02 febrero 2007

Otra bronca de un cliente: cortesía de mi jefe

Esta es una muy buena anécdota para explicar como mi jefe escurría el bulto para escapar de clientes enfadados. En particular, de interesados a los que él había prometido cosas y como se había olvidado o había pasado de solucionarlas, acabó usando a sus empleados como escudos humanos. La filosofía de mi jefe, y según mi opinión personal es: "Ante un problema, coge a un pringadillo y ponlo delante. Cuando el cliente se canse de darle, entonces ya podré hablar con él tranquilamente. Le diré lo mucho que me he enfadado con el empleado por su falta de profesionalidad y encima voy a quedar como un tipo duro que sabe escarmentar a los ociosos y como un buen gerente que se preocupa de los problemas de sus clientes". Esta manera de pensar servía para muchos. Los podía engañar multitud de veces y siempre salir bien parado. Pero a otros clientes no era tan fácil tomarles el pelo, y menos a aquellos que le conocían desde hacía mucho tiempo o le habían tratado a menudo.
En cierta ocasión, sábado por la mañana para más inri (se ve que lo mío es aguantar broncas los sábados), estaba haciendo varias tareas en mi empresa: reparar ordenadores pendientes, atender teléfonos y clientes, etc... cuando repentinamente aparece mi jefe. Permaneció unos minutos y luego me dijo:"Erkemao, mira, que se me olvidó decirte ayer que hoy por la mañana temprano tenías que ir casa del cliente X. Haz lo siguiente: llámale y discúlpate por el retraso... no sé, dile cualquier cosa... como que estabas liado, o que te olvidaste, ya sabes, cualquier mentira piadosa, que no es una mentira eh, sino claro es por un despiste, pero eso no es mentir. Queda con él para que te diga donde está su casa y le solucionas el problema. Perdona por no habértelo dicho antes (cara de perrito apaleado, como diciendo, tío tienes que ponerte en mi lugar, porque el cliente se va a enfadar, y tú no quieres que me jodan, ¿verdad?)". Bien, el cliente en cuestión, es otro viejo amigo (o no tanto) y además una persona pública muy conocida en mi comunidad autónoma. ¡Qué bien! Lo llamo y le empiezo a contar "la historia"... pero como que con este cliente no se puede estar con tonterías. Me interrumpe en medio de la llamada y me dice: "A mí no me importa lo que te haya pasado o que te hayas liado, tu jefe me dijo que estarías aquí a las 8 y media y ya han pasado casi 2 horas, en las cuales he estado esperando como un idiota. Esto no son maneras, tu jefe me había prometido arreglarme un problema y ahora vienes y me dices que te has entretenido con otra cosa... yo no estoy para juegos.... y bla, bla , bla, bla "... con una mala leche y un tono, que tenía el teléfono móvil separado un metro de la oreja y me retumbaba su voz en la cabeza... cuando a los 10 ó 15 minutos terminó, me dijo: "Mira amigo, lamento esta bronca que te acabo de soltar. Sé que tú no tienes la culpa. Perdona si te he ofendido o te he hecho pasar un mal rato, pero me has cogido rebotado. De verdad que lo lamento. Yo me imagino lo que ha pasado. Perdona nuevamente, por mi brusquedad y comportamiento, que no tienes porqué aguantar mi mosqueo. Ya hablaré con tu jefe cuando lo vea y le diré un par de cosas. Ya es tarde y me tengo que ir, así que no vale la pena que vengas a casa. Perdona nuevamente y buen fin de semana". Hasta me quedé tranquilo. Había soportado un cuarto de hora de ataque brutal, pero sus disculpas me parecieron sinceras. Además, el hecho de que dijera que se imaginaba lo que había pasado me hizo suponer que no era la primera vez que mi jefe le había dado plantón y había intentado escurrir el bulto. Digamos que ese fin de semana pude dormir. Por fin un cliente sabía de donde cojeaba el gerente y no se había dejado embaucar*.

* Según la Real Academia Española:

embaucar.

(De embabucar).

1. tr. Engañar, alucinar, prevaliéndose de la inexperiencia o candor del engañado.

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