Los meses pasaron lentos hasta que por fin se celebró el juicio. Durante ese tiempo intenté , sobre todo descansar. Hacer cosas en casa e irme a la playa en los días calurosos. Necesitaba despejarme de tantos años de intoxicación laboral. Los recuerdos eran demasiado cercanos para que poder alcanzar la paz y la tranquilidad. Tuve que buscar pruebas para defender mi reclamación, y que además fueran lo suficientemente sólidas como para que mi jefe no las recurriera. Iba a ser una cuestión harto complicada. Sin acceso a la contabilidad y a datos económicos poco podía demostrar. Luego el ingenio, la suerte y otros factores me permitieron conseguir unas pocas, pero interesantes evidencias como para poder luchar contra mi jefe y su asesor. En cualquier caso yo era muy pesimista respecto a la justicia. Pensaba seriamente que las leyes estaban hechas para los empresarios y no para los trabajadores, que por mucho que yo dijera o probara, cualquier insulsa palabra en las normas sería suficiente para echar abajo todo mi derecho. Mi empresa, durante demasiado tiempo me había mostrado como caminar al filo de la ley sin cortarse. El asesor de la empresa había sido muy claro: "como desmostraremos en el juicio", ¿qué ases tenía guardados en la manga mi jefe? Tal vez testigos amañados, como lo había intentado en un juicio anterior. Tal vez alguna firma amañada en algún documento clave. Muchas ideas extrañas pasaban por mi cabeza, tratando de averiguar que elementos "de fundamento" podía usar mi jefe delante de un juez. Estaba claro que contaba con el apoyo de un asesor dedicado a estas lides y que posiblemente tendría preguntas muy estudiadas para que yo contestase lo que que el quería que el juez oyera. Preguntas en las que respondes si o no a hechos parciales, convirtiendo un pequeño fragmento de la realidad en una verdad absoluta. Creo que había visto muchas películas de abogados, donde la víctima era convertida en mentirosa o en idiota con cuestiones formuladas por un letrado cuyo mérito consistía en hacer creer que un sí o un no describía lo que había ocurrido, cuando posiblemente no fuera representativo de absolutamente nada. Por esta razón pensaba que la ley es ley, pero no justicia. El mes anterior al juicio fue bastante tenso. En vez de relajarme todos aquellos meses, mi rabia había ido en aumento. No tenía ganas de encontrarme de nuevo a mi jefe. Me lo imaginaba contado sus mentiras al juez, sin escrúpulo alguno, haciéndose pasar por la víctima inocente de un complot organizado por unos empleados envilecidos, ávidos de cobrar sin trabajar, aprovechándose y abusando de un gerente honesto y desinteresado. ¡Hay que ver las paranoias que se le vienen a uno a la cabeza en ciertas circunstancias! Yo estaba bien representado por mi abogado, pero por ello no dejaba de ser pesimista. Quienes teníamos que probar los hechos éramos los que no teníamos posibilidad de entrar en los archivos y consultar si se había pagado una nómina cuando no había un contrato de por medio. Mi jefe sólo tendría que decir: "eso es falso", y su palabra tendría más valor que la mía. Con estas pocas esperanzas fui a los juzgados.
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