Ya nos estamos acercando a los últimos extertores del taller de reparaciones y la tienda de consumibles y artículos de informática. A partir de este punto, los acontecimientos se precipitan rápidamente hacia el desenlace final. Los mil y un pequeños obstáculos que nos iban poniendo en el camino, estaban haciendo efecto. Los argumentos de la empresa iban cobrando fuerza legítima, dentro de la ilegitimidad que tiene tirarse piedras sobre el propio tejado. Aún así, a mi jefe le estaba costando mucho más de lo pensado inicialmente. No suponía que no nos íbamos a rendir y que al final tendría que ser él, el que tomara una decisión comprometida y claramente fraudulenta. Consciente de eso, forzaba con ímpetu su vena chulesca. Su arrogancia crecía para poder encajar las críticas y situarse en una posición dominante. De esta forma y ayudado por la inestimable colaboración de algunos compañeros de trabajo, más interesados en mantener su status que en apoyar a sus iguales, mi jefe consiguió de manera inesperada, la primera dimisión de uno de los pringadillos. Esto, lejos de suponer una desmembración de mi departamento, cuajó en una resistencia heroica ante los avatares que estaban por llegar.
Hacia finales del 2003, principios del 2004, nuestro nuevo coordinador ya estaba hasta las cejas de los despropósitos de la empresa y muchos de sus empleados, técnicamente compañeros de trabajo, pero a efectos reales seguidores del "me voy a quitar el muerto pasándoselo a otro". Durante todos los meses que estuvo al frente del taller se dedicó a enmendar los asuntos pendientes que había dejado su antecesora en el cargo. La diferencia radicaba en que él no contaba con el beneplácito y la protección de la empresa, sino todo lo contrario, se tenía que enfrentar directamente a las acechanzas y hostilidades del gerente, que cada día que pasaba, se sentía más frustrado con la fastidiosa supervivencia de la tienda y el taller. Finalmente la insoportable presión pudo con mi compañero, que finalmente dejó la empresa. Otro empleado que había dado todo por una empresa, que lo despedía por la puerta de atrás.
Su partida no sería en vano. Otro de los compañeros tomó su relevo y empezaron los meses de rebelión del taller. Pusimos en jaque al gerente, con sus propias armas y de una forma tan argumentada y sólida que acabamos con la paciencia del jefe, que no tuvo más remedio que tomar una decisión forzada carente de verdad alguna. No nos iban a vencer sin luchar, a pesar de las difíciles pruebas a las que íbamos a ser sometidos.
Hacia finales del 2003, principios del 2004, nuestro nuevo coordinador ya estaba hasta las cejas de los despropósitos de la empresa y muchos de sus empleados, técnicamente compañeros de trabajo, pero a efectos reales seguidores del "me voy a quitar el muerto pasándoselo a otro". Durante todos los meses que estuvo al frente del taller se dedicó a enmendar los asuntos pendientes que había dejado su antecesora en el cargo. La diferencia radicaba en que él no contaba con el beneplácito y la protección de la empresa, sino todo lo contrario, se tenía que enfrentar directamente a las acechanzas y hostilidades del gerente, que cada día que pasaba, se sentía más frustrado con la fastidiosa supervivencia de la tienda y el taller. Finalmente la insoportable presión pudo con mi compañero, que finalmente dejó la empresa. Otro empleado que había dado todo por una empresa, que lo despedía por la puerta de atrás.
Su partida no sería en vano. Otro de los compañeros tomó su relevo y empezaron los meses de rebelión del taller. Pusimos en jaque al gerente, con sus propias armas y de una forma tan argumentada y sólida que acabamos con la paciencia del jefe, que no tuvo más remedio que tomar una decisión forzada carente de verdad alguna. No nos iban a vencer sin luchar, a pesar de las difíciles pruebas a las que íbamos a ser sometidos.
2 comentarios:
jejeje Carlos, lamento suprimir tu publicidad, pero esta entrada tiene otro protagonista ;)
Saludos
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