11 julio 2007

Resumen I

Después de muchos meses narrando esta historia conviene hacer un resumen. De esta manera podré sintetizar todo lo ocurrido a lo largo de todos aquellos años. Para los que me leen desde hace poco, será una buena forma de ponerles en antecedentes. De cualquier forma, recomiendo encarecidamente la lectura del blog para que puedan comprobar como a veces, la realidad supera la ficción. Para los que me siguen desde hace mucho, será una buena forma de recordarles como se fraguó todo este despropósito imposible, que es la historia de Erkemao.
Todo empieza cuando, a punto de concluir mi ciclo superior de administración de sistema informáticos, fui a hacer las prácticas a una empresa de mi localidad. Lo primero que nos encontramos mi compañero y yo fue un garaje habilitado como tienda y reparaciones. Lamentablemente este negocio nos tenía reservadas muchas sorpresas, entre ellas, tener que limpiar, adecentar y construirnos nuestro propio lugar de trabajo. Algo muy interesante, cuando se supone que nos estaban esperando para darnos las "prácticas". Después de tenernos un par de meses sin apenas aprender nada, mi jefe decide acabar las prácticas unilateralmente. Me ofreció seguir trabajando con ellos y a mi compañero, crítico con la empresa, lo echó fuera. Debí darme cuenta en ese momento de que pierna cojeaba el gerente. En fin, la posibilidad de tener mi primer trabajo serio, hizo que me quedara. Pasaron varios meses y seguía sin contrato. Finalmente se me hicieron varios a lo largo de 3 años. Todos de tipo basura y con prórrogas y periodos de una semana sin trabajar ( a efectos teóricos) para que no acumulara antigüedad. Poco a poco me fui involucrando más y más en el trabajo. Consistía en ensamblar, reparar y vender PCs y hardware en general. Cada día que transcurría, pasaba más tiempo dedicado al trabajo: de 8 a 16 horas al día, cuando mi jornada era de 6 ó 7. Mi sueldo era irrisorio y a pesar de las horas, el esfuerzo y las responsabilidades, no mejoraba. Mientras tanto, algunos compañeros habían salido mal parados de la empresa por un jefe cada vez más despótico. Un día llegó un nuevo compañero. Rápidamente trepó, convirtiéndose en la mano derecha del jefe. Sus ideas empezaron a hacer efecto en la bestia dormida que era el gerente. Poco a poco empezó a mostrar su otra cara: la del jefe despótico, vengativo, cobarde y embaucador. Con este nuevo compañero, la empresa abrió una nueva rama de actividad: el software. Poco a poco fue ganando peso, aunque era mantenida por el esfuerzo que se hacía en el mío. Llegado cierto punto mi jefe se empezó a meter en temas de dinero fácil: las subvenciones. El software le podía reportar muchos más beneficios puesto que no se podía valorar tan fácilmente ni su coste ni su precio de venta. Así, mi departamento empezó a convertirse en una molestia que había que hacer desaparecer. Mientras tanto yo había llegado a un punto en el cual no dormía, tenía depresión aunque no lo sabía y mis horarios y responsabilidades no tenían límite alguno. Usado como "colchón" humano para aguantar las embestidas de los clientes enfadados, mi jefe no tuvo ningún reparo en echarme a las "bestias" para poder escapar indemne. Frustrado, cansado, amargado y desilusionado, un día decidí ceñirme al horario, evitar que los clientes se desahogaran conmigo y lo hicieran con el responsable, es decir, mi jefe. Eso me valió su venganza. Consciente de que yo podía salirme de su tela "psicológica" de araña y conocedor de mi personalidad insegura y sumisa, el gerente arreció sus acometidas, llegando a la difamación pública delante de compañeros y clientes. A estas alturas de la historia yo me había sumido en un profundo pozo personal. Mi esfuerzo no se valoraba, mi sueldo no se incrementaba, había perdido mis relaciones personales y encima se me insultaba. La táctica de mi jefe era hacer creer que yo y los demás éramos responsables de cualquier supuesto mal en la empresa. Carente de toda reacción, aguantaba y creía casi convencido lo que decía el gerente. Ciertamente puede llegar un punto en la vida de una persona en la que la única luz que ves es la que ciega y no la que orienta. La empresa había hecho bien sus deberes y entre el acólito número 1 y el gerente habían conseguido meterse de lleno en el tema de las subvenciones para el software, pero mi departamento, el de hardware seguía resistiendo. Finalmente junto con la inclusión en el grupo directivo de la acólita número 2 se consiguió cerrar mi rama de actividad. Números fraudulentos y mentiras lo consiguieron hacer. Ahora empezaba el tiempo del purgamiento. Los pringadillos, aquellos empleados de 2ª clase, cuyo sometimiento satisfacía a mi jefe, merecían un correctivo: uno, por ser chusma explotada y dos: sobre todo por intento de rebeldía, es decir, tratar de hacer su trabajo afrontando y superando todas las pruebas y zancadillas que ponía la propia empresa. Demasiados decepciones se llevó mi jefe al comprobar que éramos más duros de roer de lo que él pensaba.
Esencialmente, este largo periodo de 6 años se caracterizó por la falta de respeto del gerente hacia algunos de sus empleados, los pringadillos, entre los que yo me encontraba. En esos 6 años había trabajado, en horas, el equivalente a 8 años y medio: en pésimas condiciones, soportando el abuso del algunos compañeros, clientes y el gerente, había hecho todo lo que la empresa me había exigido y había pagado muy caro ese esfuerzo a nivel laboral y ante todo, personal. Pero mi sufrimiento no había concluido, me esperaba mucho más...


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