
En cierta ocasión, durante mis prácticas, el jefe le dijo a uno de los empleados que arreglara un ordenador de un "
amigo", o persona que según él, le reportaría pingües beneficios (naturaleza del beneficio indefinida: que le presentara a alguien importante, que lo invitaran a comer, que lo dejaran entrar a algún club social de calidad, etc...). En esa época el horario era partido. Se salía a la una y se volvía a las tres, después de comer. Este compañero, a la una, se fue a su casa como tiene que ser. No había terminado de reparar el ordenador. A las dos llega el jefe y pregunta por el PC. Le comentan que no está terminado y que quien lo estaba reparando se había ido a comer.
Empieza el sujeto a ladrar improperios y a proferir aullidos, que todos los que estabamos allí nos quedamos pálidos. "
Porque yo he dicho que quería esto terminado para las dos", "
porque aquí la gente tiene los huevos cuadrados", "
porque yo digo las cosas y se las pasan por el forro de los mismísimos"... Ni que decir tiene, que cuando el empleado regresó, lo puso a caldo.
Este personaje exigía despóticamente no sólo el cumplimiento de tus obligaciones, sino la realización de otros trabajos, como fuera y a la hora que fuera. Eso sí, sin ningún tipo de petición ni recompensa posterior, como pagos u horas libres. Lo más divertido era que además la empresa no cobraba la reparación, por tratarse de un "amigo", pero sí reprochaba a final de mes el no producir lo suficiente. De esta manera, acusaba a los empleados de los problemas económicos que pudiera tener la empresa. Algunas veces eran ciertos, y otras, esos problemas, no eran tan ciertos.
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