24 marzo 2007

El mobiliario de la desidia

Este es otro de los temas de mi empresa que no puedo resistirme a narrar. Se trata del enésimo ejemplo de mala gestión, hipocresía, vanidad y soberbia del gerente. Me explico. No lo es en cuanto a las ventajas propias de tener unas mesas y sillas de oficina nuevas, a parte de las mamparas y las cortinas, anteriormente descritas. Lo es en cuanto al momento económico, las circunstancias y el agravio comparativo respecto a los miembros del taller en las etapas precedentes. Daba la sensación de que una vez muerto mi departamento, se permitía vía libre para hacer todo lo que antes no se había hecho. Parece como si el taller hubiera estado demorando el que la empresa "tirara la casa por la ventana". A mí, como miembro del selecto grupo de los pringadillos, me daba la sensación de que el negocio se estaba riendo de mí. Hubo muchas cosas que pedíamos o necesitábamos y que no podíamos alcanzar, repentinamente se cierra mi departamento, y todo aquello que antes no podía ser, ahora sí es posible. Aún abierto el taller y también poco tiempo después de la finalización de los trabajos forzados (los cuales aún no he terminado de exponer), la empresa adquirió mobiliario nuevo: mesas de oficina, sus respectivas cajoneras, sillas anatómicas, las citadas mamparas y cortinas... Al menos unas 18 ó 19. Una cantidad considerable para atender a todos los empleados venidos y por venir. Ignoro su coste, pero debió ser elevado. Mi jefe estaba en pleno éxtasis derrochador. Lo importante es la imagen. Ya se los he comentado a ustedes. Los clientes eran agasajados con expléndidos recorridos turísticos a través de todo el comercio, disfrutando de las explicaciones y las muestras de egolatría del gerente. Lo más curioso era que había ciertos problemas en los pagos, pero no se dejaba de comprar material. Sólo se me ocurren dos ideas: locura o expectativas de grandes ingresos. La primera, seguro ;) Cuando la empresa ya emprendió su caída irrefrenable hacia el vacío, eran frecuentes las llamadas de esta empresa de mobiliario, exigiendo la satisfacción de los cobros adeudados por mi negocio. Ignoro si al final todo fue arreglado, pero fuera cual fuese el resultado, lo cierto es que el gerente estaba tomando decisiones absurdas a cuenta de ingresos que no tenía y que no podía obtener.
Para mí, la mayor novedad fue que por fin tenía un sitio propio en la empresa, es decir, un sitio privado y no público. Durante todos los años anteriores, mi sitio y mis cosas eran utilizadas por todos. Ya tenía una mesa, una silla y un ordenador que podía utilizar con total exclusividad, lo cual no justifica que la empresa se endeudara para ello. Yo no necesitaba aparentar.

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