30 mayo 2007

La reunión: Yo no he sido

Todo aquel discurso tenía un solo sentido: de mí hacia mi jefe. Durante muchos años le había aguantado de todo y ahora durante unas pocas horas me tendría que aguantar él a mí. Pero como siempre ocurría en mi empresa, mi jefe tenía que tener la última palabra, él siempre tenía que cerrar las conversaciones. Le dedicaré un post a este tema porque tiene su gracia. Así, al final de mi exposición, me dijo: "Ahora deja que te explique un par de cosas". Simplemente me iba a levantar y a dejarlo con las palabras en la boca. Explicarme, ¿qué? Me reía sólo de pensarlo. ¿Por qué no divertirme un rato y escuchar sus "excusas"? "Habla y expláyate porque no te voy a estar atendiendo", pensé para mí. Le iba a dar otra oportunidad, también merecía quitarse de alguna forma algo del peso que le acababa de endosar encima, del cual no se iba a poder desprender el resto de su vida. Por otro lado me serviría para corroborar algo que ya sabía y que comentaré al final de esta entrada.
No recuerdo de todo lo que me habló, porque ha pasado el tiempo y no vi razón alguna para prestarle atención. Comentaré las que recuerde. Lo único de lo que puedo acordarme con seguridad es de la sensación de saber que no se iba a quedar callado y que buscaría la manera de convertir su culpa en la culpa de otros o mía. Posiblemente buscara a los primeros, ya que no estaban en aquel despacho.
Lo primero que hizo fue algo así como pedir disculpas por aquellas cosas que pasaron y de las cuales él no tenía muchas idea, claro está. Que lo sentía pero bueno, que eran cosas que ya habían pasado. Me pareció una de sus típicas excusas de "voy a darle la razón como a los locos". Le faltaba contenido y espíritu a esas palabras.
Luego replicó a mis anécdotas sobre las broncas e insultos que me habían hecho los clientes enfadados. Salidas de tono de esos clientes debidas a las malas artes de mi jefe. Me comentó: "porque ese cliente, tú no sabes lo que me hizo a mí", "lo que me hizo el otro, y yo que pensaba que era mi amigo", "es que aquel era un $%·#€ y un &#·%@ y lo que me hizo", "fíjate que me llegó a gritar y todo..." Yo estaba alucinado. Le dije: "No creo que tengas muy clara esta reunión. Estamos hablando de ti y de mí, no de fulanito o menganito. Son ejemplos para demostrarte tu actitud hacia mi persona, de como te escondías de los problemas y me los pasabas. Lo que te hicieran o dejaran de hacer es asunto tuyo. Lo único cierto es que gracias a ti recibí cantidad de broncas que no merecía"... "No, pero es que aquel... ¡lo que me hizo!" y "el otro también y claro era a mí a quien insultaban". No se bajaba del burro ni a pedradas. Insistía e insistía que él era la víctima, que si bien a mi me había llegado algo, al que realmente habían herido era a él. Le dejé continuar, le conocía demasiado bien.
En cuanto al salario me dijo: "lo del sueldo ya hace un par de meses que se lo dije a la programadora jefe que te lo iba a subir y eso ya está contemplado, pero claro, la situación de la empresa es muy grave y no se puede hacer". Ya casi me caía de la silla de la risa que me entró. La empresa no me pagaba regularmente el sueldo desde hacía 6 meses, y hace dos había pensado en subírmelo, después de 7 años y medio trabajando...¡qué casualidad! Anteriormente le había comentado que yo sabía que había estado en negociaciones con otros compañeros y les había ofrecido un buen sueldo si todo funcionaba como él quería. Me lo negó rotundamente. Me hizo sonreír, porque para algo servían las tertulias que teníamos los compañeros en el desayuno. Durante todo el discurso le dije algunas cosas para comprobar su reacción ante ciertos hechos. No importaba si eran ciertos o no, sólo me interesaba saber como se comportaba al oírlos, y creo que se sintió algo confuso al darse cuenta de que yo sabía más cosas de las que daba a entender.
Cuando le comenté que durante varios meses no me dirigió el saludo porque empecé a ceñirme a mi horario y a mis tareas y no me pasaba las tardes o las mañanas enseñando gratis los programas a los clientes, lo único que se le ocurrió decirme es que había gente que era maleducada, que a ÉL había una persona que nunca lo saludaba. Otra vez la misma historia. "No es de esa persona de quien hablamos. Es de ti y de mí". "Si ya, pero hay gente que es así y mira que yo le saludo, pero nunca me lo devuelve"... Sin comentarios.
En cierto momento le comenté que mi corazón estaba a punto de saltarse muchas veces en el trabajo por los nervios, la ansiedad, la falta de comer y beber, el estrés y demás, y que me habían dado fatigas y aún así se me había obligado a seguir haciendo cosas. Le dije que no entendía que él se quejara constantemente de que le pasaba algo parecido, porque cuando me pasaba a mí, no le interesaba lo más mínimo. Me replicó que él lo estaba pasando muy mal que trabajaba más que nadie y que yo no podía entender lo era eso. Le contesté que yo sabía, al menos en parte, lo que él estaba pasando, porque yo lo había vivido. Que le entendía, pero que no prejuzgara los sufrimientos de los demás como menores que los suyos, y que si el llevaba un año así, yo me había pasado muchos más en esa situación. Situación que por otro lado, él perpetuaba porque le convenía.
Luego me volvió a tratar como un loco, dándome la razón. Me dijo: "Yo no digo que no hayas hecho esas horas extra que dices, que puede ser cierto pero eso bueno, ya está pasado, no se puede arreglar". Mmmm, interesante, las cosas ya pasaron. Lo anotaré por aquí, por si algún día me conviene decir esa frase.
El tema de los finiquitos y los trabajos extra adeudados los anotó como tema a resolver inmediatamente, y ya veremos como, en los próximos días. Eso también tiene mucha guasa, sobre todo al final cuando trató de hacer una especie de trato (en su mente) cambiándome algo que me debía por otra cosa que también me debía. Absurdo.
No recuerdo que me dijera nada por el uso de mi vehículo, de las horas utilizadas en sacarle adelante muchos tareas y labores, del sueño perdido, de la vida perdida y en general de miles de detalles más. Me pidió que le diera las hojas donde estaba escrito mi discurso, para leerlo y "aprender". Le repliqué que lamentablemente no podía ser así, que esas eran mis hojas, mi tinta y mi discurso. Que yo no usaba los medios de la empresa (impresoras y ordenadores) para uso particular, como él afirmaba en algunos correos electrónicos y en frases lanzadas al aire, y que "sintiéndolo" mucho, no podía dárselas.
Ya era muy tarde, entre las 10 y las 11 de la noche y prácticamente la reunión terminó con una típica frase que mi jefe usaba cuando no podía hacer frente a alguien: "esto es como las parejas, si la cosa va mal, lo mejor es dejarlo, darse la mano y quedar bien". Jajaja. Eso me lo decía la persona cuyos empleados habían dejado la empresa siempre por la puerta de atrás, en la mayoría de los casos. Eso me lo decía la persona que había perdido a muchos clientes y supuestos "amigos" por ciertas irregularidades en los negocios, como venderles material usado como nuevo, o no cumplir promesas. Eso me lo decía la persona que en las reuniones criticaba a aquellos que no estaban sentados en la mesa, con total impunidad. Yo no iba a ser una excepción. Sabía que tarde o temprano, el tiempo me lo demostraría. Y ¡no!, si tienes que quedar mal con alguien es mejor que sea así de claro. Continuar dando una falsa sensación de que todo va bien, me parece una idea absurda, sobre todo teniendo en cuenta que beneficia a la otra parte. No era una solución eso de: "nos damos la mano y aquí no ha pasado nada". La empresa, tendría que asumir su responsabilidad, al igual que lo hacíamos los empleados.
Algunas cosas más se dijeron durante el discurso y la posterior verborrea victimista del gerente. Cosas importantes, pero que me reservo y que es mejor que se queden dentro de esa reunión.
Al final no me sorprendió. Hizo lo que yo esperaba, es decir, intentar echar balones fuera, intentar echar la culpa de todo a los demás y hacerse la víctima incomprendida. Me decepcionó.

29 mayo 2007

La reunión: Las conclusiones

Mi discurso estaba llegando a su fin. Muchas cosas había dicho, muchas cosas había oído mi jefe. Muchas quedaron en el tintero. Muchas no se nombraron. Sin embargo, se expresaron muchas de las más importantes. 7 años de trabajo habían sido resumidos en unas 4 horas. Ahora, con todos los argumentos frescos en la memoria, había que concluir y tratar de hacer llegar a la mente de mi jefe el quid de la cuestión. Hacerle entender los puntos principales de todo aquel manifiesto, hacerle entender las pautas con las cuales debía seguir en su relación conmigo, de aquí en adelante.
"Llevo muchos años esperando para decirte estas palabras, pero siempre era mal momento. Hablar de temas de trabajo y dinero es una misión irrealizable: o le das vueltas a las cosas para no llegar a ningún lado o te enfadas. La empresa me ha demostrado que es rencorosa con estos temas y paga con represalias las negociaciones que no le gustan. He visto pringadillos cargando cajas por hacer una crítica constructiva. He visto rabia y venganza cuando se te ha pedido un merecido aumento de sueldo", comencé.
Como ya he dicho, el gerente no hacia sino quejarse de aquello que él mismo había hecho a los trabajadores. Se quejaba de que los trabajadores abusaban, engañaban y se aprovechaban de la empresa, cuando era la empresa quien lo hacía. "He tenido que dar mis datos a la policía, cuando tú estabas tranquilamente en tu casa de la playa, he pasado cientos de fines de semana sin salir de casa por la ansiedad y la reventada que tenía encima por causa del trabajo, mientras tú venías el lunes feliz y contento. Mientras yo aguantaba las broncas, algunas salvajes, de muchos clientes, tú no estabas para defenderme porque precisamente, habías elegido huir para que los interesados se desahogaran conmigo. Me he visto solo demasiadas veces, para que tú tuvieras "calidad de vida", esa misma calidad que insinúas todos los días, con palabras y con cartas, que ofreces a "todos" tus empleados."
"Toda consecuencia tiene un origen. Si llego tarde a trabajar es porque llevo meses sin dormir y meses trabajando de sol a sol, trabajando para ti y defendiendo tu negocio. Si meto la pata, puede que las palizas que me doy cada día y el estrés y la depresión que esta empresa me ha provocado, sean la causa de cometer errores. Sin embargo la empresa no busca la causa, busca su autolegitimación intentado hacerme responsable de su propia conducta. No me vale que me digas que hice mal esto o lo otro si no eres capaz de reconocer lo que la empresa hizo mal primero."
"Pensaba hacer un largo escrito con muchos muchos más ejemplos para demostrarte cada cosa que digo, pero al final me di cuenta de que YO NO NECESITO DEMOSTRARTE NADA. Lo he dado todo y lo he demostrado todo, cada segundo, de cada minuto, de cada hora de cada día. No he dejado de realizar cualquier tarea que la empresa me ordenó. No he cuestionado. He acatado las órdenes cuando esto suponía una renuncia a mi vida privada. NO TENGO QUE DEMOSTRARTE NADA."
"¿Cómo me lo ha agradecido la empresa? Te lo voy a decir en pocas palabras: tratándome como una mierda, como una basura, un ser inferior, humillándome delante de compañeros y clientes, permitiendo que cualquier ABUSARA de mí, sin respeto, sin valorarme, sin darme presunción de inocencia cuando otros me criticaban por la espalda, y sólo me has dado la razón o te has puesto de mi lado cuando te interesaba, pero no por convicción."
"Cuando ha habido dinero se me ha tratado como a un perro, y ahora que no hay, se me trata mejor ¿por qué? Si mañana un cliente te pagara 1.000 millones de euros, me volverías a infravalorar, me pondrías a limpiar, pintar o cualquier cosa, porque como antes te dije, no me tienes respeto. ESO ES LO QUE QUIERO Y ESO ES LO QUE TIENES QUE TENER CLARO A PARTIR DE AHORA".
"Nos dijiste un día que a Nasghoul y al acólito número 1 los echaste porque les habías dado todas las oportunidades y no habían respondido... Quien único ha dado oportunidades en esta empresa he sido yo a ti y en todas me has fallado. Más de 7 años de dedicación para sacar la empresa adelante, porque siempre he pensado que el bien de la empresa era mi bien personal... y mira, he renunciado a mi vida, a mi familia, a muchas cosas para que todo fuera mejor para todos y para mí y sin embargo, me has tratado como una mierda, porque la empresa sólo piensa en que todo el bien tiene que ser para ella, es decir, para ti".
"TE TENGO ODIO, TE TENGO RENCOR, TE TENGO UN RESENTIMIENTO QUE NO SE PUEDE EXPRESAR CON PALABRAS"
"Siempre de mal humor en mi casa, que ni mis padres se atrevían a hablar conmigo, ni he podido mantener una relación por estar tan alterado y depresivo, pasado de vueltas para desahogarme muchas veces y luego aislado y amargado. Así he vivido los últimos años, mientras la empresa me insultaba con palabras crueles e indecentes, como vago y ladrón".
"TE TENGO RENCOR Y RESENTIMIENTO POR COMO ME TRATASTE EL VERANO PASADO, DESPRECIÁNDOME DELANTE DE CLIENTES IMPORTANTES, PORTÁNDOTE COMO UN CACIQUE".
"¿Qué derecho te crees que tienes para tratarme así? ¿Quién coño te crees que eres? Naces, vives y mueres como yo. No eres más que nadie y no eres nada, ni siquiera entre estos muros".
Lo último que recuerdo que me dijo mi padre, la última frase que recuerdo de él es: "Lárgate de esa empresa". Él sabía lo que era este tipo de trato y le dolía un montón que a su hijo le estuviera pasando lo mismo."
Después ya no dije nada más. Me había saltado parte del guión y había dicho algunas cosas que no pensaba decir y me guardé otras que era mejor dejar en el olvido. Estaba cansado de hablar durante más de 4 horas a gran tensión. La reunión daría para más: la justificación de los cobardes, pero ya no me importaba. Me había quitado un gran peso de encima. Ahora era un poco más libre y ya cualquier cosa me daba igual. De repente sentí que lo que pasara después no era importante y no tenía que preocuparme.


28 mayo 2007

Percibir

Hace unos meses adelanté lo que cuento en el post de hoy. Conviene recordarlo porque es otra de las partes claves de la conversación que tuve con mi jefe. A medida que el discurso subía el nivel de seriedad y profundidad, el cansancio empezaba a hacer mella en mí, pero no era un cansancio físico o intelectual, sino el cansancio del que mira hacia atrás y ve que ha escogido el camino más difícil, cuando el más fácil y lógico estaba justo al lado. En eso consiste la vida, en tomar decisiones acertadas y desacertadas, que nos llevan a otra encrucijada y así hasta el infinito, o eso, dicen.
Después de ir enumerándole una buena cantidad de "faltas de respeto" que había cometido conmigo, le incidí un poco sobre su supuesta "gran" inteligencia. Y esto no son mis palabras ni mis imaginaciones. Constantemente, el gerente, nos afirmaba que era un tipo muy listo, inteligente y lógico, que además se daba cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor, por lo cual, aquellos que "intentaban" engañarle lo tenían muy complicado, puesto que él era un "lince" y los iba a pillar mintiendo. ¡Vaya, vaya... qué interesante! "Tendré que recordar estas palabras", aunque ya mi jefe se encargaba de ello cada poco tiempo.
Le dije: "con todo lo que te llevo diciendo estas horas, ¿cómo es posible que no supieras nada, que no te dieras cuenta de nada? ¿Cómo es posible que todos los días trabajara de sol a sol y me llamaras vago? ¿Cómo es posible que dándolo todo por la empresa me llamaras ladrón? Los clientes todo el rato te estaban dando buenas referencias de mí, y eso lo sé porque tú mismo me lo has dicho infinidad de veces. No entiendo nada, si tanto dices que percibes, que te das cuenta de todo y que sabes quien te engaña y quien no, ¿cómo no te has dado cuenta de mi labor a lo largo de tantos años? ¿Cómo has podido despreciarme de esa manera? No lo puedo entender, no lo puedo creer. Es imposible...". Me quedé sin palabras. Durante una fracción de segundo mi mente miró hacia atrás y en ese momento me di cuenta de todo lo que había hecho y de todo a lo que había renunciado por la empresa. Me di cuenta de que los últimos 7 años de mi vida se habían ido a la basura. Había malgastado mi vida en un trabajo que no sólo no me recompensaba sino que además me humillaba y me discriminaba. No pude más, rompí a sollozar, tenía tanta rabia reprimida y tanta impotencia por no poder descargarla que no encontré otra salida. Me levanté de la silla, salí del despacho con violencia y me largué fuera a intentar tranquilizarme. Me sentía vacío y estúpido por haber arruinado mi existencia luchando y trabajando para alguien que no lo merecía. Una gran lección de la vida.
A los 10 minutos se me había pasado parte de la "bajona". Aún, con todo ese resentimiento a flor de piel, buscando un desahogo físico, volví a la mesa. Ahora sentía una rabia inmensa por todo y por haberme fallado a mí mismo en un discurso en el que no quería perder el control. Ese fue el aliciente que necesitaba para acabar aquel parlamento. Enojado, frustrado y rabioso se me quitó cualquier duda sobre la bondad de mi jefe. El texto sería algo más improvisado porque desterraría cualquier verbo diplomático que hubiera escrito. Ahora iba en plan duro, no me iba a cortar con los adjetivos, pero desde luego que no me iba a quedar a su altura; la altura del betún. En las conclusiones le iba a decir las cosas más claramente de lo que él nunca hubiera imaginado.

27 mayo 2007

La reunión: Respeto

Después de casi 4 horas de exposición, empecé a leer el penúltimo capítulo de mi discurso. Sin duda alguna el más importante junto con las conclusiones finales. Este era el anhelo y la idea principal de todo lo que había dicho en las horas anteriores. Imagino que mi jefe siempre pensó que todo lo que le estaba contando tenía como objetivo exigir más dinero. ¡Qué lejos estaba de la realidad! Aunque cabe decir que esa opción no era desechable por mi parte. No creo que estuviera preparado para entender la exigencia que le iba a plantear en aquel momento, más que nada porque él no valoraba ese concepto como algo importante, sobre todo cuando se relacionaba con los trabajadores. Le había estado machacando toda la tarde y ahora entraría en su cabeza el significado del respeto*.
Le comencé exponiendo que la empresa nunca había tenido respeto por mi persona. Que para mi jefe yo era simplemente algo que utilizar a conveniencia. Había que empezar así, siendo claro y directo. Que todo lo que había narrado hasta el momento se había producido por esa falta de estima de la que rebosa el gerente. Le recordé los meses del verano en que me obligó a hacer trabajos no contemplados para nada en el contrato ni el mi categoría profesional ni en ningún lado que no fuera su corrompido cerebro. Le aclaré que su idea de que los hechos puntuales se convirtieran en costumbre, no eran precisamente una forma de actuar muy legítima y que eran una falta de respeto. El uso de los bienes de los empleados sin remunerar es otra falta de respecto. Engañar a los empleados es una falta de respeto. Contratarme como ayudante electricista durante tres años, habiendo "recibido" en esa empresa las prácticas y habiendo desempeñado labores de técnico superior era una falta de respeto. El haberme llamado vago y ladrón era una falta de respeto. Si yo era un empleado tan mezquino, estúpido y una carga tan pesada para la empresa, ¿por qué seguía contratado? Eso no tiene mucha lógica a no ser que realmente no ocurrieran esos hechos que aducía la empresa, por lo tanto, otra falta de respeto. Le recordé mis número en la empresa y le dije que si la empresa no había ganado más dinero por mi esfuerzo, es porque no había querido, pero que no tratara de desviar la responsabilidad hacia mi persona. A fecha de ese día, seguía siendo tratado como un chico de los recados o chico para todo y sin embargo era el responsable de una de las áreas más importantes de la empresa, ¿cómo podía entenderse eso? Otra falta de respeto.
Preguntar por mi salud mientras se mira lo que hago en el ordenador es otra falta de respeto. Lanzar indirectas constantes sobre los horarios y las tareas realizadas es una falta de respeto. Hacerme perder sueño y fines de semana para un trabajo, el cual una vez realizado se cataloga como que "no sirve para nada, sólo para aparentar" era otra falta de respeto. Además y como anécdota, mientras perdía mi tiempo libre haciendo ese trabajo, en las horas de labor se me exigió reparar el ordenador de un amigo del jefe. Esas horas me la debía la empresa por el esfuerzo adicional que estaba haciendo y no eran para seguir trabajando más, y menos por algo que no era rentable. Como ese ejemplo, millones más. Otra falta de respeto. Cuando estábamos con los problemas de cobro, a mi llegaron a pagar de tres veces una nómina, cuando al resto de la empresa fue de 2. Comparativamente, yo siempre era el último mono. Más faltas de respeto. Así me cansé de enumerarle más y más ejemplos y anécdotas, muchas de las cuales están recogidas en este blog. Todo con la coletilla. "es una falta de respeto". Concluí con la siguiente frase, frase demoledora y cierta: "Si en este momento (siendo yo una parte relevante de la empresa) el negocio ganase o cobrase mil millones de euros (por lo que fuera) yo pasaría a pintar las paredes, limpiar el garaje y arreglar la cisterna (que estaba rota), por una sencilla razón, porque no me tienes respeto". Ese era el respeto que tenía la empresa por mí. Como en esa época le estaba sacando las castañas del fuego, sí merecía más estima por parte del gerente, pero si hubiera dinero fresco y fácil entrando por la puerta, me volvería a tratar como lo había hecho siempre, es decir, sin respeto.


* Según la Real Academia Española:

respeto.

(Del lat. respectus, atención, consideración).

1. m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.

2. m. Miramiento, consideración, deferencia.

3. m. Cosa que se tiene de prevención o repuesto. Coche de respeto.

4. m. miedo (recelo).

5. m. ant. respecto.

6. m. germ. espada (arma blanca).

7. m. germ. Persona que tiene relaciones amorosas con otra.

8. m. pl. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía.

~ humano.

1. m. Miramiento excesivo hacia la opinión de los hombres, antepuesto a los dictados de la moral estricta. U. m. en pl.

campar alguien por su ~, o por sus ~s.

1. locs. verbs. coloqs. Obrar a su antojo, sin miramientos a la obediencia o a la consideración debida a otra persona.

estar de ~.

1. loc. verb. Dicho de una persona: Estar vestida.

2. loc. verb. Dicho de una habitación: Estar adornada para un acto de ceremonia o de ostentación.


26 mayo 2007

La reunión: ¿Quién abusa de quién?

Hace un par de semanas dediqué una entrada al "abuso". No lo hice por casualidad, sino para mostrar la diferencia de criterio que tenía mi jefe a la hora de utilizar esa palabra. Por una parte todo lo que la empresa obligara a hacer a los empleados era legal y correcto, pero si los empleados se negaban a hacer cosas que no tenían que hacer o a estar más tiempo del que tenían que estar, eso era un abuso. Resumiendo, la filosofía de mi empresa en ese sentido era: "todo lo que me conviene está bien, pero si no me conviene, los empleados son unos aprovechados". Cada vez que lo oía tenía dos sentimientos encontrados: uno, partirme de risa y dos, irritarme. Esto no iba a quedar impune. Bien avanzada la reunión, fue el momento de recordarle a mi jefe que no se pueden usar las palabras frívolamente, y que para estar seguro de ser objeto de un abuso, primero hay que tener claro si se ha sido abusador alguna vez. Comencé a enumerarle una buena cantidad de sucesos y anécdotas que desmontaban por completo su supuesto victimismo. Le recordé que durante muchos años fui utilizado como burrito de cargar: haz esto, lo otro, vete, ven, vuelve, atiende, trabaja, carga, limpia... todo estos verbos usados en sentido peyorativo, sin tener que ver mucho con el trabajo que se supone debía realizar. Acusado de vago y de hacer argollas por dedicar todo mi tiempo a la empresa. Cuando acabé con este despropósito, llego la retirada del saludo, el enfado del gerente por ceñirme a mis tareas y a mi horario. Ya veremos que respuesta me dio a este hecho. Culpable de cualquier cosa que dijera o dijese cualquiera, la empresa acusaba, los clientes acusaban, los compañeros acusaban y yo tenía que demostrar mi inocencia, todo lo contrario a como deben ser las cosas. Sueldos paupérrimos, robo de días de vacaciones, de finiquitos, obligación de limpiar garajes, desmontar, pintar, poner parquet... todo sin pedirlo, sino obligarlo de manera despótica. Insultar, humillar, vejar, ser intolerante, prepotente. Evitar pagar de cualquier forma, como cuando secundé una huelga general en mi país y no pagarme ese día, como dice la ley, pero sin embargo tampoco pagarme las horas extra. La ley sólo valía cuando le convenía, y muchas veces nos decía: porque la ley dice que yo ... y la ley dice que la empresa puede... y la ley dice que si yo quiero... pero claro, cuando la ley dice que la empresa debe... la empresa tiene que, el gerente ha de... eso era pecado saberlo o comentarlo y falta muy grave exigirlo, eso podía acarrear venganzas contra los empleados. Por otro lado siempre teníamos que tener justificantes de todo: de ir al médico, si cogías vacaciones... todo lo que a la empresa le convenía tenía que firmarse. Sin embargo la empresa nunca firmó ningún papel por razón de deber dinero, días de vacaciones, días libres, horas libres, trabajos extra, horas extra, aumentos de sueldo prometidos, compensaciones, dietas... . "No uses más esa palabra conmigo, porque para poder usarla, antes tienes que arreglar muchas cosas y no vas a poder". Silencio. "Por otro lado me debes muchos favores", siempre me dices: "Erkemao, ¿me puedes hacer un favor?", es decir, ir a llevar cosas, traer cosas, hacer atenciones especiales a los amigos, ir a cobrar cheques, ir a llevar papeles y un largo etcétera de situaciones extra-laborales solicitadas a lo largo de los años, bajo esa coletilla. ¿Quién abusa de quién? le pregunté. Silencio.


25 mayo 2007

La reunión III: de hurtos y mentiras

Demasiadas cosas quedaban por hablar en esa reunión. Me había explayado lo suficiente; bastante como para que el jefe tuviera claras muchas cosas. Sin embargo mi discurso no iba a quedarse en ese punto. Había que decir muchas cosas más. Tenía que recordarle otras injusticias y pedirle una explicación de ellas. El texto seguía su carácter creciente. Cada nueva hoja que leía era más dura y más significativa que la anterior. Lo más importante se iba quedando para el final. Una de las más relevantes, sin duda alguna, fue el llamarme ladrón. Digamos que una cosa es que tu jefe, en base a sus paranoias, insinué que le roben las cosas y otra es que te insulte delante de compañeros y clientes y que se quede tan fresco. Ambas formas son mezquinas, pero la segunda es además ruin y malvada. Con el tiempo descubrimos, como he citado en alguna ocasión, que los objetos robados estaban en la casa del gerente o aparecían en alguna parte olvidada de la empresa, o se descubría que nunca hubo tales desapariciones, pero en fin, que le vamos a hacer. No contento con lanzar indirectas a todos los miembros del taller, fue capaz de llamarme ladrón por dejarme un destornillador roto y un cable de 30 centímetros dentro de la furgoneta de la empresa, cuando la llevé al mecánico. Tuvo la desfachatez de hacerlo delante de todos mis compañeros, como un veredicto público. Un gerente con dos dedos de frente no monta un espectáculo, lleva al supuesto "transgresor" a su despacho y habla con él. Por las mismas fechas tuvo la gran idea de llamarme ladrón delante de un cliente. Insólito, ruin y bellaco. Pero en fin, teniendo en cuenta que la empresa me debía varios finiquitos y trabajos extra prometidos... sólo cabe la frase: "cree el ladrón que todos son de su condición". Cada capítulo de mi discurso hacía referencia a una nueva falta de respeto hacia mi persona, argumentándola y comparándola con las posibles negligencias que yo pudiera haber cometido. Mi jefe simplemente no podía desdecirme.
En este punto, creí conveniente hablarle un poco de sí mismo y de lo que me había intentado enseñar: la mentira o lo que es lo mismo, su forma de comportarse se basaba en el engaño. Es lo que verdaderamente aprendí en aquella empresa. Mentir a los clientes. Contar "mentiras piadosas", recurrir una y otra vez a la mentira como forma de solucionar los problemas, como manera de obtener algo. Así funcionaba mi empresa en muchos sentidos. De igual forma, las medias verdades eran otra extensión más de la misma filosofía. Aborrecía decir a los clientes cosas que no eran ciertas: "que había llegado tarde por un problema del coche", "que estaba ocupado para atenderles" porque mi jefe había decidido que las reparaciones de sus amigos eran más importantes, etc... ¿por qué tenía que mentir yo en nombre de la empresa? Que lo hiciera mi jefe y fuera responsable de sus palabras... pero no, de cara a la imagen resulta muy provechoso que el empleado parezca un mentiroso y un inepto y que el jefe resuelva el problema y castigue al "culpable" por "su" inmoralidad. De cara al cliente mi jefe eran un gran tipo: honrado y justiciero. Cuando voy por la calle, todavía me encuentro a muchos clientes que no me saludan, porque en su momento pensaron que el que les falló fui yo y no la empresa, mientras que recuerdan con cariño a mi jefe. Así funciona el mundo.
Palabras similares a las que les escribo, se las dije a mi jefe. Al igual que en este blog expreso las cosas como las pienso, en su momento, el gerente, fue receptor de las mismas ideas. Nada nuevo comento aquí que no hiciera antes. La tertulia continuaba y mi jefe hacía rato que empezaba a notar el cansancio y el peso de mi discurso. Yo no estaba mucho mejor y quería terminar cuanto antes, así que en algunos temas dejé de leer, resumí algunas cosas e improvisé otras. Sin embargo, para las últimas hojas que quedaban pendientes, guardé fuerzas. Esas iban a ser todo lo mejor entonadas que me permitieran la ansiedad y la desazón.

24 mayo 2007

La reunión: El jefe vengativo

Hoy les voy a contar uno de los sucesos más sorprendentes de aquella reunión. Es llamativo, en cuanto al hecho de que mi jefe tratando de defenderse consiguió demostrar que era un gestor económico "negligente". No se puede comparar con la "negligencia" mía por permitirle todo lo que me pasó, pero desde luego que es digno de mencionar. Aún me cuesta digerirlo. Más cuando al final de la reunión, en su "turno de réplica" el cual se inventó el mismo, puesto que esa reunión era para escuchar y callar, no para hablar, debido a que eso ya lo había hecho todos los días durante más de 7 años, "me comentó algo obvio para los demás, pero totalmente nuevo para él". Después de una frase tan larga y difícil de leer, les narro lo ocurrido ;).
Como les he ido relatando, convoqué a mi jefe a un cara a cara, para exponerle todo lo que yo había hecho por la empresa, lo que la empresa había hecho por mí, las injusticias que había sufrido por causa del gerente y lo que pensaba de él. Llegado a cierto punto de mi discurso, le comenté como muchas veces había estado a expensas de los clientes, de manera que cuando estos estaban enfadados, la empresa me utilizaba como "airbag" para parar los golpes. Mientras mi jefe comía o dormía tranquilo, yo me las tenía que ver con seres violentos que buscaban una víctima a la que machacar. Muchos de esos palos que recibí, habían sido convenientemente preparados por mi jefe, el cual viéndose acorralado por clientes y "amigos", decidió esquivar la responsabilidad dejando que los interesados se ensañasen con mi departamento y en muchas ocasiones sólo con mi persona. Le reproché su actitud. Le llamé cobarde e irresponsable. Esas palabras son muy dolorosas, sobre todo cuando las argumentas y el que las recibe es consciente de su veracidad. Por tal motivo, la ira del receptor aumenta, puesto que es pillado "in fraganti" y cualquier mentira que cuente va a empeorar su posición. La salida normal en estos casos es agresiva, pero claro, cuando minutos antes le has dado a entender que cualquier postura de fuerza no le conviene, ¿qué puede hacer un jefe inepto en estos casos? Sacar de debajo de la manga un as. ¡Vaya si le salió mal la jugada!
Le estaba comentado que muchas veces nos teníamos que ver la cara con clientes insatisfechos y chillones. La empresa (el gerente) escurría el bulto en estos casos, dejando que los interesados se desahogaran a placer. A lo cual me replica: "Porque yo sé que ustedes muchas veces dejaban pasar reparaciones fuera de garantía como si estuvieran en garantía. Yo eso lo veía". Me quedé pasmado. Trataba de comprenderlo y no podía. ¿Qué me estaba diciendo? Sólo alguna vez, que yo sepa, ocurrió algo parecido y fue con algunos clientes realmente agresivos, a los cuales se les había vencido la garantía por pocas semanas o a lo sumo un mes, pero que montaban tal pollo, que era preferible repararle el ordenador y que se fuera, a aguantar sus berridos. Todo con el consentimiento del gerente que no venía a poner orden, a defendernos y a echarle una bronca al cliente o solucionar el problema.
Mi jefe había estado guardando durante años esta "joya" de frase para soltarla cuando alguien le reprochara algo. El propietario de una empresa conoce una "posible" negligencia o mala actuación de los empleados y en vez de llamarles la atención o cortar por lo sano el incidente, se lo calla para poder defenderse cuando alguno de esos empleados le pusiera en evidencia años más tarde. ¡¡¡Increíble!!! ¡Qué vengativo! Tanto que prefería perder dinero o irse a la ruina en vez de poner orden. De verdad que yo estaba alucinado con esas palabras. Pero peor aún, sabe que esa "mala actuación" por parte de los empleados es debida a la presión a la que les someten algunos clientes y no es capaz de llegar, sentar al cliente en una mesa y echarle una bronca o darle el libro de reclamaciones. Doble ineptitud por parte del gerente. Y con ese argumento me viene a rebatir las miles de afrentas que recibí, gracias a su cobardía. Para partirse de risa o llorar de pena. La guinda a la discusión la puso casi al final de la "tertulia" cuando me aseveró que él había tenido que reconocer ante los bancos que la culpa de las pérdidas de la empresa se debían a su gestión. Y me lo dijo como quien está haciendo algo por los demás, pero siendo ajeno a todo lo que pasaba. Demasiado fuerte. "La culpa es de todos los demás, pero yo la asumo como mía y no acuso a los negligentes que han llevado a la empresa a esta situación". Otro pensamiento para enmarcar.

23 mayo 2007

La reunión II: La frase

Después de un buen rato de discurso, todavía me quedaba más de la mitad por leer, y sobre todo las partes más importantes, puesto que había intentado hacer un narración que fuera "in crescendo" hasta llegar al punto principal que resumiría todo lo anterior y que era la parte fundamental de la reunión. Le recalqué su tendencia a valorar el trabajo de determinados miembros de la empresa en cuanto a su dedicación en horas fuera de trabajo y fines de semana. Nuevamente le pregunté porqué a unos sí y a otros no, cuando yo había hecho lo mismo y por el contrario, se me había llamado "vago". Le recordé su enfados cuando nos llegaba una tarde y nos obligaba a ensamblar decenas de ordenadores, exigiendo que los termináramos para el día siguiente aunque eso significase estar en la empresa hasta la madrugada, más cuando el gerente había llegado al acuerdo con el cliente hasta un par de meses antes, por lo tanto había habido tiempo de sobra.
Luego llegó la hora de hablar de dinero. En ese punto empezó a crecerse porque es el tema que dominaba. Al instante se le quitó la alegría. Le comenté como buena parte de mi sueldo había aumentado en función de lo que le exigía la ley a la empresa (subida del IPC + antigüedad), de que tenía una clausula de "dedicación exclusiva" que a parte de abusiva era absurda y que no me podía creer sus clásicas palabras de "no puedo pagar más porque hay problemas económicos", "no tengo dinero", etc... porque la empresa había estado despilfarrando mucho y contratando mucha gente, con lo cual, dinero sí que había. Que dejase de mentirme. Le hablé de todas las responsabilidades que había tomado todos esos años, que ni fueron remuneradas ni valoradas. Le hice un cálculo aproximado de la cantidad que había producido para la empresa sólo en horas extra y lo que había dejado de percibir porque no me las pagaban, además de enumerarle todos los costes personales, de salud, psíquicos, etc... Una vez terminé de exponer este tema, se acabó cualquier discusión respecto al mismo. Si tenía alguna copia de mi contrato o de mis nóminas por allí cerca, se quedaron donde estaban. Aún le quedaba algo de honor, que ni siquiera intentó responderme. Yo seguía con un ritmo constante y modulando las frases más interesantes, para que tomara constancia de ellas. Él anotaba algo.
Después no tuve reparo en llamarle cobarde y para ello lo argumenté con todas las anécdotas que me acordaba, aquellas en las cuales mi jefe me utilizaba como escudo contra clientes o colaboradores enfadados. No dejé de mencionarle como la policía había venido a la empresa por que no tuvo el coraje de decirle a un amigo suyo que no le pensaba reparar el ordenador. O le refresqué aquella vez en que me usó para entregar un cheque ridículo a un colaborador por un año de trabajo, con lo cual la bronca me la llevé yo y no él, y como más tarde intentó utilizarme de nuevo para conseguir un "código fuente" que poseía ese mismo colaborador. Le recordé como cada día ponía en duda mi palabra por cualquier chisme que le contara un cliente, otro compañero, por cualquier rumor que oyera, por cualquier estupidez que dijera un tercero. Le insistí en que una persona que presumía de ser tan inteligente como él contrasta esas palabras y trata de saber la versión del inculpado, con lo cual le di a entender que él era muy manipulable e inseguro. El discurso iba ganado intensidad y crudeza. Ahora lo medito y pienso que actué como una apisonadora machacando cada punto, aplastando cualquier reacción, reventando cualquier excusa con los argumentos que le daba cada dos frases. Acorralado, empezó a ponerse nervioso y puso en práctica su forma habitual cuando está perdiendo una negociación: la violencia. Llegado cierto momento de la disputa, le recordé como nos había hecho una "proposición deshonesta" (sic) a un compañero y a mí para pintar toda la empresa. De como aceptamos bajo chantaje pena de perder nuestros trabajos. De como eso fue un hecho puntual que no se repetiría en el futuro, y de como él, como empresario, gerente y persona había tenido la idea de eternizar esa condena, exigiendo que se pintara cada año. Le pregunté que quién iba a pintar. Me contesto que mi compañero. Le dije: "Tú estás utilizando la palabra que yo te di para obligar a otra persona a hacer un trabajo que no debe y que no quiere. No tienes mi aprobación para eso porque yo soy parte de ese hecho y no te lo consiento". Me dijo que él podía hacer lo que quisiera. Le rebatí aseverándole que con mi palabra no se jugaba, y eso no es una cuestión de empresa, esa aceptación fue hecha en un momento concreto y en una situación concreta y como una tarea al margen de lo laboral, aunque luego se realizara en la jornada normal. Mi tono severo no subía su volumen, él suyo cada vez era más alto. Estaba crispándose y a mí se me agarrotaban los músculos del cuello y de los brazos. Mi jefe puso en marcha su vía de escape, dar golpes en la mesa y pegar gritos. Solía usar esa habilidad cuando se enfrentaba a gente a a la que no podía camelar. Con ello trataba de imponerse y de dejar al otro como un salvaje. Siempre lo hacía y aunque perdiera, la otra persona también había quedado como un animal, con lo cual convertía el perder en ganar. Y en ese momento de tensión máxima la providencia me hizo optar por el mejor camino. Ni yo sé como me salieron esas palabras en ese momento. Él dio un fuerte golpe sobre la mesa gritándome, cuando levantó la mano de nuevo le dije, con voz amenazadora y tono normal: "A mí ni me levantes la voz ni me levantes la mano, que si mi padre no lo hizo en su vida, tú no eres nadie para hacerlo". Se acabó mi jefe. Lo había reducido a la nada. Paró su mano en seco, la bajó lentamente. Dejó de mirarme, para desviar sus ojos a otro lado. La reunión tenía un dueño. A la altura del betún, al gerente se le habían acabado los argumentos. Sigo sin saber como lo hice. Pero fuera como fuese, una sola frase tiró por los suelos toda su prepotencia. Después de todo, le quedaba dignidad para no seguir portándose como un salvaje.

22 mayo 2007

La reunión I

Tenía muchas cosas en la cabeza, 7 años de recuerdos que contar. A pesar de ser mi propia vida, sabía que por la tensión y la emoción, muchas de ellas iban a quedar en el tintero, por esa razón hice algo impensable, presentarme con 22 páginas escritas y leer de una forma tranquila, parsimoniosa, extremadamente grave y seria. Esto no era una broma, y las risas no estaban permitidas. Antes de comenzar la lectura le dije que me mirara a los ojos y que me respondiera que veía. No me comprendió. Me observó como tratando de entender a que me refería. En aquellas fechas yo estaba realmente cansado. Hacía muchos meses que apenas dormía. Las pastillas para el sueño me habían ayudado al principio del verano, pero habían pasado varios meses. La tensión y la ansiedad perturbaban mi descanso. Muy serio le dije: "No tengo los ojos rojos, no tengo las cuencas moradas o negras, no tengo los párpados inflamados y sin embargo llevo mucho tiempo sin descansar, mucho más tiempo que tú. Te quejas todos los días de lo cansado y reventado que estás, pero yo llevo más de 7 años sin dormir bien una sola noche, contando con sólo una mano las horas de sueño que tengo al día. ¿Por qué tú sí puedes quejarte y yo no?". Mi jefe estaba perplejo, como diciendo: "¡De qué coño habla este tío!" Sin embargo, guardó silencio y se puso a jugar con el bolígrafo que tenía en la mano. ¡La que le esperaba! Más de 5 horas de reunión, de las cuales 4, serían mi lectura. Le expliqué que no venía a hablar de dinero, que no venía a pedir nada. Simplemente le iba a explicar punto por punto lo que había sido mi vida en aquella mazmorra disfrazada de "empresa". Le iba a decir lo que no sabía, lo que sabía mal y lo que sí sabía y callaba. Eso empezó a descalabrar sus planes de defensa.
Comencé desde el principio con las indignantes prácticas de empresa, los contratos basura que había tenido a pesar del trabajo y el esfuerzo, la cualificación con la cual había sido contratado, puesto que a pesar de "recibir" prácticas de técnico superior siempre fui contratado como ayudante electricista a pesar de realizar funciones más importantes, lo cual repercutía en mi nómina, entre otras cosas. También le recalqué que estuve un año y medio sin tener vacaciones. Luego para argumentar estos primeros puntos le expliqué todos los años trabajando a destajo, con malas condiciones laborales, en un sitio inadecuado y perjudicial para la salud, sin dormir, trabajando muchas horas extras, aguantando a otros compañeros con el beneplácito suyo y asumiendo sin protestar todo tipo de responsabilidades, cambios de horario y de funciones, jugándome la vida en la carretera, sin comer, eternizándose mis jornada laboral hasta el punto que seguía trabajando en casa por las noches y los fines de semana, bajo una gran presión y estrés. Le comenté la de veces que había sido amenazado por clientes, muchas de las cuales se las tenía que "agradecer" a él, debido a que se ocultaba de los problemas, usándome como protección. Le expliqué como todo esto había influido en mi vida personal, como había perdido a mis amigos, el trato con mi familia, hasta el punto en que había perdido esa vida y había perdido todas las ganas y la ilusión que cualquier persona normal tiene en su vida, al margen de los problemas de la propia existencia, y le subrayé su falta de tacto al decir que él como gerente separaba la vida profesional y personal: "la tuya sí, pero no te importa fastidiar la de los demás". Le hablé de los gastos que me suponía el propio negocio, al tener que usar mi vehículo particular, porque la empresa sólo quería compartir uno entre varios empleados, y le recordé el cinismo y la hipocresía de un enfado que tuvo cuando los técnicos exigimos el pago por el uso de nuestros coches. En resumen, lo que he venido contando todos estos meses en el blog.
Incidí nuevamente en mi falta de descanso, como contrapartida a sus constantes quejas por la misma razón,y en general le rebatí cualquier queja o salida de tono, puesto que cualquier cosa que le estuviera pasando a él en aquel momento, ya la había sufrido yo por su causa. Había pasado demasiados años en los que perfectamente podía dejar de dormir 2 ó 3 días a la semana, sueño que no se recupera nunca, pero que tiene efectos a corto y largo plazo, sobre todo si se ve acompañado por un estrés tremendo todo el día y con jornadas de hasta 16 horas de trabajo. La solución que había encontrado venía de mano de los fármacos, salida que para nada es una solución. Ya no sólo se me caía el pelo de la cabeza, sino también de la barba. Había llegado a autolesionarme por rascarme compulsivamente. Vamos, estaba hecho una piltrafa. No escatimé en detalles a la hora de narrarle todos estos puntos, ni que lo viera con sus propios ojos. Él mientras tanto, callaba y anotaba. Sabía como defenderse de este tipo de discursos victimistas. Él era un experto en estos temas, aunque le había pillado despistado. Sin embargo, yo conocía su táctica y fue un impulso, debido a la rabia acumulada, el que me hizo anularle toda protección. Ya lo veremos.