oyendo tales majaderías. Por favor, con estos argumentos... ¡ quién me puede negar que la vida es bella!

Tu coche es el coche de la empresa III

Dedico, en esta ocasión, unas palabras para comentar las mejores jugadas referidas al goce y disfrute del coche de empresa. Algunas favorables y otras desfavorables. Estas son situaciones verídicas y seguramente más de un lector se sienta identificado con ellas. Espero que nadie con la última (i), o creeré que el mundo se ha vuelto loco, definitivamente.
a) Una vez, durante un desplazamiento, le hice un mísero roce a la furgoneta. Tan tan tan leve, que no se veía sino buscando con profusión*. Estaba todo alterado... pensando que me había metido en un buen lío. Toda la noche sin dormir, y al final resulta que no era ni el primero ni el último que había recibido el vehículo, pero claro, cuando estas a tope de estrés y tienes un jefe que te busca las cosquillas, cualquier detalle te deja trastornado.
b) Años más tarde, un compañero, para esquivar un golpe, se salta un bordillo y arranca uno de los embellecedores del coche. A efectos prácticos no tiene importancia. Recoge la pieza caída, de forma que no se pierda. Poco tiempo después, el jefe, busca con ahínco al profanador del vehículo y le exige que lo arregle, de manera que se lo lleva al garaje de la empresa y le da las herramientas para que lo repare. Conclusión: empleado evita que la empresa se quede sin vehículo, se rompe algo, y el empleado es quien tiene que arreglarlo, porque la empresa no posee un seguro adecuado.
c) Entretanto, un familiar del gerente usa el coche para sus prácticas de conducir, abolla el coche sensiblemente. No ocurre nada.
d) Entretanto, un familiar del gerente, disfruta del uso del vehículo, de tal manera que hay días que el automóvil no está en la empresa, con lo cual los trabajadores tienen que usar sus propios transportes o esperar a que le devuelvan el de uso común, y que como se ha comentado no se remuneraba adecuadamente. No hay responsabilidades.
e) Jefe: "Tienen el coche hecho una mierda. No lo limpian. Está todo sucio y yo tengo que cogerlo para ir a mi casa de la playa y da pena ir en él". Responsabilidades: empleados zainos rehusan sus obligaciones, dejando una propiedad de la empresa en mal estado.
e1) Situación paradójica 1: el jefe deja el coche lleno de tierra y salitre cada fin de semana, pero eso no supone ninguna responsabilidad, es el trabajador el que se tiene que hacer cargo de su limpieza.
e2) Situación paradójica 2: el empleado "pone a servicio de la empresa (sin cobrar)" su vehículo, de manera que siempre lo tiene inmundo e indecente, hasta para sacar a su novia o su familia de paseo y además no lo puede limpiar en horas de empresa ( a pesar de que se pasa todo el día trabajando) porque eso sería un "robo" a la organización. Sin embargo, el currante tiene la obligación de tener impecable un vehículo que no es suyo, que muchas veces no puede utilizar y que además ensucian otros.
f) Los empleados, ya que usan el transporte de la empresa, deben responsabilizarse de los cambios de aceite, visitas al taller y desplazamiento a la I.T.V. (Inspección Técnica de Vehículos). Los trabajadores no lo hacen con el rigor debido, siendo recriminados por el gerente.
f1) Situación paradójica 1: el vehículo es utilizado no sólo por los miembros de la empresa, sino también por el gerente y algún familiar para uso personal. Las responsabilidades por lo tanto, deben ser compartidas.
f2) Situación paradójica 2: el empleado lleva su coche (vehículo que usa la empresa) al taller y llega tarde a trabajar, con las consiguientes indirectas por parte de la empresa, debido al "horario flexible autoproclamado" del currante.


* Según la Real Academia Española


profusión.

(Del lat. profusĭo, -ōnis).

1. f. Abundancia en lo que se da, difunde o derrama.

2. f. Prodigalidad, abundancia excesiva, superfluidad.

01 diciembre 2006

Tu coche es el coche de la empresa II

Respecto a la pasada entrada, decir que no era sólo yo el que aportaba el coche a la empresa, también lo hacían otros compañeros con idénticos resultados. Siempre había alguien que era más espabilado (lo cual no tiene que ser despectivo) y tuvo claro que su coche no era de la empresa. Y el jefe se tuvo que aguantar. Jajaja, pero parece que a otros no nos permitía esas ligerezas, sin una pequeña vendetta. Bien, voy a dar un salto importante en la crónica que estoy escribiendo para narrar a que absurdo final condujo todo esto. Como dije ayer, mucho uso del vehículo propio y poca retribución del servicio. Hacia el año 2003 la empresa se dividió finalmente en varios departamentos, con cierta autogestión cada uno (se supone que mucha, pero como todo en la empresa, era una apariencia). En el departamento en el que se encontraba un servidor, se tomó la decisión de cobrar a los clientes por los traslados a sus domicilios o empresas. Esta era una circunstancia que no se había producido nunca antes, por lo cual era un dinero extra que recibía la empresa, pero que hasta ese momento le era desconocido. Fruto de nuestra supuesta mayor independencia departamental, decidimos que cada vez que se hiciera un desplazamiento a un cliente con cargo a un vehículo propio, ese pago se abonaría al empleado. Así estuvimos trabajando durante algunos escasos meses. Una compañera que llevaba muchísimos años prestando su automóvil, exigió también cierta retribución, por lo menos que le pagaran la gasolina, después de estar siempre sin recibir casi nada. Pero como en todas las historias de final feliz de mi empresa, aparece el ogro del jefe para arruinar la función. De repente el elemento en cuestión empieza a berrear disparates como que le estábamos robando, que estábamos abusando de la empresa, que ese dinero pertenecía a la empresa y que ya bastante pago teníamos con los 20 euros de combustible, que si nos estábamos marchando antes del horario con la excusa del coche, que si no producíamos lo suficiente para encima cobrar más... en definitiva: un atropello ético y lingüístico para poner en un museo junto a su fotografía. Sinceramente, es muy frustrante pensar que has puesto tus medios durante años, sin prácticamente percibir nada por ellos y que cuando quieres que se te remunere (teniendo en cuenta que es un gasto con el que corren los clientes, no la empresa) te llamen ladrón. ¡Ardes por dentro! Entienden ahora por qué les digo que estoy quemado ;)
El tema todavía da para un poco más, así que el próximo día contaré algunos pros y contras.