Un post con un título muy lúdico-deportivo, y bueno, en cierta manera habría que tomárselo de esa forma. Luego la realidad es un poco más agria, pero no deja de tener su encanto. Con todas las cosas que estaban ocurriendo, sólo era cuestión que alguien presentara una respuesta contundente a la empresa.
Hace unos días relaté como uno de los programadores había buscado una salida digna para su futuro en vista de la pasividad con que la empresa trataba su renovación. No sería el único en plantar cara. Otra compañera decidió ir un poco más lejos y presentar una denuncia. No conozco las causas primeras, ni el tipo de acuerdos o negociaciones que se habían producido entre la organización y la currante, pero está claro que la actitud de la empresa forzó una solución radical.
El negocio había llegado a ciertos acuerdos especiales con algunos de los profesionales que trabajaban en la empresa, teniendo éstos unas condiciones de trabajo diferentes de los demás. La razón era debida a la actividad que desarrollaban, y que no necesariamente tenía que ajustarse a un horario cerrado. También debido a que su labor como profesionales y el ritmo de trabajo que proporcionaba el negocio, no era constante o necesitaba ciertos sobreesfuerzos puntuales para llevarlos a buen fin.
No conozco en profundidad lo que ocurrió o en que hechos estaba envuelta esta polémica, pero desde mi punto de vista, la empresa seguramente incumplió algunas o muchas de las promesas realizadas. No me extrañaría en absoluto. Puede que no tratase de resolver el problema o no tuviera interés en hacerlo. Hasta entonces, mi jefe había tenido suerte; los empleados se iban sin reclamar, o los que reclamaban, ante los oídos sordos de la empresa, acababan por abandonar el pleito. Esta vez no fue así. De una forma totalmente inesperada, el negocio, fue denunciado. No sería la última vez.
Según me contó la persona implicada, el gerente trató de llegar a un acuerdo en el último momento, en los pasillos donde se encontraba el SMAC (Servicio de Mediación, Arbitraje y Conciliación), que es el proceso previo a cualquier solución ante el Juzgado de lo Social. Digamos que la empresa trató de camelar nuevamente a un empleado ya que todavía no había llegado su abogado. Cuando este llegó, mi jefe se olvidó de sus promesas y puso pies en polvorosa. Era fácil intentar tomarle el pelo a quien no conoce sus derechos, pero cuando hay que hablar con un profesional... Finalmente todo se resolvió en un juicio, el cual el gerente trató de abordar de una manera poco ética, ayudado por un nuevo asesor que tenía desde hacia poco. El pescado estaba vendido y el empleado tenía todas las de ganar.
Hace unos días relaté como uno de los programadores había buscado una salida digna para su futuro en vista de la pasividad con que la empresa trataba su renovación. No sería el único en plantar cara. Otra compañera decidió ir un poco más lejos y presentar una denuncia. No conozco las causas primeras, ni el tipo de acuerdos o negociaciones que se habían producido entre la organización y la currante, pero está claro que la actitud de la empresa forzó una solución radical.
El negocio había llegado a ciertos acuerdos especiales con algunos de los profesionales que trabajaban en la empresa, teniendo éstos unas condiciones de trabajo diferentes de los demás. La razón era debida a la actividad que desarrollaban, y que no necesariamente tenía que ajustarse a un horario cerrado. También debido a que su labor como profesionales y el ritmo de trabajo que proporcionaba el negocio, no era constante o necesitaba ciertos sobreesfuerzos puntuales para llevarlos a buen fin.
No conozco en profundidad lo que ocurrió o en que hechos estaba envuelta esta polémica, pero desde mi punto de vista, la empresa seguramente incumplió algunas o muchas de las promesas realizadas. No me extrañaría en absoluto. Puede que no tratase de resolver el problema o no tuviera interés en hacerlo. Hasta entonces, mi jefe había tenido suerte; los empleados se iban sin reclamar, o los que reclamaban, ante los oídos sordos de la empresa, acababan por abandonar el pleito. Esta vez no fue así. De una forma totalmente inesperada, el negocio, fue denunciado. No sería la última vez.
Según me contó la persona implicada, el gerente trató de llegar a un acuerdo en el último momento, en los pasillos donde se encontraba el SMAC (Servicio de Mediación, Arbitraje y Conciliación), que es el proceso previo a cualquier solución ante el Juzgado de lo Social. Digamos que la empresa trató de camelar nuevamente a un empleado ya que todavía no había llegado su abogado. Cuando este llegó, mi jefe se olvidó de sus promesas y puso pies en polvorosa. Era fácil intentar tomarle el pelo a quien no conoce sus derechos, pero cuando hay que hablar con un profesional... Finalmente todo se resolvió en un juicio, el cual el gerente trató de abordar de una manera poco ética, ayudado por un nuevo asesor que tenía desde hacia poco. El pescado estaba vendido y el empleado tenía todas las de ganar.
Meses después, cuando estaba hablando con mi jefe sobre el tema de las deudas y los sueldos y todos los asuntos que nos preocupaban en ese momento, me comentó que la empresa pagaría a quienes estuvieran con ella, luego a aquellos con los que tuviera deudas y finalmente si quedaba algo, con los "traidores" y si no quedaba nada, pues ¡qué se jodieran!
Era obvio lo que yo tenía pensar: si a unos no les pensaba pagar lo que les debía y a otros intentaría no indemnizarles, ¿que me ocurriría a mí?. Tenía las cosas muy claras. Tarde o temprano, el siguiente, sería yo.
Era obvio lo que yo tenía pensar: si a unos no les pensaba pagar lo que les debía y a otros intentaría no indemnizarles, ¿que me ocurriría a mí?. Tenía las cosas muy claras. Tarde o temprano, el siguiente, sería yo.
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