23 junio 2007

El cierre

En este punto de la historia sucedieron tantas cosas y tan deprisa que no puedo establecer en que orden se produjeron, de forma que se las narraré como buenamente pueda. No importa la sucesión de los acontecimientos sino su contenido.
Una vez todo dicho, sólo tocó esperar. Se supone que a la empresa le quedaba más o menos un mes de vida. Eso es lo que dice la ley según he leído por ahí. A los trabajadores nos tienen que dar un preaviso de 30 días antes de ejecutar el despido por las manifestadas causas objetivas económicas. Pero mi empresa era muy especial. Lo hemos ido viendo en cada post de este diario. Repentinamente, al par de días, mi jefe nos reunió de nuevo y con prisas. Nos dijo: "ya no puedo más, hay que cerrar la empresa. Mañana vendrán con los papeles para que los firmen". Yo les tengo que dar un preaviso, pero estas cosas las venimos hablando desde hace tiempo, y hace por lo menos un mes, les manifesté el posible cierre de la empresa. Entonces es como si ya se los hubiera dicho. Me he estado aguantando todo este tiempo por si conseguíamos dinero por otro lado, pero las cosas no van y hay que cerrar ya". Claro, claro como ya había nombrado en algún momento la palabra "cierre" se daba por hecho que era así. Justamente igual que cuando me decía que me iba a dar un día libre o a pagar los finiquitos que me debía, pero ¡vaya!, eso nunca lo hizo. Las palabras sirven cuando interesan y cuando no, se las lleva el viento. De esta manera a uno no le da tiempo de preguntar, de asesorarse y demás. Sin embargo la empresa sí había podido hacerlo. Naturalmente ahora exigía presteza y rapidez en la firma, como siempre que algo le convenía. Cuando no le convenía, las cosas se demoraban hasta la eternidad. Le aplaudo: plas, plas, plas. Firme en su forma de ser hasta el final.
Realmente no me importaba tanto el cierre, como las prisas por firmar. Nuevamente no iba a disponer de tiempo para hacer consultas o ir a un abogado, pero he aquí que me tomé las cosas con calma. Si yo no firmaba, no se podía cerrar nada. Una vez tuviera los papeles en las manos ya tomaría una decisión. El volver a hacer algo que ya le había dicho en la reunión que no me gustaba que me hiciera, iba a tener una respuesta.
Al día siguiente llegaron los papeles, puntuales como todo aquello que le convenía a mi jefe. Nos los repartieron. En ellos se establecía como fecha del preaviso el mes anterior, cuando alguien en algún sitio y en algún lugar había nombrado la palabra "cierre", según dicen. Se establecían los días de indemnización y las forma en que se iba a abonar la correspondiente indemnización. Por supuesto estaba redactado para que la empresa saliera lo menos perjudicada posible: "un 40% lo abonaría el FOGASA y el 60% restante lo abonaría la empresa cuando pudiera". Aquella frase me encantó. Resumía de una forma absolutamente minimalista la esencia filosófica del negocio: "cuando pudiera", es decir, había una supuesta voluntad de acción, pero matizada con un verbo condicional. "Cuando pudiera" podía significar mañana, el mes que viene, el año que viene o nunca. Conociendo como se las gastaba mi jefe, ¿por qué dudar que ocurriera esto último?.
Seguí leyendo aquel documento y me encontré con lo que buscaba; en uno de los apartados se especificaba que disponía de un plazo de 20 días para reclamar (¡ojo! 20 días laborables, que incluye los sábados) en caso de que no estuviera de acuerdo. Eso era fundamental. En 20 días podría asesorarme y confirmar la validez de lo que estaba ocurriendo. Miré la ley en Internet para asegurarme de que no era un engaño. Consulté a la asesoría una y otra vez hasta que se cansaron de decirme que la firma no me comprometía y que podía reclamar. Imagino que luego le comunicarían mis dudas al gerente, y éste pensaría que yo no iba a reclamar nada. El profesional le había dicho como tenía que hacer las cosas y como callar voces discrepantes. Ya lo veremos.
Ese día se "supone" que murió mi empresa. Acme S.A. cerraba sus puertas. A esta fecha le seguirían unos días muy animados de investigación, de nuevas negociaciones, de nuevos proyectos fabulosos en la imaginación del gerente, de consultas en el sindicato, etc... Los clientes no habían sido informados y teníamos una serie de responsabilidades que cumplir con ellos. No fue tan sencillo como cerrar la puerta para no volver, hubo que seguir yendo a terminar las cosas, y mientras tanto descubrí como las cosas no son como te las dice el asesor de la empresa, pero tenía mis 20 días para mover ficha ;).

2 comentarios:

Kt. dijo...

De todos los post que te he leído, éste ha sido el que más intrigada me ha dejado!... Malvado! jajaja

Ya has sabido de mi ausencia, pero volveré...


Besos Erke, Buen domingo.

Erkemao dijo...

Hola kt!!! mmm hay que darle emoción a la historia, ¿pensabas que esto iba a acabar tan sencillamente como un cierre?... ¡qué va! En mi empresa siempre había un paso posterior. Recuerda que mi jefe siempre tenía que tener la última palabra... pero ¿qué pasa si a mí también me da por tener la última palabra? ;)

Besitos.

PD: tu ausencia es bien recibida si estás bien y tu tiempo lo empleas en las metas que te has propuesto ;) Prefiero verte menos por aquí y saber que eres más feliz.
:)