26 marzo 2007

Los trabajos forzados VII: El desprecio II

Mi empresa era socia o estaba asociada a un organismo que, a su vez, estaba formado por instituciones y empresas de un par de países. Todos se acogían a la misma subvención y colaboraba cada una con la parte que mejor sabía hacer. La sede directiva se encontraba en mi ciudad y por esa razón, los miembros foráneos se desplazaban aquí para algunas reuniones y otros actos. Aprovechando la llegada de los más importantes, mi jefe decidió enseñarles la "super-empresa" de informática que les iba a llevar los temas de software. Erkemao se encontraba ese día dedicado a sus faenas pictóricas. Con una escalera, un cubo de pintura y una brocha, trabajaba sin cesar. Llegaron los clientes foráneos y el jefe comenzó su recorrido turístico por todas las estancias. Puesto por puesto iba comentándoles quien era cada empleado y a que se dedicaba: "esta es X y se dedica a la administración, este es Z y se dedica a la programación, este es Y y se dedica al diseño, etc..." pero cuando mi jefe pasó por delante de Erkemao, simplemente no se detuvo. Erkemao no existía. No merecía ser presentado a esos clientes tan importantes. Todo sucio y con una brocha en la mano, "no era miembro de la empresa". Simplemente no era nadie, y en calidad de nadie, no merecía ni siquiera que se le mirara y aún menos que se le presentara. Para callar el trato que mi jefe dispensaba a sus empleados, lo mejor era mentir, diciendo que el pintor venía de una empresa de pintura. ¿Qué pensaría el cliente si supiera que el que iba a ser administrador de las bases de datos donde iba a guardar su información tenía, entre otras funciones, trasladar basura de un lado a otro y pintar las instalaciones? ¡Qué mala imagen daría la empresa! ¡Qué mala imagen daría el gerente! Había que tapar este hecho y de paso humillar al pringadillo. Darle a entender que valía menos que nada. Bueno, démosle el beneficio de la duda al gerente. Era una causa de fuerza mayor. Hasta Erkemao sería capaz de comprender eso. Pero ¡vaya!, en tal caso, después habría unas palabras y unas disculpas... y no fue así. Pero sigamos siendo lectores de buena fe y demos una nueva oportunidad a mi jefe. Un error lo tiene cualquiera.
Al día siguiente: se encontraba Erkemao dispuesto a un nuevo día de "creatividad" en aquella empresa de "tan grato" recuerdo. Vestía sus pantalones pintados por todos lados, su camiseta igualmente llena de pintura, sus zapatillas viejas medias rotas y, por supuesto, color arena y azul, como las paredes y las columnas de la empresa. Sería alrededor de media mañana y por alguna razón, que ahora no recuerdo, el acólito número 1 y él se reunieron para hablar algún tema importante referente a algún cliente o a algún trabajo. Quien mirase desde fuera vería a un pintor reunido con un miembro de la élite; internamente todos verían a dos miembros de la empresa hablando de algo. Apareció el jefe por la escalera que ascendía desde el sótano (recién remodelado) y que se situaba justo al lado del nuevo despacho del acólito. Junto al gerente llegó un nuevo cliente (al parecer importante), que seguramente le seguía en su visita turística, como todos los clientes que se acercaban a mi empresa en aquellas fechas. Mi jefe avanzó hacia nosotros. Le dijo al cliente: "Este es W, y es el que lleva la coordinación de todo el departamento de programación". Intercambio de saludos. Ahora tocaba que me presentara a mí, es decir, a Erkemao, pero... mi jefe levantó soberbio su barbilla, giró sobre sus talones y siguió hacia donde estaban los programadores... Lo había vuelto a hacer. Se dio la vuelta como si yo no valiera la pena ni el esfuerzo. ¿Por qué molestarse en un pringadillo de tres al cuarto? Erkemao no existía. Erkemao era escoria. No merecía ser presentado a los clientes. Simplemente era un empleado de tercera en una empresa de primera, y no había porqué considerarle como un miembro más, de hecho no había que considerarle como persona. Era una basura que servía para desmontar vitrinas, montar estanterías y pintar la empresa. Mi jefe ya hacía bastante con "mantenerme" porque para él yo era un montón de mierda que tirar al contenedor. Podía ser otro error... Nuevamente no hubo referencia al tema ni disculpas de ningún tipo. Me sentí muy dolido. No llegaba a asimilar el desprecio tan humillante, el trato tan rastrero, los deseos tan malévolos que destinaba mi jefe hacia mí. ¿Por qué? ¿Qué clase de persona era mi jefe? Sólo sé que desde aquel día no he dejado de sentir una ira, un rencor, un resentimiento y un odio visceral hacía ESO. Ese ente repelente, prepotente, engreído, presuntuoso, cobarde, indecente, borracho y hediondo. Ese niño de papá, venido a menos, acomplejado, incapaz de hacer frente a su propia sombra. Ese mentiroso compulsivo, retorcido y pendenciero, vengativo y rencoroso, traidor y embaucador... Los sentimientos que tuve aquella mañana no se pueden expresar en palabras. Aún hoy, casi tres años después no dejo de acordarme y sentir lo mismo cuando lo pienso. La vida me dio la oportunidad de sentarme delante de él y expresarle mi odio y resentimiento. De decirle lo que era por lo que me había hecho. El puto cobarde me contestó lo siguiente: "No te pienso pedir disculpas por ello porque yo no me acuerdo de haber hecho tal cosa, y como no me acuerdo no tengo que responder de esas acusaciones". H.................... Algunos compañeros sí recuerdan ese día y saben lo que ocurrió, y así me lo han comunicado. Me han dicho: "Yo lo vi". No sé si existe la justicia divina, pero un año más tarde, mi "querido" jefe, sufrió en su propia carne el olvido de aquellos a los que el rondaba y hacía la pelota. Le ignoraron, le desterraron y le humillaron, no comunicándole ni invitándole a una importante comida en la que se tratarían temas trascendentes. Mi jefe era ahora el objeto del desprecio. Ya no estaba en la élite. Ya no le querían. Era un un gusano mentiroso y baboso que se arrastraba a sus pies. Estaba recogiendo la cosecha que había plantado. No me alegré, pero tampoco me dio pena. Ese gesto significaría el final de mi empresa. Su sufrimiento apenas acaba de empezar. Sin embargo, el mío todavía estaba lejos de terminar. Más cosas me ocurrirían ese verano.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

THE PRESENCE. ALL THE PICTURES. THE YEAR ZERO. THE BEGGINING OF THE END. 0000 IN gabriel88.blogspot.com

Anónimo dijo...

Guauuu!!! De verdad no paro de pensa y pensar XK TE TRAGASTE TANGO EL ORGULLO??? deberías aberle dicho las cosas bien claras!! y mandarlo a tomar .... Pero bueno siendo esa tu actuacción lograstes sobreponerte e incluso cuando le pasó a él no fuiste rencoroso, eso te alaba y se entrevé de la magnífica persona que tienes que ser. Un saludo amigo!!

Erkemao dijo...

Wenas serchase! Pues más que orgullo era cobardía. Era para haberle puesto en evidencia delante de los clientes y saludarles diciéndoles: yo soy miembro de la empresa y me tienen aquí haciendo trabajos forzados. Pero vamos, si viera alguno por la calle no me cortaría en decirselo. Como dije en el post, en un momento chungo para mi jefe (eso no lo conté) le dije lo que pensaba de él y se lo tuvo que tragar, igual que yo había aguantado tanta mierda. Pero está claro, que las cosas hay que decirlas en el momento, luego ya no es lo mismo, y te habrás gozado un montón de buenos disgustos por ello.
Gracias por comentar.
Saludos.

Anónimo dijo...

Ese fue mi último verano en ese empresa, y por supuesto fui testigo de los desprecios que comentas y te diré más, como bien sabes, yo también fui objeto en varias ocasiones del mismo desprecio incluso cuando formaba parte del grupo de programadores /diseñadores, seguía siendo un empleado de segunda, como mínimo, seguía siendo un apreta-tornillos que salió del taller y fue artífice y colobarador de grandes proyectos que hicieron ganar a la empresa cifras con muchos ceros... en esa época todo elogios, pero luego vinieron los programadores "de verdad" y a mí me dejaron de lado como un perro abandonado al que cambian de mesa, lejos del grupo para que no los entretenga... pero yo me negué a dejar de existir y puse a prueba la paciencia del mierda de gerente y sus putrefactos sicofantes y les gané el pulso, esa fue mi pequeña victoria personal y me da igual que me pusieran a caer de un burro... yo salí con la cabeza bien alta y para mí es lo que cuenta...

;)

Erkemao dijo...

Nasghoul, en la "nueva" empresa no valían los no titulados y los de talla de pecho menor de 90, es decir, eras un cero a la izquierda. No lo digo por los compañeros que llegaron y que se metieron en la cueva del loco sin saberlo, sino por las pretensiones del mal llamado, gerente. Tu valías mientras valías, luego ya tenías que seguir siendo empleado de 2º. Dio igual que formaras a los compañeros y sacaras el trabajo. El campo estaba abonado para que todos los pringadillos fueran saliendo por la puerta más tarde o más temprano. La única razón por la que permanecíamos en la empresa era que hacíamos un trabajo y unas funciones muy superiores a lo que nos pagaban, y mientras no hubiera una nueva "gran" entrada de dinero, seguiríamos así. También se lo dije al sujeto aquel en esa famosa reunión cuando estaba llevando las bases de datos: "Si en este momento te entra un millón de euros por la puerta, me pondrás a vaciar cubos de basura y pintar de nuevo, es decir, volvería a ser el chico de los recados". No dijo nada, pero su cara lo decía todo. De una forma u otra, ambos plantamos cara más tarde o más temprano. Si no lo hubiera hecho, te aseguro que me hubiera arrepentido toda la vida.
Saludos ;)