Con esta entrada voy a abrir una especie de ciclo dedicado a la Navidad en mi empresa. Iré publicando algunas anécdotas a lo largo del mes de diciembre. Será divertido comprobar como pasábamos estas fechas en la empresa. Fechas especiales para unos, horribles para otros y dementes para nosotros ;)
Mi jefe y la Navidad no se llevaban muy bien. Ignoro las causas. Lo que no ignoro es que si a ti no te gusta algo, no vayas fastidiando a los demás para ser protagonista. Este era el caso del gerente. No podía dejar de pasar desapercibido, puesto que pensaba que eso era una merma de su autoridad. Lo lamentable era que elegía los peores momentos para hacerse notar. De esta manera, su crédito en vez de quedar reforzado, quedaba menoscabado. No ganaba aprecio con sus polémicas acciones. Esto quedará fielmente reflejado en las tarjetas y felicitaciones de navidad. Pero vayamos por partes.
A lo largo de las 8 Navidades que me tocó sobrevivir en aquel lugar, nunca tuvimos una comida o cena Navidad a cargo de la empresa. De hecho, la entidad debería haber acuñado o patentado la expresión: "ni una **** peladilla". No digo que invitara a una opulenta comida, repleta de ricas viandas y manjares, ni siquiera que compartiera unos caramelos o unos polvorones, ni siquiera que ofreciera un café de máquina de 50 céntimos... Definitivamente, no obsequió ni una sóla peladilla.
Vale, no es una obligación de la empresa. No tiene porque hacerlo, al menos que yo sepa, pero los pequeños grandes detalles marcan la diferencia. La diferencia entre un líder a seguir o un líder a repudiar. Si venías arrastrando discrepancias a lo largo de todo el año, estos pequeños gestos pueden ayudar a limar esas desavenencias; por el contrario, si lo que haces es fomentarlas, acabarás consiguiendo que los empleados se distancien del administrador y de la empresa. Otra razón importante es la ingente cantidad de horas extras que realizábamos y ya que la empresa "no era capaz" o no quería pagarlas, por lo menos que se marcara un detalle.
En alguna ocasión quedamos algunos compañeros para ir a comer, pero por nuestra cuenta. Como el descontento era generalizado y no sólo hacia la empresa, sino que bullía entre los propios integrantes de la organización, no conseguimos tener una verdadera unión entre todos. Una pena, desde luego.
Mi jefe y la Navidad no se llevaban muy bien. Ignoro las causas. Lo que no ignoro es que si a ti no te gusta algo, no vayas fastidiando a los demás para ser protagonista. Este era el caso del gerente. No podía dejar de pasar desapercibido, puesto que pensaba que eso era una merma de su autoridad. Lo lamentable era que elegía los peores momentos para hacerse notar. De esta manera, su crédito en vez de quedar reforzado, quedaba menoscabado. No ganaba aprecio con sus polémicas acciones. Esto quedará fielmente reflejado en las tarjetas y felicitaciones de navidad. Pero vayamos por partes.
A lo largo de las 8 Navidades que me tocó sobrevivir en aquel lugar, nunca tuvimos una comida o cena Navidad a cargo de la empresa. De hecho, la entidad debería haber acuñado o patentado la expresión: "ni una **** peladilla". No digo que invitara a una opulenta comida, repleta de ricas viandas y manjares, ni siquiera que compartiera unos caramelos o unos polvorones, ni siquiera que ofreciera un café de máquina de 50 céntimos... Definitivamente, no obsequió ni una sóla peladilla.
Vale, no es una obligación de la empresa. No tiene porque hacerlo, al menos que yo sepa, pero los pequeños grandes detalles marcan la diferencia. La diferencia entre un líder a seguir o un líder a repudiar. Si venías arrastrando discrepancias a lo largo de todo el año, estos pequeños gestos pueden ayudar a limar esas desavenencias; por el contrario, si lo que haces es fomentarlas, acabarás consiguiendo que los empleados se distancien del administrador y de la empresa. Otra razón importante es la ingente cantidad de horas extras que realizábamos y ya que la empresa "no era capaz" o no quería pagarlas, por lo menos que se marcara un detalle.
En alguna ocasión quedamos algunos compañeros para ir a comer, pero por nuestra cuenta. Como el descontento era generalizado y no sólo hacia la empresa, sino que bullía entre los propios integrantes de la organización, no conseguimos tener una verdadera unión entre todos. Una pena, desde luego.
2 comentarios:
Siempre supe que su aversión a la Navidad y cualquier símbolo típico de esas fechas le cegaba tanto que era incapaz de ver y aprovechar la circunstancia para hacer negocio. Indudablemente, es una época marcada por el consumismo, eso está claro, pero si el gerente de una empresa sabe jugar sus cartas, puede atraer a posibles clientes con algo tan simple como algunos detalles de decoración navideña... en fin ... se trataba de el jefe y su especial y particular visión del mundo.
Vamos, tiene un odio visceral a la Navidad, a la religión, etc... Pero traducido en violencia. Una vez pensé que iba a pegar a alguien por nombrar esos temas y discrepar de él.
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