12 noviembre 2006

El día a día

En septiembre como dije anteriormente, me hicieron un nuevo contrato por seis meses, con las características de los anteriores. Este, si no recuerdo mal, fue uno de los que no tenía en mi haber. Un dato curioso es que a veces entregabas los contratos firmados, pero no te devolvían tu copia.Empezamos a trabajar por las tardes. Al principio era más o menos cómodo, hasta que los clientes empezaron a acostumbrarse a los nuevos horarios. Nosotros teníamos nuestras tareas que hacer, pero además nos endosaban trabajos los otros compañeros. Muchas veces equipos de empresas que tenían que estar reparados para el día siguiente. Naturalmente tenían prioridad sobre nuestros compromisos existentes. Podías pasar media o toda la tarde arreglando un ordenador, que no podías facturar con tu nombre (cuando se facturaba...) y que además hacia que te ganaras la enemistad de clientes.
¿Cómo es eso? No lo entiendo. Es muy sencillo: uno se compromete con un cliente para tenerle listo el trabajo, en la tarde, o al día siguiente. De repente llega tu jefe y te dice: "eso no, haz esto". Obviamente no vas a mandar a freir espárragos al jefe. Viene tu cliente y le tienes que decir que el trabajo que te habías comprometido a cumplir no está. Al cliente unas veces no le importa, pero otras, se enfada. No se le puede decir que su equipo no está siendo reparado porque expresamente tu jefe te ha dicho que eso no es prioritario. Tienes que inventarte una disculpa. De esta manera ya estás quedando mal y de paso estás mintiendo. Pero mejor aún, eso mismo te pasa al día siguiente. El cliente se enrehostia, pero no con la empresa, sino contigo que das la cara. Mientes nuevamente y te inventas una excusa de porqué no está terminado el trabajo, en el cual tú o un agente fantasma es el culpable de esta situación. Ya has quedado dos veces mal. Terminas el trabajo y no le puedes cobrar lo que es, porque si no se monta un pollo que vamos... El jefe sin embargo parece un tipo jovial y bonachón. Queda muy bien con el cliente contándole sus historias. La percepción es la siguiente: el dueño de la empresa es un tío de puta madre, mientras que los empleados son unos chapuzas y unos pésimos profesionales. Si tienes la mala suerte de que encima el equipo no le funcione cuando llegue a casa, la próxima que lo veas, corre, corre y no dejes de correr. Luego el jefe mira la factura cuando el cliente se ha ido, y te echa la bronca por tardar mucho tiempo en hacer las tareas y no cobrarlas como es debido. Al final de mes además ya notas sus indirectas como que no produces y que no te mereces el sueldazo (85.000 pesetas) que cobras. Además tus compañeros, que te obligan a hacer otros trabajos (porque el jefe es un cobarde y no sólo no se atreve a poner orden, sino que además disfruta la situación), te echan la bronca si algo les sale mal con ese equipo que tú debías montar o arreglar y claro les dicen a las empresas que has sido tú el responsable.

Conclusión: haces el trabajo de otros, no lo puedes facturar a tu nombre, la mayoría de las veces ni se factura, no puedes cumplir tus compromisos, mientes a los clientes, se enfadan contigo, tienes que asumir una culpa de la careces, tu jefe no pone la cara, pero cae muy bien a los clientes, sin embargo tú eres un gusano rastrero que además no se merece su sueldo.

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