13 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación I

A lo largo de la semana contaré un de hecho que aún pareciendo intrascendente resulta importante para mostrar el cambio que se estaba produciendo en el seno de la empresa, y que acabaría con la disolución del taller de reparaciones. En este periodo ya había despertado la verdadera "bestia" que era mi jefe, años oculta tras un velo de simpatía y bonachonería. El sonido del los engranajes de la confabulación y la intriga sonaban altos tras los muros de la indolencia que los escondían y pusieron de manifiesto esa famosa cita atribuída a Maquiavelo: "el fin justifica los medios".
El 1 de enero de 2002 se cambia oficialmente a la nueva moneda, el euro(€). Esto traería consecuencias inmediatas y a medio y a largo plazo. Con anterioridad, ya se había producido una serie alteraciones a nivel doméstico. En el caso de mi empresa, (y todas las empresas) el problema consistía en que había que modificar el programa de facturación, para adaptarlo a las nuevas exigencias. Al entrar en vigor el uso del euro, todas las facturas debían tener su valor en esta moneda y su equivalente en pesetas. De esta manera, se permitía minimizar el impacto que suponía la relación 1 €=166,386 pts y que volvía loco hasta al más versado en la ciencia matemática. Nosotros usábamos un programa que había sido diseñado por un programador, con las indicaciones de mi jefe, con lo cual estaba hecho a la medida de nuestro negocio. El software en cuestión nos permitía: dar de alta mercancía, facturar, realizar cambios de componentes, llevar históricos de los movimientos de los productos, inventarios, RMA, control de números de serie, búsquedas potentes, informes, perfiles de usuario, etc... todo ello bajo una base de datos muy fiable. El programa ciertamente estaba muy completo y era muy útil, pero le faltaba todavía algunos módulos. ¿Qué problema suponía esto? En principio, ninguno porque el programa se iría completando con el tiempo, pero como hubo diferencias entre mi jefe y el programador (El programa de TPV), el software no se llegó a adaptar nunca a las exigencias que los cambios propiciaban. Además el programador consiguió otro trabajo más productivo, con lo cual no continuó escribiendo líneas de código. Mi jefe siempre se quejaba de que el profesional lo había dejado colgado y no había cumplido sus promesas, por lo que, entre otras cosas, no se llegó a implementar el módulo de conversión a la moneda única. Visto lo visto por mí durante todos aquellos años, y sabiendo como se las arreglaba el gerente para ciertos pagos, tengo la impresión de que algo no cuadra en su lamento...
Mi jefe no cesaba en su empeño de conseguir que el programa funcionara como él quería para el año 2002, por lo cual creo que intentó, sin éxito, modificar los ejecutables y ficheros ".ini"*. Recordarles que por esa época, año 2001, ya contábamos en nuestra plantilla con dos compañeros dedicados a software, que el año anterior habían entrado en prácticas. Fiel a su intención, el gerente, buscó otra forma de adaptar el programa. Y aquí es cuando entro yo en juego nuevamente.

* Los programas, para funcionar, necesitan un fichero ejecutable, es decir, aquel que arranca la aplicación. Muchas veces estos ficheros tienen el mismo nombre que el programa. Comúnmente los asociamos a los iconos del escritorio, que no son sino un enlace a ese fichero ejecutable, necesario para hacer funcionar el software.
Los archivos ".ini" suelen ser pequeños ficheros de texto que guardan parámetros de configuración necesarios para que el programa funcione adecuadamente. Cuando hacemos clic sobre un icono de un programa, se pone en marcha un fichero ejecutable, que suele leer el contenido de un archivo ".ini" asociado.
Esto ocurre en muchos casos, aunque no en todos.

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