20 enero 2007

La vuelta al turno de tarde

Volvemos a hacer un pequeño salto en el tiempo y continuamos por donde lo habíamos dejado en el año 2002. Les contaba que en aquel verano quedé reventado definitivamente. A partir de ese momento y hasta hoy siempre me he sentido cansado. Si ya antes el dormir bien era un privilegio que no tenía, después de ese verano se consolidó otro problema más: me quedaba en vela varias noches a la semana ( de 1 a 3), aunque conseguía descansar más horas cuando podía hacerlo. Esta circunstancia continúa hasta el día de hoy. Por ejemplo, este post lo estoy escribiendo a las 4 de la madrugada, aunque no lo publicaré hasta mañana. Pasado aquel estío, seguí con mucha presión diaria, trabajando demasiadas horas, a demasiado ritmo. El compañero que llevaba el tema de mercancía (antiguo técnico que nos daba mucha caña y nos insultaba de múltiples y variadas formas), realizaba un trabajo que no le gustaba y se encontraba todo el día tan pasado de vueltas como yo. Se notaba en exceso la falta de la antigua compañera que había llevado ese tema (que también había sido desplazada del puesto que dominaba, por no se sabe que oscuras razones del gerente) (Teoría del desplazamiento). De esta forma, ese compañero estaba todo el rato tirando de mí para que le trajera o llevara mercancía, material para arreglar o sustituir, etc... Me pasaba toda la jornada intentando compaginar mi trabajo y el suyo, gracias a lo cual terminaba a las tantas de la tarde/noche, cuando tenía que haber salido del trabajo 5 ó 6 horas antes. A parte del estrés que ya tenía, él me daba más estrés. Aún así y estando tan jodido, prefería ese turno, a estar por la tarde. Esto se debe a que siempre había algún día que conseguía salir poco después de la hora, y libraba los sábados, a los cuales llegaba exhausto. Por otro lado, si me ponían de tarde, terminaría trabajando más horas y con más presión que ahora y acabaría trabajando muchas veces de madrugada.
Mi jefe, y lo repetiré en las ocasiones que haga falta, tenía la fea costumbre de decirte las cosas cuando menos puedes reaccionar, esto es: te pilla un lunes por la mañana cuando todavía estás más dormido que despierto y te fuerza a tomar una decisión sobre algo que él te propone (obliga diplomáticamente), sobre la marcha. De esta forma no puedes valorar pros y contras y no puedes informarte. Él se ha pasado todo un fin de semana estudiando hasta los más mínimos detalles sobre lo que puedas contestar y ya tiene preparadas todas las respuestas. Otras veces, simplemente te lo dice, y es sí o sí. Si decías que no, ibas a pagarlo más pronto o más tarde.
Un día después de otras cortas vacaciones de una semana que tuve pasado el verano, llegué a trabajar, y lo primero que hace ese individuo es reunirse conmigo, nada más entrar por la puerta, y decirme que me cambiaba de turno nuevamente. Es decir, tú empiezas a organizar tu vida, y él se la carga sin preguntar, tal y como me había sucedido la vez anterior. En esa ocasión, supuso para mí, perder a muchos colegas y amigos. En esta segunda perdí una novia. Para no ser malpensado, he preferido entender que lo hizo para librarme de la paliza del compañero, pero... la solución no es cambiar de turno al que joden, sino poner en su sitio al que está jodiendo. Cuando pienso mal (la mayoría de las veces) tengo la impresión de que lo hizo para poder controlarme más, puesto que por la mañana estaba demasiado ocupado (con sus nuevos proyectos megalómanos). Los rumores sobre mis posibles paseos con el coche de la empresa eran vox populi dentro del negocio, pero totalmente desconocidos por mí, que sólo vivía para trabajar.

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