19 enero 2007

El diskette

Vamos a hacer un alto en el camino cronológico, que más malamente que buenamente estoy intentando seguir. Hay veces en las que ciertos hechos se pueden tomar desde diversos puntos de vista: algunos por patéticos son risorios, otros por estúpidos son tristes, otros por absurdos son increíbles, otros por ilógicos son sorpresivos... Cuando estábamos en el viejo local; aquel garaje de gratos e ingratos recuerdos... mi jefe era en cierto modo como un compañero más (salvando las distancias). Tenía inquietudes informáticas, puesto que él había realizado ese trabajo y te ayudaba o te aconsejaba con ciertas cosas (no siempre acertadas), pero bueno, lo hacía desde un nivel más próximo y te lo decía cara a cara y no desde arriba hacia abajo, y más de una vez sus consejos solucionaban cosas. Más tarde, cuando su ansia de protagonismo, dinero e influencias cegó su vista, su discurso se llenó de palabras de difícil pronunciación, más difícil comprensión y tremendamente vacías de contenido (politiqueo). A medida que se iba alejando de la informática, más se jactaba de no saber nada de ella. Asunto cuando menos curioso puesto que era el gerente de una empresa de hardware y software. Pero en fin, el desconocimiento de algo se disimula muy bien con palabras raras que nadie entiende. Sigamos por donde íbamos. Entre otras herramientas, teníamos unos disquettes de arranque para instalar los sistemas operativos, que en aquellos momentos eran Windows 95, Windows 98 y Windows ME (no trabajábamos Linux, MacOS, etc... sólo clónicos bajo sistemas Microsoft). La mayoría de estos disquettes se perdían, se estropeaban, te los cogían para grabar otra cosa, se quedaban dentro de equipos arreglados y desaparecían por la puerta, etc... Estas circunstancias producían muchos problemas, sobre todo cuando tienes prisa y ves que no puedes trabajar. Harto de esta situación, uno de mis compañeros escribió en uno de ellos el siguiente texto: "Disco para algo. No me toques", y lo ató con una goma elástica a la mesa, de forma similar a como están los bolígrafos en los lugares públicos. Además la carcasa era de color amarillo muy vivo, para que se viera bien. No le duró ni dos asaltos. A los pocos días mi jefe lo había cogido, cortado y se lo había llevado. Excusa: "es que me hacía falta para arreglar una cosa". Con todos los disquettes de ese tipo que había por todas las mesas y va y coge el que estaba amarrado y para llegar hasta él tenía que pasar por delante de una mesa de trabajo atestada de software de ese tipo, subir escaleras, pasar por otra mesa llena de más diskettes y avanzar hasta el fondo de otra mesa en forma de barra, que también tenía varios disquettes más. Es que cuando hay ganas de fastidiar... Por supuesto, jamás lo devolvió... y claro, las quejas de siempre: "no cuidan el material" , "pierden muchas cosas..." , "lo tienen todo desordenado...".

2 comentarios:

Isaac Morán dijo...

Es que un "diskette" amarillo y colgado de una cuerda llama muchísimo la atención, y claro, se convierte en el oscuro (más bien claro) objeto del deseo de todo aquel que lo ve ... xD

Erkemao dijo...

XD sin duda alguna! Debió con"fundirlo" con un lingote de oro!