08 noviembre 2006

El primer verano

Después de haber "finalizado" las prácticas, empecé a trabajar. Hacia finales de junio recibí una primera paga de unas 86.000 pesetas (todavia no existían los euros). Sí, era una mierdilla de sueldo, pero recien terminado el ciclo, sin experiencia y trabajando, yo me sentía muy feliz con mi minisueldo. Lo que aún no tenía era contrato. Imaginaba que estarían arreglando los papeles y que en breve lo obtendría, jajaja (risita irónica).

El verano suele ser una época tranquila para el tema informático. La gente está de vacaciones y no suelen hacer uso de los equipos, o posponen su arreglo para septiembre.
De aquel verano sólo recuerdo un par de experiencias: la primera fue los problemas que tuvimos con una asesoría, que a poco de acabar julio (creo), nos dieron un ordenador (Pentium ó 486) para instalarle un escaner nuevo, que no se lo habíamos vendido nosotros, además. Ese ordenador tenía un software de gestión de nóminas entre otras cosas que funcionaba bajo MS-DOS (ventana negra con cursor parpadeante ;-) ). Ese escáner sólo funcionaba en Windows 95. Le pregunté a la chica: "¿lo formateo y le instalo el sistema?". Ella respondió: "". Al día siguiente ya tenía un flamante sistema nuevo con escáner funcionando, pero, upsss, nos llaman después de llevárselo y nos dicen: "¿dónde están los programas?". Le dije que los programas se habían perdido al formatear. ¡Dos días para finalizar el mes y montón de nóminas que hacer! ¡Me encanta la presión! Por varias razones, entre ellas mi inexperiencia, aquello se convirtió en una guerra. Fui, intenté hacer andar aquel programa en Windows 95, ¡pero que va!, no había forma ni con las copias de seguridad en las manos. Empezaron las peleas entre las dos empresas y yo en medio. Al final mi jefe cesó la relación con esa empresa que además, no eran clientes nuestros. Por supuesto, se quedaron con su escáner funcionando, pero sin sus nóminas. Yo me sentía protegido. Sabía que la culpa no era mía, yo había hecho bien el trabajo que se me dijo, aunque luego hubieran problemas. Tenía la sensación de que la empresa velaba por sus empleados. Esa fue la primera de las dos o tres veces que me defendió de un cliente, jajaja (risita irónica).

¿Por qué cuento esta historia de abuelito cebolleta? Porque los siguientes ocho años, la empresa, no sólo no me defendió de los clientes, sino que, al contrario, me los echó encima para que se desahogaran conmigo. De esta forma mi jefe se ahorró muchos disgustos. Problemas que cargué yo solo la mayor parte de las ocasiones.

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