30 noviembre 2006

Tu coche es el coche de la empresa

En esta nueva entrada voy a relatar como los trabajadores teníamos que poner a disposición de la empresa el uso de nuestros vehículos y como se remuneraba esta acción. Raramente se nos hizo tal petición, pero las circunstancias y el trabajo obligaban a ello, quisiéramos o no.
En los primeros años de curro no tuve que hacer uso de mi coche, sino en contadas ocasiones. Como trabajaba de puertas para adentro, no salía demasiado a clientes en la calle. Solamente cuando a final de la jornada, había que llevar algún equipo nuevo o dejar algún ordenador en una empresa, el jefe me decía que terminara antes y que lo llevara, con la falsa apariencia de que iba a ser mejor para mí. Se suponía que iba con tiempo y que como acabaría antes, llegaría más temprano a mi casa. Prefiero no hacer comentarios al respecto en este momento, otro día me desquitaré con ganas ;-)
La empresa era dueña de un vehículo nuevo, que adquirió a los pocos meses de empezar a trabajar yo. El problema principal era el siguiente: había más técnicos de campo que vehículos, por lo tanto la mayor parte de las veces el empleado tenía que utilizar su automóvil para poder atender a los clientes. Usar los transportes públicos no era una solución óptima. Se supone, que por esta prestación, la empresa ofrecía un pago, por llamarlo de alguna forma. Esta remuneración consistía en unas 2.000 pesetas al mes, 20 euros después. Claro, tampoco te podías pasar usando el coche, porque no te compensaba, y el exigir más dietas no era bien visto por la empresa. Para evitar altercados y roces, así como venganzas, como que te aguantabas un poco. Cuando volví a pasar al turno de mañana sobre el año 2001/2002 el uso de mi vehículo era diario y constante. La retribución la misma. Esto significa que tu coche está siempre lleno de cables, de basura, de papeles, de cajas, destornilladores, plásticos, etc... que lo tienes que limpiar tú en tu casa, no en la empresa, porque te podían echar una bronca. Significaba que hacías un gasto de gasolina y de desgaste del vehículo que no te compensaba el pago simbólico ni cualquier apartado sospechoso en la nómina. Significaba que estabas mucho tiempo en carretera, de manera que si recibías o dabas algún golpe, o tenías un accidente, iba a ser a costa de tu seguro. La empresa no iba a responder de daños. Eso provocaba además, que tu aseguradora te quitara la bonificación, con lo cual en la próxima factura eras tú el que pagaba más y no la empresa. Significaba además, que si te quedabas sin el coche, la empresa no te iba a dar uno para que siguieras tu vida normal. Significaba que te pudieran rozar, robar, romper cristales, etc... Todo, todo, todo con cargo a tu cuenta. Te pones a hacer números y el resultado es que no tienes nada que ganar y todo que perder. Mi empresa además, no pagaba por kilometraje. Pero claro, si querías hacer el trabajo, tenías que poner el coche, porque el de la organización ya lo utilizaba otro técnico, la persona encargada de logística, el propio jefe, algún familiar del jefe...

29 noviembre 2006

Algunas cosas buenas

A lo largo de casi un mes he estado contado situaciones adversas en su mayoría. No es para menos, puesto que esa era nuestra realidad diaria, y la mía en concreto, que es la que mejor conozco. Todavía quedan episodios interesantes que contar y tanto o más tragicómicos que los que he descrito. Sería injusto, por otra parte, sólo comentar el lado oscuro y no poder alumbrar con alguna llama las tinieblas. Escasa luz iluminó la lobreguez de mis días en aquel lugar, más alguna lo logró. Una ventaja muy interesante con que nos premiaba la empresa era la posibilidad de elegir las vacaciones a tu gusto, siempre y cuando no se produjeran incompatibilidades con compañeros o el trabajo. Pero aún más, las podías fraccionar hasta su mínima expresión, pudiendo elegir un mes, semanas, días... al libre albedrío. Desde luego que en pocas empresas se goza de este privilegio. Además yo tenía la costumbre de solicitarlas con poca antelación, y se me permitía. Lo normal era que a principio de año las fijaras... pero bueno, teniendo en cuenta las palizas que me metía y la de mierda que pasé, algún detalle tenía que tener la organización. De todas formas, siempre me interrumpían en medio de las vacaciones y tenía que volver para arreglar cosas.
Otra situación que se producía era que llegaras tarde a trabajar. No te solían decir nada, al menos directamente la mayoría de las veces, pero con ciertas indirectas y trabajos forzados sí. No se echó a nadie por esta razón. Aunque claro, si te pegas currando desde las 8 de la mañana hasta la 1 de la noche (que no te pagan) a ver que jefe tiene "huevos" de decir algo. Disculpen mi crudeza lingüística. Esta noche los términos vienen a mi cabeza un poco rebeldes.
Otro detalle que teníamos en los primeros tiempos, era la posibilidad de irte a merendar media hora. Luego la empresa estimó que eso era un abuso por parte de los trabajadores, y por tal razón, se creó un consejo inquisitivo sancionador, que perseguía con afán cualquier movimiento del puntero del reloj superior a 15 minutos. Ya lo detallaré en próximas entradas.
Otro beneficio del que disfruté era la posibilidad de ponerte enfermo y no tener que justificar la ausencia, al menos, en los primeros años. Luego el tema fue por otros derroteros. También es cierto que la mayoría de las veces iba a trabajar con fiebre, tos, vómitos o diarrea, y salvo algunas escasas ocasiones, no se me dijo: "vete a tu casa que das pena". Así que dejaremos esto, al igual que las anteriores, como ventaja compensada.
Otra circunstancia favorable era el horario teórico. De 35 horas. Pero como ya hemos visto, en la realidad nunca pude disfrutar de él, bueno sí, disfrute de un salario de 35 horas ;). Luego, tuve la posibilidad de ingresar en el club de los afortunados de la mañana, y de esta manera, tenía un horario casi de funcionario. Pero vuelvo a insistir, sólo en la teoría. Para mí, al menos, la práctica siempre fue muy diferente.
Algunos compañeros pudieron gozar de estas prebendas, por tanto, es justo decir, que la empresa también tenía sus buenas cosas.

Si se me ocurre algo más lo comentaré en otro post.

28 noviembre 2006

El día que vino la policía

Voy a contar un hecho que ocurrió una mañana. Otra de las anécdotas para enmarcar que me sucedieron en la empresa. Ya había dicho en una de mis primeras entradas que la profesión de informático es una profesión de alto riesgo (El primer verano II), a lo que añadiría que también es de alto voltaje, porque las chispas saltan por doquier. De alguna manera el estar todo el día enchufando y encendiendo cosas nos tiene que afectar :-D Cuando tratas con clientes iracundos puedes acabar en una orgía de fuego y alta fidelidad de sonido, o puedes acabar... ¡interrogado por la policía! ¿No se lo creen? Lean pués.

Sábado por la mañana. Día, mes y año ignorados en la memoria. Cualquier sexta jornada de la semana comprendida entre finales del Año de Gracia de Nuestro Señor de mil novecientos noventa y nueve o del año dos mil. La fecha de por sí ya auguraba un final apocalíptico. Encontrábanse dos miembros del turno de los pringadillos de la tarde (y de los sábados por la mañana) entretenidos en sus quehaceres profesionales. Sólo una orden turbaba la supuesta cotidianidad de esa fecha...
Pocas semanas antes. A un cliente (amigo del jefe, por supuesto) se le entrega un ordenador nuevo. Su característica más importante: dispone de grabadora de CDs. El equipo es entregado conforme a lo estipulado. El interesado abona una fracción de la cantidad total. El resto será sufragado más adelante. Hechos fundamentales: grabadora y pagar sólo una parte. Nota de interés: el coste de cada CD virgen era prohibitivo. Perderlos sin más, suponía una merma financiera apreciable.
Semana del suceso: el cliente no está satisfecho con el PC que se ha llevado. Su interés primordial, la grabadora de CDs, es reacia a ofrecer los resultados esperados. No graba ni con cincel y martillo. El cliente muestra claros signos de desesperación e irascibilidad contenidas. Reacciona con contundencia aún a bajos niveles de presión.
Viernes (un día antes): el equipo en cuestión se encuentra en la empresa para ser reparado. No está terminado. Hay diferencias entre el gerente y su "amigo". Se llega a una especie de ultimatum. El sábado el cliente pasará a recoger el ordenador y lo quiere listo. Se emite la siguiente orden al turno de los pringadillos: "mañana el cliente X vendrá a recoger su equipo, si no lo paga, no se le entrega". El turno de los pringadillos recoge el edicto, ignorante de las consecuencias. El gerente, que en las últimas semanas solía aparecer todos los sábados, delibera irse de la ciudad. La cobertura defensiva ha decidido dejar al frente a su suerte.

...Sábado (día de autos). La jornada empieza tranquilamente. Ningún cliente perturba la paz del local. Ningún teléfono rompe el relajado quehacer de los currantes. Hacia las 10 de la mañana, un cliente sortea la puerta de entrada, y se dirige hacia una de las mesas que hay al fondo. Detrás, sentado, se encuentra realizando gestiones y atendiendo el teléfono, un empleado. Este trabajador responde al pseudónimo de "Er Kemao" en estos momentos y en esta publicación. El cliente, denominado X, saluda, se presenta y manifiesta su deseo de retirar el supuesto ordenador arreglado. El empleado expresa su conformidad y aclara al interesado que tiene que depositar el resto del pago pendiente. Éste pasa de blanco a rojo chillón (nunca mejor dicho) en cuestión de décimas de segundo. Una propiedad camaleónica sorprendente, sólo superada por el inspector de hacienda de la película "La cena de los idiotas", cuando toma el vino. El cliente ,visiblemente enojado, muestra su indignación ante tal petición argumentando que ese PC no funciona y hasta que no lo vea funcionando no está dispuesto a desembolsar cantidad alguna. El pringadillo ante tal actitud, responde que es un simple peón que acata órdenes de poderes fácticos superiores, que le han encomendado la tarea de preservar el ordenador a toda costa. Y que sólo un caballero de guante blanco bien provisto de abundante peculio podría acceder a divino tesoro. El cliente envuelto en un halo de ira, arremete con reforzado ánimo, gesticulando y haciendo aspavientos en una especie de danza infernal. El empleado acorralado en su silla sortea cada nueva estocada como buenamente puede, mientras decide si usar como defensa un clip o una goma de borrar. Después de unos minutos de encarnizada batalla, el cliente toca retirada, al comprobar que el castillo es imposible de tomar. Silencio. No se oye ni el zumbar de las moscas. Ni el crepitar del plástico en las papeleras. Sólo silencio. Los compañeros hablan de la aventura que acaban de vivir...

...Sábado, día de autos (20 minutos después). Dos personas cruzan la puerta. Delante, con una sonrisa maligna perfilada en sus labios, el cliente iracundo; detrás, un agente del orden. El interesado señala al currante y exclama: "¡Este es!". El trabajador suspira viendo lo que se le viene encima y piensa: "¿para qué me habré levantado esta mañana?". El policía interroga al empleado y le pregunta que es lo que ocurre. El pringadillo, que no se lo cree, responde que el caballero había venido a retirar un ordenador, pero que no podía puesto que no había satisfecho las cantidades adeudadas. El gris agente mira detenidamente al trabajador y luego, de similar forma, al interesado... y piensa: "¿ qué c*** hago yo aquí?". Fiel a su cometido, el alguacil solicita la documentación al pobre e indefenso pringadillo, con el pretexto de que tiene que anotar el altercado. El trabajador entrega su carnet de identidad visiblemente afectado, pero colaborador. Se toman los datos oportunos. El agente del orden invita al perturbado y furibundo cliente a seguirle si quiere redactar una denuncia. El colérico interesado le sigue descompuesto y sin ordenador.
Silencio. Silencio. "¡Me c*** en todo lo que se arrastra!" proclama a grito pelado, el informático.

Minutos después... ringgggg, ringggggg... Hola, soy el jefe, te llamaba para saber si ya había venido el cliente X (voz de circunstancias, como si le dices a un cochino que pase por la puerta, pero no le dices que es para el matadero). Respuesta: Sí, ya vino (o te pensabas que eran unos Boys Scouts vendiendo galletas). Jefe: "¿y qué pasó?" (como si no lo supiera). Le explico los detalles y me dice: "¡no sabes cuanto lo siento!, la verdad que no pensaba que se comportara así, y eso que es amigo mío". ¿Sientes habernos dejado solos a disfrutar de esta preciosa mañana, mientras te largabas lo más lejos posible? ¿no pensabas que se comportara así pero pusiste los pies en polvorosa? ¿amigo? ¿con amigos como este quién necesita enemigos?.
Con este argumento se podría escribir un libro titulado: "Cómo corrí a esconderme del cliente asilvestrado" o "X, ¿dónde está mi ordenador?" Hasta Hollywood filmaría una película. ;-)

No se vayan, aún hay más. Una de las muchas razones que me impulsó a escribir este diario, fue la indignación por sucesos como el narrado y de como reaccionó mi jefe. Todavia me hierve la sangre al oir sus palabras el lunes siguiente, cuando volvimos al trabajo. Palabras que repetiría años más tarde cuando le increpé por su conducta en este jaleo. Palabras como: "De verdad que lo siento un montón. Perdona. No sabía que fuera a ocurrir". Siempre pienso en ello como si alguien te tira por un barranco, y cuando te ve allí roto, te dice jovial y alegremente: "lo siento", "perdona, fue sin querer".
Más aún me queman sus otras palabras: "eso que me hizo mi amigo", "¿cómo pudo hacérmelo a mí?", "eso que tuve que aguantar". Tristemente mi jefe recurre al victimismo como salida a sus agravios, ultrajes y humillaciones. Como le dije en una bonita reunión de 5 horas: "no te lo hizo a ti, me lo hizo a mí y tú no estabas para evitarlo. De hecho, me pusiste delante para que no te pasara".

27 noviembre 2006

Irregularidades en las nóminas II

Al publicar esta mañana el anterior post, me quedé pensando que si yo fuera empresario no me agradaría en absoluto que dijeran que mis nóminas son irregulares. Se atienen a la ley. No hay nada ilegal en lo que hago. Yo te ofrezco un sueldo y tú eliges si lo quieres o no. Entonces, ¿por qué me dices que hay elementos de sospecha en mis acciones? Mmmm, buena pregunta. Tal vez se deba a que rozan lo ilegal dentro de la ley. Tal vez se deba a que como currante desconozco la mayoría de mis derechos, y tú, empresario*, no sólo los conoces por tus años y experiencia, sino que además pagas asesores que te permiten caminar en el filo de la navaja sin degollarte. Tal vez se deba a que sabes que aunque puedas ser denunciado, tienes que poco que perder. Mientras tanto has ganado mucho. Son reflexiones espontáneas que me han surgido a lo largo de la mañana y que plasmo en este medio, que a fin de cuentas es un diario, y como tal, es una vía de expresión de las experiencias y emociones cotidianas. La subjetividad en persona.
A lo largo de aquellos primeros años en la empresa, a parte de los citados mini sueldos y las retenciones misteriosamente desaparecidas (un atento visitante me ha resuelto esta duda. Para más detalles ver los comentarios de la pasada entrada "Irregularidades en las nóminas I" ), hubo otra anomalía importante en las nóminas. Como digo, en el caso de éste que escribe . Sé que lo eran también para la mayoría de los compañeros, porque hubo reuniones y negociaciones con la empresa para arreglar ese "desliz". La circunstancia a la que me refiero es el salario base y los complementos**. Disfrutábamos de unas nóminas en las cuales sólo figuraba el salario mínimo interprofesional (S.M.I.) como percepción salarial. El resto del sueldo, y que podía llegar a ser alrededor del 40% del mismo, estaba formado por partidas en el apartado de "percepciones no salariales". Estas remuneraciones eran: transporte, dietas, complemento salarial y desgaste de herramientas. Más tarde apareció la "dedicación exclusiva", la cual abordaré con pasión en otra entrada. Evitando todo el vocabulario técnico, el cual me cuesta comprender, ¿qué significaba la distribución de conceptos en la nómina? Simple y llanamente, que estaba en una posición sensible respecto al paro y la seguridad social. ¿Por qué? La prestación por desempleo se calcula básicamente en función de las cantidades que figuran a la izquierda de la nómina. Cuanto menos tengas, menos cobras. Se agradecería que alguien lo aclare, puesto que yo me pierdo en estos temas. Si te quedas parado y tienes muchas facturas que pagar, si ya de por sí te costaba llegar a final de mes, en esta situación, no llegas ni a la primera semana. Si a esto le añadimos el agravante de que la empresa te paga poco, no te paga las horas extra y tu jefe se ahorra mucho dinero haciendo las cosas así, más que irregular, deberíamos llamar a la situación: "enrehostiante". Si además tenemos en cuenta que el gerente se queja constantemente de que ocasionas perjuicios económicos a la empresa; se produce un déficit de términos en el diccionario para expresar la indignación que genera tales hechos.

* Desde mi punto de vista ni todos somos ángeles ni todos somos demonios. De esta forma, cuando hago una puntualización sobre el empresariado, no trato de hacer una generalización, que por lo demás sería injusta puesto que ni tengo los conocimientos ni los elementos de juicio suficientes para hacer tales afirmaciones. Cada empresa, cada trabajador, cada momento y cada relación es diferente. Lo que sí expongo es mi opinión en función de mi experiencia laboral en la empresa X y respecto a la empresa X en el periodo de tiempo X. En este contexto es válida la expresión figurativa que propongo.

** En la foto que se adjunta, correspondiente a mediados del año 2000, se observa que como concepto salarial sólo figura el "sueldo base", que es de 70.000 pesetas. El resto del sueldo se remunera mediante varios conceptos no salariales como transporte, desgaste de herramienta, etc... Estos apartados constituyen el 40% de la nómina. Hablamos en términos brutos. En caso de despido, la prestación por desempleo sería paupérrima.

Irregularidades en las nóminas I

En el año 2000, tuvimos la suerte de que nos aumentaron el sueldo* al turno de los pringadillos de la tarde. Pasamos repentinamente de nuestras 85.000 pesetas (unos 525 euros) a unas 115.000 pesetas (unos 685 euros), o al menos, le ocurrió a un servidor. ¡Guau! ¡Qué subida tan impresionante! Teniendo en cuenta lo que trabajábamos y que tenía compañeros de estudios que estaban ganando entre 800 y 900 sin incluir las horas extras, pués tampoco es como para dar saltos de alegría. Pero, en fin, no estaba nada mal, para como estaban las cosas. Sin embargo, tal y como me dijo un compañero mucho tiempo después: "¿tú no sabías que en las nóminas esas no habían puesto la retención para hacienda?". "Vaya" pensé. Las revisé y efectivamente, tuvimos unas 2 ó 3 nóminas sin retención a hacienda. Eso justificó que en los siguientes meses nuestro sueldo bajara sorpresivamente hasta las 106.000 pesetas (unos 640 euros), cuando al fin, nos trasladaron la retención del I.R.P.F. Claro, a punto de pedir un aumento de sueldo la empresa hace una jugada maestra: sube el salario y además elimina el impuesto con lo cual parece una gran subida, pero cuando pasa la euforia inicial, vuelve a corregirlas y nos queda un aumento bastante exiguo. Increíblemente, tiempo después también me enteré de que este experimento fue una equivocación por parte de la empresa. Según me contaron, no te pueden bajar el salario. De esta manera, la empresa incurrió en el error de subir el sueldo, pero no previó que no podría dar marcha atrás. Por esta razón, tuvimos esas charlas fuera de horas, en las cuales el jefe intentó cambiar el sistema de trabajo, para cambiar los pagos. Esa es la información de que dispongo a falta de una segunda opinión. Si alguien tiene idea sobre el tema, estaría bien que lo comentara. Sería una información muy interesante para todos aquellos que están trabajando.
Los siguientes años ya no hubo sobresaltos en este tema, pero todavía tardaría tres años más para conseguir ganar 720 euros, para lo cual, y como contaré, hice varios miles de horas extras no pagadas. Recuerdo las decenas de veces que clientes que me encontraba por la calle, o en el propio trabajo me decían: "Tú que eres informático debes ganar un montón". La realidad, era/es que no. Pasábamos muchas horas trabajando, pero no teníamos un gran sueldo. Los informáticos que ganan un salario apropiado son los menos.

* Hablando en términos netos (lo que sirve para comprar lentejas, pagar las facturas y ponerle gasolina al coche).

Uno de los visitantes del blog me ha aclarado el tema de las retenciones a cuenta del I.R.P.F. que misteriosamente desaparecían y que yo no entendía el porqué. La exposición está en los comments de esta entrada.

26 noviembre 2006

La comida de Navidad

Con esta entrada voy a abrir una especie de ciclo dedicado a la Navidad en mi empresa. Iré publicando algunas anécdotas a lo largo del mes de diciembre. Será divertido comprobar como pasábamos estas fechas en la empresa. Fechas especiales para unos, horribles para otros y dementes para nosotros ;)
Mi jefe y la Navidad no se llevaban muy bien. Ignoro las causas. Lo que no ignoro es que si a ti no te gusta algo, no vayas fastidiando a los demás para ser protagonista. Este era el caso del gerente. No podía dejar de pasar desapercibido, puesto que pensaba que eso era una merma de su autoridad. Lo lamentable era que elegía los peores momentos para hacerse notar. De esta manera, su crédito en vez de quedar reforzado, quedaba menoscabado. No ganaba aprecio con sus polémicas acciones. Esto quedará fielmente reflejado en las tarjetas y felicitaciones de navidad. Pero vayamos por partes.
A lo largo de las 8 Navidades que me tocó sobrevivir en aquel lugar, nunca tuvimos una comida o cena Navidad a cargo de la empresa. De hecho, la entidad debería haber acuñado o patentado la expresión: "ni una **** peladilla". No digo que invitara a una opulenta comida, repleta de ricas viandas y manjares, ni siquiera que compartiera unos caramelos o unos polvorones, ni siquiera que ofreciera un café de máquina de 50 céntimos... Definitivamente, no obsequió ni una sóla peladilla.
Vale, no es una obligación de la empresa. No tiene porque hacerlo, al menos que yo sepa, pero los pequeños grandes detalles marcan la diferencia. La diferencia entre un líder a seguir o un líder a repudiar. Si venías arrastrando discrepancias a lo largo de todo el año, estos pequeños gestos pueden ayudar a limar esas desavenencias; por el contrario, si lo que haces es fomentarlas, acabarás consiguiendo que los empleados se distancien del administrador y de la empresa. Otra razón importante es la ingente cantidad de horas extras que realizábamos y ya que la empresa "no era capaz" o no quería pagarlas, por lo menos que se marcara un detalle.
En alguna ocasión quedamos algunos compañeros para ir a comer, pero por nuestra cuenta. Como el descontento era generalizado y no sólo hacia la empresa, sino que bullía entre los propios integrantes de la organización, no conseguimos tener una verdadera unión entre todos. Una pena, desde luego.

25 noviembre 2006

Las críticas al jefe se pagan

Año 2006: jefe: "... es más, yo quiero que me critiquen y me digan en que me equivoco. Porque el/la compañero/a X me hace una crítica y yo estoy encantado".

Siete años antes: compañero Z: "...estas placas base que están trayendo son una mierda, no dan más que problemas...", jefe: "Z, coge ahora mismo y me traes para dentro del almacen todas las cajas de monitores que hay en la entrada, y me cambias de sitio todas las fuentes y farolas (comentaré en otra ocasión el equipamiento de jardinería)".

Cinco a seis años antes: compañero Z: "estas placas base que están trayendo son una mierda, no dan más que problemas", jefe: "Z, ahora mismo abres todas las cajas de todas las carcasas que hay en el almacen y le pones el logotipo de la empresa", compañero Z:" para mañana hay que sacar tres equipos nuevos para una empresa, con todo instalado, y las placas están dando problemas", jefe: "¡¡¡ te digo que abras todas las cajas de todas las carcasas del almacen y le pongas el logotipo!!!".

Otro de los aspectos conocidos de mi jefe era/es su total repudio a las críticas. No toleraba que nadie le objetara lo más mínimo. Si alguien tenía ese desliz, acababa siendo seriamente reprendido. Directamente no te lo decía, pero los trabajos forzados que te obligaba a realizar después de abrir la boca, eran probado argumento de su colérica venganza. Llegaba a ser tal su irracionalidad, que comprometía la viabilidad de la empresa con tal de reafirmarse como jerarca absoluto e incuestionable. Sus ideas o acciones, según su opinión, eran no sólo las mejores y más correctas, sino que cualquier oposición o discrepancia se traducía en un escarmiento ejemplar.
En este sentido, no pongo en duda que las decisiones que un gerente toma se deban respetar por parte de los trabajadores, pero considero que un jefe inteligente debería escuchar las razones de sus empleados, y mucho más en cuestiones técnicas, las cuales no vive o de las cuales no tiene muchas nociones. Los trabajadores que experimentan día a día nuevas situaciones, controlan en gran medida que aspectos son beneficiosos y cuales no para el buen hacer de la empresa. Tratándose de mi jefe, y como decimos en mi tierra: "échale de comer aparte". Era capaz de tirarse (y tirarnos) al abismo, con tal de quedarse con la última palabra en todo.
Las anécdotas que abren esta entrada, le sucedieron a un compañero que tenía la desdicha de decirlas en el momento menos indicado y el infortunio de que el gerente las oyera. Lamentablemente, cuando la empresa abrió los oídos fue demasiado tarde, y aún así, sabías que una chispa de rencor brillaba en sus ojos cada vez que se sentía criticado.
Otro de los aspectos que comentaré cualquier día, es el oportunismo de mi jefe. La capacidad de aparecer cuando dices o haces algo inadecuado.

24 noviembre 2006

La californiana

Todo no iban a ser tragedias en mi empresa. Siempre hubo buenos momentos con compañeros y clientes, que servían para relajar esa presión que nos oprimía y esa espada de Damocles que pendía constantemente sobre nuestras cabezas, aunque no precisamente por aduladores.
Una de las anécdotas que recuerdo con cariño, fue la de una chica que vino para arreglar el ordenador. Yo estaba en la parte alta de la tienda-garaje. La mesa donde arreglaba los equipos miraba directamente hacia la puerta de entrada, de tal forma que podía ver a todo el que entraba caminar hacia las mesas de atención que quedaban justo debajo de mí. Percibí una sombra que se acercaba a la puerta, y por ella apareció una imagen celestial. Era una chica rubia de ojitos claros, con una sonrisa enorme y una cara de simpática tremenda. Vamos, clavada a las chicas de las teleseries y de las películas de adolescentes, creo que sólo le faltaba la tabla de surf. Yo, que en aquel momento sufría mal de amores, no pude por menos que quedarme prendido de esa visión. Y mientras mi hipnótizada mirada seguía sus pasos... una nube oscura empezaba a ensombrecer la puerta. Se trataba de su padre. Un hombre grande y con cara de pocos amigos. Avanzaba con firmeza y parsimonia cual guerrero invencible en una batalla épica. Se detuvo a pocos metros de nosotros, miró hacia arriba y una bofetada invisible me golpeó haciéndome retroceder dos pasos. Hay miradas que matan, y esta en concreto decía: "¡qué c*** miras!" Era un cliente de muchos años . Todas las veces que tratamos con él tanto en el pasado como en el futuro, hubo problemas X-D Vi, de nuevo, a la chica cuando salió por la puerta, perfectamente custodiada por su guardián. Después, no la volví a contemplar nunca más, y si regresó en alguna otra ocasión, no coincidió que yo estuviera. Pero desde luego que me alegró el día.

¿Qué sentido tienen las mentiras absurdas? II

Como describí en el último post, mi jefe no había sido muy verídico la primera vez que me comentó la naturaleza jurídico-mercantil de la empresa. Pero con el tiempo volvería a rizar el rizo. Pasados unos años después de comentar que eramos una S.A. por un error burocrático, me cuenta que además el nombre de la empresa era un error porque no era el nombre que el quería. Cuando había ido al registro, el nombre que deseaba ya estaba registrado, por lo que tuvo que escoger otro, junto con sus socios, y el que se eligió al final no era del todo de su agrado. Ustedes pensaran que me he vuelto loco y que estoy escribiendo disparates sin sentido. Lo estoy leyendo nuevamente y hasta a mí me cuesta entenderlo. Pués esa es otra de las habilidades de mi jefe: crear confusión y desorden para evitar tener que rendir cuentas por desaciertos. Si él leyera estas palabras y escribiera un comentario, seguramente diría: "yo nunca he dicho eso", "tú me has entendido mal", "yo quería decir otra cosa" :-) Estas palabras ilustrarán en futuras entradas temas como los contratos, los trabajos, la relación con los clientes, las relaciones con los compañeros, etc...
En resumen: mi jefe no contaba la verdad para temas irrelevantes (no quieran imaginar para temas importantes), adornaba la realidad con fantasías y cuando se veía cogido in fraganti, reconducía su discurso intentando aseverar que tú eras el que se equivocaba.
Si recuerdo alguno de estos engaños absurdos en el futuro, le dedicaré una entrada, porque seguramente les hará reir ;)

23 noviembre 2006

¿Qué sentido tienen las mentiras absurdas? I

El trabajar 8 años con una persona te permite comparar sus opiniones y afirmaciones a lo largo de del tiempo. En el caso de mi jefe era más fácil si cabe, debido a su ligereza de palabra y su afán por recalcar ciertas cosas una y otra vez. Aunque reconozco que, a veces, su opinión tan voluble, hacía imposible determinar que afirmó la primera vez y a que idea se aferró al final. De lo que consigo recordar, hubo mucho que comentó y de lo que luego se desdijo. Mi malestar y preocupación se basa en que algunas de esas mentiras eran tan absurdas y estúpidas que te planteas que si es capaz de mentir en eso, ¿en qué otras cosas más importantes lo hará? Otra duda me ronda por la cabeza: ¿qué sentido tenían esas mentiras? ¿para qué? ¿no era más lógico decir la verdad?
En los pasados días narré como a los pringadillos nos cambiaron de empresa para no acumular antigüedad. Según mi jefe, este hecho se debía a que la ley exigía diferenciar la empresa entre una parte administrativa y una técnica. No puedo afirmar ni negar que se tratase de una mentira pero, desde luego que parece raro. Poco tiempo después, en una conversación relajada que tenía con mi jefe en la calle, y si no me equivo por la tarde después de salir de trabajar, aseveró que el nombre de la empresa era fruto de un error. Mi empresa se llamaba ##### S.A. (no pongo el nombre, porque no es importante para la narración de la historia). Según él, al inscribirse en el registro mercantil, la persona encargada del papeleo se equivocó, poniendo S.A. a una empresa que no lo era. Parece un error de lo más lógico, una confusión de lo más habitual en un registro mercantil (nótese la ironía). Bien, 6 ó 7 años más tarde me enteré de que la empresa se había constituido como S.A. y siempre había sido una S.A. a pesar de que los socios anteriores habían vendido sus acciones a mi jefe y éste había quedado como administrador único. Creo, corríjanme si me equivoco, que una S.A, no puede tener menos de dos socios, pero en caso de que todos los socios vendan a uno, sí. ¿Qué sentido tenía contarme esa mentira? ¿Por qué y para qué? ¿Alguien tiene alguna idea?

22 noviembre 2006

Las traiciones del jefe

Con los nuevos cambios que se estaba produciendo, no tardarían en caer mas víctimas. Hacia finales de ese año 2000, si la memoria no me falla, perdimos a otro compañero. En este caso, por causas diferentes. Él llevaba más tiempo que yo en la empresa. Uno año más para ser exactos, y como me había ocurrido a mí, "realizó" las prácticas en la empresa y se quedó trabajando, como todos los nuevos, por un sueldo más que discutible. También era miembro, del selecto club, de los pringadillos de la tarde. Muy buena persona. Su contrato terminó cerca del fin del verano, y como nos había pasado a otros, estaba en espera de que lo renovaran, pero mientras tanto seguía trabajando. Ignoro las excusas que el jefe le daría para no tener su nuevo contrato a punto, puesto que si seguía currando es que lo querían en la empresa. Las semanas pasaban y no le decían nada. En esta situación y valorando los antecedentes de la empresa, decidió irse porque dudaba mucho que le renovaran. Desde el punto de vista de la empresa (en mi opinión personal) la coyuntura era ciertamente interesante: tener a un trabajador formado y conocedor de la empresa, pagándole lo justo, sin la empresa pagar a la seguridad social y a hacienda, y encima tenerlo retenido con falsas expectativas de renovarle (el que calla otorga, como dice el refrán). ¿Cúanto tiempo más le hubieran tenido así, si no se hubiera ido? ¡Menudo ahorro para la empresa! La panacea de la productividad empresarial malentendida.
Como decidió marcharse, paso directamente al club de los traidores. No importa si el jefe quería que se quedara o que se marchara. Bastó con que tuviera iniciativa propia e inesperada para la empresa. Al igual que el compañero anterior fue calificado como: mal profesional, que la empresa había hecho más por él que él por la empresa, etc... Si quedó algún fleco suelto, la culpa, por supuesto, era suya que había dejado colgada a la empresa. Otro final mancillado para un trabajador que había cumplido sus obligaciones.

21 noviembre 2006

Los traidores al jefe

Uno de los aspectos fundamentales del comportamiento de mi jefe durante todos estos años fue que nadie, excepto una persona, salió por la puerta de delante. Jajaja, no piensen mal, cuando estabamos en el garage sólo había una puerta por donde salir, y cuando nos mudamos, solíamos salir por la puerta de la calle. Me refiero a que nadie salió bien parado de la empresa. Se fuera (por sus propios medios o con ayuda) o la echaran, el jefe luego sólo contaba pestes de esa persona.. Como esos compañeros se habían ido, muchas veces no volvías a saber de ellos, pero cuando te los encontrabas y te contaban su versión de los hechos.... ¡vaya, vaya! no se parecía en nada a la del gerente.
El primer caso tuvo lugar a partir de esas famosas reuniones después de la hora de cerrar y servían para que el jefe nos contara historias catastróficas sobre el futuro de la empresa. A parte de los tres que estabamos en el turno de pringadillos, había otro compañero que estaba de mañana y se encargaba de los temas de cableado, entre otras cosas. Este compañero, también era prescindible y estaba contratado en la "empresa fantasma" que se había creado, para evitar que acumuláramos antigüedad. Al contrario que nosotros, sí llegó a un acuerdo con el jefe para cobrar en función de los trabajos realizados. Al dedicarse a montar redes físicas y configurar, estaba fuera la mayor parte del tiempo y podía facturar más cantidad de trabajo suyo de lo que podíamos hacer nosotros. De esta manera, a él le salía más rentable trabajar de esa manera. O al menos eso creo yo. Le preguntaré la próxima vez que lo vea.
Hacia principios del año 2000 dejó la empresa. Me acuerdo porque por esa fecha empezamos otro compañero y yo a montar las redes. Lo que desconocía era que estos trabajos extraordinarios se debían a la marcha del compañero (en otra entrada comentaré estas nuevas y emocionantes aventuras). Al poco tiempo de su salida (segundos o minutos), el jefe comenzó a rajar de él. Decía que era un pésimo profesional, que había dejado colgados a muchos clientes, que le caía mal a los clientes en general, que no terminaba las cosas y acudía tarde a las citas, que no había cumplido sus compromisos, que se había quedado con material de la empresa, y claro, que había dejado mal al gerente... Suena muy feo. Con esa actitud, lo mejor era que se fuese, para siempre. Esta leyenda negra se había sostenido hasta hace pocas fechas, cuando pude nuevamente hablar con él y me contó su versión.
Padeció lo que llamaremos: "el mito de la agenda", es decir, tienes libertad para organizar tu trabajo, de hecho la empresa te exige que seas autosuficiente para ello, pero como al jefe (o acólitos) le dé la gana, te manda a hacer otra cosa y se queda tan pancho. Como ya conté, era demasiado habitual que te dijeran que hicieras otra cosa a mitad de un cometido, pero sin aclarar la situación a tus clientes. Tenías que ejecutar lo que se te ordenaba y además responsabilizarte antes los afectados por tu desacierto. Claro, a costa de tu honor, tu cara, tu profesionalidad... El jefe (y acólitos), sin embargo, revoloteaba cual alegre querubín en un día soleado, indemne a cualquier satisfacción*.


* Según la Real Academia Española:

satisfacción.

(Del lat. satisfactĭo, -ōnis).

1. f. Acción y efecto de satisfacer o satisfacerse.

2. f. Razón, acción o modo con que se sosiega y responde enteramente a una queja, sentimiento o razón contraria.

3. f. Presunción, vanagloria. Tener mucha satisfacción de sí mismo.

4. f. Confianza o seguridad del ánimo.

5. f. Cumplimiento del deseo o del gusto.

6. f. Una de las tres partes del sacramento de la penitencia, que consiste en pagar con obras de penitencia la pena debida por las culpas cometidas.
a ~.

1. loc. adv. A gusto de alguien, cumplidamente.
tomar alguien ~.

1. fr. satisfacerse (ǁ volver por el propio honor).

Solucionados los problemas del cambio

Hola nuevamente, parece que ya he solucionado algunos problemillas que se produjeron cuando cambié a Blogger- Beta. Salían las tildes como símbolos raros y se me caducó la versión de prueba del contador. Como nota, decir que si picas sobre el primer mapa mundi, debería aparecer una nueva ventana con zoom. Si no aparece es que tienen bloqueadas las ventanas emergentes en el navegador.
Para los que utilizan Internet Explorer, comentarles que todavia no he resuelto el problema de visualización, a sí que les saldrán sólo la barra izquierda y la central en primera instancia. La barra derecha hay que encontrarla al final del blog. Creo que se debe a no se que del "padding" O_O

Los comienzos del software

En el episodio anterior asistimos al nacimiento de un nueva actividad económica en la empresa. Con el apoyo del nuevo revolucionador de la empresa, la tantas veces malograda intención de mi jefe de vender software parecía despuntar en el horizonte, con expectativas de generar negocio. Según él, era todo ventajas y ningún inconveniente. En el caso de los ordenadores la competencia cada vez era mayor, los márgenes de beneficio caían, los clientes cada vez tenían mayores conocimientos y demandaban marcas, componentes y configuraciones concretas, además estabamos a las puertas del euro (a menos de dos años), con lo cual nacieron muchas empresas de informática, que supuestamente servían para lavar dinero negro. El software se presta a menor competencia en ciertos ámbitos y se puede comercializar con un gran valor añadido, que además es muy difícil de apreciar y rebatir por parte del cliente.
Esta fue la sentencia de muerte para la tienda y el taller. Ejecución que se produciría 3 años más tarde. Pero no adelantemos acontecimientos.
Al principio, el nuevo comercial y los chicos de prácticas de programación formaron el núcleo del nuevo departamento. Nunca he sabido que prácticas recibieron, puesto que nosotros en ese momento no teníamos programadores, así como que tampoco sé a que se dedicaban exactamente, por dedicarme a otras tareas diferentes. Cuando les vea, les preguntaré. El caso es que mientras ellos empezaban a rodar, el área en la que yo estaba tuvo que hacer un sobreesfuerzo para mantener la reciente actividad de la empresa. Ello significó una carga extra de obligaciones durante muchos tiempo. Este punto es importantísimo debido a las acusaciones que tendríamos que sufrir cuando se cerró nuestro departamento años más tarde.
Si ya les he contado que mis jornadas de trabajo eran eternas y las presiones muchas, ahora además las tendría incluso más largas y más intensas. De esta forma, empecé gradualmente a dormir menos horas; seis, cinco, cuatro , tres, dos... y varios días a la semana, ninguna. Estoy hablando de periodos de varios meses a un año. Recuerdo acostarme un sábado por la tarde y no despertar hasta el domingo a medio día. Lo curioso, es que cuando entras en esta dinámica, no te enteras. Llevas un nivel de trabajo y estrés tan alto, que te acabas acostumbrado. Internamente te estás quemando, pero eso no lo percibes en esos momentos, sólo cuando estás a punto de reventar eres consciente de tu estado. En ese instante te cae todo el peso de lo que has estado cargando y no queda de ti más que un pelele alienado. En los siguientes años esta sería la tónica general gracias a los malos procederes del jefe, su mano derecha, y más tarde su mano izquierda.

20 noviembre 2006

Cambio a Blogger - Beta

Me he pasado a Blogger beta, que parece que ofrece nuevas funcionalidades para el blog, como la de incluir etiquetas. Poco a poco, miraré de que va. Entretanto, el blog se ha quedado patas arriba en algunas cosas.

Hasta que lo solucione, disculpen las molestias.

El nuevo empleado

Hacia el año 2000 entró a trabajar a la empresa un nuevo empleado. Para mí, el comercial en toda su esencia: mucha facilidad de palabra, facilidad para convencer a los clientes, facilidad para prometer cosas técnicamente muy complicadas de hacer y facilidad para escapar indemne de las meteduras de pata. Tenía ganas de trabajar, ideas, ganas de innovar y demasiadas ganas de cambiar las cosas... lo que le llevaron rápidamente a ser mano derecha del jefe y todo lo que eso significaba para los demás.
Ese mismo año, volvimos a tener alumnos en prácticas. Llegaron dos del ciclo de administración de sistemas (redes) y dos de desarrollo de aplicaciones (programación). Ni que decir tiene que empezaron por las tareas de limpieza y desescombro del local. Yo apenas les veía porque estabamos en turnos diferentes.
Estas dos circunstacias (nuevo empleado con afán de inmiscuirse en los asuntos de la empresa y alumnos de programación) fueron el germen de nuevos cambios que se reflejarían con el paso del tiempo y que consistieron en la transición hacia un modelo de empresa de software, gradual y forzado. En mi opinión, un plan perfectamente llevado y ejecutado. De la misma manera, sirvieron para quitar la careta a mi jefe que durante estos dos a tres años, a pesar de lo contado, se comportaba con cierta normalidad. De aquí en adelante se descubrió y manifestó su verdadera forma de ser, aquella que estaba reprimida bajo una falsa máscara de talante y jovialidad. Pienso en él como un Doctor Jekyll y Mr. Hyde, pero a lo simplón, con falta de elegancia y estilo. Creo que en parte se debió a que este nuevo compañero alentaba sus ambiciones más profundas y que eran, según mi criterio, el ansia de dinero y de reputación (imagen) a cualquier precio. Impresionar más por la apariencia que por el contenido.

El programa de TPV

Tiempo antes de que entrara en vigor la nueva moneda (euro), la empresa se embarcó, junto con un programador, en la creación de un programa de TPV sencillo para pequeña y mediana empresa. El programador se encargaba de la parte técnica y la empresa de su comercialización. Se buscaba que los empresarios de nuestra zona tuvieran un software de uso sencillo, pero con una base potente para la gestión de facturas e inventario. Un TPV (terminal de punto de venta) es el dispositivo con el que nos facturan cuando vamos a un supermercado o una tienda. La típica pantalla con lector de código de barras e impresora de tickets, y aunque no lo vemos, muchas veces hay un ordenador oculto en el mueble del puesto. Yo hacía de puente entre los clientes y el programador, así como de beta-tester (el que prueba los programas para encontrar posibles errores).
Cuando llegaba a casa a las tantas... me ponía a probar el programa y aprender las últimas modificaciones que se le había hecho. También buscaba fallos. Por el día, transmitía mis sugerencias y las de los clientes al programador. Como la empresa mediaba de una manera un tanto etérea, los clientes acababan imponiendo lo que querían que fuera el programa. De esta manera, nos fuimos alejando cada vez más de su planteamiento original. Durante algunos meses estuve yendo a las empresas de un par de clientes a ayudarles a dar de alta artículos. Esto suponía para mí unas dos o tres horas por la mañana, y luego tenía que empezar mi jornada laboral normal. Volvía casa sobre media noche después del trabajo y hacía las comprobaciones que ya he comentado (una o dos horas) y buscaba soluciones a los quehaceres cotidianos de la empresa en internet. Al final trabajaba prácticamente todo el día, como unas 12 a 16 horas. A parte de tener que poner mi coche para desplazarme, pagar parking, etc... Los fines de semana lo único que quería era dormir y como los sábados trabajábamos por la mañana, perfectamente se nos podía hacer las tres currando a puerta cerrada. Si a esto añadimos las indirectas del jefe, sus llamaditas de comprobación de horarios y los compañeros y clientes cabreados, ¡tenemos un buen potaje de estrés e insomnio!
De todo aquel tiempo utilizado en el programa, el jefe no dijo ni "mu", a pesar de que conocía el esfuerzo que se estaba realizando. No hubo pago de horas extras, ni gratificaciones, ni días libres.
Más divertido aún: el día de rendir cuentas con el programador, es decir, el día de pagarle sus honorarios, mi jefe hizo una carambola a la cual se acostumbraría rápidamente. Me dice: "mira, el programador viene dentro de un rato, entonces quiero que le des esto (me entrega un sobre). Yo es que tengo que salir, y ya que te llevas bien con él, dáselo tú". Poco imaginaba que eso sería un pérfido honor. Una manzana envenenada. Cuando apareció el programador, le saludé y le di el sobre. Procedió a abrirlo, y después se produjo la cólera. Tras un año de trabajo se le entregaba un sobre con unos 400 euros. Sólo se habían vendido 3 licencias del programa, de las cuales una era un regalo para un familiar del jefe. Lo único que había cerca para descargar el enfado era éste que les está escribiendo. Ni el llevarme bien con él me libró de la embestida. Al final las aguas llegaron más o menos a su cauce, pero el dolor de estómago y la sensación de impotencia no me la quita nadie. El programador me comentó que ya hablaría personalmente con el jefe cuando tuviera a bien dejarse ver. Poco después de irse, reapareció mi jefe. Le conté lo sucedido y puso cara de circunstancias, aparte de decirme:"¡cómo puede hacerme esto (el programador) con todo lo que hace que nos conocemos!" Sí , han leido bien: """la víctima era mi jefe""" (y lo redacto con muchas comillas para que se aprecie la ironía ;-) ). Al que recibió la bronca, aquí presente, ¡qué le den!, hablando mal y claro.
El episodio continuaría tiempo después con nuevas argucias por parte de mi empresa... pero eso ya es otra historia.
Algunos "sospechabamos" que mi jefe, cuando se tenía que enfrentar a alguna situación comprometida en la que no quería dar la cara, se iba a dar una vuelta, o se apostaba calle arriba o calle abajo hasta que pasaba el temporal. De ahí el sorprendente hecho de que aparecía o llamaba poco tiempo después de ocurrieran los sucesos desagradables que con tanto esmero evitaba.

18 noviembre 2006

Los parlamentos al final de la jornada

Hace un par de días comenté que el jefe aprovechaba para hablar de ciertos temas de trabajo fuera de horas de trabajo. En mis primeros tiempos en la empresa, parece que había ciertos problemas económicos para pagar los sueldos. Digo "parecía" porque con este gerente muchas cosas no eran lo que parecían. En varias ocasiones se reunió (después del trabajo) con el turno de los pringadillos, para comentarnos esos problemas y que la alternativa que nos daba para no echarnos a la calle, era que trabájasemos a comisión. Es decir, nos pagaba un mínimo (el sueldo mínimo interprofesional, que en aquella época sería de unas 65.000 pesetas) y el resto sería lo que consiguiéramos por comisiones. Estas comisiones eran un pequeño tanto por ciento de cada trabajo realizado, pero no incluía comisión por ventas. Lo que en palabras claras nos proponía era: trabajar todo el día (en el local o en casa) por un importe menor a lo que cobrábamos en ese momento, que eran unas 105.000 ptas. (aprox. 630 euros/mes). Afirmo esto porque como ya hemos visto: no se cobraba trabajos a los amigos (que eran muchos), no se cobraba a muchos clientes que eran "estratégicos", no se pagaría comisión por las ventas de equipos o hardware (y eso suponía tiempo para cada venta), se tenía que hacer el trabajo de otros compañeros, pero no lo podías facturar a tu nombre, etc... Al final, ¿qué hicimos? No aceptamos esas condiciones y no nos echaron. Al contrario, tiempo después se contrató a más empleados. Por eso pongo en duda el discurso de mi jefe, que puede ser que en un momento concreto fuera válido, pero que el tiempo demostró que era mayoritariamente falso.
Otras veces, mi jefe se sentía aburrido, y nos empezaba a contar sus batallitas. Podía ocurrir cuando estabas trabajando o cuando ya pretendías salir por la puerta para irte a tu casa. Te podía dejar una hora sin hacer nada o acabar con tu paciencia, porque le tenías que prestar atención. Al principio me impresionaba bastante, pero la reiteración en las historietas y el conocimiento cada vez mejor de esa personalidad (mentiroso compulsivo y megalómano), defraudaron la fascinación que me producía. A lo largo de los años cada vez le puse menos interés y me dedicaba a hacer mi trabajo mientras hablaba. Luego al final de mes, volvía a quejarse de que no trabajabamos lo suficiente, pero claro, no valoraba el tiempo que nos hacia perder con sus historias.

Cuando se exige, pero no se recompensa

En cierta ocasión, durante mis prácticas, el jefe le dijo a uno de los empleados que arreglara un ordenador de un "amigo", o persona que según él, le reportaría pingües beneficios (naturaleza del beneficio indefinida: que le presentara a alguien importante, que lo invitaran a comer, que lo dejaran entrar a algún club social de calidad, etc...). En esa época el horario era partido. Se salía a la una y se volvía a las tres, después de comer. Este compañero, a la una, se fue a su casa como tiene que ser. No había terminado de reparar el ordenador. A las dos llega el jefe y pregunta por el PC. Le comentan que no está terminado y que quien lo estaba reparando se había ido a comer. Empieza el sujeto a ladrar improperios y a proferir aullidos, que todos los que estabamos allí nos quedamos pálidos. "Porque yo he dicho que quería esto terminado para las dos", "porque aquí la gente tiene los huevos cuadrados", "porque yo digo las cosas y se las pasan por el forro de los mismísimos"... Ni que decir tiene, que cuando el empleado regresó, lo puso a caldo.

Este personaje exigía despóticamente no sólo el cumplimiento de tus obligaciones, sino la realización de otros trabajos, como fuera y a la hora que fuera. Eso sí, sin ningún tipo de petición ni recompensa posterior, como pagos u horas libres. Lo más divertido era que además la empresa no cobraba la reparación, por tratarse de un "amigo", pero sí reprochaba a final de mes el no producir lo suficiente. De esta manera, acusaba a los empleados de los problemas económicos que pudiera tener la empresa. Algunas veces eran ciertos, y otras, esos problemas, no eran tan ciertos.

17 noviembre 2006

El "amigo" del jefe

Como ya comenté en alguna entrada anterior, mi jefe carecía de criterio respecto a lo que segundos o terceros le contaban, de tal manera que se creía cualquier cosa, siempre que fuera favorable a sus intereses o que pensara que era lesivo para su negocio o para su imagen personal. De esto último también hablaré en futuras entradas.
Si, por ejemplo, un cliente venía y le decía que habíamos hecho algo mal, automáticamente el daba por buena esa versión. No se reunía con nosotros para tratar de aclarar la situación, ni nos ofrecía la posibilidad de réplica. No estimaba que el cliente le estuviera engañando, aunque ese cliente demostrase con antelación tener una integridad más que discutible en su perorata . Pero aún más, si esa persona era rica o tenía algún puesto o familiares importantes, su narración de los hechos se convertía en una verdad absoluta e incuestionable. Y esa es una historia que otro día contaré.
Una tarde, como de costumbre, cerramos la puerta de la empresa a las nueve. Nosotros seguíamos dentro trabajando, haciendo la caja, acabando los pedidos, etc... Se supone que estas cosas se deberían terminar antes de la hora de cerrar, pero como ya he contado, a veces se nos hacía hasta la una de mañana, sobre todo a mí. Apróximadamente a las nueve y diez de la noche, alguien empujó la puerta y entró. Se trataba de un "amigo" del jefe que venía con su mujer. Este señor nos tuvo hasta las diez de la noche haciendo presupuestos de equipos que ni siquiera iba a comprar. Después de haberse distraído, se marchó y gracias a él perdimos una hora que luego hubo que recuperar.
Pero ahí no acaba todo. Lo más importante que sucedió es lo siguiente: a partir de ese día nuestro jefe nos llamaba todas las noches justo antes de cerrar, para comprobar que estábamos allí. También lo hacía los sábados a primera y a última hora. Las razones de las llamadas eran tan estúpidas e infantiles como que se había equivocado marcando, para comprobar si se había dejado un papel en la mesa, para que le miraramos un número de teléfono en la base de datos, para que le buscásemos una factura de un cliente, para saber si habíamos recibido una mercancía, etc... Los días que se quedaba con nosotros en la empresa, se iba justo cinco minutos antes de cerrar y antes de salir también nos contaba alguna excusa absurda, que por otro parte sobraba. Yo no soy su padre y donde iba y venía era asunto suyo, no me lo tenía que justificar. Muchas veces recibíamos llamadas en las que la persona del otro lado de la línea permanecía en silencio. Sólo percibías su respiración a través del aparato.
¿Casualidad? Para nada. Con el tiempo llegamos a descubrir, que las mercancías se esperaban para otros días, que los clientes que se supone que iba a llamar nunca fueron llamados, que los papeles estaban demasiado bien visibles como para perder mucho tiempo buscándolos...
Lo que me enoja de este suceso no es que el jefe cuidara con celo su empresa, sino su prepotencia para escuchar a unos y dar por sentadas sus mentiras y sobre todo, su cobardía, por no hablar o tomar medidas en cuanto a su desconfianza, sino intentar por todos los medios forzar o crear una situación que no existía. Lo único cierto, es que ninguno salimos nunca antes de nuestra hora, sino todo lo contrario, pero tuvimos que aguantar durante años el desdén de este individuo.

15 noviembre 2006

Ejemplo práctico del "factor jefe" en la caja

Tomemos un modelo ideal en el cual se desarrolle nuestro ejemplo; ausente de toda perturbación externa como la invasión de extraterrestres y los victimismos económicos gerenciales.

Ejemplo: En una empresa, los pringadillos del turno de tarde se incorporan al trabajo y disponen de un cambio de 100€ en la caja. Al finalizar la jornada se ha facturado productos y trabajo por valor de 800 euros. Un transporte entrega mercancía por valor de 300 euros. Se produce un "factor jefe" (ir de tintos con unos amigos) de 200 euros, desconocido por los currantes, debido a la aletoriedad del suceso. Averiguar la cara que se les queda a los pringadillos del turno de tarde.

La ecuación elemental de la caja dice:

Caja == cambio + facturas - pagos + factor jefe

Caja == 100 + 800 - 300 + x == 400


Se determina que x=-200, pero como es una incógnita, un pringadillo no lo puede saber.

Lo que un pringadillo si sabe es que: valor hipotético de la caja = 600 euros,

y efectivo real que hay en la caja es 400. Por lo tanto 600 - 400 = 200, con lo cual hay una sustracción de 200 euros. Como la cara de los pringadillos del turno de tarde es directamente proporcional al descuadre de la caja, se resuelve que:

Cara de los pringadillos del turno de tarde ==

Cuando haces la caja... El "factor jefe"

Es el elemento que causa entropía* en un sistema, es decir (en mi caso), el sujeto que te causa un malestar generalizado debido a sus acciones ilógicas y/o perversas.

Nuestro jefe, se pasaba, algunas veces, parte o toda la tarde con nosotros. Otras, sólo venía un momento. No era inusual que atendiera a clientes y cobrara facturas o que se llevara dinero de la caja para hacer sus cosas. Tenía la mala costumbre de no anotar o comunicar tales acciones. De esta forma, te veías hasta la una de la mañana intentando descifrar porqué no cuadraban los valores. Con mucho esfuerzo conseguíamos seguir la pista de algunas cantidades, pero de otras era imposible. Cuando es muy tarde en la noche y tienes descuadres de más de 50.000 pesetas y no sabes que es lo que ha pasado, sólo piensas en una cosa: "¿que pasará mañana cuando vuelva al trabajo?". Así me pasé muchas noches en vela, esperando al día siguiente para confirmar que no habíamos metido la pata y que el factor jefe había influido en los resultados. Creen ustedes que hubo alguna disculpa, algún "esto no volverá a pasar", algún "les informaré la próxima vez" ... jajaja, pués sí, pero como luego volvíamos a lo de siempre, no tuvo ningún sentido.

Ecuación fundamental de la caja. (el "factor jefe" es positivo si cobra pero no apunta y es negativo cuando sustrae y no anota).


Caja == Cambio + facturas - pagos + "factor jefe"

Cuando haces la caja y no cuadra

Una de las obligaciones o responsabilidades que teníamos los del turno de los pringadillos, era hacer la caja al final de la jornada, o bien, cuando buenamente se podía, en las horas extras que expíabamos*. Parece fácil, por un lado cuentas el dinero que has ingresado y por otro, sumas las facturas que has pagado y cobrado. El resultado de ambas adiciones tiene que ser el mismo. Pués no es tan factible. Tienes que tener en cuenta dos cosas: el que te equivoques cobrando, pagando o haciendo las operaciones y el factor "jefe".

La primera vez que hicimos una caja, nos descuadró 100 pesetas (60 céntimos de euro). Estuvimos una hora entera revisando todo, hasta que al final dimos con la solución, que era simplemente un baile de números. ¡Una ansiedad horrible por sólo 100 pesetas! Teniendo en cuenta las anteriores entradas que he narrado, no es para menos. Podían acusarte de ladrón o cualquier cosa peor. Hubo ocasiones en que llegamos a poner dinero de nuestros bolsillos, para intentar irte a casa y dormir algo más tranquilo. Te pones a pensarlo ahora y menuda idiotez.


* Según la Real Academia Española:

expiar.

(Del lat. expiāre).

1. tr. Borrar las culpas, purificarse de ellas por medio de algún sacrificio.

2. tr. Dicho de un delincuente: Sufrir la pena impuesta por los tribunales.

3. tr. Padecer trabajos a causa de desaciertos o malos procederes.

4. tr. Purificar algo profanado, como un templo.

MORF. conjug. c. enviar.