03 julio 2007

La llamada

La pasividad intencionada o no intencionada con que mi jefe había tratado el tema de la denuncia desembocó en una citación para resolver el asunto en el SMAC (Servicio de Mediación, Arbitraje y Conciliación), tema que trataré más detenidamente en la próxima entrada de este blog. A pesar de todos mis intentos por solucionar las cosas sin tener que recurrir a terceros, hubo finalmente que hacerlo. Durante casi dos semanas esperé por la llamada del gerente o su asesor. No se pusieron ni en contacto con mi abogado. La respuesta que me dio mi jefe fue que no había tenido tiempo y que se le había olvidado. Reconozco que el gerente tenía muchos problemas en esa época, pero claro, su olvido me podía costar perder la posibilidad de reclamar y eso no era de recibo. En cualquier caso, el tema me parecía lo suficientemente importante y el aviso tan claramente expresado que mi jefe tenía que haberle prestado más atención. Después de la última conversación telefónica habían pasado más de 10 días y no había vuelto a saber nada de él. Tenía el presentimiento de que me llamaría en el último momento. No sé porqué, pero algo me decía que lo haría. Efectivamente, se puso en contacto conmigo el día anterior a la conciliación. No tengo ni idea de que pensaba lograr y que pensaba ofrecerme, pero lo cierto es que yo tenía muy claras las cosas. Le dije: "Sea lo que sea que quieras decirme, ya tengo una persona que me representa. Habla con mi abogado y ponte de acuerdo con él". Se acabaron los argumentos y se acabó la conversación. Aquello no le gustó nada a mi jefe. Tener que enfrentarse a abogados no era su fuerte y siempre me pareció que trataba de evitar a los que sabían más que él, sobre todo en el tema de derechos y obligaciones laborales. Le era muy sencillo hablar a los empleados sobre trabajo, pero cuando había un letrado por medio, se dañaba todo. Seguimos hablando un rato más, tiempo que me permitió desahogarme un poco a pesar de la tensión con la que sostenía el auricular. Le recordé que le había dado un montón de oportunidades y que no las había aprovechado, que de buena fe había intentado evitar llegar a mayores, buscando la forma de resolver el problema antes de llegar a terceros. Le comenté que la opinión que me daban tres profesionales del ámbito laboral no se correspondía con la que sostenía su asesor y que por lo tanto había algo mal hecho en la cuestión del cierre de la empresa, el despido y la indemnización. Por lo tanto, había que arreglar ese defecto.
Luego me puse más serio dentro de la gravedad de la conversación. Le comenté como me había enterado que él había intentado comprometerme en un asunto del cual yo no tenía ninguna idea. Eso estaba muy mal y era muy feo. Trató de explicar e imponer que la empresa tenía derecho a utilizar a sus trabajadores como mejor quisiera (sin comentarios), que eso era un derecho, a lo cual le respondí que la ley le podía dar todos los derechos del mundo (más absurdo si cabe teniendo en cuenta que yo estaba despedido), pero lo que no podía hacer era decir que yo había estado en una reunión en la cual nunca estuve, ni decir que yo había afirmado que iba a hacer una cosa que nunca dije, con lo cual volvíamos a saltar del terreno laboral al personal. Yo me imaginaba como iba a acabar esto: "el jefe pregona que Erkemao ha dado su visto bueno a realizar un trabajo. El trabajo se cobra pero no se cumple porque técnicamente es imposible y Erkemao no tiene los conocimientos que predica el gerente, el cual lo sabe de sobra. Finalmente, Erkemao es acusado de falta de profesionalidad y de ladrón, mientras la empresa vocifera a los cuatro vientos que Erkemao los ha engañado a todos para cobrar el dinero". Le recordé que meses atrás habíamos tenido una reunión en la cual no le pedí que me compensara las miles de horas extra, los días libres prometidos, las vacaciones perdidas, etc... sólo le había exigido una cosa, y era: respeto. Se lo dejé bien claro. Pero parece que algo tan sencillo le costaba mucho entenderlo. En estas circunstancias no había nada que negociar, ni hablar, ni arreglar. Para finalizar le hice hincapié en un tema que no le gustaba nada: "tú tienes un representante que te asesora y busca lo mejor para ti. Ahora yo también tengo un abogado que me representa y busca lo mejor para mí. Es lo justo". Sé que eso le molestaba un montón. Durante años se había aprovechado de estar asesorado, mientras los empleados no nos habíamos movido para hacerlo. En este momento, un pringadillo había decidido hacer como su jefe y eso fastidiaba y mucho, a pesar de que mi jefe dijera: "claro, claro a mí no me importa que se asesoren" ;)
Para concluir me preguntó si no había forma posible de resolver el problema: Le volví a comentar que todo tenía que ser a través de mi abogado y si no, nos veríamos en el SMAC. No trato de seguir con el tema y antes de despedirnos quedamos emplazados para el día de la conciliación.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora sí se pone más interesante la cosa...la guerra comenzó! Eso era lo que estaba esperando.

Erkemao dijo...

jajaja, esta es una guerra de palabras, pero acuérdate de lo que dije en un post:"mi jefe siempre tenía la última palabra, tuviera razón o no" ;)

Kt. dijo...

Si su cuello hubiese sido tu celular en ese momento, tal vez ya fuese cádaver tu jefe! jejeje (que macabra)

Oye! eso de que él tenía la última palabra no me gustó y para nada! sospecho que a estas alturas tu no has cobrado nada de lo que ACME tenía que darte y lo que es peor! por lo que leí en los comentarios de la entrada anterior, creo que si tuvo la última palabra!

Ay! noooOOO dime que este final será bonito, si?

Guillo dijo...

Muy interesante, una pelea de intereses llevado al plano legal y en igualdad de condiciones en cuanto a asesoría. Se va a poner bueno hasta el final.

Saludos

Erkemao dijo...

jajaja, ya lo asfixiaba con las palabras, pero la verdad es que podía haber intentado quedar con un poco más de antelación, avisarme de ciertas cosas, buscar soluciones, etc... básicamente contar conmigo y no el "yo mando y ordeno y haces lo que yo digo o lo que quiero que hagas". Tanto que predicaba el caracter "matricial" (todos al mismo nivel) de la empresa, pero luego se comportaba como un déspota. La situación había cambiado y si quería una futura empresa de socios, ya no valía el seguir considerándome un prigadillo. En fin, que seguía queriendo dirigir peones como en una partida de ajedrez, sacrificándolos cuando le convenía. Y la llamada era un intento desesperado cuando se dio cuenta de que ya no valían las actitudes del pasado.
jajaja, respecto a lo segundo, la historia de Erkemao es una historia tragicómica que puede acabar de muchas maneras y siempre mi jefe tenía la última palabra, aunque no tuviera la razón.
El final se producirá posiblemente antes de que termine esta semana.
Pronto lo sabremos. ;)

Besos.

Erkemao dijo...

guillo más que pelea de intereses, es la exigencia de respeto de una persona, llevada hasta los límites en que un tercero, con poder, decide, puesto que una de las parte se niega a respetar a la otra. La reivindicación del trato justo y la esperanza de un antecedente para que si algún día otro pringadillo se topa mi jefe, las cosas sean diferentes. Y por extrapolación, a todos los pringadillos y a todos los jefes.
jajaja, hasta sonó poético, pero sí, lo resumiste en pocas palabras.

Saludos.