Conforme a mi idea de plantar cara a toda la situación que había vivido durante todos aquellos años, decidí poner en marcha un plan tan cruel como lo que me había sucedido. No iba a tener piedad. Jajaja , bueno no soy tan rastrero, así que fue diplomático, pero contundente. Echaba un vistazo al pasado y me daba cuenta de todo lo que había padecido. No había legitimación de ningún tipo por todas las afrentas recibidas. A nivel físico estaba reventado. Me enfermaba cada dos por tres. A nivel psíquico y emocional estaba alienado, ausente de la realidad, destrozado, amargado, carente de alegría y ganas de vivir. Mi mundo se había convertido en un páramo gris y sombrío. Para rematarlo, la situación de la empresa en aquel momento y las erradas palabras del gerente cada vez que abría la boca, estaba llevándome al punto de que mi razón se perdiera por instantes. Ideas extrañas poblaban mi mente. Simplemente no aguantaba más. Había llegado la hora de poner los puntos sobre las íes. Demasiado tiempo había demorado esta posición de fuerza, lo cual se había traducido en un padecimiento largo y penoso, sometido a la arbitrariedad de un jefe sin escrúpulos y con la inestimable colaboración de mi propio yo, que permití todo lo que me sucedió.
Durante el verano había hecho mis deberes. Recogí en un documento todo lo que podía recordar o lo que podían recordarme mis ex compañeros. Anoté lo que yo había hecho mal y lo que me habían hecho mal a mí. La primera lista era muy corta,la segunda se convirtió en un gran texto, básicamente el que ha servido para escribir este Blog. Con aquellas páginas en la mano, cité a mi jefe para la confrontación, para decirle lo que era, lo que me había pasado, lo que pensaba de él. Poco antes hice otra redacción, un documento más simplificado, estructurado, indexado. Un guión. De esta manera le dije una mañana: "Tengo que hablar contigo de cosas muy serias. Dime cuando puedes". Le añadí: "... y para que no perdamos tiempo de trabajo lo haremos por la tarde, así que dime una que estés libre". Le estaba dando la oportunidad de jugar con sus propias reglas, aquellas normas contradictorias no escritas que él utilizaba: "Cuando tenga que hablar algo importante con los empleados, lo haré después de su jornada laboral, para que así me ahorro dinero". Yo estaba dispuesto a hacer este sacrificio porque quería ganarle en su propio terreno. Lo necesitaba, aunque perdiera en el intento. De cualquier forma, el momento era el propicio. Nunca antes hubiera tenido una mejor oportunidad para decirle en su propia cara lo que pensaba de él. Él estaba en su peor momento. Todo su mundo de ilusión se venía abajo, lucharía panza arriba, pero tendría que soportar todo mi parlamento, y sobre todo, tendría que escucharme. Los 4 pelagatos que quedábamos en la empresa éramos imprescindibles para sacar el negocio adelante, algo que por otro lado era imposible. Yo había preparado mucho este momento. No estaba dispuesto a las salidas de tono de mi jefe, ni a que se fuera por las ramas. Él se iba a enfrentar sólo contra mí. No iba a tener el apoyo de otros, no iba a poder subir la voz para que otros le oyeran. No se esperaba lo que le iba a decir, y aún así fui demasiado diplomático, lo cual por otro lado fue lo mejor que me pudo pasar. En esa reunión se demostró cuan bajo seguía siendo el gerente y como intentaba salir de situaciones incómodas y argumentadas, con gritos y taponazos en la mesa.
Respondiendo a mi "solicitud", quedamos para la semana siguiente. Unos días fundamentales para que yo terminara de atar todos los cabos. Me estudié el guión, recopilé pruebas. Era mi propia existencia en aquella empresa, lo que iba a relatar, tal y como lo ha sido en este blog. Pero no me iba a confiar. Los papeles vendrían conmigo y yo le leería un cuento a mi jefe, un cuento que se convirtió en pesadilla para él y que me alivió a mí.
Pienso que pensaba que mi discurso trataría sobre el dinero. Eso es lo único que le importaba a este individuo: el dinero y la imagen. Conocía como actuar en estos casos. Como embaucar, prometer, disculparse y otra serie de recursos para engañar y relajar a los empleados. Siempre le salía bien, y cuando no, el trabajador solía "irse" de la empresa. Las cosas eran diferentes en ese instante. Yo no buscaba dinero y contra eso él no conocía defensa alguna. Espero que haya sido una de las mayores lecciones de su vida.
Yo sabía que me iba a costar mucho esfuerzo sacar la conversación adelante. Eran demasiados sentimientos, demasiado odio reprimido, demasiada ansia de venganza que ocultaban el vacío que sentía en mi vida. Estaba muy nervioso, exaltado, cansado. Me senté, puse la carpeta con mi guión sobre la mesa, la abrí, retiré el índice y comencé a leer.
Durante el verano había hecho mis deberes. Recogí en un documento todo lo que podía recordar o lo que podían recordarme mis ex compañeros. Anoté lo que yo había hecho mal y lo que me habían hecho mal a mí. La primera lista era muy corta,la segunda se convirtió en un gran texto, básicamente el que ha servido para escribir este Blog. Con aquellas páginas en la mano, cité a mi jefe para la confrontación, para decirle lo que era, lo que me había pasado, lo que pensaba de él. Poco antes hice otra redacción, un documento más simplificado, estructurado, indexado. Un guión. De esta manera le dije una mañana: "Tengo que hablar contigo de cosas muy serias. Dime cuando puedes". Le añadí: "... y para que no perdamos tiempo de trabajo lo haremos por la tarde, así que dime una que estés libre". Le estaba dando la oportunidad de jugar con sus propias reglas, aquellas normas contradictorias no escritas que él utilizaba: "Cuando tenga que hablar algo importante con los empleados, lo haré después de su jornada laboral, para que así me ahorro dinero". Yo estaba dispuesto a hacer este sacrificio porque quería ganarle en su propio terreno. Lo necesitaba, aunque perdiera en el intento. De cualquier forma, el momento era el propicio. Nunca antes hubiera tenido una mejor oportunidad para decirle en su propia cara lo que pensaba de él. Él estaba en su peor momento. Todo su mundo de ilusión se venía abajo, lucharía panza arriba, pero tendría que soportar todo mi parlamento, y sobre todo, tendría que escucharme. Los 4 pelagatos que quedábamos en la empresa éramos imprescindibles para sacar el negocio adelante, algo que por otro lado era imposible. Yo había preparado mucho este momento. No estaba dispuesto a las salidas de tono de mi jefe, ni a que se fuera por las ramas. Él se iba a enfrentar sólo contra mí. No iba a tener el apoyo de otros, no iba a poder subir la voz para que otros le oyeran. No se esperaba lo que le iba a decir, y aún así fui demasiado diplomático, lo cual por otro lado fue lo mejor que me pudo pasar. En esa reunión se demostró cuan bajo seguía siendo el gerente y como intentaba salir de situaciones incómodas y argumentadas, con gritos y taponazos en la mesa.
Respondiendo a mi "solicitud", quedamos para la semana siguiente. Unos días fundamentales para que yo terminara de atar todos los cabos. Me estudié el guión, recopilé pruebas. Era mi propia existencia en aquella empresa, lo que iba a relatar, tal y como lo ha sido en este blog. Pero no me iba a confiar. Los papeles vendrían conmigo y yo le leería un cuento a mi jefe, un cuento que se convirtió en pesadilla para él y que me alivió a mí.
Pienso que pensaba que mi discurso trataría sobre el dinero. Eso es lo único que le importaba a este individuo: el dinero y la imagen. Conocía como actuar en estos casos. Como embaucar, prometer, disculparse y otra serie de recursos para engañar y relajar a los empleados. Siempre le salía bien, y cuando no, el trabajador solía "irse" de la empresa. Las cosas eran diferentes en ese instante. Yo no buscaba dinero y contra eso él no conocía defensa alguna. Espero que haya sido una de las mayores lecciones de su vida.
Yo sabía que me iba a costar mucho esfuerzo sacar la conversación adelante. Eran demasiados sentimientos, demasiado odio reprimido, demasiada ansia de venganza que ocultaban el vacío que sentía en mi vida. Estaba muy nervioso, exaltado, cansado. Me senté, puse la carpeta con mi guión sobre la mesa, la abrí, retiré el índice y comencé a leer.