27 febrero 2007

El nuevo balance de poder: los acólitos ahora mandan

En pleno derrocamiento y caída del taller de reparaciones y la tienda, ocurrió un hecho fundamental para la empresa. El acoso a nuestro departamento era palpable, pero todavía no tan explícito. Ahora, una nueva aberración tomaba forma en la mente de mi jefe, apoyada por una inesperada cambio del viento. Pero no todas las vilezas dan el resultado deseado a largo plazo. Mi empresa, que era una Sociedad Anónima (por mucho que mi jefe dijera que no), estaba dirigida por un gerente que además era el único socio real y administrador único. Existía además una persona apoderada, que tenía una serie de responsabilidades de importante calibre en la empresa. Esto permitía a mi jefe o gerente realizar una serie de escaramuzas contables y legales que le permitían mantenerse intocable ante cualquier problema que pudiera surgir. Estaba escondido detrás de esa persona apoderada, que a parte de tener demasiada responsabilidad y trabajar demasiado, no cobraba como otros compañeros nuevos de rápido ascenso. Esas obligaciones le podían costar muy caras en caso de que las triquiñuelas y malas gestiones del gerente provocaran un problema grave. Mi jefe se sentía muy feliz. Tenía siempre alguien que le cuidara las espaldas y cargara con las culpas, en todos los niveles de la empresa. En vez de ser la cara del negocio, era el culo del negocio y tenía una buena lista de comodines que usar cuando las cosas se pusieran feas. La persona apoderada, al final rehusó, después de muchos años, tan comprometido cargo. Eso le valió el odio eterno de mi jefe. Ahora estaba sólo ante el peligro. Estaba realmente fastidiado y molesto. En pleno punto de ebullición de los trapicheos, su mejor defensa se iba... Había que buscar a alguien para cargar con las culpas. ¿Dónde encontrar un salvador? Ah, los acólitos merodeaban, cuales buitres sedientos de carne. El poder tira mucho, y la billetera también. De la noche a la mañana aparecieron dos nuevos apoderados. Mano derecha y mano izquierda. Un nuevo balance de poder. Pero esa libra se balanceaba arriba y abajo con violencia. Ninguna de las partes estaba conforme con su cuota de autoridad, y quería más. Mi jefe contento: nuevas defensas para sus trapiches y lucha encarnizada por trepar. Trabajarían duro y explotarían a los empleados para contentar a su jefe. Pero no todo le salió tan bien al gerente. Los acólitos no estaban dispuestos a rasgarse las vestiduras por la empresa. No estaban dispuestos a asumir las responsabilidades que hasta ahora había asumido la otra persona. Es decir, mi jefe les había tentado con poder y dinero, pero ellos a cambio no le ofrecían protección. Mi jefe ahora sí tendría que dar la cara ante los problemas. Lo que había puesto delante como protección no era un muro, sino unas simples y leves cortinas, que levantarían el vuelo, al más simple indicio de responsabilidad. La jugada le había salido mal.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso le pasa por subestimar el poder del lado oscuro (y femenino, en este caso) que fue la que desequilibró el triumbirato de poder encabezado por el infame gerente.

Erkemao dijo...

Desde luego. Todavía recuerdo una reunión en la que los dos acólitos se acusaban el uno al otro. Aquella reunión derivó en un enfrentamiento entre ellos, al margen del resto de los que estábamos en la sala. Realmente patético. Al final, cuando una de las partes, con más información, se dio cuenta de que las cosas iban para atrás, decidió que mejor ahora y con algo en las manos, que esperar y salir con nada.

Anónimo dijo...

Ese tío, el jefe o dueño, sigue todos los patrones de un mafioso. ¿Nunca lo escuchaste decir "¿Me estás hablando a mí?"...? Mientras se señala el pecho con un dedo.

Muchas gracias por pegarte una vuelta por tu blog mellizo al otro lado del océano.

Erkemao dijo...

cebolla jejeje, ahora no lo recuerdo, pero a lo mejor. Mi jefe era de una especie muy peligrosa, un lobo con piel de cordero. Con él todo parecía perfecto, muy embaucador, te contaba muchas cosas.. pero luego me di cuenta de que casi todo eran medias verdades o mentiras (era un mentiroso compulsivo) y además rencoroso. aunque te ponia cara de buena persona, tenía su Mr Hyde latente. Raramente te gritaba, pero... No digo que fuera mala persona en general y menos con sus amigos y con algunos empleados, pero de mi experiencia y de la que vi con otros como yo, sólo puedo extraer una conclusión ;)
Gracias por pasarte por el blog. Estaré atento a tus historias.
Saludos.