25 febrero 2007

Los falsos clientes

Nuevo día y nueva e interesante historia sobre la psicología humana. ¿Qué es lo que nos mueve a hacer ciertas cosas y a tomar ciertas decisiones? A veces, no es del todo comprensible. Hoy les narraré la actitud de muchos "buenos" clientes y esquivaré hacer referencia al gerente. ¿Se lo han creído? Por favor, él es fundamental en cada nuevo relato. Esta narración viene a aportar un granito más de arena en el misterioso y espeluznante caso del taller de informática desmantelado por mi empresa. Pongámonos en antecedentes: políticas restrictivas de venta y reparación, empresa orientada al software porque daba pingües beneficios y toda una serie de despropósitos maquinados y puestos en ejecución por la cúpula dirigente de la empresa, con el jefe como elemento imaginativo y los acólitos como elementos alentadores de la psicosis gerencial.
Durante la mayoría de años que estuve en aquel negocio, mi jefe tenía la fea costumbre de hacer la pelota en exceso a los clientes, llegando muchos de ellos a prácticamente no pagar nunca por ningún servicio. Estos clientes estaban relacionados con ciertos círculos en los que mi jefe quería introducirse o había "cierta" amistad. Pocas veces se conseguía una verdadera proyección comercial y lo que realmente quería mi jefe (ver comentarios de La acción de mejora nº 37), en mi opinión, era figurar y aparentar por estar en contacto con esas relaciones. Esto produjo un acomodamiento de los interesados, que no eran pocos. A cambio de ampliar el número de relaciones del gerente, hacíamos mucho trabajo gratis, que luego era duramente objetado por la propia persona que lo consentía y lo alentaba, es decir, mi jefe.
Cuando mi departamento paso a tener su cierta "independencia" y nosotros tomábamos parte de las decisiones y teníamos que cumplir objetivos de ingresos y beneficios, que nunca antes la empresa se había planteado, se estableció una serie de tarifas por trabajos concretos: instalar un software, instalar un hardware, eliminar un virus, etc. Estas tarifas fueron aplicadas a todos los clientes, independientemente de su afinidad con el jefe. Por otro lado, él ya no quería estar en contacto con muchos de ellos, debido a que estaba en una nube de poder y no le interesaban las relaciones con el populacho. Además, se había dado cuenta que con la delegación de responsabilidades, conseguía no enfrentarse con los clientes enfadados, ya que eso era obligación del departamento. Como nosotros teníamos que producir, para que no nos echaran broncas o cerraran el taller, debíamos ser estrictos con los cobros, y no se podía hacer excepciones. De esta manera, cuando los "falsos clientes" y "falsos amigos" del jefe se encontraron con facturas, montaron en cólera. Decían: "Yo no he pagado nunca, ¿a cuenta de qué tengo que pagar ahora?". Nosotros no entendíamos el problema: si nunca habías pagado, ¿qué más te da pagar una vez al menos? ¿Se imaginan que hicieron todos esos clientes? Se marcharon a otros negocios. Preferían pagar el doble en otro lado, que tener que pagarnos una simple factura a nosotros. Increíble pero cierto. Algunos de ellos incluso quisieron que les llevara sus temas al margen de la empresa, y estaban dispuestos a pagarme lo que yo exigiera. Tuve que hacer de tripas corazón y evitar la tentación, puesto que tenía poco tiempo y en la empresa ya me estaban amargando mucho, como para tener que aguantarle a mi jefe la cantinela de que le robaba los clientes. Con la fuga de clientes, y la "permisividad" de mi jefe al respecto, dábamos un nuevo paso hacia el cierre del taller.

Ahora, ¿me pueden responder a la pregunta que les formulé al principio de esta entrada?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez más, inauguro yo la ronda de comentarios... jejeje.

Cuando llegó a la empresa la época del delirio (sí, esa en la que todo parecía como parte de un programa de cámara oculta y a simple vista nada tenía sentido) se podría decir que el taller era como un grano en el culo del gerente y que le dolía justo cuando se sentaba... no pensaba en otra cosa que quitárselo de encima como fuera y este pensamiento era compartido por el acólito nº1 y la "100% incuestionable" AKA "¿Estás dando un curso de formación interna?"

Qué mejor manera de hacer caer en desgracia a una cuerda de vagos apreta-tornillos que dedicarte a ofrecer servicios gratuitos a ciertos buitres (digo clientes) de los cuales además se les podía sacar partido por otro lado???

Erkemao dijo...

Exactilyquá! X-D esa era una buena forma de decirte: no trabajan, no producen, son unos ociosos y gandules, a los que estoy manteniendo. Lo importante no es ganar, es hacer perder al otro. Menuda filosofía de la vida que tenía el jefe. Se puede redundar con: "y si jodes a los que más hacen por ti, mejor que mejor. Entre tus nuevas amistades quedas como el verdadero tipo duro". Al final es como el ajedrez, donde vas sacrificando los peones, pero mira por donde, la reina salió por patas cuando le tocaba mover, y la torre se autocomió. El resto de las piezas se mudaron a otros tableros. Creo qeu entonces entendió lo importante que es conservar algunos peones. ;)

Anónimo dijo...

La contestación a tu pregunta es muy larga. La hago corta: porque somos imbéciles (o gilipollas).

Erkemao dijo...

jajaja, muy bueno Cebolla. Esa es la expresión minimalista ;) Creo que también es por buenos, inocentes y nobles: el perfil ideal para los depredadores empresariales. Presa fácil de cazar.
Por otro lado, ¿qué movía a esos "clientes" a quedarse contigo cuando todo era gratis, pero irse a la competencia aunque les cobraran el doble? mmmm ¿se sentían traicionados, tal vez? ¿o era la ira del que siente pillado in fraganti?
Gracias por leer y comentar.
Saludos.

Anónimo dijo...

muy bueno
te mando el mio hierroarte.blogspot.com