05 marzo 2007

Las pruebas de la bestia: el catálogo de productos

En la entrada de ayer tuvimos la ocasión de comprobar hasta que nivel de complejidad era capaz de llegar mi jefe a la hora de ponernos obstáculos en el desarrollo de nuestro trabajo. Hoy les contaré otra de las macabras pruebas que nos tenía preparadas. Mucho más sencilla que la anterior, pero también con doble intención: si lo hacíamos mal, tendría una excusa para cerrar el departamento de hardware (reparación y venta de equipos, instalación y configuración de redes, etc...) y si lo hacíamos bien, buscaría la manera de que no fuera de su agrado, para finalmente cerrar el taller. Estaba claro que había tomado una decisión mucho tiempo atrás, pero no tenía argumentos legítimos para obrar. Para más inri, nosotros, los pringadillos, no estábamos dispuestos a esperar ese día sin luchar. Pasaba el tiempo y el jefe no conseguía lo que quería. Cada día que pasaba estaba más furioso e irritado. Más prepotente y más insoportable. Si hay algo que le cabreaba a mi jefe era no ser el centro de atención y que le pusieran en evidencia. Lo segundo, le estaba pasando demasiado a menudo.
Con todos estos rollos de las certificaciones que habíamos logrado, la burocracia acaparaba buena parte de la vida en la empresa. Pero no sólo eso. Además teníamos especies de planes de marketing que los desarrollaban increíblemente, no los encargados de eso, como podía ser el gerente y los acólitos, sino los propios técnicos. Menuda vergüenza. Las altas esferas sólo se dedicaban a filosofar, mientras que el populacho empresarial tenía que desarrollar tareas de las que no teníamos ni idea. Empezaron a aparecer palabrejas raras como: DAFO, que consistía en un análisis de la empresa dentro del mercado, la susodicha focalizar y muchas otras que no recuerdo . Otro montón de papeles con ideas etéreas que no se plasmaban en hechos reales y que venían a complementar las cada vez más abundantes y asiduas reuniones o pérdidas de tiempo en las que el jefe se vanagloriaba de sí mismo y de su "inteligencia". Todo ello dentro del marco de un montón de gente que se dormía en tales tertulias y dos ó tres acólitos que asentían como autómatas a todas las perfidias y alucinaciones del gerente. En base a todo esto, se exigió a mi departamento que creara un catálogo de productos, en el que se recogiera todos los equipamientos y servicios que "íbamos" a ofrecer. Debía contener: el nombre del producto, una descripción técnica, una descripción técnica ampliada, una descripción a nivel del cliente, una valoración en el cual hubiera un nivel mínimo de rentabilidad y otra serie de parafernalias que sólo tienen sentido en empresas grandes con productos específicos, y no en una PYME. Todo este desarrollo debía estar muy cuidado en cuanto a exposición y presentación. En la teoría no era difícil, pero el problema era que tenía que ser original, porque mi empresa era "original", además como les comenté era una trampa para buscarnos fallos con los que poder cerrar el departamento y además tenía que tenerse en cuenta la competencia, la cual no conocíamos porque no era nuestro trabajo ir por las tiendas pidiendo presupuestos. Para más presión, se nos echaba en cara que el departamento de software ya tenía un catálogo muy bueno desde hacía meses y que claro, nosotros no trabajábamos lo suficiente y teníamos que hacerlo mejor. Otra mentira de mi jefe, puesto que el departamento de software apenas tenía hechos los deberes y la mayoría de esos productos eran nombres sin contenido, pero bueno, sabíamos que era otra forma más de incordiar. Investigamos bastante y usando nuestro tiempo y esfuerzo lo sacamos adelante. Para darle cierto marketing y cierto atractivo, decidimos ponerles nombres en inglés a algunos de los servicios, servidores y equipos de sobremesa del catálogo. Error. El jefe dijo: "Esto no está bien. Esta empresa no trabaja en inglés, trabaja en español". Consigues realizar un muy buen trabajo y lo único que se le ocurre decir al sujeto neuralmente atrofiado ese era que no le gustaban los nombres en inglés. Ya les digo, que cuando hay ganas de fastidiar... Al final tuvo que aceptar interiormente, que de nuevo le habíamos ganado por la mano. Estaba muy enfadado. Seguían pasando las semanas y no podía con nosotros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con respecto al catálogo, en nuestro caso (departamento de software) lo teníamos más fácil, simplemente nos dedicábamos a desmembrar anteriores proyecto por funcionalidades... pero bien sabes, que la programación es abstracta y etérea. De cualquier forma, yo por aquella época ignoraba muchas de las penurias que pasaban al otro lado del tabique puesto que se repartían "latigazos" si despegabas la mirada del monitor... :(

Erkemao dijo...

Era un problema de "fe", asunto que merece su propio post.
De todas formas lo nuestro era la crónica de una muerte anunciada. Simplemente que el tipo no tenía valor para echar abajo el departamento porque le llegarían críticas argumentadas por todos lados y como él no soportaba eso, se seguía aguantando. Cuando al final no pudo más, lo hizo con la complicidad de los acólitos. Esta semana lo cuento.