31 enero 2007

El oportunista de mi jefe

Nuevamente estamos aquí para contar nuevas aventuras y sucesos trascendentales ocurridos en aquella empresa. Bueno, me he pasado, el post de hoy no va a ser tan excitante, pero no deje de leer, estimado visitante. Esto seguro que les ha ocurrido a todos ustedes, ya fueran empleados o empresarios. Nadie escapa, y lo peor de todo es que no tienes coartada. Me refiero al oportunismo, es decir, la capacidad que tiene alguien para estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Vaya, pero yo estoy del lado de los empleados, así que vamos a reformular la oración. Es la capacidad que tiene tu jefe para aparecer en el momento menos propicio. Mi jefe era de estos. Siempre llegaba cuando no tenía que llegar y veía un momento de toda la secuencia que era precisamente el que menos definía a la película. Entiendo en parte que tuviera sus mosqueos y sus más y sus menos con nosotros. A todas luces es muy injusto, porque no trataba de saber que pasaba de verdad. Muchas veces, teníamos que trabajar en exceso por sus inexplicables artimañas. Cuando trabajas mucho, habitualmente te cansas (según mi jefe, NO, o más bien, no tenías derecho a quejarte). Si estas cansado te paras un momento para relajarte. En ese preciso momento aparecía siempre el gerente. Y claro, te veía sentado. ¿Qué iba a pensar? Te entraba una rabia tremenda, porque a lo mejor llevabas 5 horas sin parar y en todo ese tiempo no había venido, y justo cuando te sientas, vuelve. En otra ocasión estas hablando (mientras trabajas) y justo en el momento que dices algo inapropiado, está justamente ahí para escucharte. A un compañero le pasaba siempre. Además era al que tenían más puteado, incluso más que a mí. Decía (después de estar 7 horas trabado con algo debido a la mala calidad de los materiales y a punto de explotar):"Estas placas son una mierda". ¿Quién estaba detrás escuchando? Adivinen ;) Esto le sucedió un montón de veces. Ya les digo, es más fácil sacarse la lotería. Otras veces estábamos varios trabajando y uno se encuentra con un problema, pide una opinión, y van todos los compañeros a echar un vistazo. Justo en ese momento que todos habían abandonado su puesto, aparece el jefe. ¿Qué va a pensar? Pues que estamos de cháchara. En ciertas ocasiones, ese compañero puteado y yo, estuvimos haciendo trabajos que no se parecían en nada a lo que se supone que eran nuestras obligaciones. Algunos de estos "trabajos" eran: desmontar muebles, limpiar el garaje, pintar la empresa y un sinfín de despropósitos y malas prácticas por parte del gerente, pero de lo que ya hablaré amplia y seriamente dentro de algunas semanas (creo que será muy interesante para cualquier trabajador, empresario, sindicatos, jueces, departamentos de R.R. H.H...). Bien, en un momento determinado estábamos montando estanterías metálicas. Llevábamos horas sin descansar, sin tomar agua, llenos de polvo y de mugre. Agotados y hartos, decidimos parar un momento. Justo dejando las herramientas... ¿quién aparecía por la puerta...? Veías al tío todo enfadado pensando que éramos unos vagos. Pero... "¿por qué c### estábamos haciendo esas tareas?" Ahora no me importa mucho lo que el gerente pensara en ese tiempo o lo que piense ahora, pero en ese instante dos sentimientos me embargaron: uno, la ira por estar realizando esos quehaceres que eran impuestos vilmente y con ánimo de fastidiar, y otro, la rabia por el oportunismo de mi jefe cuando habíamos trabajado tanto y no había aparecido. Otros ejemplos de este habilidad (que se va adquiriendo a medida que subes en la cadena de mando), era el ir a tomar agua. Todo el día fuera, trabajando como un descosido, corriendo con la furgoneta bajo el sol... llego a la empresa más seco un esparto y cuando me acerco a la máquina del agua..."Erkemao está haciendo argollas, que todo el rato está bebiendo agua"... Espero que algunos de mis excompañeros puedan comentarnos algún oportunismo sufrido en esos años. En fin, seguro que a todos ustedes que me leen, les ha ocurrido infinidad de veces ;)
¡Animo!

30 enero 2007

15 minutos para desayunar

Entrada polémica donde las haya. El desayuno. En algunos países la comida más importante del día. Estando en tierras de la Pérfida Albión, pude comprobar lo que era un desayuno inglés. No podría acabar uno e irme a trabajar, porque me daría modorra de la zampada tan grande. Olvídense de la judías, gente del norte me comentó que esa costumbre era más bien nueva y de otras zonas del país, del norte no, al menos. En países como Suecia, la gente se reune los domingos para desayunar, al igual que nosotros lo hacemos para almorzar o tomar un cafelito. En España, desayunamos poco y siempre a media mañana, porque a primera hora casi nunca hay tiempo, o por lo menos eso me pasaba a mí. Con lo nervioso que estaba y las prisas por no ser impuntual, como que no me entraba. Al principio, cuando no me presionaban mucho, me daba tiempo de irme a la cafetería y tomarme mi cortado con un bocadillo o un dulce. Eso sí, el café bien cargado, para coger ánimos. A medida que fueron transcurriendo mis años en la empresa, la comida matinal acabó convirtiéndose en un lujo, el cual no podía disfrutar. Todo el día en la calle y corriendo me impedía tener un momento de relax. Su equivalente en la tarde, la merienda, fue otra comida que fui perdiendo. Cuando estaba trabajando por la tarde, algunas veces podía, pero cuando curraba desde primera hora, ni desayuno, ni almuerzo, ni cena. Todo este desbarajuste se veía intensificado por las majaderías de mi jefe. Hacia mediados / finales de 2003, ya no estaba dispuesto a seguir en esa situación y salía a tomar algo con los compañeros. Al igual que yo, algunos de ellos también tenían problemas para poder tomarse algo en paz. Mi jefe, se molestó notablemente, y empezó con sus típicas indirectas, como: "yo sólo necesito 15 minutos para desayunar"... (mmm, como se nota que no hacía cola en el bar). Después de las indirectas vinieron las directas: reuniones para establecer el horario de desayuno en 15 minutos. Al principio te dejabas medio café en la mesa, para volver corriendo antes del toque de queda. Luego me dije: "Llevo un montón de años trabajando sin poder tomar nada, por culpa de mi jefe y sus acólitos, sin almorzar ni merendar, ni cenar, ni beber agua siquiera... (narrado un ejemplo en "El día más largo" - mes de enero) Me exige que me quede por las tardes o por las noches para acabar trabajos por su avaricia e incompetencia... No me paga las horas extra, ni el uso de mi vehículo y encima no me deja tomar un café... Pues no. Me tomo mi media hora como Dios manda", y siguió rebuznando, ladrando y aullando tanto, que nunca más le hice caso. Cada día su soberbia iba en aumento y atacaba en aquellas facetas del trabajo que sabía que tenía deudas con sus empleados. Era una forma bastante macabra de convertir obligaciones en derechos. En plena carga contra mi departamento, y en vista de los continuos abusos, llegué a estar desayunando perfectamente una hora", sobre todo después de los sucesos de finales del 2003 y del verano del 2004, de los cuales ya hablaré. Si quería un motivo para despedirme, ya lo tenía, si no, entonces que me dejara tomar el aperitivo tranquilamente.

29 enero 2007

El juego del escondite, o como espiar tontamente

Hoy no les haré leer mucho. Por fin un post pequeño. En esta ocasión les contaré como mi jefe nos espiaba en el trabajo. Hay formas sutiles, formas evidentes y formas estúpidas de hacerlo. El gerente utilizaba la manera evidente y la estúpida, aunque él creía que era la sutil. En el nuevo local, el taller ocupaba la mitad trasera de uno de los dos salones. Un armario de cajones de 1,60m de alto aproximadamente nos separaba de los mostradores de atención a los clientes, y sobre ese armario siempre había material para exposición o cartones con publicidad de marcas. Prácticamente quedábamos invisibles, excepto por el hueco de entrada al taller, que no tenía puerta. Nosotros tampoco veíamos lo que pasaba al otro lado. Mi jefe se dedicaba a espiarnos detrás de ese armario, para saber lo que hablábamos, saber si lo criticábamos, si decíamos algo de él o de su política de empresa... Naturalmente sobre trabajar no, porque siempre estábamos con las manos en los equipos, pero le molestaba mucho las risas, porque suponía que nos reíamos de él. Si alguno metía la pata diciendo algo, aparecía por el hueco, para dejar claro que él era el que mandaba. Otras veces, fingía que iba al garaje donde estaba la furgoneta. Desde nuestro espacio, se accedía rápidamente por unas escaleras. Lo curioso es que desde su "despacho" al otro lado de la empresa, también podía hacerlo. Infantilmente suponía que si le veíamos pasar, creeríamos que se iba. Nosotros sabíamos que muchas veces se quedaba debajo escuchando. Luego, al rato aparecía por la puerta principal, después de salir calladamente por el garaje subterráneo. Un poco absurdo, puesto que si salía y volvía con la furgoneta tenía que regresar por donde se había marchado y no volver por otro lado. Creo que si yo fuera empresario, no me andaría por las ramas para saber lo que los empleados piensan de mí. Otra forma de espiarnos, que estuvo funcionando un tiempo, fue una webcam en pruebas, que a veces se movía sin que el técnico que la estaba estudiando estuviera por allí cerca. Uno de mis compañeros era muy paranoico y suponía que había micrófonos escondidos y MP3 grabando. Si veía una loseta del falso techo algo movida, "imaginaba" que nos estaban espiando. Incluso creía que esos artilugios de grabación se encontraban en todos lados incluido el coche de la empresa. Y a lo mejor no se equivocaba.

28 enero 2007

El mito de la agenda

Ayer tarde/noche, entre cafés y tertulia, los antiguos compañeros de curro me recordaron una de nuestras teorías favoritas en el trabajo. Bueno, más que hipótesis, se trata de una leyenda, un mito. Es el mito de la agenda. Anteriormente fue nombrado en: Los traidores al jefe.
Imaginemos un sistema ideal, en el cual no se produzca ninguna alteración externa. Este sistema consiste en la empresa, los clientes y los pringadillos. Si es ideal, un pringadillo cualquiera puede realizar un tarea concreta a un cliente en un tiempo razonable. Todas las constantes se mantienen invariables: horario, sueldo... Lamentablemente todo sistema equilibrado y en armonía tiende al caos de una forma u otra. El sistema ideal siempre será perturbado por algún factor, pero no por factores exógenos, sino por factores endógenos. Hablamos en este último caso del factor jefe. Podemos ver un ejemplo de perturbación que produce este factor en el siguiente desarrollo teórico-práctico: ejemplo del factor jefe en la caja.
Durante muchos años en aquella empresa tuvimos que soportar los cambios repentinos de tareas a realizar. Cuando por fin pude trabajar como técnico de calle la mayor parte del tiempo, la empresa nos obsequió con una agenda. ¿Qué significaba esto? Nada más y nada menos que organización en el trabajo. Podíamos anotar clientes, horas, teléfonos, citas, etc... realmente maravilloso. Vaya, pero como siempre había una pega... Esa agenda sólo era una ilusión, una cárcel para tu mente (Matrix a lo barato). La realidad era que no servía para nada. El factor endógeno "jefe", el factor endógeno "secuaces" y el factor endógeno "acólitos" se encargaban de destruir el delicado equilibrio de la agenda. Uno tenía organizado casi todo el trabajo para el día, en una agenda cutrilla. Cuando estabas preparando las herramientas, ibas saliendo por la puerta o ibas a coger la furgoneta, aparecía el gerente y te preguntaba: "¿Qué vas a hacer?" Le decías por ejemplo: "Tengo que ir a arreglar un equipo en el cliente X". El jefe te contestaba, por ejemplo:"Eso no, vete a casa de mi amigo Y y le miras un problema que tiene con el correo y le enseñas a crear reglas para ordenarlo". Por supuesto, tú te tenías que encargar de llamar al cliente y contarle una "mentira piadosa"*(según palabras de mi jefe), como que se te había estropeado el coche, te habías liado en otro lado, estabas enfermo y llegabas tarde ese día o cualquier otra barbaridad. El cliente se lo creía el primer día y te perdonaba. Pero al siguiente, vuelta a la misma historia, otra vez llamar y disculparte. Al final el cliente se cogía un enrehostiamiento de aquí te espero, con lo cual acababa yendo a solucionarle su problema cuando me dejaban en paz el jefe y sus acólitos, es decir, fuera de horas de trabajo. Imagínense que esto me sucedía varias veces cada día y todos, absolutamente todos, los días de la semana. La agenda era un mito, porque nunca se podía realizar. Acabé por tirarla a la basura. Naturalmente, mi jefe ajeno a todo dolor. Cuando el cliente se quejaba, el gerente escurría el bulto y señalaba para ti como único culpable, además de contarle que él había especificado que se le atendiera preferentemente y que el pringadillo de turno no había hecho lo que se le había encomendado, a parte de mentir.

* Mentira piadosa: Aplicando la definición de la empresa de Erkemao: dícese de aquella expresión que falta a la verdad, disimulada como una buena acción. Buena acción desde el punto de vista de un mentiroso compulsivo. Desde el punto de vista real y serio: una mentira en toda regla.

27 enero 2007

La absurda exclusividad de las marcas

Otra de las situaciones anecdóticas-esperpénticas que tuvimos que sufrir fue la exclusividad. ¿De qué va eso? Les explico, estimados lectores. En el supercompetitivo mundo de la informática personal, en el cual, cada vez (sobre todo en los años de mi narración: 1998-200x) los márgenes comerciales eran menores, mi jefe supuso que para sobrevivir, teníamos que ser diferentes. Ya no sólo dando servicios que no se cobraban, sino buscando marcas desconocidas que nos pudieran dar el toque especial y diferenciador. Hasta ese momento habíamos trabajado con placas base de marca "wanchinchun" y con otras más conocidas. A partir del Pentium II, las más conocidas dieron ciertos problemas, así que cambiamos de marca principal. En un ordenador hay muchas cosas importantes, pero una buena placa base puede significar tener un equipo productivo o un PC lleno de problemas. Las nuevas placas pertenecían a una marca del lejano oriente, no muy conocida entonces. Esa era nuestra apuesta. Ese fabricante con el tiempo fue ampliando su oferta hacia otros componentes, de forma que llegó un momento en que nuestros equipos estaban ensamblados en buena parte por materiales de ese proveedor. Claro, como marca rara que era tenía sus más y sus menos, y además en una disciplina donde cada vez más los clientes se podían informar y ver comparativas y precios, se convertía en un problema intentar vender un ordenador con unas piezas de una marca que nadie conocía y más cuando el cliente lo que quería era cosa. Esto nos supuso cierta pérdida de clientes. La apuesta aunque no fue mala, pienso que nos quitó mercado y no contentó a los clientes que tenían claro lo que querían, a parte de vernos en serios aprietos, muchas veces, con partidas de componentes deficientes. Luego en las comparativas no eran mejores que otras marcas más demandadas y eran incluso más caras.
Fiel a su idea de "somos diferentes y por eso somos mejores y exclusivos", el gerente amplió este pensamiento hacia el software, que por el año 2003 ya era la ocupación mimada e intocable de la empresa. Decidió que usaría un par de tecnologías de programación, servidores de aplicaciones y base de datos; poco utilizadas con fines profesionales unas, y aunque conocidas, no demasiado populares las otras. No era mala idea, excepto por pequeños detalles técnicos. Para ser bueno en algo, tienes que dominar ese algo. Para dominar algo necesitas tiempo y recursos. Si no tienes enseñanza ni profesionales que conozcan la tecnología, vas a darte de narices en el suelo muchas veces antes de empezar a andar, y cuando andes y cojas velocidad, los tortazos van a ser mayores. Y eso es lo que sucedió en mi empresa, con la salvedad que llegó un momento que no se pudo levantar otra vez. Internamente los técnicos tanto de software como de hardware abogábamos por no ser tan diferentes del resto, haciendo las cosas muy bien con herramientas populares y gratuitas y diferenciándonos del resto por la calidad de lo que hacíamos. Al mismo tiempo se iría aprendiendo las tecnologías que nos dieran exclusividad, pero sólo las pondríamos en marcha cuando realmente las controlásemos. Mi jefe, en plena orgía de politiqueo, grandeza e idolatría, opinaba que sólo los grandes proyectos nos daban categoría... pero "¡ay! ¿cuántas veces vas a tener grandes proyectos?" Eso no era factible a medio plazo , y aún menos cuando los "extraños compañeros de cama"* ya empezaban a renegar de él por su palabrería e ineptitud. Y así sucedió: software propietario caro y que no se dominaba, precios demasiado elevados y las demandas públicas o de grandes empresas no caen todos los días del cielo, más cuando en la pública hay muchos pensando lo mismo... e intentando subirse al carro.
Menudo tostón de post me acaba de salir. Espero me puedan perdonar, pero a veces hay que escribir estos rollos para entender lo que sucedió luego ;) Gracias a todos por la paciencia.

* Gente con recursos o que te pueden ayudar a conseguir recursos (buenos clientes, grandes proyectos, subvenciones, información sobre ayudas exclusivas... vamos, el politiqueo).

26 enero 2007

La "revuelta" al turno de la mañana

Como les he contado a lo largo de estos casi tres meses, estuve como un saltamontes rebotando de un turno a otro. Me pusieron en el turno de tarde , luego me cambiaron al de mañana, luego me volvieron a cambiar a la tarde , y por fin terminé en el de mañana para el resto de mi existencia en esa empresa. Pero esta última vez tenía algo en particular. No me lo "propusieron", lo exigí. Como había contado, a finales de 2002 el cambio me había sentado muy mal, porque me volvía a romper una vida que estaba tratando de reconstruir. Le dije a mi jefe que no me gustaba y que en enero / febrero de 2003 tenía que tomar una decisión porque no quería ese turno. Llegado ese momento, el gerente, pensó que como siempre se saldría con la suya porque seguramente yo me callaría como otras veces. Pero no. Estaba vez fui con mis papeles y dispuesto a luchar. Lo primero que me dijo ese individuo cuando me vio es: "ya te subí el sueldo". Internamente me reí... él se pensaba que iba a pedirle un aumento. Peor aún, se pensaría que le iba a dar las gracias. Le comenté lo hablado meses atrás y que a partir del siguiente día quería el cambio como habíamos acordado. No creo que le gustara mucho, sobre todo porque le cogí a contrapié. Tuvo que acceder a regañadientes. Sin embargo, él nunca perdía. Siempre tenía que tener la última palabra. En ese momento la empresa ya estaba en un punto álgido de su transformación, y para acceder a las apetitosas subvenciones necesitaba una serie de requisitos; entre ellos, las consecución de los certificados de calidad y medioambiente. Estos certificados suponían un desarrollo teórico y "burrocrático" muy importante y tener a una persona en exclusividad para tales tareas. Me dijo: "ya veo que vienes con todo preparado, y pareces una persona ordenada y que tiene todo escrito y organizado" (para hablar con este personaje dos consejos: uno, tener un diagrama de lo que vas a hablar porque intentará siempre perder el norte de la conversación para romperte el discurso y segundo: tener una grabadora a mano, porque renegará de sus afirmaciones y promesas en el futuro si no le interesan) , "te propongo que lleves el tema de las certificaciones ISO 9002 y 14001". ¡Cuanto honor!, "me lo pensaré"... y tanto me lo pensé que nunca le respondí. Poco después, además me empecé a ceñir al horario todo lo que podía. A partir de ese momento hubo un cambio radical hacia mi persona: retirada del saludo, trato brusco, todo el rato intentando buscarme las cosquillas, tratar de hacerme la vida más difícil, etc... Como les vengo diciendo, este elemento era/es tremendamente rencoroso y si por argumentos no puede fastiadiarte, lo hará sutilmente de otras maneras. Cuando tuve una reunión años después con él, le comenté esa actitud hacia mí, a lo cual respondió diciendo que había personas que son maleducadas y por mucho que las saludes no te contestan (otro compañero que se lo hacía a él)... Mi pensamiento: "A ver chaval, ¡qué estoy hablando de ti! ¡no me saltes con el cuento de la lechera ni metas a nadie más en esta historia!" Del todo imposible tratar de razonar, en cuanto se veía acorralado trataba de desviar la atención sobre otros. Por supuesto él nunca era culpable de nada. Siempre me he preguntado porqué seguía siendo empresario, cuando tenía dotes de político. X-D ;-)

25 enero 2007

Varios días después...

Lunes. Sólo habían transcurrido unas jornadas desde los fatídicos hechos acaecidos la semana anterior y que fueron narrados en la última entrada(...). El jefe del negocio se reune con el empleado denominado "Erkemao". Las instrucciones son muy sencillas. Por ello no dejan de ser ciertamente inesperadas. Jefe: "mira, ¿te acuerdas del cliente W, al que le llevaste un ordenador la semana pasada?". Pringadillo: "Sí claro (no, que va, ¿por qué no me voy a acordar, después de estar en su casa hasta las tantas de la noche gracias a ti?)". Jefe: "es que va a llamar porque la impresora no le sirve para imprimir las etiquetas. Lo vi el fin de semana y me lo comentó, y bueno, yo no voy a estar porque tengo que salir a hacer unas cosas y bueno, para que le digas que el precio de recogida es la mitad". Pringadillo: "¿y no se va a enfadar? La impresora esta nueva, se la pusimos hace unos días" Jefe: "no bueno, tu le dices eso cuando llame". A la hora. Ringggg, ringgggg ... Cliente W: "Hablé con tu jefe el otro día y me dijo que tú me darías el precio de recogida de la impresora, la que pusiste el otro día, que no me sirve para las etiquetas". Pringadillo: "(Ufff, ya me volvió a meter en problemas) Sí, eso me había dicho, y la impresora se recoge en la mitad del precio". Cliente W: "¿cómo? ¿en la mitad de precio? ¿una impresora que costó casi 60.000 pesetas y que sólo la he usado para imprimir la página de prueba? ¿cómo es eso, me tomas el pelo?". Pringadillo: "No mira, es que claro, como ya se usó ahora no se puede vender como nueva" Cliente W: "No me digas eso, que no creo que tengan problemas en venderla de nuevo, que está con todos los embalajes. Yo no espero que me la recojan al mismo precio que de venta, pero a la mitad me parece una tomadura de pelo. Estoy bastante molesto. En cuanto vea a tu jefe hablo con él a ver que pasa"... Al día siguiente. Jefe: "¿hablaste con el cliente W, y que te dijo?". Pringadillo: "Se mosqueó un montón y quiere hablar contigo". Jefe: "Ah bueno, ya hablaré con él (ya descargó con Erkemao, así que ya puedo dialogar sin que me grite o me insulte)". Esto es un ejemplo de algo que me ocurría bastante a menudo, con otros protagonistas, otras situaciones, pero la misma base: el jefe huía, los empleados daban la cara, los clientes descargaban y cuando todo estaba calmado, mi jefe aparecía.
¿Les suena de algo? ¿No? ¿Entonces a que esperan para leer: El día que vino la policía? ;)

Tres jornadas llegando de madrugada

Hace unas pocas entradas en "La moto", les comenté subrepticiamente* que había regresado a la empresa a la 1 ó las 2 de la madrugada, durante tres días seguidos. El gran honor de este logro se lo debemos a mi estimado jefe. Como gerente que se precie, desconoce los límites de la física, los límites de tráfico, los límites biológicos y cualquier otro límite que no le convenga. Esto me recuerda a una viñeta de Mafalda, en la cual, Manolito dice: "lo único que te pueden hinchar sin que te duela, es el bolsillo". En uno de esos primeros meses del 2003, si mi memoria no falla, al llegar al trabajo, mi jefe me comenta: "deja todo lo que tengas que hacer, porque tienes que ir al sitio X (a unos 80 kilómetros) para que tires unos cables y configures una red y no se cuantas cosas más. Eso sí, trátalos muy bien, tómate el tiempo que te haga falta para enseñarles a usar el ordenador e Internet y que se queden contentos". Ya esto me olía mal, cuando tienes que enseñar... el tiempo pasa volando O_o. Además esta era la empresa de motos cuyo comercial puso a caldo a mi jefe en varias ocasiones. "Y ya que** vas para allá, y para no tener que ir dos veces (apréciese el sarcasmo: no dos, sino tres), pásate por la asesoría de Y, luego vete a ver a mi amigo Z que tiene un problema con no se qué, y después vete al cliente W para que le lleves un ordenador, impresora, escáner, ponerle el Internet, etc, etc, etc..." Bien, mi horario teórico era de 3 de la tarde a 9 de la noche. El sitio al que tenía que ir estaba a una hora de viaje ida y otra vuelta, si no había complicaciones por el tráfico. No conocía el primer lugar al que iba, así que ya iba a tardar más tiempo. El resto de lugares estaban entre 5 y 10 kilómetros, si iba del primero al siguiente más cercano, si no... pues más distancia. Cada uno quería ser atendido a una buena hora, ni pronto ni tarde. Ni recurriendo al milagro de los panes y los peces, podría hacer eso que me decía mi jefe. El primer día estuve a tiempo completo en el primer cliente, y aún así me faltaron cosas que hacer. Tuve que hacer esperar a los otros hasta el día siguiente y a uno empezarle algo a la 11 de la noche. El día siguiente me pasó lo mismo con otro y otra vez llamar, disculparme y quedar para más tarde o el día posterior con los demás. Nuevamente llegué a uno de los clientes a las 12 de la noche. El tipo me dijo (mosqueado): "mira, si no te importa, mañana vienes a mi primero que estoy harto de acostarme a las tantas y tengo que madrugar todos los días". La tercera jornada, tres cuartos de lo mismo, y como de costumbre vuelta a la empresa cuando los vampiros ya se habían echado a dormir. Esos días fueron correr para un lado y para el otro como un loco. Los "pequeños problemas" y "fáciles trabajos" que suponía el gerente, eran todo lo contrario. A pesar de ello, resolví todo lo que tenía que resolver, e hice todo lo que se me había ordenado hacer. Como pueden suponer, después de todos estos post, esas noches no descansaba, sino que mal dormía esperando el día siguiente. Mi jefe, por supuesto, ajeno a todo dolor. Me lo imagino mirando el reloj a las 9 de la noche y pensando: "éste no ha llegado todavía, seguro que está holgazaneando por ahí".

* Según La Real Academia Española:

subrepticiamente.



1. adv. m. De manera subrepticia.

subrepticio, cia.

(Del lat. subreptitĭus).

1. adj. Que se pretende u obtiene con subrepción.

2. adj. Que se hace o toma ocultamente y a escondidas.

subrepción.

(Del lat. subreptĭo, -ōnis).

1. f. Acción oculta y a escondidas.

2. f. Der. Ocultación de un hecho para obtener lo que de otro modo no se conseguiría.

** Según Erkemao

ya que

(Del morrónico. aprovechando que estás aquĭ, -no te vas a escapar sin hacerme un trabajōnis).

1. v. intransigente Acción zalamera y coercitiva por la cual se obliga a un técnico a quedarse en un sitio donde ya había terminado su trabajo y tenía firmado el parte de horas.

2. ni f. ni m. Tomadura de pelo por la cual tu jefe te envía a hacer más trabajo del que es posible en un tiempo determinado, aún sabiéndolo.

24 enero 2007

El día más largo

Hoy les voy a contar el que quizás haya sido el día más largo de trabajo que tuve en aquella empresa. Hubo muchos que fueron más extensos e intensos, en el sentido de llegar a casa y seguir buscando información y echarme a dormir con el trabajo como único pensamiento. Pero en este caso fue el más largo demostrable con un parte de trabajo.
Mi jefe estaba en negociaciones con una empresa más o menos importante. Ya eran clientes nuestros desde antes de comenzar a hacer andar su negocio. Lo eran desde que se instalaron para planificar la creación y puesta en marcha de su organización. Como era una empresa de aviación tenía varias oficinas o puestos en diferentes lugares, por lo cual y hasta que se llegara un acuerdo de mantenimiento o contrataran a sus propios informáticos, nosotros nos haríamos cargo del tema tecnológico. Un día, el otro compañero de campo y yo tuvimos que ir a las diferentes sedes a llevar los ordenadores y realizar todas las configuraciones de redes. Para ello mi compañero iría en avión hasta un par de sedes y yo lo haría en barco hasta otra, ya que tenía que llevar muchísimos equipos con sus monitores , impresoras y demás. A las 5 de la mañana ya estaba en la empresa. Tenía que cargar un montón de cajas en una pequeña furgoneta. Alguna caja acabó como copiloto, debido a que estaba hasta los topes el espacio para carga. Luego tendría que ir al puerto, embarcar, y cuando llegase todavía me quedaban unos 70 kilómetros de autopista, la cual pasaba por una importante ciudad a primera hora de la mañana de un lunes. Yo andaba tenso. Una piedra a mi lado era como mantequilla. Muchas cosas nuevas para un sólo día para una persona que le estresa conducir, con la furgoneta hasta los topes y con poco tiempo para hacer muchas cosas en un lugar desconocido. Me encanta la presión. Sin muchos problemas conseguí llegar a ese aeropuerto después de todo. Hubo muchos líos de pases, no había red informática, tenía que colocar de todo en un hangar enorme, no había ADSL y tenía que estar con esa furgoneta de un lado a otro del aeropuerto. Se pasaban las horas y todavía quedaba mucho por terminar. Cuando al fin acabamos, resulta que un par de equipos se quedaban en la ciudad y había que pasar por las oficinas. Yo no conocía la ciudad. Para no perderme tenía que seguir a uno de los trabajadores de esa empresa. Total, que llegando, lo perdí de vista, debido al tráfico. Genial,¿ y ahora?. No me acordaba ni del nombre de la calle. Pero se ve que era mi día de suerte porque dando un par de giros y sin proponérmelo lo encontré en unos minutos. Había más posibilidades de sacarte la lotería. Todo no iba a ser bueno, había urbanos multando a todos los coches en doble fila. De alguna forma conseguimos convencerles de que nos dejaran un rato para descargar las cosas. Ya eran las 6 de la tarde o más y no había desayunado ni comido. Luego, con algunos problemas les instalé los equipos e impresoras en una oficina que estaba siendo acondicionada. Cuando terminé ya quedaba poco tiempo para poder tomar el último barco de vuelta y aún, mucha carretera por delante. Conseguí llegar a tiempo y embarcar. Cuando pude dejar la furgoneta en la empresa eran cerca de las 12 la noche. Sólo había tomado un micro sandwich a la vuelta, no había bebido nada y había pasado un estrés tremendo durante 18 ó 19 horas. Además, ese día era 17 de marzo y yo solía ir con mis amigos a un pub irlandés a celebrar San Patricio. Cervecitas, conversación, música, amistad... esas pequeñas grandes cosas que te dan ilusión y te permiten sobrevivir a la macabra rutina diaria. Había quedado con ellos, y una vez más, el trabajo me alejaba de mi gente y de mi vida personal.
Ahora ustedes dirán: "Bueno, pero por lo menos te pagarían un buen pico", jajaja, permitan que me ría. Al día siguiente acudí puntual al trabajo (por aquel entonces ya estaba trabajando por la mañana nuevamente, lo cual contaré en el próximo post). No hubo dietas, no hubo pago de horas extras, no hubo días libres, no hubo agradecimientos. Así funcionaba mi jefe. Ni un simple gracias o un tómate el día libre. Estuve mirando las facturas de esas fechas, y mi empresa había emitido dos: una por un valor de casi 1800 euros y otra por valor de unos 5.000 euros. Nuestro trabajo estaba en alguna de ellas, pero nosotros no vimos ni un céntimo en dietas o gratificaciones, así que esas palabras de:"la empresa va mal" o "no hay dinero" no me las puedo creer. Cuando intentamos exigir que se pagaran dietas para siguientes trabajos o que hubiera algún tipo de compensación, no vean la cara que puso mi jefe y la mala leche que cogió. En su mirada ponía: "ladrones, me quieren robar".

23 enero 2007

Las paranoias de mi jefe

Cada día que pasaba en esa empresa, sobre todo al final, en los dos últimos años, cuando las humillaciones y el maltrato habían dejado su huella en mí, tenía más claro que mi jefe se sentía cuestionado y perseguido, pero en su imaginación. Mostraba una total falta de confianza en sí mismo y en los demás, pero paradójicamente desconfiaba más de aquellos que demostraban cada día con su esfuerzo y sus acciones fidelidad al negocio que de aquellos que él sabía que le toreaban. Absurdamente trataba de seguir los dichos o los consejos de gente que acaba de conocer, como si fueran verdades universales. Al tratar de hacerlas efectivas en la empresa, conseguía volvernos locos a todos. Un día decía que no a algo y al día siguiente eso era lo que se debía hacer. Dos días más tarde ya eso no era tan bueno y una nueva idea la sustituía. Como no había una base y unos principios de funcionamiento, sino una serie de contradicciones, el trabajo se hacía por las malas y los clientes se perdían porque no entendían que un día les recibieran con los brazos abiertos y al día siguiente les miraran con mala cara. Que un día les contaran que les iban a realizar unos servicios y al día siguiente les dijeran que ya no hacíamos eso.
Uno de los ejemplos de las paranoias obsesivas persecutorias que tenía mi jefe, se produjo cuando uno de mis compañeros pringadillos tuvo que formatearle el equipo e instalárselo todo de nuevo. Como a este compañero siempre lo tenían muy puteado, porque el jefe y acólitos descargaban sus frustraciones laborales y personales sobre él, dedicó el máximo esfuerzo y atención para que el sistema quedara como antes y todo estuviera perfecto. Lo hizo realmente bien, pero vaya... ¡metió la pata con el detalle más insignificante! El Windows XP trae una serie de dibujos o fotografías para ilustrar el acceso a una cuenta de usuario. Hay varias: un cristal de nieve, una guitarra, una flor, un patito, etc... Por defecto, el Windows pone una al azar. Lamentablemente la que mostró en el ordenador de mi jefe fue: un perro. Muy bonito, muy simpático. El gerente cuando lo vio, entendió que lo estaban llamando "PERRO". La que se montó fue tremenda. Ya les digo que mi jefe se sentía tan cuestionado y tan inseguro, que para intentar demostrar poder y confianza utilizó ese hecho como un agravio, para así poder gritar, ponerse duro e intentar parecer que tenía autoridad. Como todas sus demostraciones de fuerza, era tan desproporcionada que lo que lograba era perder el respeto de los trabajadores, por sus salidas de tono.
En otra ocasión (si no me equivoco con los mismos protagonistas) el compañero dejó un cubo de basura en el despacho del gerente mientras realizaba unas obras en el citado lugar. Sí sí como lo leen. Ya les contaré como un par de empleados nos dedicábamos a la BRICOINFORMÁTICA. Bien, cuando el jefe vio el cubo entendió que lo estaban llamando "BASURA" y se montó otra tremenda.

22 enero 2007

Los logos de la empresa

Cuando empecé a trabajar en mi empresa uno de los hechos curiosos y a los cuales presté atención, fue que las carcasas de los equipos nuevos que salían no tenían logotipos. Había visto muchos ordenadores que se traían a reparar,pero que se habían comprado en otro lado y todos tenían su logo. Los dos ordenadores que yo había tenido también lo poseían, y casi cualquier PC que vieras en oficinas, en las casas de tus amigos, etc. todos tenían pegada una etiqueta con el logo del negocio que los vendió. Extrañado, le pregunté a mi jefe, y me contestó que en su empresa no se necesitaban logos, porque el boca a boca había logrado el milagro de toda la cartera de clientes que teníamos. Que alguna vez lo pensó y los encargó, pero que luego le pareció que eso era para empresas que tenían que hacer publicidad porque no eran tan sólidas como la suya. Durante unos años seguimos igual, pero mire usted por donde, que al tiempo, decidió que los logotipos eran una seña de identidad importante, para diferenciar nuestros productos del resto... Yo me quedé así O_O. A ver, ¿antes no y ahora sí? De hecho, se volvió muy celoso con ese tema y te amonestaba si dejabas de ponerle un logo a un ordenador. Llegó a tales extremos que hizo poner todos los logos a todas las carcasas nuevas y empaquetadas del almacén, un día que había que preparar varios equipos nuevos para un cliente. Esto fue debido a que un compañero se quejó de la mala calidad de los componentes, y como "venganza" (porque no tiene otro nombre) le obligó a hacer ese trabajo. Era capaz de abrir un ordenador empaquetado para entregar, sólo por saber si no tenía el logo y poder abroncarte. Era capaz de hacer ir a un técnico a un domicilio o empresa sólo para colocar la marca de la empresa (de hecho, lo promulgaba como política de empresa, sobre todo en los mantenimientos) y fue capaz de hacernos quitar los logos de todos los equipos que venían a repararse, si no era el nuestro. ¿Por qué ese cambio tan drástico de un día para otro, cuando se negaba en rotundo a ello?
Mi opinión: alguien "importante" (ese importante puede tener muchos sentidos) le dijo que tenía que hacerlo, y como él sólo cuestionaba a los pringadillos, lo hizo sin rechistar.
Tiempo más tarde, en plena revolución del software en la organización, le dijo a un diseñador que creara una imagen nueva y poco después la volvió a cambiar por otra. A partir de entonces toda la documentación debía que tener imagen corporativa.

21 enero 2007

La moto

Nuevamente espero sorprenderles a todos ustedes que se acercan a este espacio de rocambolesca narración. Sé que más de uno me dirá después de haber leído este post: ¡si yo te contara...". Pues no se corte y expóngalo, que para eso están los comentarios. Seguramente a más de un currante y a más de un empresario le sonará esta cantinela: "yo te hago el trabajo y tú me das...UNA MOTO". Y el CASCO :-D Entremos en antecedentes. Hace relativamente poco tiempo en un lugar algo lejano de mi empresa, mi jefe decidió obtener un nuevo tipo de beneficio (para él). Amante de las dos ruedas, creo que no pudo resistir la tentación. Había una empresa que se dedicaba a la venta de motocicletas de todo tipo, menos las choperizadas (que no recuerdo haber visto ninguna expuesta). Ese negocio de alguna forma se puso en contacto con mi jefe o viceversa a través de un intermediario, que también acabo enfadado con mi jefe, como hacía todo el mundo al cabo del tiempo. Según las informaciones de que dispongo llegaron a un acuerdo, para poner un par de ordenadores, tirar algunos cables de telefonía y configurar una red sencilla, un programa de facturación, darle de alta en un dominio de Internet, habilitarle un alojamiento y crearle una página web muy simple. Pero el pago no se haría en dinero contante y sonante, sino que se realizaría en especias, es decir, una moto, una chaqueta y un casco (y puede que algo más). Si no me equivoco ese fue el regalo de Reyes del gerente. La moto no era precisamente una Vespa. Ahora se harán una idea de porqué teníamos muchas veces problemas económicos. Un lector nos dejó un comentario en el cual se imaginaba algo de esto. Aquí está la confirmación ;) Para la realización del cometido se envió a uno de mis compañeros un día entero (sólo en desplazamiento eran más de dos horas). Tuvo que trabajar poniendo canaletas para cables a muchos metros de altura sobre una escalera que oscilaba con el fluir del aire. El taladro que teníamos estaba quemado y mi empresa no se gastaba unos míseros euros en reponerlo. Para trabajar, mi compañero tuvo que llevar un taladro como 3 veces más grande de lo normal, que ahora no sé como se denomina, y además, hacer malabarismos con ese armatoste, que ni el propio Rambo podría sostener sin cansarse rápidamente. Después me tocó terminar ciertos detalles pendientes, y también me las tuve que ver con esa escalera basculante. Ese fue uno de los trajines que realicé en una serie de tres días, donde se demuestra el abuso a que nos sometía la empresa. En un par de entradas contaré como regresaba cada jornada a la 1 ó 2 de la madrugada, gracias a que el gerente y sus secuaces no tenían límites a la hora de mandar trabajos. En su momento busqué facturas de esa empresa, pero no encontré ninguna. No digo que no las haya, pero mi búsqueda en el programa de facturación no dio resultados, por lo menos con el nombre o dirección de esa empresa del motor. Para mi jefe, tampoco todo iban a ser alegrías. Se encontró con que el comercial de esa empresa, que era el que dirigía realmente el tinglado, tenía muy malas pulgas y era mucho más ###### que él. De esta forma lo estaba llamando cada dos por tres al móvil, para gritarle y exigirle que terminara los detalles que mi empresa había "olvidado" realizar. Una vez me dijo con cara de pena: "es que me llamó en medio de una reunión muy importante y me gritó. Tuve que salir de la sala para que el resto de la reunidos no se enteraran de lo que pasaba. Eso no son formas." (politiqueos). ¡Ay qué pena más grande!¡Pobrecillo! X-D Recuerdo también que llegado el momento de renovar el dominio de Internet de ese negocio de motocicletas le pregunté al gerente, y con cara de mosqueo me dijo:¡NO! Me parece que después de todo se quedó sin chaqueta para la moto.

20 enero 2007

La vuelta al turno de tarde

Volvemos a hacer un pequeño salto en el tiempo y continuamos por donde lo habíamos dejado en el año 2002. Les contaba que en aquel verano quedé reventado definitivamente. A partir de ese momento y hasta hoy siempre me he sentido cansado. Si ya antes el dormir bien era un privilegio que no tenía, después de ese verano se consolidó otro problema más: me quedaba en vela varias noches a la semana ( de 1 a 3), aunque conseguía descansar más horas cuando podía hacerlo. Esta circunstancia continúa hasta el día de hoy. Por ejemplo, este post lo estoy escribiendo a las 4 de la madrugada, aunque no lo publicaré hasta mañana. Pasado aquel estío, seguí con mucha presión diaria, trabajando demasiadas horas, a demasiado ritmo. El compañero que llevaba el tema de mercancía (antiguo técnico que nos daba mucha caña y nos insultaba de múltiples y variadas formas), realizaba un trabajo que no le gustaba y se encontraba todo el día tan pasado de vueltas como yo. Se notaba en exceso la falta de la antigua compañera que había llevado ese tema (que también había sido desplazada del puesto que dominaba, por no se sabe que oscuras razones del gerente) (Teoría del desplazamiento). De esta forma, ese compañero estaba todo el rato tirando de mí para que le trajera o llevara mercancía, material para arreglar o sustituir, etc... Me pasaba toda la jornada intentando compaginar mi trabajo y el suyo, gracias a lo cual terminaba a las tantas de la tarde/noche, cuando tenía que haber salido del trabajo 5 ó 6 horas antes. A parte del estrés que ya tenía, él me daba más estrés. Aún así y estando tan jodido, prefería ese turno, a estar por la tarde. Esto se debe a que siempre había algún día que conseguía salir poco después de la hora, y libraba los sábados, a los cuales llegaba exhausto. Por otro lado, si me ponían de tarde, terminaría trabajando más horas y con más presión que ahora y acabaría trabajando muchas veces de madrugada.
Mi jefe, y lo repetiré en las ocasiones que haga falta, tenía la fea costumbre de decirte las cosas cuando menos puedes reaccionar, esto es: te pilla un lunes por la mañana cuando todavía estás más dormido que despierto y te fuerza a tomar una decisión sobre algo que él te propone (obliga diplomáticamente), sobre la marcha. De esta forma no puedes valorar pros y contras y no puedes informarte. Él se ha pasado todo un fin de semana estudiando hasta los más mínimos detalles sobre lo que puedas contestar y ya tiene preparadas todas las respuestas. Otras veces, simplemente te lo dice, y es sí o sí. Si decías que no, ibas a pagarlo más pronto o más tarde.
Un día después de otras cortas vacaciones de una semana que tuve pasado el verano, llegué a trabajar, y lo primero que hace ese individuo es reunirse conmigo, nada más entrar por la puerta, y decirme que me cambiaba de turno nuevamente. Es decir, tú empiezas a organizar tu vida, y él se la carga sin preguntar, tal y como me había sucedido la vez anterior. En esa ocasión, supuso para mí, perder a muchos colegas y amigos. En esta segunda perdí una novia. Para no ser malpensado, he preferido entender que lo hizo para librarme de la paliza del compañero, pero... la solución no es cambiar de turno al que joden, sino poner en su sitio al que está jodiendo. Cuando pienso mal (la mayoría de las veces) tengo la impresión de que lo hizo para poder controlarme más, puesto que por la mañana estaba demasiado ocupado (con sus nuevos proyectos megalómanos). Los rumores sobre mis posibles paseos con el coche de la empresa eran vox populi dentro del negocio, pero totalmente desconocidos por mí, que sólo vivía para trabajar.

19 enero 2007

El diskette

Vamos a hacer un alto en el camino cronológico, que más malamente que buenamente estoy intentando seguir. Hay veces en las que ciertos hechos se pueden tomar desde diversos puntos de vista: algunos por patéticos son risorios, otros por estúpidos son tristes, otros por absurdos son increíbles, otros por ilógicos son sorpresivos... Cuando estábamos en el viejo local; aquel garaje de gratos e ingratos recuerdos... mi jefe era en cierto modo como un compañero más (salvando las distancias). Tenía inquietudes informáticas, puesto que él había realizado ese trabajo y te ayudaba o te aconsejaba con ciertas cosas (no siempre acertadas), pero bueno, lo hacía desde un nivel más próximo y te lo decía cara a cara y no desde arriba hacia abajo, y más de una vez sus consejos solucionaban cosas. Más tarde, cuando su ansia de protagonismo, dinero e influencias cegó su vista, su discurso se llenó de palabras de difícil pronunciación, más difícil comprensión y tremendamente vacías de contenido (politiqueo). A medida que se iba alejando de la informática, más se jactaba de no saber nada de ella. Asunto cuando menos curioso puesto que era el gerente de una empresa de hardware y software. Pero en fin, el desconocimiento de algo se disimula muy bien con palabras raras que nadie entiende. Sigamos por donde íbamos. Entre otras herramientas, teníamos unos disquettes de arranque para instalar los sistemas operativos, que en aquellos momentos eran Windows 95, Windows 98 y Windows ME (no trabajábamos Linux, MacOS, etc... sólo clónicos bajo sistemas Microsoft). La mayoría de estos disquettes se perdían, se estropeaban, te los cogían para grabar otra cosa, se quedaban dentro de equipos arreglados y desaparecían por la puerta, etc... Estas circunstancias producían muchos problemas, sobre todo cuando tienes prisa y ves que no puedes trabajar. Harto de esta situación, uno de mis compañeros escribió en uno de ellos el siguiente texto: "Disco para algo. No me toques", y lo ató con una goma elástica a la mesa, de forma similar a como están los bolígrafos en los lugares públicos. Además la carcasa era de color amarillo muy vivo, para que se viera bien. No le duró ni dos asaltos. A los pocos días mi jefe lo había cogido, cortado y se lo había llevado. Excusa: "es que me hacía falta para arreglar una cosa". Con todos los disquettes de ese tipo que había por todas las mesas y va y coge el que estaba amarrado y para llegar hasta él tenía que pasar por delante de una mesa de trabajo atestada de software de ese tipo, subir escaleras, pasar por otra mesa llena de más diskettes y avanzar hasta el fondo de otra mesa en forma de barra, que también tenía varios disquettes más. Es que cuando hay ganas de fastidiar... Por supuesto, jamás lo devolvió... y claro, las quejas de siempre: "no cuidan el material" , "pierden muchas cosas..." , "lo tienen todo desordenado...".

18 enero 2007

El destornillador perdido

Poco después de la conclusión de la mudanza, cuando ya estábamos trabajando plenamente en el nuevo local... la empresa contrató la instalación del falso techo. Por esa época me dedicaba a realizar algunos trabajos extras para la empresa, que consistían en la instalación física de redes para diversos clientes. Solíamos llegar a muy altas horas de la noche de trabajar, lo cual sólo me permitía aparcar la furgoneta en el sótano destinado a ello, y descargar las cosas, para que a la mañana siguiente se pudiera utilizar. Como ya estaba cansado después de un largo día de trajín, colocaba todo en una de las mesas que había cerca de la entrada del sótano. Lamentablemente, todo el mundo utilizaba mis útiles menos yo. Un par de años antes, nos habían dado a los técnicos unos destornilladores eléctricos para nuestros quehaceres. Se marcaron con las iniciales de cada uno y se supone que era para que cada uno los utilizase y los cuidara. Pues no. Con el tiempo, no era poca las veces que te lo quitaba el propio jefe cuando extraviaba el suyo. Otras veces nos lo quitábamos entre compañeros cuando se agotaban las baterías. Otras veces los tuvieron que utilizar los alumnos en prácticas o nuevos empleados, que no disponían de ninguno. Ante tales circunstancias, renegué de toda responsabilidad exclusiva por algo que era de uso común. Un día desapareció para siempre. Supuse que alguien de la empresa lo había usado y se había perdido dentro del local o la gente que estaba poniendo el falso techo lo utilizó y se lo dejó sobre nuestras cabezas. Pero nunca lo volví a ver. Este asunto del destornillador es tremendamente importante por lo que sucedió tiempo después, pero eso es otra historia que será narrada en ya no mucho tiempo ;-)