28 marzo 2007

Mi infierno personal

Esta entrada es muy especial. Me ha costado mucho escribirla y seguramente no tenga fuerzas para responder a los comentarios.
Mi jefe me dijo más de una vez en ese largo periodo: "Yo no mezclo lo personal con lo laboral, por eso no he invitado nunca a un empleado a un café". Boca de trapo. Con lo mal que lo había pasado esos años, cada frase de este tipo se me grababa a fuego en la mente. Tus circunstancias laborales, tarde o temprano acaban afectando a tu vida personal, por muy separadas que lleves ambas facetas y más en circunstancias como las mías. En mi caso, a parte de mi imbecilidad, candidez y orgullo, conté con el inestimable apoyo de mi jefe, que SÍ inmiscuyó el trabajo en mi existencia, jodiéndome cada día con su explotación, permisividad y sus actuaciones e indirectas crueles y corrosivas. Mi vida personal se resumía a salir del trabajo a las tantas, chatear y mal dormir. Los fines de semana, a quedarme amargado en casa pensando en lo que pasaría el lunes siguiente, durmiendo mal o tirado en la playa de madrugada esperando a que se me quitaran los efectos de las salidas nocturnas y la pasada de vueltas que tenía encima. Eso cuando salía de marcha, ya que por temporadas me quedaba encerrado en casa. Mi mundo se había reducido a TRABAJAR y pensar en el trabajo. Aunque soy sociable y hago amistades rápidamente, la depresión y el estrés me separaban de la gente pasado algún tiempo. Dejaba de estar en contacto y eso se notaba. En casa me comportaba como un cínico endemoniado. Era todo lo contrario a lo que aparentaba en la calle: malhumorado, gritón, "gilipollas", torpe, perezoso, depresivo, autocondescendiente, brusco, irritable, irascible,
insoportable... Carente de paciencia, atención, cariño, alegría, viveza... No sacaba a mi familia de paseo porque ni yo mismo podía salir. Llegó un momento y lo contaré más adelante, en que no podía estar cerca de la gente sin que la ansiedad me dominara por completo. Entraba en una tienda y a los pocos segundos tenía que salir como fuera porque me ponía excesivamente nervioso. Timorato, conformista y cobarde, pasaba mis días sin ilusiones de presente ni de futuro. Creo que la gente de mi alrededor lo percibía y hasta en las chicas que me gustaban, notaba rechazo. Llevaba la negatividad por delante, oculta tras una sonrisa y una falsa sensación de optimismo. Hacia finales de primavera la que más me había gustado en mucho tiempo me dijo de una manera diplomática que no íbamos a salir ningún día, ni el siguiente, ni nunca. Mi mundo personal se derrumbaba en todos los sentidos. Llegado el verano, comencé a salir con una chica, pero al final acabé haciéndole daño con mi actitud: seca y distante, esquiva al cariño. Un beso para ti, si me lees. Estaba reventado, cansado y absorto en mí mismo. No veía a mi alrededor, ni entendía el sufrimiento de los míos. No prestaba atención y trataba con rudeza a quienes tenía que dedicarles mi tiempo y afecto: mi familia. El trabajo, la tensión, la desesperación, la angustia, el orgullo nuevamente, el desánimo, la pusilanimidad... estaban destruyendo mi estabilidad personal, derrumbando mi existencia diaria, incinerando mis relaciones, arrasando mis sentimientos y aniquilando mi vida. Como un loco desquiciado corría hacia el abismo sin percatarme del final que me esperaba. Recuerdo ese verano agridulce, mezcla de nuevas emociones que habían surgido en mi vida y horribles recuerdos que la aplastaban y ensombrecían. Recuerdo celebrar mi cumpleaños, después de decenios sin haberlo hecho y reunir a muchos muchos amigos, y recuerdo la pérdida de un colega al que se llevó una inmisericorde enfermedad. El mundo y el tiempo pasaban veloces. Yo hacía lo mismo. Iba demasiado deprisa, enclaustrado en un caparazón que había construido a mi alrededor para obviar mi decadencia. Uno de los momentos en que esa armadura empezó a agrietarse fue cuando padecí la humillación del desprecio. Se lo conté a mis progenitores. Mi padre, consciente de lo amargo de ese trago, experiencia de vida, me dijo: "Deja ese trabajo. Olvídate de todo. Lárgate de ahí que te vas a volver loco. Si es necesario yo te ayudo, hago lo imposible y te doy el dinero que te haga falta." Yo le contesté: "No es cuestión de dinero. No puedo largarme y renunciar a todo lo que he hecho, a todo por lo que he luchado y todo lo que he dejado de hacer y vivir y permitir que ese tipejo quede indemne riéndose de mí y dejándome mal delante de todo el mundo". Cochino orgullo. Es de las pocas conversaciones que recuerdo tener con él. Hacía tiempo que apenas hablaba con mi padre de cosas importantes. No iba a tener más oportunidades, a los pocos días un infarto se lo llevó para siempre.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Uffff!!! Qué montón de sentimientos a la vez!!!
Lo primero decirte lo siento por tu padre!!
Qué mal deberías de sentirte en esos momentos cuando la vida era así contigo!! Creo que deberías haberle hecho caso a tu padre!! y si no lo hiciste pienso que tendrás tus razones y de alguna manera le sacastes provecho. Un saludo y esta entrada me ha gustado muchisimo, la mejor de todas.

Anónimo dijo...

Vaya tio ya me reventaste.Jamás debes torturarte con nada semejante.Eres la mejor persona que he conocido, eres mi mejor amigo...Tu responsabilidad ante el trabajo, tu caracter y lucha por tus derechos es lo que importa.Si el destino se te puso así de oscuro nada puedes hacer, eso si, tu luz amigo tiene en los corazones de quienes te queremos un brillo que lo ilumina todo.Tu último blog tio me ha hecho llorar a mi, asi te lo digo.Es precioso, tienes un alma de poeta y héroe,y de tu lucha nació este maravilloso espacio, que más bien es el rincón perfecto de tu alma.Niño, nos tenemos que beber un par de rones o guinness,aquí estamos para lo que necesites.Tu padre se llevó mucho orgullo asi que adelante...

P.D. Solo te falta la "rubia" de tu vida :-).Te echo de menos amigo.

Anónimo dijo...

Duro relato. Tengo que venir más seguido, Quemado. Tu velocidad de posteo es inversamente proporcional a mi capacidad de lectura. Me estoy perdiendo cosas y no puede ser. Todo por trabajar.

Anónimo dijo...

Me dejaste sin palabras, pero con un par de lagrimillas en los ojos. Yo tb pienso q se te da muy bien escribir. Te mandé un mail para saber de tí y opinar al respecto.

Besos

Anónimo dijo...

ACABO DE FLIPAR

entre akí por casualidad buscando comentarios sobre curro y me acabo de enganchar a tus palabras.

escribes genial y lo que dices son verdades como puños

siento lo de tu padre aunque no te conozco te me has clavado en unos minutos

sigo leyendo

Anónimo dijo...

He entrado por casualidad aquí... tu lo sabrás, empiezas a navegar y cuando naufragas no sabes donde puedes terminar! :)
Después de leer tu entrada, veo la necesidad de expresarte mis condolencias sobre lo de tu padre, pero también darte ánimos, porque con eso la vida te ha enseñado que un mensaje de alguien que te quiere puede hacerte cambiar tu rutina, tu forma de pensar e incluso de ser. El quería verte feliz y agusto con tu vida. Espero que le hagas sentir orgulloso esté donde esté y sigas su consejo.