15 julio 2007

Epílogo

La idea que rondó por mi cabeza durante varios años, al fin, consiguió plasmarse en un medio al alcance de mucha gente. Cuando mi empresa decidió dedicarse al tema de las páginas web, se me ocurrió que sería una buena idea hacerme un sitio y empezar a contar las historias que tenía recientes en la mente. Pasó el tiempo y las circunstancias de la vida me hicieron desistir, aunque siempre estuvo presente el atisbo de comenzar ese reto algún día. Cuando mi empresa cerró y por fin se celebró el juicio que me daba la razón, estimé oportuno lanzarme a escribir. La idea original estaba pensada para no superar un mes y medio o dos. Sin embargo, aquí seguimos 8 meses y medio después. Casi 300 entradas de sucesos, de críticas y opiniones. Muchas cosas han quedado en el olvido y otras no se contarán, pero lo narrado aclara mucho de lo que me ocurrió durante ese largo periodo.
A medida que he ido contando la historia y a medida que me he sumergido en Internet, me he dado cuenta de que la historia de Erkemao no es la historia más macabra ni más sorprendente, pero es una más que espero que sirva de referencia a todos los que la lean. Se trata de un hecho tan común que sorprende lo poco que se habla de él en los medios, o al menos esa es mi impresión. De vez en cuando salta algún hecho puntual que por su importancia logra llamar la atención, pero la gran mayoría de trabajadores quemados y no tan quemados pasan desapercibidos, aguantando en silencio su cruz.
Este blog no es el paradigma ni el ensalzamiento de la lucha obrera, ni pretende serlo. Tampoco es un diario crítico con la clase empresarial en el sentido de que hay muchos tipos y clases de empresarios. Tampoco es una defensa a ultranza de los trabajadores, porque hay muchos y de muchos comportamientos. Simplemente he tratado de contar mi historia; alguien que trató de darlo todo por una empresa y un jefe y fue recompensado con el desprecio y la humillación. Pretende ser mi moraleja personal, de lo que debí y no debí hacer. Es más fácil valorarlo ahora, pasado el tiempo y desde fuera y por esa misma razón me exijo a mí mismo ser más crítico la próxima vez y no dejar que pase el tiempo para ver las cosas desde fuera, sino solucionarlas en el momento y desde dentro.
Leo a menudo, en algunos foros y noticias, las críticas de algunos trabajadores refiriéndose a otros como holgazanes y vagos. Lo dije antes, no defiendo a estos últimos, pero a raíz de mi experiencia puedo decir que jefes como el que tuve (otros similares tuve tiempo atrás) crean empleados desilusionados y descontentos que tendrán posturas altamente defensivas en sus siguientes trabajos porque suponen que se les va a tratar igual o peor. Por lo tanto, habría que estudiar hasta que punto la actitud de algunos responsables crea el caldo de cultivo necesario para que buenos trabajadores no den lo mejor de sí en su siguientes empleos. En mi opinión, algunos superiores tratan de sacar todo lo posible de un trabajador antes de que reviente, perjudicando no sólo al empleado, sino también a toda la clase empresarial.

La historia de Erkemao es otra historia tragicómica más de nuestro tiempo, de la que se puede aprender algunas cosas, tal vez más por lo que no se debe a hacer que por lo que es conveniente realizar. No soy sabio, por lo tanto no daré ningún consejo, pero después de todo lo descrito puedo dar una opinión y es la siguiente: no vivas según el modo de vida de Erkemao. Si puedes no lo hagas. Si no puedes, no tengo recetas mágicas, sólo dar el mejor de los ánimos para aguantar y desear que lo más pronto posible la situación cambie a mejor. Parodiando a los Gremlins: "Hay una regla que no debes olvidar: por mucho que lloren, por mucho que pidan, por mucho que griten, nunca dejes que te pierdan el RESPETO (o ya verás en que se convertirán)".

Saludos.

A 15 de julio de 2007.

Erkemao.

14 julio 2007

Agradecimientos

Con este post quiero expresar mi gratitud a todos aquellos que de una forma u otra colaboraron con sus visitas y sus comentarios para que este blog fuera algo más que una simple historia en el extenso mundo de Internet. Unos simplemente lo vieron, otros pasaron algunas páginas, otros se involucraron con sus aportaciones, otros las leyeron... Cada cual aportó su granito o granitos de arena a darle contenido, crítica y expresión a cada entrada. No estarán todos los que son ni serán todos los que están, o como buenamente se diga esa frase. No es lo importante. Sé que muchos prefieron no decir nada, muchos prefirieron comentar como anónimos y muchos estimaron dejar su impronta. Como en algunas películas, intentaré recordar a todos según se fueron acercando a este diario. Unos me dieron de alta en sus diarios sin pedir nada a cambio, algunos quedarán en el aire y otros puede que no aparezcan en su lugar oportuno. Sé, y ellos saben, quienes son :) Por supuesto, mis saludos más especiales para quienes se involucraron de una manera más intensa y duradera. A todos, reiterarles mi más sincero agradecimiento.

La Bruji, Nexus, Nasghoul, Ojo Virtual, Steelhead, Speaker, Es lo de Menos, Narf, Sra. Fletcher, Ningu, Mary, De Más, Chupetina, Guillo, Futuro Parado, Sofia, Alex Darias, Speedy Jerusalem & Pierre Patan, Vaguete, Grupo Urbalia, Lanobil, Doctora Yvonne, Cago en Tó, Por fin es Lunes, Cebolla, HierroArte, Daniel, Miguel F. Barroso, Dome & Edo, David Santos, Fayna, Den +*+, Aimy, Wax and Wane, Acwo, David, Jesus, Foránea, Moderato_Josef, Paula Priscila, Sylvia, Serchase, Lulu, La Princess, Pokerman, Once Jevuska, Sssshhh!, Lorena Rigby, Il Codigo Divino, Diego, Antidoto, Biby Cletus, Cia da Noite, Monchito el Umpa-Lumpa, Yo mismo, Kt., Fede, Lara, Ginnette, Atenea, Eckels, Peluo, Pareidolia, Perroxido, Jota, R.E.L., Te la ma Maria, IMAGINA, Eugenia, Euchy, Flan Marky Marky, J. Vallejo, Tibicena...

13 julio 2007

Algunas conclusiones

Le he estado dando vueltas a la cabeza estos últimos días tratando de buscarle una moraleja a todo este cuento. Alguna frase o palabra que pueda resumir la esencia de lo que he querido transmitir con este blog. Creo que la he encontrado. La he repetido inconscientemente en varios de los últimos post. Pero antes de desvelarla, intentaré hacer otro ejercicio: expresar algunas conclusiones que se puede extraer de esta experiencia.
Una de las primeras podría ser la consciencia de valor del trabajo personal. Independientemente de las capacidades profesionales de cada uno, ya que estas mejoran y ganan calidad con el tiempo y el esfuerzo, todos tenemos que tener presente que, en la mayoría de los casos, no se nos contrata por amor al arte, sino por desempeñar una labor que produzca un beneficio. No debemos dejarnos embaucar por elocuciones victimistas o despreciativas de superiores que intentan rebajar el valor de lo que hacemos. Una prueba de ello, es seguir contratados, aunque eso no signifique que a empleados de valía demostrada se les liquide sin más. Ese ha sido uno de los principales errores que he cometido en un par de trabajos, negarme a mí mismo mi esfuerzo y eficiencia en las actividades que realizaba. Fruto de ello conseguí que mi jefe me explotara poniendo constantemente en duda mi capacidad.
Otro punto interesante es la marcha de la empresa. Si aplicamos el primer punto y desde la dirección hay una queja continua achacada a problemas económicos, falla algo y no es el trabajador. Tal vez no sea de nadie, pero no es oportuno adquirir una culpa que no se tiene. En mi caso, mis esfuerzos no se tradujeron en beneficio, porque quien tenía la responsabilidad de convertir la eficacia de nuestro trabajo en dinero, no lo hizo, pero sin embargo no dudó en atribuir a los técnicos la culpa de algo para lo cual no habían sido contratados, es decir, administrar una empresa.
Tu tiempo vale dinero. Vale dinero porque este es el referente de intercambio universal, es decir, a tu bienestar, que no se puede valorar, se le ofrece una retribución que intenta ser justa dentro de lo posible. Cuando haces horas de más, pierdes horas de sueño o renuncias a cualquier otro tiempo de tu vida por la empresa, eso tiene que tener una compensación: metálico, especie, tiempo, etc... El mismo hecho de esa renuncia merece un "GRACIAS". No es una rutina, no es un deber, es un hecho excepcional que demuestra la buena disposición de los empleados hacia sus empleadores. El no hacerlo tampoco constituye un delito, porque frente a las prioridades de un sujeto jurídico existen las prioridades de una persona física; y ¿quién puede decidir cuales son las más importantes? Yo ahora tengo muy clara la respuesta.
El error existe y lo comenten tanto empleados como jefes. Influyen tanto a unos como a otros. Hay que buscar la manera de solucionarlo y minimizar sus consecuencias. En cualquier caso, no es atribución de un responsable renegar de sus responsabilidades sobre todo cuando se le paga para ello.
El empleado no es un ser inferior supeditado a los complejos de inferioridad o superioridad de los responsables que les siguen en el orden jerárquico. La relación laboral es una relación de iguales en la que ambas partes intercambian lo que tienen: factor trabajo o factor capital. Esta relación se rige por unas normas que hay que cumplir, pero en ningún caso se trata de una relación de vasallaje o sometimiento, por mucho que algunos empresarios, jefes o gerentes aún no lo entiendan.
Son pocas pero suficientes, con el tiempo añadiré alguna más. Animo a cualquiera que haya leído el blog y haya extraído sus propias conclusiones a que las comente.
Finalmente, la gota en la que se recoge toda la esencia de lo que cuenta este diario se llama RESPETO*. Esa es la clave de todo lo que me sucedió durante esos largos y penosos años de servidumbre. Primeramente RESPETO hacia uno mismo, a no menospreciarse. Se puede ser más o menos diligente, pero eso lo corrige la voluntad, el esfuerzo y la experiencia. Uno debe valorar su trabajo y no permitir que nadie ( y menos un irresponsable e incompetente) lo ponga en duda. En segundo lugar, RESPETO por parte de tus compañeros, clientes y superiores. Esta es la moraleja de la "fábula" de Erkemao. Incluso aquellos que deciden obviar este derecho tan elemental acaban encontrando la horma de su zapato.

* Según la Real Academia Española

respeto.

(Del lat. respectus, atención, consideración).

1. m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.

2. m. Miramiento, consideración, deferencia.

3. m. Cosa que se tiene de prevención o repuesto. Coche de respeto.

4. m. miedo (recelo).

5. m. ant. respecto.

6. m. germ. espada (arma blanca).

7. m. germ. Persona que tiene relaciones amorosas con otra.

8. m. pl. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía.


12 julio 2007

Resumen III

A partir de aquel momento empezó el juego de la resistencia. La fábulas y relatos impregnaron la rancia atmósfera que oprimía mi empresa. Cuentos de hadas sobre futuros épicos intoxicaban la realidad de algo que alguien se negaba a aceptar. Lo que los demás veíamos, otro no lo quería ver. Un poco antes de que todo esto fuera a más sucedieron otras cosas.
Mi existencia cada vez más precaria y tenue en su viveza se movía al ritmo del puntero del reloj. Levantarme, ir a trabajar, dejar el trabajo, volver a casa y existir hasta cuando pudiera dormir para luego volver a levantarme. Un ciclo que se me antojaba eterno y desesperante. No podía más. Cada noche soñaba peor. Los sueños se tornaron pesadillas, cada vez más violentas y retorcidas. Las palabras de mi jefe herían mis oídos continuamente. Era un sin vivir, me estaba empezando a descarriar del camino de la cordura. Demasiada rabia contenida sin salir. Cuando las pesadillas fueron a más estimé oportuno buscar ayuda porque me parecía que un día iba a estallar. Alguien me escuchó un día, pero su entorno era tan falso que decidí que sólo yo podría salir del agujero que había cavado. Un día exploté de una forma contenida y contundente. Cité a mi jefe para una reunión: en ella conté mi vida en aquella empresa (este blog) y le dije lo que había hecho, lo que me había hecho y lo que pensaba de él. Tras muchas horas discusión por fin logré quitarme un gran peso de encima. A partir de aquel día, mi jefe tendría que tratarme de otro modo. Hiciese lo que hiciese le dejé una cosa clara, que no me volviera a faltar al respeto nunca más. Creo que entendió el mensaje... por unas semanas; luego, lo olvidó.
Transcurrieron varios meses en los cuales la empresa agonizaba. Más compañeros abandonaron aquella oficina. Nuevos cuentos fueron contados sobre un grandioso futuro. Mientras tanto no cobrábamos y tuvimos que empezar a movernos en el ámbito del derecho para poder estimar que hacer. Las cosas volvieron a su cauce, pero un día mi jefe trajo a un asesor, el cual nos convenció de que la única alternativa que nos quedaba era el cierre de la empresa, pero bajo sus condiciones, es decir, las condiciones que favorecieran a la empresa. Aquello no me gustó, había algo que no me cuadraba. Mucho tiempo atrás me había sindicado. Perdí la fe por el sindicato cuando me encontré una persona más interesada en sus asuntos que en los míos, y que se supone que era quien me debía asesorar. Esta vez regresé sin esperanza, pero nuevos aires habían renovado ese departamento del sindicato. Consulté y los abogados dieron luz a mis sospechas. El cierre de la empresa y mi despido no se ajustaban a la legalidad. Tras haber advertido a mi jefe sobre el peligro de las tomaduras de pelo a gente que está demasiado quemada y que han perdido demasiado como para aguantar más, parece que seguía sin entender. Varias oportunidades más le fueron dadas y todas fueron desaprovechadas. Finalmente llegamos a juicio, al cual desestimó asistir y el cual no podía ganar. Así después de 8 largos años de despropósitos y sinrazones, se cerraba una parte de esta historia. La sentencia puramente económica y legal significaba algo mucho más importante para mí: que la justicia existe (en cierto grado) y que moralmente se me había dado la razón, es decir, la empresa había abusado de mí y ya no era una opinión subjetiva, ahora lo extrapolaba una sentencia judicial. Este no es el final de este macabro relato, pero lo contado ya es más que suficiente.

11 julio 2007

Resumen II

¿Y qué más cosas me podían suceder después de que algunos clientes me amenazaran o intentaran pegar, después de haber roto casi todas mis relaciones personales a causa del trabajo y la introversión que me causó, después de pasarme más de año casi sin dormir, después de haber realizado miles de horas extras sin cobrarlas o de seguir teniendo un sueldo de aprendiz a pesar de los años en la empresa y las tareas y responsabilidades que "dedocráticamente" había tenido la oportunidad de conseguir, etc, etc, etc...?
Ahora tenía que pagar mi permanencia en la nueva empresa. Y tenía que pagar caro, porque yo era un empleado de segunda o tercera clase para mi jefe y no merecía ni que se me mirara por encima del hombro.
Una vez cerrado el departamento, la empresa consiguió su objetivo de sólo dedicarse a software, pagado por las sustanciosas subvenciones a las que se iba a acoger mediante unas artimañas poco saludables. Se emprendieron una serie de reformas físicas en la empresa y dos de los pringadillos, los superpringadilloos, íbamos a tener el merecido "rebautismo" de fuego. Ya me había pasado la primera vez que entré en la empresa, ahora volvía a ser puesto a prueba: poner parquet, desmontar estanterías, montar estanterías metálicas, cambiar de sitios toneladas de material y desechos, limpiar, poner relleno en huecos del suelo, picar hormigón a cincel y martillo, trasladar mesas y equipos, barrer, pintar toda la empresa... así es como el negocio despóticamente decidió que un técnico superior que iba a trabajar en un factor clave de la empresa, como eran las bases de datos, debía rendir pleitesía al supremo señor gerente. Tontamente lo hice, por varias razones lo hice y ninguna me exime de mi culpa por tal acto de estupidez. En el año más horrible de mi vida, fui despreciado una y otra vez por mi jefe, que me trató como a un ser inferior, bajo la inestimable ayuda prestada por mí mismo, que no le paré los pies. Mi jefe no me tenía respeto y cuando no te tienen respeto no vales nada. El verano me traería la perdida de mi padre. Depresivo, amargado, desilusionado, triste y carente de cualquier deseo por seguir adelante me disponía a afrontar otros dos años de sinrazón.
Iba cada día casi arrastrándome a trabajar. Se contrató a nuevos compañeros entre programadores administrativos. Alguno de los míos abandonó la empresa, por la puerta de atrás, como todos los que se iban. No había gloria para nadie, excepto para mi jefe, en esa empresa. Se me puso al frente de un tema importante para lo cual se requiere unos conocimientos y unas aptitudes muy superiores a las que yo podía desarrollar en mi ruinoso estado personal, y aún así saqué adelante todo cuanto el negocio me exigió. Pero he aquí, que mi empresa se había convertido en una imagen, en una ilusión carente de contenido. Apenas unos meses después empezaron los problemas económicos. Ocultados por falsos proyectos de futuro y muchas mentiras, mi jefe logró retenernos durante mucho tiempo, pero poco a poco todos los empleados se fueron yendo. Alguno fue desahuciado con falsos testimonios y absurdas vilezas. Las deudas se acumulaban y cada mes era más difícil cobrar. En un momento clave el acólito número 1 fue destronado de su podio y salió por la puerta trasera de la empresa, como muchos lo habían hecho antes. La mentira que era mi empresa no se sostenía. La acólita también nos abandonó. Mi jefe se quedaba sólo. Las malas atenciones y los rumores espantaron a los clientes. Finalmente sólo resistimos los más viejos. Sobre nosotros, el castillo de naipes que era mi empresa, se desmoronaba sobre su frágil base de engaño y prepotencia.


Resumen I

Después de muchos meses narrando esta historia conviene hacer un resumen. De esta manera podré sintetizar todo lo ocurrido a lo largo de todos aquellos años. Para los que me leen desde hace poco, será una buena forma de ponerles en antecedentes. De cualquier forma, recomiendo encarecidamente la lectura del blog para que puedan comprobar como a veces, la realidad supera la ficción. Para los que me siguen desde hace mucho, será una buena forma de recordarles como se fraguó todo este despropósito imposible, que es la historia de Erkemao.
Todo empieza cuando, a punto de concluir mi ciclo superior de administración de sistema informáticos, fui a hacer las prácticas a una empresa de mi localidad. Lo primero que nos encontramos mi compañero y yo fue un garaje habilitado como tienda y reparaciones. Lamentablemente este negocio nos tenía reservadas muchas sorpresas, entre ellas, tener que limpiar, adecentar y construirnos nuestro propio lugar de trabajo. Algo muy interesante, cuando se supone que nos estaban esperando para darnos las "prácticas". Después de tenernos un par de meses sin apenas aprender nada, mi jefe decide acabar las prácticas unilateralmente. Me ofreció seguir trabajando con ellos y a mi compañero, crítico con la empresa, lo echó fuera. Debí darme cuenta en ese momento de que pierna cojeaba el gerente. En fin, la posibilidad de tener mi primer trabajo serio, hizo que me quedara. Pasaron varios meses y seguía sin contrato. Finalmente se me hicieron varios a lo largo de 3 años. Todos de tipo basura y con prórrogas y periodos de una semana sin trabajar ( a efectos teóricos) para que no acumulara antigüedad. Poco a poco me fui involucrando más y más en el trabajo. Consistía en ensamblar, reparar y vender PCs y hardware en general. Cada día que transcurría, pasaba más tiempo dedicado al trabajo: de 8 a 16 horas al día, cuando mi jornada era de 6 ó 7. Mi sueldo era irrisorio y a pesar de las horas, el esfuerzo y las responsabilidades, no mejoraba. Mientras tanto, algunos compañeros habían salido mal parados de la empresa por un jefe cada vez más despótico. Un día llegó un nuevo compañero. Rápidamente trepó, convirtiéndose en la mano derecha del jefe. Sus ideas empezaron a hacer efecto en la bestia dormida que era el gerente. Poco a poco empezó a mostrar su otra cara: la del jefe despótico, vengativo, cobarde y embaucador. Con este nuevo compañero, la empresa abrió una nueva rama de actividad: el software. Poco a poco fue ganando peso, aunque era mantenida por el esfuerzo que se hacía en el mío. Llegado cierto punto mi jefe se empezó a meter en temas de dinero fácil: las subvenciones. El software le podía reportar muchos más beneficios puesto que no se podía valorar tan fácilmente ni su coste ni su precio de venta. Así, mi departamento empezó a convertirse en una molestia que había que hacer desaparecer. Mientras tanto yo había llegado a un punto en el cual no dormía, tenía depresión aunque no lo sabía y mis horarios y responsabilidades no tenían límite alguno. Usado como "colchón" humano para aguantar las embestidas de los clientes enfadados, mi jefe no tuvo ningún reparo en echarme a las "bestias" para poder escapar indemne. Frustrado, cansado, amargado y desilusionado, un día decidí ceñirme al horario, evitar que los clientes se desahogaran conmigo y lo hicieran con el responsable, es decir, mi jefe. Eso me valió su venganza. Consciente de que yo podía salirme de su tela "psicológica" de araña y conocedor de mi personalidad insegura y sumisa, el gerente arreció sus acometidas, llegando a la difamación pública delante de compañeros y clientes. A estas alturas de la historia yo me había sumido en un profundo pozo personal. Mi esfuerzo no se valoraba, mi sueldo no se incrementaba, había perdido mis relaciones personales y encima se me insultaba. La táctica de mi jefe era hacer creer que yo y los demás éramos responsables de cualquier supuesto mal en la empresa. Carente de toda reacción, aguantaba y creía casi convencido lo que decía el gerente. Ciertamente puede llegar un punto en la vida de una persona en la que la única luz que ves es la que ciega y no la que orienta. La empresa había hecho bien sus deberes y entre el acólito número 1 y el gerente habían conseguido meterse de lleno en el tema de las subvenciones para el software, pero mi departamento, el de hardware seguía resistiendo. Finalmente junto con la inclusión en el grupo directivo de la acólita número 2 se consiguió cerrar mi rama de actividad. Números fraudulentos y mentiras lo consiguieron hacer. Ahora empezaba el tiempo del purgamiento. Los pringadillos, aquellos empleados de 2ª clase, cuyo sometimiento satisfacía a mi jefe, merecían un correctivo: uno, por ser chusma explotada y dos: sobre todo por intento de rebeldía, es decir, tratar de hacer su trabajo afrontando y superando todas las pruebas y zancadillas que ponía la propia empresa. Demasiados decepciones se llevó mi jefe al comprobar que éramos más duros de roer de lo que él pensaba.
Esencialmente, este largo periodo de 6 años se caracterizó por la falta de respeto del gerente hacia algunos de sus empleados, los pringadillos, entre los que yo me encontraba. En esos 6 años había trabajado, en horas, el equivalente a 8 años y medio: en pésimas condiciones, soportando el abuso del algunos compañeros, clientes y el gerente, había hecho todo lo que la empresa me había exigido y había pagado muy caro ese esfuerzo a nivel laboral y ante todo, personal. Pero mi sufrimiento no había concluido, me esperaba mucho más...


09 julio 2007

Tiempo de reflexión

Hoy no escribiré ninguna entrada sobre Erkemao o Acme S.A. Aprovecharé para darle unas vueltas al blog y revisar algunas cosas. Esto me permitirá meditar un poco sobre lo ocurrido y que trascendencia o intrascendencia pueda tener. Por otro lado, mi nuevo trabajo es algo estresante y este fin de semana he dormido poco. Mañana espero retomar las palabras donde las dejé ;)

Saludos y disculpen las molestias :)

08 julio 2007

La sentencia

El veredicto tardó 2 ó 3 semanas en ser conocido. Un día me llamaron del bufete de abogados para que me presentara en el despacho. Allí, mi abogado me iba a comentar la sentencia: que decía y que significaba. Cuando llegué, mi representante, dentro de su seriedad, estaba animado. Las noticias eran buenas. Habíamos ganado el juicio. Asunto que, por otro lado, ya sabíamos que iba a ser así debido a la rebeldía* de mi empresa, que no había acudido a la cita. Una vez sentado, el letrado procedió a leer y explicarme la sentencia. El juez había estimado oportuna mi reclamación por las pruebas aportadas y por la ya citada, "dejadez" de mi jefe. Yo estaba muy emocionado, porque sinceramente, no pensaba ganar. Era demasiado pesimista al respecto. Se obligaba a la empresa a pagar la indemnización, la cual tampoco era cuantiosa para todos los años que estuve trabajando y las tareas y responsabilidades desarrolladas. En este tipo de actos, la justicia no se detiene a hacer valoraciones de sufrimientos o humillaciones, sino que va a los hechos objetivos y hace cálculos sencillos. Bueno, era así, ya podía estar contento con conseguir demostrar gran parte de mi antigüedad. Además de la citada indemnización se obligaba al negocio a abonar mis salarios desde el día del despido hasta la fecha del juicio. La razón para ello se basaba en que el despido había sido improcedente. Mi abogado me comentó otra buena noticia: al encontrarse cerrada la empresa, el juez estimó que era imposible la readmisión, por lo tanto todos los trámites legales para ello no se podrían realizar y extinguía la relación laboral, sin tener que volver a negociaciones y más papeleos. Nos ahorrábamos muchos problemas y eternizar algo que de por sí, no daba para más.
Mi jefe había alegado desde el día de la conciliación que no tenía dinero, lo cual significaba que seguramente esa indemnización y esos sueldos debidos no los iba a ver nunca. Como he dicho infinidad de veces, mi jefe siempre tenía la última palabra, e independientemente de la veracidad de sus alegaciones, su intención nunca sería pagar deudas y mucho menos a un pringadillo traidor. Mi abogado procedió a la ejecución de la sentencia lo más rápidamente posible. A pesar de ello, obtendría mucho más que esos 1.500 euros que era lo único seguro que tenía después de 8 años de esfuerzo intenso, miles de horas de sacrificio y humillaciones y devota abnegación por una empresa cuya máxima gratificación había sido el desprecio y la difamación.
Consciente de las pocas probabilidades de cobrar lo especificado, la sentencia significaba algo mucho más importante para mí. La JUSTICIA me había dado la razón. No se trataba de alguien subjetivo, de una opinión, de una forma de ver las cosas, sino que un organismo primordial había constatado que mi reclamación era válida e indirectamente, que la empresa había mentido. Me sentí de una forma similar a cuando la psicóloga me dijo que tenía depresión. Alguien más poderoso en opinión que mi jefe o yo, me daba la razón. Ya no eran paranoias mías, ya no se trataba de un problema de debilidad o punto de vista personal contra la "verdad" que proclamaba ostentar la empresa. Se trataba de una realidad objetiva. Ahora podía decir con plenas garantías que el negocio, representado en la persona de mi jefe, había hecho las cosas mal intencionadamente. Mi mente se liberaba de toda la tensión de tener que cuestionarme a mí mismo, pensado que era yo el que había fallado. NO, ciertamente yo no era el que había errado. Lo que había sucedido, independientemente de mis graves omisiones hacia mí mismo, tenía un actor principal con nombres y apellidos. Eso era lo que significaba para mí el veredicto**, el reconocimiento a mi esfuerzo y trabajo y la mala fe de mi jefe.
El futuro todavía daría para más, pero esa es otra historia y tal vez sea contada algún día.


* y ** Según la Real Academia Española

rebeldía.

1. f. Cualidad de rebelde.

2. f. Acción propia del rebelde.

3. f. Der. Estado procesal de quien, siendo parte en un juicio, no acude al llamamiento que formalmente le hace el juez o deja incumplidas las intimaciones de este.

en ~.

1. loc. adv. Der. En situación jurídica de rebelde.



veredicto.

(Del lat. vere, con verdad, y dictus, dicho).

1. m. Fallo pronunciado por un jurado.

2. m. Parecer, dictamen o juicio emitido reflexiva y autorizadamente.

~ de inculpabilidad.

1. m. El que pronuncia el jurado descargando al reo de todos los capítulos de la acusación.


07 julio 2007

El juicio II

En el anterior capítulo de esta serie habíamos dejado a Erkemao esperando en los pasillos del juzgado. Después de una noche ciertamente intranquila, me levanté temprano y me preparé para irme. Durante los días anteriores había repasado un poco mi vida en la empresa, además intenté prepararme lo mejor posible estudiando lo que había sucedido los últimos meses e intenté recordar todas las circunstancias, hechos y pruebas que eran claves para demostrar la validez de mi reclamación. Este blog es fruto de ese repaso y del documento escrito que había realizado el año anterior; aquel que llevé a la reunión. Creo que me dejé muchas cosas atrás, pero afortunadamente iba a tener un abogado al lado para defenderme. Por otro lado, intenté prepararme psicológicamente para el juicio, de manera que los nervios, la ansiedad y la rabia no me jugaran una mala pasada, como por ejemplo: quedarme en blanco o dudar en las respuestas. Creía que me jugaba demasiado, porque eran los mejores años de mi vida los que había gastado en trabajar para alguien que no me tenía respeto de ninguna clase. Lo que se decidiera en aquella sala iba más allá de una simple cuestión de dinero; para mí representaba un reconocimiento a mi trabajo, esfuerzo y entrega durante tanto tiempo y en tan malas condiciones. En definitiva, se trataba de un verdadero acto de justicia. Si el veredicto se decantaba por darme la razón creería en que todavía hay esperanza, si por el contrario, el veredicto era negativo, perdería la fe en la ley y la razón y el sentido común.
Como era la primera vez que entraba en un juzgado, andaba medio perdido. En primer lugar subí a las oficinas, pensando que era allí donde tenía que aguardar a que me llamaran. Después de un rato sentando y sin ver actividad de ningún tipo, pregunté a una de las oficinistas, la cual me indicó donde tenía que ir. En ese lugar había mucho alboroto. Decenas de personas por todos lados y mucho ruido. De vez en cuando se oía llamamientos a personas y representantes. Yo no veía a nadie conocido: no lograba encontrar a mi abogado y no se distinguía ni a mi jefe ni a su asesor. La espera era algo tensa, pero recordé las palabras que me había dicho mi abogado unos días antes: "No se han puesto en contacto conmigo. En estos casos no es inusual que la otra parte no acuda al juicio". Aún así me tomaba las cosas con cautela. A mi jefe le gustaban los golpes de efecto y hacer las cosas en el último momento, así como tener la última palabra en todo. No me hubiera sorprendido verle aparecer repentinamente. Mientras tanto las llamadas a demandantes y demandados continuaban. Mi nombre fue pronunciado. Me acerqué a la persona que había efectuado el aviso y le comenté que tanto mi abogado como la otra parte aún no estaban presentes. Me comentó que volvería a hacer la convocatoria en unos minutos. El tiempo pasaba. Finalmente apareció mi abogado. Tranquilamente se puso a repasar las notas y me preguntó por mi jefe. Le comenté que seguía sin venir. El llamamiento fue realizado nuevamente. Esta vez habló mi representante y acordaron dejar transcurrir unos minutos para que la Sala de lo Social estuviera preparada y llegara la demandada, es decir, Acme S.A. Seguimos hablando y por fin, entramos. Aquello fue muy rápido. Sin la presencia de la empresa ni de su asesor los trámites fueron muy sencillos. No tuve que contestar ninguna pregunta. Entregué un documento que llevaba preparado: mi vida laboral, para que se pudieran hacer los cálculos oportunos a efectos de indemnización. Mi abogado siguió las formas establecidas y presentó las pruebas. Esto, junto con la incomparecencia del demandado, dejaba todo listo para sentencia. Fueron unos días de mucha tensión para nada, o para mucho. Había llegado hasta el final en toda esta historia y ahora sí que podía respirar aliviado. Mi representante me dio ánimos, teníamos todo a nuestro favor. La sentencia fijaría los detalles, pero prácticamente me habían dado la razón y si la sentencia era la esperada, tendría algo más valioso que el dinero: un papel firmado por un juez en la que se reconocían mis derechos e indirectamente la mala fe y villanía de mi jefe. Ahora tenía que esperar unas semanas para conocer que diría ese papel.


06 julio 2007

El juicio

Los meses pasaron lentos hasta que por fin se celebró el juicio. Durante ese tiempo intenté , sobre todo descansar. Hacer cosas en casa e irme a la playa en los días calurosos. Necesitaba despejarme de tantos años de intoxicación laboral. Los recuerdos eran demasiado cercanos para que poder alcanzar la paz y la tranquilidad. Tuve que buscar pruebas para defender mi reclamación, y que además fueran lo suficientemente sólidas como para que mi jefe no las recurriera. Iba a ser una cuestión harto complicada. Sin acceso a la contabilidad y a datos económicos poco podía demostrar. Luego el ingenio, la suerte y otros factores me permitieron conseguir unas pocas, pero interesantes evidencias como para poder luchar contra mi jefe y su asesor. En cualquier caso yo era muy pesimista respecto a la justicia. Pensaba seriamente que las leyes estaban hechas para los empresarios y no para los trabajadores, que por mucho que yo dijera o probara, cualquier insulsa palabra en las normas sería suficiente para echar abajo todo mi derecho. Mi empresa, durante demasiado tiempo me había mostrado como caminar al filo de la ley sin cortarse. El asesor de la empresa había sido muy claro: "como desmostraremos en el juicio", ¿qué ases tenía guardados en la manga mi jefe? Tal vez testigos amañados, como lo había intentado en un juicio anterior. Tal vez alguna firma amañada en algún documento clave. Muchas ideas extrañas pasaban por mi cabeza, tratando de averiguar que elementos "de fundamento" podía usar mi jefe delante de un juez. Estaba claro que contaba con el apoyo de un asesor dedicado a estas lides y que posiblemente tendría preguntas muy estudiadas para que yo contestase lo que que el quería que el juez oyera. Preguntas en las que respondes si o no a hechos parciales, convirtiendo un pequeño fragmento de la realidad en una verdad absoluta. Creo que había visto muchas películas de abogados, donde la víctima era convertida en mentirosa o en idiota con cuestiones formuladas por un letrado cuyo mérito consistía en hacer creer que un sí o un no describía lo que había ocurrido, cuando posiblemente no fuera representativo de absolutamente nada. Por esta razón pensaba que la ley es ley, pero no justicia. El mes anterior al juicio fue bastante tenso. En vez de relajarme todos aquellos meses, mi rabia había ido en aumento. No tenía ganas de encontrarme de nuevo a mi jefe. Me lo imaginaba contado sus mentiras al juez, sin escrúpulo alguno, haciéndose pasar por la víctima inocente de un complot organizado por unos empleados envilecidos, ávidos de cobrar sin trabajar, aprovechándose y abusando de un gerente honesto y desinteresado. ¡Hay que ver las paranoias que se le vienen a uno a la cabeza en ciertas circunstancias! Yo estaba bien representado por mi abogado, pero por ello no dejaba de ser pesimista. Quienes teníamos que probar los hechos éramos los que no teníamos posibilidad de entrar en los archivos y consultar si se había pagado una nómina cuando no había un contrato de por medio. Mi jefe sólo tendría que decir: "eso es falso", y su palabra tendría más valor que la mía. Con estas pocas esperanzas fui a los juzgados.

05 julio 2007

Después

El día de la conciliación fue el último en que vi a jefe, pero no verlo no significó no saber de él. A partir de ahora me esperaba un tiempo más o menos largo hasta el juicio. Un periodo en el que mi primera intención sería recavar pruebas, informaciones y datos que me sirvieran delante de un juez. Tenía un profunda conmoción en mi cabeza: por un lado estaba la presunción de inocencia (a la cual se acogía mi jefe) y por otro lado estaban los derechos de los trabajadores, que se supone que son inviolables. Para resumir, no entendía porqué habiéndose vulnerado mis derechos, yo tenía que demostrar que era así ¿no era obvio? ¡Qué demostrase mi jefe que él no los había vulnerado! Ahora, pasado el tiempo, lo comprendo un poco más, pero lo sigo sin aceptar del todo. Ese tiempo me sirvió para enterarme de muchas cosas interesantes. Dicen que la ignorancia es la felicidad y no puedo estar más de acuerdo. A medida que recopilaba información y le daba vueltas a la cabeza sobre todo lo que había sucedido estos años, me fui dando cuenta de hasta que punto me había engañado y explotado la empresa. Descubrí como se me mintió en algunas cosas desde el primer momento, como expuse al empezar a redactar este diario. Si en la reunión me había percatado de como había tirado mi vida por el retrete, en este momento era consciente de las patrañas con las que me había tenido convencido el gerente. Lamentablemente me enteré de muchas cosas más, por ejemplo, que mi jefe ya había estado "diciendo" cosas de mí. Desconozco el alcance de tales "menciones", pero teniendo en cuenta que había sido capaz de llamarme ladrón delante de un cliente y delante de todos mis compañeros, prefiero no saber hasta donde llegaba su perfidia. Se supone que una de sus "cualidades" era no hablar mal, pero entre "amigos" y "en confianza" esa postura podía variar. Mejor no enterarme de nada más de lo que ya sé.
Al cerrar y denunciar a la empresa, cualquier posible relación había quedado rota. Como yo llevaba, entre otros, un tema muy específico que nadie más conocía, se hizo necesario que le enseñara a algún compañero como desenvolverse con él. No me mostré esquivo y de buena gana le eché una mano a la persona que tenía que aprenderlo, de esta manera le ahorraba bastante tiempo de investigación y aprendizaje. Lo más sencillo hubiera sido desentenderme. Ya vemos que a mi jefe eso le daba igual a la hora de "despotricar".
Mientras tanto había arreglado los papeles para el paro. La remuneración que recibía por este medio era irrisoria, muestra de las irregularidades en mis nóminas todos aquellos años. Si yo no cobraba mucho, la empresa no pagaba mucho por mí y yo hacía tantas horas extras, ¿dónde estaba el dinero que faltaba? Tal vez en alguna moto, alguna buena cena, alguna buena fiesta en la playa, algún viaje alojado en hotel de lujo... ¿quién sabe? Sólo son especulaciones mías, "sin fundamento".
Otras tareas me aguardaban. Tenía que demostrar mi antigüedad hasta 7 años y medio. Un mes y medio sin contrato deshacía ese cómputo y el pago con talones, los cuales había entregado al banco (por lo cual recomiendo a todo aquel al que le paguen ocasionalmente por este método que, antes de cobrarlo, haga una fotocopia, de igual forma para cualquier pago en metálico, conserve un recibo) me obligaban a buscar pruebas hasta debajo de las piedras.
Fueron unos meses muy largos, con el estigma de tener que resolver este asunto y esta agonía que parecía eterna. Seguía sin dormir por las noches y en un estado de tensión continuo las 24 horas del día. Era libre, pero había salido de aquella locura arrastrando las cadenas. Por otro lado tenía que controlar que la empresa no enajenase sus bienes y tranquilamente se declarara insolvente en caso de perder el juicio. Aún así lo hizo con parte de ellos, a pesar de su situación legal; razón por la cual me di cuenta de que si sabes y te lo propones, puedes reírte de quien quieras, hasta de la justicia.