21 mayo 2007

La reunión: el prólogo

Conforme a mi idea de plantar cara a toda la situación que había vivido durante todos aquellos años, decidí poner en marcha un plan tan cruel como lo que me había sucedido. No iba a tener piedad. Jajaja , bueno no soy tan rastrero, así que fue diplomático, pero contundente. Echaba un vistazo al pasado y me daba cuenta de todo lo que había padecido. No había legitimación de ningún tipo por todas las afrentas recibidas. A nivel físico estaba reventado. Me enfermaba cada dos por tres. A nivel psíquico y emocional estaba alienado, ausente de la realidad, destrozado, amargado, carente de alegría y ganas de vivir. Mi mundo se había convertido en un páramo gris y sombrío. Para rematarlo, la situación de la empresa en aquel momento y las erradas palabras del gerente cada vez que abría la boca, estaba llevándome al punto de que mi razón se perdiera por instantes. Ideas extrañas poblaban mi mente. Simplemente no aguantaba más. Había llegado la hora de poner los puntos sobre las íes. Demasiado tiempo había demorado esta posición de fuerza, lo cual se había traducido en un padecimiento largo y penoso, sometido a la arbitrariedad de un jefe sin escrúpulos y con la inestimable colaboración de mi propio yo, que permití todo lo que me sucedió.
Durante el verano había hecho mis deberes. Recogí en un documento todo lo que podía recordar o lo que podían recordarme mis ex compañeros. Anoté lo que yo había hecho mal y lo que me habían hecho mal a mí. La primera lista era muy corta,la segunda se convirtió en un gran texto, básicamente el que ha servido para escribir este Blog. Con aquellas páginas en la mano, cité a mi jefe para la confrontación, para decirle lo que era, lo que me había pasado, lo que pensaba de él. Poco antes hice otra redacción, un documento más simplificado, estructurado, indexado. Un guión. De esta manera le dije una mañana: "Tengo que hablar contigo de cosas muy serias. Dime cuando puedes". Le añadí: "... y para que no perdamos tiempo de trabajo lo haremos por la tarde, así que dime una que estés libre". Le estaba dando la oportunidad de jugar con sus propias reglas, aquellas normas contradictorias no escritas que él utilizaba: "Cuando tenga que hablar algo importante con los empleados, lo haré después de su jornada laboral, para que así me ahorro dinero". Yo estaba dispuesto a hacer este sacrificio porque quería ganarle en su propio terreno. Lo necesitaba, aunque perdiera en el intento. De cualquier forma, el momento era el propicio. Nunca antes hubiera tenido una mejor oportunidad para decirle en su propia cara lo que pensaba de él. Él estaba en su peor momento. Todo su mundo de ilusión se venía abajo, lucharía panza arriba, pero tendría que soportar todo mi parlamento, y sobre todo, tendría que escucharme. Los 4 pelagatos que quedábamos en la empresa éramos imprescindibles para sacar el negocio adelante, algo que por otro lado era imposible. Yo había preparado mucho este momento. No estaba dispuesto a las salidas de tono de mi jefe, ni a que se fuera por las ramas. Él se iba a enfrentar sólo contra mí. No iba a tener el apoyo de otros, no iba a poder subir la voz para que otros le oyeran. No se esperaba lo que le iba a decir, y aún así fui demasiado diplomático, lo cual por otro lado fue lo mejor que me pudo pasar. En esa reunión se demostró cuan bajo seguía siendo el gerente y como intentaba salir de situaciones incómodas y argumentadas, con gritos y taponazos en la mesa.
Respondiendo a mi "solicitud", quedamos para la semana siguiente. Unos días fundamentales para que yo terminara de atar todos los cabos. Me estudié el guión, recopilé pruebas. Era mi propia existencia en aquella empresa, lo que iba a relatar, tal y como lo ha sido en este blog. Pero no me iba a confiar. Los papeles vendrían conmigo y yo le leería un cuento a mi jefe, un cuento que se convirtió en pesadilla para él y que me alivió a mí.
Pienso que pensaba que mi discurso trataría sobre el dinero. Eso es lo único que le importaba a este individuo: el dinero y la imagen. Conocía como actuar en estos casos. Como embaucar, prometer, disculparse y otra serie de recursos para engañar y relajar a los empleados. Siempre le salía bien, y cuando no, el trabajador solía "irse" de la empresa. Las cosas eran diferentes en ese instante. Yo no buscaba dinero y contra eso él no conocía defensa alguna. Espero que haya sido una de las mayores lecciones de su vida.
Yo sabía que me iba a costar mucho esfuerzo sacar la conversación adelante. Eran demasiados sentimientos, demasiado odio reprimido, demasiada ansia de venganza que ocultaban el vacío que sentía en mi vida. Estaba muy nervioso, exaltado, cansado. Me senté, puse la carpeta con mi guión sobre la mesa, la abrí, retiré el índice y comencé a leer.

20 mayo 2007

El rumor

He hecho alusión a este tema que tratamos hoy en un par de entradas anteriores, bien como texto del post o como parte de un comentario. No está de más contar la historia completa, así comprenderemos los "argumentos" en los que se basaba el gestor de la empresa para tomar muchas de sus decisiones. El planteamiento es muy sencillo: un rumor es más poderoso que una verdad. Lanzado al viento puede ir a parar a cualquier lugar, tirado desde lo alto de una montaña puede dar lugar a una avalancha, dejado en el suelo puede hacer que alguien resbale y salga malherido. Los rumores perniciosos pueden hacer caer a grandes y pequeños personajes. Los rumores benévolos pueden enaltecer a las personas.
Hay individuos o grupos que funcionan como sistemas de transferencia de información, más rápidos y eficientes que cualquier tecnología de comunicación moderna. Toda empresa los tiene. Es una cualidad innata a ciertas organizaciones. En mucho casos el sistema además, valora y modifica la semántica de los datos que maneja, cambiando total o parcialmente el mensaje. El receptor de la noticia suele ser alguna alta esfera del negocio, lo cual desencadena una serie de reacciones que habitualmente no son positivas, sobre todo para el elemento pasivo objeto del rumor. Mi empresa no era diferente a otros comercios en este sentido. Teníamos desde tiempo inmemorial nuestro "componente activo" creador, centralizador y distribuidor de rumores. Con el tiempo se fueron añadiendo nuevas personas a este "departamento" que funcionaba como entidad propia al margen de la propia organización. Lo más curioso es que cada uno funcionaba de forma independiente organizando un caos y un despropósito impresionantes con sus acciones orales.
Comenté en otras entradas que el acólito número 1 tenía ciertas dotes de comercial, lo cual tiene sus ventajas y sus desventajas. Gran parte de los clientes siempre preguntaban por él. De hecho cuando se fue, hubo clientes que me pidieron que les diera su teléfono porque preferían seguir haciendo negocios con el acólito antes que con mi jefe. En esos momentos la situación económica del negocio era vox populi, de manera que ofrecíamos poca o ninguna confianza como empresa.
Al dejar el acólito el negocio, el único comercial que quedaba era el gerente. Tenía sus aptitudes para tal tarea, por supuesto, magnificadas por el mismo. No lo pongo en duda ni dejo de ser crítico. El caso es que en ese momento no había nadie que pudiera responder a sus palabras.
Durante muchos años el sistema "rumorológico" de la empresa había transferido importantes cantidades de chismes hacía la cúpula de la empresa, razón por la cual ahora entiendo parte de los recelos del gerente hacia ciertos empleados, entre lo que yo me encontraba. No digo que fuera de manera "intencionada", pero provocaba desconfianzas sin fundamento que perjudicaban principalmente a los pringadillos. Por otro lado, el jefe era usuario habitual de este entramado, dejando caer comentarios que pudieran ser oídos fácilmente y distribuidos hacia su receptor final, es decir, los trabajadores.
Una compañera, conocedora de sistema de comunicación interno, decidió hacer un experimento. Tal vez quería poner a prueba a ese "departamento" de la empresa que había estado al margen del resto de compañeros y ahora que las cosas iban mal, había cambiado de opinión, tratando de acercarse y conocer la postura de los técnicos sobre todo lo que estaba ocurriendo. El experimento consistía en contar un chisme al núcleo de distribución de "cuentos" y determinar el tiempo que tardaba en llegar tal comentario al gerente. El resultado no se hizo esperar. A los pocos días hubo una reunión. Aunque no estaba en el orden del día, mi jefe realizó otra de sus sorprendentes salidas de tono, vociferando: "Por que sé que hay un rumor por aquí circulando que dice que el acólito era mejor comercial que yo y que traía a más clientes. Eso es falso, yo soy quien más clientes ha conseguido para la empresa y soy mejor comercial". Estaba muy enfadado porque el rumor le había fastidiado tremendamente. Nosotros nos quedamos mirándolo, tratando de entender la razón de ese comentario, que por otro lado no tenía que ver con lo que se estaba hablando en ese momento. Mi jefe no podía aguantar para soltarlo. A saber cuanto tiempo llevaba con ganas de decirlo. Luego nos enteramos que ese chisme había sido un experimento para comprobar quien y como le contaba las cosas al jefe, y cuanto tardaba en hacerlo. Fue todo un éxito.

19 mayo 2007

Contradicciones III

Podría pasarme semanas escribiendo las muchas contradicciones en las que entraba mi empresa. Tantas y tan absurdas que dan para publicar un libro. Pero no es cuestión de aburrirles eternamente. Muchos de ustedes conocen todos estos contrasentidos. Habrán vivido o presenciado gran parte de ellos, si no todos o muchos más. Las más dolorosas son aquellas en que empleados menos cualificados y atentos con la empresa pero altamente trepadores son mejor considerados que los trabajadores que cumplen sus deberes sin exigir lo que debieran a la empresa. Prácticamente esto es un resumen de todo el blog. Si leen las tres últimas entradas se harán una idea de mi experiencia en Acme S.A. Para la empresa todo eran derechos. Cualquier obligación ponía de mala leche a mi jefe. A veces, cumplía lo que tenía que cumplir, pero puedo asegurarles que se enfadaba por ello. También se enfadaba si los empleados le hablaban de términos económicos. Le parecía un insulto tener que desperdiciar el dinero para el vino de su almuerzo en pagar el trabajo de los empleados.


Obligaciones del trabajador= Ningún derecho
Derechos de la empresa = Ninguna obligación

O: Hacer lo que el empresario diga aunque no tenga nada que ver con lo que pone en el contrato.
D: Exigir al empleado que haga lo que la empresa desee, sea parte de su trabajo o no. Ejemplo: poner parquet y quitar vidrieras.

O: Aceptar sin condiciones y de forma perpetua cualquier "proposición deshonesta" que se le ocurra a la empresa.
D: Convertir un hecho puntual que "aceptan" los empleados en una costumbre, si esta interesa a la empresa. Ejemplo: obligar a pintar la empresa todos los años.

O: Hacer prácticas de empresa en malas condiciones, lo que incluye limpiar y adecentar el negocio, construirte tus propias mesas y sistema eléctrico y de iluminación.
D: Dar unas prácticas pésimas y repentinamente cesarlas e insultar a los estudiantes porque posiblemente se descubriera que el jefe estaba dando prácticas fraudulentas consistentes en tener mano de obra barata.

O: Tener responsabilidades importantes, como recepción de mercancías, caja, etc...
D: No pagar responsabilidades.

O: Tener un código ético y moral intachable y ser hombre de palabra.
D: Dudar de la palabra de un empleado cuando cualquier individuo calumnia al trabajador. No tener valor para investigar y poner en duda los argumentos de ese tercero que muchas veces es desconocido o es un conocido con reputación más que dudosa.

O: Atender las excentricidades de clientes a los que la empresa hace la pelota.
D: No tener el suficiente coraje para poner en su sitio a estos clientes aprovechados y defender al trabajador de sus mentiras.

O: Ser absolutamente diligente en su trabajo.
D: Poner en duda y en mal lugar el esfuerzo y el trabajo de los empleados si estos exigen a la empresa que cumpla sus promesas.

O: Callarse cuando el gerente insulta a empleados que han dejado la empresa y no pueden defenderse de esas calumnias.
D: Calumniar a todos los empleados y acusarles de la mala marcha de la empresa.

O: Trabajar sin ningún tipo de protección aunque se sufran infinidad de riesgos laborales.
D: Mantener vacío el botiquín.

O: Arreglar el vídeo o el televisor del gerente o de sus amigos aunque esto no sea el trabajo del empleado.
D: Gritar y amenazar al empleado si este se va a comer a su hora. Gritar y amenazar al empleado si este se va a tomar un café después de 10 horas sin tomar nada.

O: Aguantar las salidas de tono del jefe en las reuniones.
D: Contar el gerente sus batallitas en medio de reuniones importantes, aunque esté haciendo perder el tiempo a los empleados. Luego, insultar a los trabajadores por no terminar sus tareas.

O: Dejarse llamar ladrón por algo que no se ha robado.
D: Insinuar que los empleados son unos ladrones cuando ha desaparecido un material, aunque luego se demuestre que ese material estaba en la casa del jefe. No pedir disculpas por ello.

18 mayo 2007

Contradicciones II

En esta entrada les cito el resto de contradicciones que pude apreciar en mi empresa a los largo de los años. Faltarán muchas, pero las que hay son los suficientemente ilustrativas. Éramos "agasajados" cada día con estos contrasentidos. Realmente podías llegar a creerte algunos de ellos. Con el tiempo y la serenidad, puedes permitirte analizar de nuevo todos aquellos acontecimientos. Te das cuenta de cuan injustas fueron aquellas insinuaciones, indirectas, provechos y despropósitos de la empresa. Hay que estar más espabilado para no caer en la trampa de pensar que no se hacen bien las cosas, más cuando el mensaje de la organización tiende siempre a convertir a la víctima en el verdugo, para obtener mayor rendimiento y beneficio de él.


Obligaciones del trabajador= Ningún derecho
Derechos de la empresa = Ninguna obligación

O: Prestar el coche propio para uso de la empresa.
D: No pagar al empleado la gasolina y otros gastos; en caso de hacerlo, escatimar* hasta el último céntimo. No agradecerlo.

O: Evitar reclamar cualquier tipo de pago por el uso que hace la empresa del vehículo del trabajador.
D: Insultar gravemente, llamando ladrones y abusadores los empleados por exigir remuneración por el uso del vehículo propio.

O: Sacrificarse al máximo en el trabajo, por encima de lo legal y lo moral.
D: Exprimir al trabajador al máximo y acusarlo de vago y ladrón siempre que se presente la ocasión. Si la ocasión no se presenta, decírselo con indirectas.

O: Firmar papeles de no asistencia al trabajo, días de vacaciones tomados o presentar justificantes del médico.
D: Evitar dar al trabajador cualquier tipo de comprobante sellado por la empresa en la cual esta reconozca deber horas o días al trabajador. Sólo de palabra... para que se la lleve el viento.

O: Mirar lo que dicen las actas de las reuniones, si se duda de la palabra del jefe o acólitos.
D: Cambiar el contenido de las actas, sobre todo cuando lo dicho en las reuniones pueda perjudicar a la empresa frente a sus empleados.

O: Cumplir las acciones de mejora del sistema de gestión de la calidad por estúpidas que sean.
D: Eliminar acciones de mejora propuestas por los empleados cuando estas ponen en entredicho la gestión de los responsables de la empresa.

O: No recibir cursos de formación.
D: Aducir que la empresa ha dado cursos. Hacer pasar 2 horas de charla como curso de formación de alto nivel y exigir al trabajador devoción eterna por tal conocimiento recibido. Tratar de hacer pasar un curso hecho por el empleado en su tiempo libre, como curso impartido por la empresa

O: Venir enfermo a trabajar.
D: Dudar de la enfermedad del empleado.

O: Trabajar como un poseso jugándote la vida en la carretera.
D: Sospechar que el trabajador se dedica a dar paseos con el vehículo de la empresa. Perdón, con su vehículo, puesto que el de la empresa ya lo utiliza algún familiar del gerente.

O: Atender y ser diligente en el desempeño del trabajo.
D: Colar a los amigos del jefe obligando al empleado a retrasar su trabajo y luego acusar al trabajador de no cumplir sus obligaciones.

O: Ser honesto con la empresa.
D: Decir mentiras y engañar al trabajador.

O: Poner la cara ante clientes enfadados, tengan razón o no.
D: Esconderse de los clientes a los que se ha engañado o a los que no se atreve a hacer frente y acusar a los trabajadores para que estos paguen las negligencias de los resposables de la empresa.


* Según la Real Academia Española:

escatimar.

1. tr. Cercenar, disminuir, escasear lo que se ha de dar o hacer, acortándolo todo lo posible.

2. tr. p. us. Viciar, adulterar y depravar el sentido de las palabras y de los escritos, torciéndolos e interpretándolos maliciosamente.

3. tr. ant. Reconocer, rastrear y mirar con cuidado.


17 mayo 2007

Contradicciones

En el anterior post había comentado una de las muchas contradicciones que se daban en mi empresa. Esta incoherencia entre el parlamento y las acciones de mi jefe y lo que la buena lógica, moral y legalidad, no era la excepción sino la normalidad en la empresa. Basándome en la experiencia y en muchas anécdotas que me tocó vivir y presenciar, decidí hacer una lista con todos los contrasentidos que pude recopilar. A lo largo de estos meses he estado haciendo uso de ellos en los diferentes post, y tanto en esta entrada como en la próxima haré un resumen de ellos. Con todos agrupados, podremos hacernos una idea de la absurdidad de muchas de las peroratas y sermones "Made in Acme S.A.".
Todo derecho conlleva una obligación y toda obligación conlleva un derecho. Esta parece que es una máxima lógica y sensata. Pero, ¿qué ocurre cuando las obligaciones de una parte no suponen ningún derecho como contrapartida, mientras que la otra parte reniega de todas sus obligaciones, exigiendo sólo derechos?

Obligaciones del trabajador= Ningún derecho
Derechos de la empresa = Ninguna obligación


O: Entrar a la hora en punto.
D: Que el trabajador siga trabajando después de finalizar su jornada, sin retribución o compensación alguna.

O: Demostrar que se le deben horas extra.
D: Hacerse la sueca. Si el trabajador no reclama lo que le deben, la empresa "no se acuerda".

O: Desayunar en 15 minutos.
D: Si no lo hace porque no puede, no es acumulable ni retribuible, pero si te pasas 5 minutos, es un abuso y un robo a la empresa.

O: Debe ser profesional, pero con bajo salario.
D: La empresa no es profesional remunerando al empleado por su puesto o trabajo.

O: Ser profesional comunicando la marcha de la empresa con 6 meses de antelación.
D: Comunicar el despido sobre la marcha o negociar la renovación en el último momento para obtener las mayores ventajas.

O: No cobrar el finiquito
D: Dejar pasar el tiempo para que caduque la reclamación de los finiquitos e intencionadamente olvidarse de que se debe.

O: Olvidarse de los días libre prometidos.
D: No apuntar ni recordar al trabajador que se le deben días libres y tratar de llamarle embustero cuando los reclame.

O: No reclamar ningún tipo de deuda que tenga la empresa con el trabajador.
D: Olvidarse intencionadamente de cualquier trabajo extraordinario que se le deba al trabajador y cuando lo reclame no pagarle o intentar cambiarlo por algún pago en especie. Convertir el pago en especie en una factura sin cobrar, de forma que al mirar el balance a final de año, el empleado aparezca como deudor de una deuda que tiene la empresa. Ingeniería contable avanzada.

O: Producir y ser productivo.
D: Pagar como y de la manera que quiera la empresa esa obligación del empleado.

O: Trabajar sin ningún tipo de derecho o intención de reclamarlos.
D: Insultar, humillar, acusar, amargar la existencia al trabajador, para que éste se vaya sin indemnización o con el trato más favorable para la empresa.

O: No progresar ni promocionar a pesar de realizar el sobreesfuerzo necesario para ello.
D: Llamar vago al empleado aunque trabaje de 8 a 16 horas al día a destajo.

O: Mantener en buen estado la herramienta de la empresa.
D: Acusar al trabajador del mal funcionamiento de herramientas que llevan años usándose. Ejemplo: destornillador eléctrico al que se le han acabado las baterías después de 5 años de uso.

16 mayo 2007

Abuso

¿Qué imagen nos viene a la mente cuando oímos esta palabra? ¿qué sensación nos transmite? Puede que la mayor parte de las veces la asociemos a una persona. A veces, a un organismo, una entidad, una organización. En cualquier caso, siempre nos imaginamos a algo o alguien más fuerte que agrede a algo o alguien más débil e indefenso, con total impunidad. Sin posibilidad de responder. Esta circunstancia se da a todos los niveles de la vida: desde que estamos en primaria, nos desarrollamos como personas, vivimos en un entorno, hasta cuando nos relacionamos con otras personas físicas o jurídicas... Cualquiera que sea el estadio de nuestra existencia, siempre habrá quien abuse, seamos nosotros los que lo hagamos o los que lo suframos. Con esta experiencia nos da la sensación de que el orden natural se mantiene: el grande se come al chico, y nos desilusiona saber que a pesar de nuestro complejo sistema social y de nuestros avances éticos y morales, siempre habrá quien imponga su voluntad al margen de lo socialmente establecido.
Mi empresa no iba a ser diferente de este planteamiento. Mi jefe se sentía víctima del abuso*. Víctima de sus empleados, que impunemente se aprovechaban de él. Que de manera alevosa y malintencionada buscaban beneficiarse del trabajo y el esfuerzo del gerente. Esta entrada debería asociarse a otras que trataban sobre sus paranoias. ¿Por qué pensaba esto? La respuesta la puede dar la anterior frase. Sus paranoias y su equivocada y fija idea de que era la empresa la que daba más a los trabajadores que los trabajadores a ella.
Durante aquel verano-otoño de 2005 la palabra abuso era habitual en el vocabulario del gerente. Cuando los empleados íbamos a desayunar y regresábamos más tarde de 15 minutos, podías oír una "voz en off" que decía:"Esto es un abuso". Cuando después de meses cobrando mal o sencillamente dejando de cobrar, el jefe lanzaba indirectas sobre la "obligatoriedad" de trabajar horas extras, y los empleados salían a su hora en punto, se oía una voz en off que decía: "Esto es un abuso". Cuando el gerente insinuaba que los demás debíamos trabajar los fines de semana, porque él y la acólita lo hacían, y los currantes no volvían hasta el lunes, se podía oír una voz en off que decía:"Esto es un abuso". Cuando algunos empleados querían revisar sus nóminas en base al acuerdo al que habían llegado con el gerente en el momento de la contratación, se oía una voz que decía: "Esto es un abuso"... Así, un largo etcétera.
Lamentablemente cuando los trabajadores, en este caso, el que les escribe, hacían cientos y miles de horas extra sin cobrar, tenían que utilizar su propio vehículo sin percibir remuneración por ello, no cobraban sus finiquitos ni sus trabajos extraordinarios, tenían un sueldo para nada acorde con su trabajo y esfuerzo, no podían ni desayunar, ni comer, ni beber agua, ni descansar... nunca hubo cabida para la frase: "Esto es un abuso".
¿Por qué una nueva entrada hablando de mi jefe y no de mis desventuras? Simple y llanamente porque el abuso lo había realizado la empresa durante muchos años. Se apropió de una palabra y un concepto que no le pertenecía, del cual hacía uso fraudulento, para tapar o esconder su negligente gestión, nuevamente culpabilizando a su entorno como causa de todos sus males. Yo era parte de ese entorno y de la misma manera que él se figuraba ser "agredido" por sus empleados, otros y yo sufrimos los males de lo que luego se quejaba, sin derecho alguno, el gerente.


* Según la Real Academia Española:

abusar.

(De abuso).

1. intr. Usar mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente de algo o de alguien. Abusaba DE su autoridad.

2. intr. Hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia, fuerza o poder. Abusó DE un menor.

3. prnl. Guat. espabilarse (avivar y ejercitar el entendimiento de alguien).



15 mayo 2007

Es malo ayudar a tus compañeros

Vuelvo a dar un salto en el tiempo para narrar la historia de uno de los compañeros. La semana pasada disfrutamos de una nueva y emocionante entrada sobre la "burrocracia" en mi empresa. Al hilo de esta narración no me queda más remedio que demostrarlo con un hecho. De esta manera, he pedido al compañero que me escribiera para poder publicarla. Aquí está su relato. Juzguen ustedes mismos.
Durante el verano de 2003 y tras varias y secretas reuniones de la cúpula de poder de la empresa, se nos comunica que tenemos escasos meses para montar un sistema de trabajo que presentar en una auditoría (a finales de año) e implantar un sistema de calidad que redujera al mínimo el impacto sobre el medio ambiente.
De pronto, estábamos inmersos en un lenguaje de palabrejas extrañas como “Acción de mejora”, “DAFO”, “Proceso”, “Flujograma”, “Test EFQM”… que aceptamos porque no nos quedaba más remedio con la inminente evaluación para la Certificación ISO. Desde ese mismo momento, se erigió de entre los pringadillos la “Coordinadora de Calidad, Medio Ambiente y Riesgos Laborales”. Desconozco los pormenores de cómo una técnico mediocre y chapucera a la sombra siempre de otros técnicos que le salvaron el culo en más de una ocasión, acabó en los primeros puestos de poder de la pirámide organizativa de ACME S.A. Si algo no escaseaba en ella era una ambición que brillaba como el fuego en lo profundo de sus ojos, y supongo que en el fondo, desde que entró en aquella empresa supo que quería dejar de apretar tornillos, de acabar con la ropa sucia y las manos llenas de cortes (como cualquier técnico) para llegar lo más alto que se pudiera.
Al final conseguimos pasar la auditoría favorablemente y todos nos congratulábamos por ello, sin embargo, fue vergonzoso aquel correo que nos envió el gerente a todos los empleados, en el que se magnificaba la encomiable labor de aquella técnico venida a menos, responsable, única e indiscutible artífice de que la empresa se hiciera con las certificaciones de Calidad y Medio Ambiente, dejando al resto como simples marionetas con cerebro de serrín. Curiosamente estas marionetas, eran las que trabajaban en sus asuntos y encima ideaban la nueva y reluciente organización de tareas dentro de la empresa (o cómo burocratizar trabajos sencillos añadiendo toneladas de papel). Pues no, a nosotros no nos dieron un manual donde ponía “Doña perfecta ha ideado esto ella solita y tú simplemente tienes que hacer lo que se dice a continuación”.

Pasó el tiempo y la acólita nº 2 empezaba a tomar posiciones en la cúpula de poder, basándose en la indiscutible y favorable reputación que le otorgaba haber conseguido por ella misma las certificaciones para la empresa. Fue así como movía los hilos desde la sombra que acababan inclinando la opinión del gerente en uno u otro sentido. Si ya era difícil soportar las majaderías de un jefe megalómano y con delirios de grandeza y del acólito nº 1 con edad mental de 12 años, para que encima se subiera al timón de la galera la “Ángela Chaninng de turno imaginando una empresa distópica y mega organizada.
A finales de 2004, yo empezaba a ser un estorbo. Se habían contratado nuevos programadores y no sabían que hacer conmigo excepto quitarme las tareas que venía realizando hasta ahora y desterrarme a una esquina de la empresa sin contacto con mis compañeros. Meses más tarde y dos o tres semanas (aproximadamente) antes de ser enviado al paro de una patada, me ocurrió la siguiente y absurda anécdota:
Me levanté de mi mesa para ir a beber agua (una de las pocas cosas que podías hacer sin notar la mirada inquisitiva del jefe clavada en la nuca) y al pasar por delante de la mesa de un compañero (el nuevo diseñador gráfico) éste me preguntó una duda sobre el entorno de programación en el que trabajábamos desde hacía un par de años y que yo manejaba bastante bien. Me detuve 5 minutos cerca de su mesa, explicando y aclarando sus dudas, cosa que le vino bastante bien porque estaba atascado en algo (que por otra parte no le correspondía, ya que no era programador, pero sí se daba por hecho que este tipo de cosas lo debían hacer los diseñadores gráficos). Al rato de regresar a mi mesa, recibí la visita de la acólita nº 2 que de modo introductorio y cual anestésico antes de una mordedura, me preguntó que qué tal estaba y alguna que otra frivolidad, antes de espetarme:
-“Oye, ¿estás dando algún curso de formación interna?”
No sabía que responder, porque de haber sido afirmativa mi respuesta, ella lo hubiera sabido, dado que la formación continua de los trabajadores era una premisa (que no se cumplía nunca, excepto en la documentación que falsificábamos para posteriores auditorías) que imponía el hecho de ser una empresa certificada.
- “No, ¿por qué lo dices?” fue mi respuesta…
A lo que añadió.
- “Es que he visto que hablabas con (el diseñador gráfico) explicándole cosas”
- “Sí, es que tenía una duda y como no lleva mucho tiempo, aún no controla el entorno de programación”
- “No puedes estar perdiendo el tiempo de esa manera. Si detectas una carencia de ese tipo, tienes que hablar conmigo y ver cómo podemos dar un curso o seminario para resolver cuestiones. Te podrías preparar un temario y lo incluimos en la formación interna que debe dar la empresa a sus empleados”
- “No hace falta sacar las cosas de quicio, tan solo era una duda sin importancia”
-“Bueno, eso tenemos que hablarlo”… y diciendo esto se fue hacia su mesa.
Toda la conversación se desarrolló en un tono calmado y afable. Era una bronca, pero de manera que no lo pareciera. Lo curioso es que ella ni siquiera estaba (había salido de la empresa a desayunar probablemente), cuando yo hablaba con el diseñador gráfico, pero sí el gerente, que andaba contando alguna de sus batallitas a alguno de los otros programadores. Supongo que al llegar la acólita nº 2, el jefe consultó si era o no legal que yo anduviera ayudando a los compañeros.
Minutos más tarde, recibí por correo interno, una especie de notificación (con copia al gerente) que básicamente decía lo mismo que me había dicho en persona. En síntesis: era malo ayudar a tus compañeros.

14 mayo 2007

Las cuentas de correo gratuitas

¿Berrinche o pensamiento económico? He ahí la cuestión. Después de tantos años... ¿por qué no se había tomado esta decisión antes? ¿qué había cambiado en mi empresa o en mi entorno para que ahora sí fuera válido?
Al poco tiempo de la llegada del acólito, la empresa adquirió un dominio de internet. Con ello se conseguía la tan preciada presencia en la red. Teniendo en cuenta de que se trataba de una empresa de informática y estábamos en pleno crecimiento de la burbuja tecnológica, se hacía obvia la necesidad de tener una página web corporativa. Este hecho abrió una nueva rama de negocio dedicada a la venta de dominios y hospedajes. Teníamos una considerable cartera de clientes, de los cuales muchos eran empresas. El negocio estaba asegurado. La novedad y la verborrea del acólito permitirían convencer a muchos de las ventajas de Internet. Pero ¡vaya!, se me ha olvidado contar con el "factor jefe" en toda esta historia.
Hace unos meses les mostré un ejemplo del factor jefe en la caja. aún más. Otra aplicación de esta disciplina es la de los recursos gratuitos, es decir, dar servicios a coste 0 con la esperanza de que algún día te devuelvan el favor, por ejemplo invitándote a comer. La mayoría de los favores que hacía mi jefe tenían un único interés, que era el propio gerente. La empresa era algo secundario. Daba igual, los pringadillos cobraban poco y encima no se les pagaba las horas extraordinarias, por lo tanto, la empresa no perdía en el trato. De esta manera, y para promocionar aún más la nueva rama de negocio de la organización, mi jefe se dedicó a ofrecer cuentas de correo gratuitas a muchos clientes (clientes VIP). No me parece mal. Muchas de ellas no eran simples cuentas personales, sino cuentas de correo de empresa. Esto es un poco contradictorio, puesto que las empresas podrían pagarse sus propios dominios y hospedajes. Pero así era. Algunas empresas usaban nuestras cuentas gratuitas para sus negocios.
Pasaron los años y esas empresas no sólo no dejaban de usar las cuentas, sino que muchas de ellas ya había perdido la relación con nosotros. Muchos clientes también habían perdido la relación, pero seguían manteniendo sus alias y sus correos. Nuestro negocio iba mal y había que buscar dinero como fuera, así que alguien tuvo una buena idea o trató de que no "abusaran" más de él. Para ello se me encargó la recopilación de toda la información. Tenía que saber que mails estaban siendo utilizados y cuales no, para borrarlos. A quienes los utilizaran, les enviaríamos una carta para anunciarles la eliminación de la misma, ofreciéndoles a cambio un dominio y un hospedaje de internet a bajo coste. Se trataba de hacer una limpia completa. Mi jefe sólo quería que los empleados (a nivel interno) y algunas personas tuvieran cuentas de Acme S.A. Se les iba a acabar el chollo a muchos espabilados ;). La paradoja de todo esto es que esas cuentas fueron ofrecidas gratuitamente sin periodo de caducidad, ni avisos de posibles pagos futuros por su uso o extinción de las mismas. Se les ofreció con todas las garantías de una empresa seria y no como algo lúdico o informal. Si las cosas no salieron como mi jefe imaginaba con algunos de sus clientes, tampoco era para quejarse, como lo hacía él.
El trabajo no llegó a plasmarse de ninguna forma. Cuando tenía hechas todas las previsiones de cuentas a borrar, cartas a enviar y resto de formulismos, cogí vacaciones. Al volver, la otra persona que iba a ayudarme con el tema había dejado la empresa y el acólito número 1 también lo haría. La idea se quedó dentro de una carpeta dentro de un cajón, lo cual me libró de tener roces con clientes, puesto que todo este proyecto sólo tenía una cara visible, y era la mía.

13 mayo 2007

No me hagas esperar

Comenté en alguna entrada anterior que prefería dejar el coche lejos de la empresa cuando iba a trabajar. Lo suficiente para ir dando un paseo hasta el trabajo, e ir despejándome. Una de las razones que me impulsaba a ello era conseguir aparcamiento rápidamente. Cerca de la empresa era difícil y si luego me tenía que poner a dar vueltas se me haría tarde. No pensaba entrar a trabajar ni un segundo después de las 8, pero tampoco ni un segundo antes. Por ese mismo motivo tampoco pensaba trabajar ni un segundo después de la hora de salida. Durante demasiados años trabajé de 1 a 8 horas más, y esa etapa en la empresa había quedado atrás, teniendo en cuenta que por ese esfuerzo que realizaba, el jefe me llamó LADRÓN delante de compañeros y clientes. Además fui tachado de vago y ocioso. Todo un ejemplo de incentivo y apoyo del negocio hacia sus empleados.
Al volver del trabajo, no solía regresar sólo. Una de mis compañeras de trabajo vivía en un pueblo próximo al mío. Como no suponía un rodeo demasiado grande, la alcanzaba hasta su casa. Esta compañera era la coordinadora y programadora principal. Tenía cierta afinidad con mi jefe, porque se conocían mucho antes de que ella empezara a trabajar. Por esta razón, pienso, no era tan crítica con el jefe como lo podíamos ser los demás. Trabajaba mucho en su casa, sin remuneración alguna, y el jefe le echó más de una bronca sin sentido, las cuales eran las favoritas del gerente.
Cuando no había dinero, a mi jefe se le acababa la chulería. Se crecía con el vil metal y se retraía al no disponer de él. Un ejemplo claro de esta dualidad fueron los trabajos forzados que nos obligaron a desempeñar en el verano de 2004. Por esta fecha estaba entrando mucho dinero fácil a la empresa, lo cual produjo un incremento de la prepotencia de mi jefe. Pero todo esto había cambiado. Ahora teníamos problemas de pagos y una situación económica lamentable. Mi jefe había dilapidado todos los fondos. Ya no ordenaba despóticamente. Ahora casi suplicaba. A causa de este motivo, se le veía poco. Pasaba mucho tiempo en su despacho e intentaba no acercarse a los empleados, sobre todo al área de programación, porque sólo recibía miradas incómodas y comentarios agrios. De vez en cuando iba al despacho de la coordinadora y parte de las veces cerraban la puerta para que no se oyera la conversación. Luego, raudo, volvía a su cubil tratando de esquivar a sus acreedores.
No conozco la razón. Tal vez se aburría durante tanto tiempo y buscaba a alguien con quien hablar, tal vez porque no quería que los demás escucharan sus palabras, tal vez porque con la empresa vacía era más fácil acercarse al despacho de la coordinadora sin sentirse culpable... El caso es que cuando estábamos a punto de irnos, venía y se ponía a conversar con la compañera. No 2 ó 5 minutos, sino 10, 15, 20... Al principio lo dejé pasar. Me molestaba porque yo no quería estar ni un segundo más en aquella empresa, pero entendía que a lo mejor eran asuntos importante. Aquello se fue convirtiendo en costumbre, como todo aquello que le beneficiaba a mi jefe. Lo que no le convenía, no se convertía en costumbre, aunque fuera muy legítimo. Después, ya no me importaban esos asuntos, quería irme y si ella prefería coger el bus para regresar a su casa, que lo hiciera. Parece que mi compañera se empezó a dar cuenta y las conversaciones empezaron a ser en la puerta de la calle. Me daba igual, empezaba a caminar para obligarla a terminar la tertulia. Me seguía, pero el jefe también iba en la misma dirección y la conversación continuaba en la calle. Al final dejé de aparcar en esa zona y busqué otra que estuviera en otra dirección, así salía rápido a las tres con la coordinadora tras mis pasos. Entendieron la indirecta. Aquello se había convertido en una tomadura de pelo y en una falta de respeto por parte de mi jefe, que sabía que yo llevaba a la programadora a la casa. Bastante tiempo había en las horas de trabajo para hablar de todo lo que quisieran, para ponerse a conversar a última hora. Si ella quería perder su tiempo, que lo hiciera, pero el mío, desde luego que no. Ya que le hacía un favor, lo menos que podía hacer era salir puntual.

12 mayo 2007

La caida del acólito número 1 (II)

En el anterior capítulo de esta obra trágico-dramática, habíamos dejado al acólito número 1, degradado en sus funciones y en su puesto. Según mi jefe (hay que tomarse con cierto recelo sus palabras debido a su alto nivel ilusorio e imaginativo) el acólito estaba advertido. Se le había concedido una segunda oportunidad para que reparase todo el daño infligido y se portara como buen chico, es decir, que primero que nada debía respetar a la acólita número 2 como único ser omnisapiente y onmireflexivo de la empresa. Cualquier cuestionamiento de su trabajo, de sus actitudes y aptitudes estaba penado con el destierro para el populacho (trabajadores excepto la coordinadora) y con la pena de "despido voluntario" para los desterrados. Puesto que no quedaban pringadillos y el quedaba, un servidor, tenía una función imprescindible en ese momento (no quejarme mucho por no cobrar), se había dejado en suspenso la pena de humillación y mancillamiento.
El destierro del acólito no sólo fue duro para él, sino también para aquellas con quienes compartía espacio laboral, las cuales a parte de llevarse mal con él (alguna), además tendrían una existencia muy disciplinada debido al alto grado de intrusión que tenía el exiliado en asuntos que no le concernían. Entrar por la puerta de la empresa y ver la cara de todos era una visión realmente empobrecedora. Mientras tanto él seguía con sus tareas, fueran las que fueran, sin perder su cara de póker, con la que escondía perfectamente su estado de ánimo.
Pasaron pocos meses, y sorpresivamente un día, dejó la empresa. Fue así, repentinamente, como me llegó la noticia. Como siempre yo era el último pato en enterarse de las cosas. Aquello fue lo más grande que había ocurrido nunca en mi empresa. Lo nunca visto. Lo nunca creído. Lo nunca especulado. El acólito número 1 había caído, ¿cuánto faltaba entonces para la caída de la empresa? ¿días, semanas? ¿quién iba a llevar ahora las riendas de la empresa? Mi jefe, que durante tanto tiempo había estado al margen de los temas laborales, por los cuales no se interesaban si no le reportaban dinero rápido o inclusión en ambientes selectos, se tenía que ocupar ahora de todo. Aquello se desmoronaba como un castillo de naipes, cada vez más rápido y nada ni nadie podía pararlo.
Como todas las grandes historias, hubo 2 versiones: la del vencido y la del vencido (aquí no ganaba nadie). El acólito número 1 dijo que él se había ido voluntariamente tras llegar a un acuerdo con el jefe. El jefe dijo que la empresa le había dado muchas oportunidades al acólito y que éste no había respondido, por lo cual había sido despedido. Prefiero creer la primera versión de los hechos, porque a estas alturas mi jefe amparaba su discurso en la mentira, en la mayor parte de las ocasiones. Además mi jefe nunca podía quedar mal, él siempre era la víctima. Cuando el acólito dejó la empresa, mi jefe solía decir que la empresa iba mal porque "le habían echado tierra en los ojos", expresión usada para dar a entender que le había engañado. Por otro lado, el gerente, también solía decir que era muy listo y perro viejo. Yo me pregunto: "si era tan listo y tan perro viejo, ¿cómo es que un niñato de menos de 30 años le había engañado?". Algo no me cuadra en toda esta historia.
El tema daba para más. No sé a que clase de acuerdo o desacuerdo llegarían de puertas para adentro, pero de puertas para afuera se convirtió en una denuncia por impagos o por despido improcedente. Lamentablemente el acólito también había sucumbido a la mala suerte, y al parecer su abogado denunció fuera de plazo, con lo que la empresa se libró de otra sangría económica más allá de las que ya tenía. En las posteriores denuncias, mi jefe nunca acudió a los actos de conciliación, excepto al último, pero eso es otra historia.
En sólo unos meses, la moneda había cambiado de cara. Todo los acontecimientos se precipitaban rauda y velozmente. Nadie hubiera creído nunca en la caída del acólito número y su repudio por parte del gerente. ¿Estaba mi jefe dándose cuenta de las cosas? Un poco tarde, ¿no?.


11 mayo 2007

¡Ay , qué perdemos la ISO!

Como de vez en cuando sucede en este blog, vamos a hacer un alto en el camino para contar algo que había sucedido tiempo antes del punto por el que va la historia. Aprovecho que el post de ayer versó sobre la degradación del acólito número 1, a causa de su excesivo acaparamiento de trabajos, que no podía realizar, dejando las cosas a medias muchas veces y comprometiendo a la empresa y a los compañeros.
Hacia finales del 2004, Annus Horribilis, la empresa se enfrentaba a la renovación de los certificados que había conseguido el año anterior. En concreto a la ISO y la certificación de medioambiente. Después de conseguir tales "galardones", la empresa hizo caso omiso de los mismos, por lo menos a efectos prácticos. La única que intentaba llevarlos bien era la acólita número 2, la cual era la responsable y la que había conseguido tales distinciones, al menos en el papel burocrático. Todavía durante ese año se respetaron el reciclaje, el ahorro de energía y otra serie de buenas actitudes. Esto cambiaría en 2005 y se merece un post aparte.
La gestión de la calidad era un tema complicado de llevar. La forma de hacer las cosas era tan compleja y tan abusiva en papeleos y trámites, que no dejaba desarrollar el trabajo a la mayoría de los empleados que estaban sometidos a esta implantación. Al poco tiempo se dejaron de lado multitud de pasos inútiles y pesados. Mientras tanto se supone que se tendría que haber trabajado en la mejora de la gestión, buscando una manera más sencilla de realizarla. Pues no. No se hizo nada. Esto tiene un problema. La norma ISO exige una mejora continua, es decir, "nada de dormirse en los laureles". Al finalizar el año hay que presentar resultados y demostrar los avances. Mi empresa se había dedicado a agobiarnos con estúpidos formularios y mucho más estúpidas acciones de mejora, a parte de recibir cada día correos electrónicos con demasiada documentación que había que leerse, perdiendo así un tiempo valioso y sin obtener un cambio significativo. La única que estaba "haciendo bien su trabajo" era la acólita número 2, aunque eso estuviera perjudicando el trabajo del departamento, en el sentido de que teníamos que haber buscado fórmulas más sencillas. Todo bajo con la satisfacción de mi jefe.
Mientras todo esto ocurría, el acólito número 1 seguía negociando y coordinando el trabajo de una mala manera. Acaparaba todo lo que podía y más, prometía a los clientes trabajos y asuntos que no podía cumplir, no se había aprendido sus obligaciones en cuanto a la norma de gestión de la calidad, así que cuando llegó la hora de renovarla... los deberes no estaban hechos. Hubo que hacerlo todo corriendo y mal y para más dificultad se quiso cambiar todo lo que se había planificado el año anterior, con lo cual el trabajo era el doble y además sin precisar. Delante del evaluador, todo eran contradicciones, todo eran diagramas de flujo que llegaban a ningún lado o que no se sostenían con la documentación adecuada, todo eran errores e inseguridad. No sé como nos permitieron seguir con una certificación que tan mal habíamos desarrollado. Esto dejaba entrever las deficiencias que se estaban produciendo en la gestión del acólito número 1, las cuales se agravaron al pasar el tiempo y condujeron a su caída.
Mi jefe, seguramente no quedó contento con todo este desastre, teniendo en cuenta que se había puesto en jaque el trabajo de la acólita número 2, y eso era el peor de los delitos.

10 mayo 2007

La caida del acólito número 1 (I)

Si el año 2004 había sido el año de "esplendor" de mi empresa, es decir, de mi jefe. El año 2005 se convirtió en el año del fracaso. Un descalabro en todos los sentidos. Hasta los pilares más profundos de mi organización se tambalearon y se resquebrajaron bajo el peso de una ilusión , tan etérea como para sobresalir a la vista de todos y tan pesada como para hundir muchos años de trabajo.
Una de las columnas que sostenía mi empresa era el acólito número 1, al menos como figura relevante. Los verdaderos y poderosos pilares de cualquier empresa son sus trabajadores. El acólito había aparecido un año o dos después de mi llegada. Por lo tanto, a efectos cronológicos, yo era más antiguo que él. Desde el primer momento desarrolló una desaforada tendencia trepista y metementodo, lo que le supuso un rápido ascenso hacía la cumbre de mi empresa. Mi jefe, ser fácilmente impresionable, quedó encandilado y a su merced. La atribución o "virtud" más notable del acólito, y esta es mi opinión, fue el exorcismo al que sometió al gerente. Consiguió que se manifestara la bestia que yacía oculta y aletargada en el interior de mi jefe. La empresa empezó a tomar un nuevo rumbo, el software, gracias a la inestimable colaboración del protagonista de este blog. Era su sombra, su confesor y susurrador. Si yo fuera empresario lo contrataría, porque tiene la ambición necesaria y la motivación para enfrentarse y buscar nuevos retos por complejos que sean. Era capaz de venderle congeladores a los esquimales y por esa razón nos metió a todos los técnicos y a la empresa en grandes problemas. Se entrometía en todo y además, a medida que fue ganando poder, contradecía órdenes, que finalmente pagábamos los demás. Eso mismo le perdió. Pero no adelantemos acontecimientos.
En el año que estoy relatando ocurrieron muchas cosas. Aunque yo era ajeno a ello, el acólito número 1 estaba en una disputa constante con la acólita número 2. Ambos había sido designados apoderados y el poder corrompe, aunque si ya estás corrompido además envilece.
El acólito, entre otras funciones, tenía la de coordinador del departamento de software. Tenía su propio despacho, aquel que había conseguido al eliminar el taller, que era mi departamento. Supongo que ese sería su premio por un "trabajo bien hecho". Su función comercial era muy evidente, lo cual degeneró en un cierto acomplejamiento de mi jefe, que se creía superior a todos en todos los sentidos. Un rumor lanzado al azar especulando con que el acólito era mejor comercial, produjo otra salida de tono histórica del gerente en una reunión. Como buen comercial prometió mucho que no podía cumplir. Cuando se le preguntaba, aseguraba que lo tenía todo bajo control, pero realmente no era así. Estaba cavando su propia tumba. En el verano de 2005 no pudo seguir manteniendo toda la farsa y acabó siendo degradado. Este hecho es uno de los más significativos en la historia de la empresa. Nunca nadie hubiera pensado que el actor que había conseguido encumbrar a mi jefe en el politiqueo y la soberbia, así como abrir nuevos cauces de negocio para mi empresa, pudiera ser bajado de su atril y desterrado a las mesas exteriores, donde estaba la administración. Su despacho pasó a ser ahora de la programadora jefe, que pasó a ser coordinadora de lo que quedaba del departamento. Mientras tanto él, era apartado de una gran cantidad de funciones y puesto en prueba para intentar resarcirse. Las cosas iban realmente mal si el coloso que soportaba los aires de grandeza del gerente, tenía los pies de barro.