Uno de los aspectos fundamentales del comportamiento de mi jefe durante todos estos años fue que nadie, excepto una persona, salió por la puerta de delante. Jajaja, no piensen mal, cuando estabamos en el garage sólo había una puerta por donde salir, y cuando nos mudamos, solíamos salir por la puerta de la calle. Me refiero a que nadie salió bien parado de la empresa. Se fuera (por sus propios medios o con ayuda) o la echaran, el jefe luego sólo contaba pestes de esa persona.. Como esos compañeros se habían ido, muchas veces no volvías a saber de ellos, pero cuando te los encontrabas y te contaban su versión de los hechos.... ¡vaya, vaya! no se parecía en nada a la del gerente.
El primer caso tuvo lugar a partir de esas famosas reuniones después de la hora de cerrar y servían para que el jefe nos contara historias catastróficas sobre el futuro de la empresa. A parte de los tres que estabamos en el turno de pringadillos, había otro compañero que estaba de mañana y se encargaba de los temas de cableado, entre otras cosas. Este compañero, también era prescindible y estaba contratado en la "empresa fantasma" que se había creado, para evitar que acumuláramos antigüedad. Al contrario que nosotros, sí llegó a un acuerdo con el jefe para cobrar en función de los trabajos realizados. Al dedicarse a montar redes físicas y configurar, estaba fuera la mayor parte del tiempo y podía facturar más cantidad de trabajo suyo de lo que podíamos hacer nosotros. De esta manera, a él le salía más rentable trabajar de esa manera. O al menos eso creo yo. Le preguntaré la próxima vez que lo vea.
Hacia principios del año 2000 dejó la empresa. Me acuerdo porque por esa fecha empezamos otro compañero y yo a montar las redes. Lo que desconocía era que estos trabajos extraordinarios se debían a la marcha del compañero (en otra entrada comentaré estas nuevas y emocionantes aventuras). Al poco tiempo de su salida (segundos o minutos), el jefe comenzó a rajar de él. Decía que era un pésimo profesional, que había dejado colgados a muchos clientes, que le caía mal a los clientes en general, que no terminaba las cosas y acudía tarde a las citas, que no había cumplido sus compromisos, que se había quedado con material de la empresa, y claro, que había dejado mal al gerente... Suena muy feo. Con esa actitud, lo mejor era que se fuese, para siempre. Esta leyenda negra se había sostenido hasta hace pocas fechas, cuando pude nuevamente hablar con él y me contó su versión.
Padeció lo que llamaremos: "el mito de la agenda", es decir, tienes libertad para organizar tu trabajo, de hecho la empresa te exige que seas autosuficiente para ello, pero como al jefe (o acólitos) le dé la gana, te manda a hacer otra cosa y se queda tan pancho. Como ya conté, era demasiado habitual que te dijeran que hicieras otra cosa a mitad de un cometido, pero sin aclarar la situación a tus clientes. Tenías que ejecutar lo que se te ordenaba y además responsabilizarte antes los afectados por tu desacierto. Claro, a costa de tu honor, tu cara, tu profesionalidad... El jefe (y acólitos), sin embargo, revoloteaba cual alegre querubín en un día soleado, indemne a cualquier satisfacción*.
* Según la Real Academia Española:
satisfacción. | ||
(Del lat. satisfactĭo, -ōnis). | ||
1. f. Acción y efecto de satisfacer o satisfacerse. | ||
2. f. Razón, acción o modo con que se sosiega y responde enteramente a una queja, sentimiento o razón contraria. | ||
3. f. Presunción, vanagloria. Tener mucha satisfacción de sí mismo. | ||
4. f. Confianza o seguridad del ánimo. | ||
5. f. Cumplimiento del deseo o del gusto. | ||
6. f. Una de las tres partes del sacramento de la penitencia, que consiste en pagar con obras de penitencia la pena debida por las culpas cometidas. | ||
a ~. | ||
1. loc. adv. A gusto de alguien, cumplidamente. | ||
tomar alguien ~. | ||
1. fr. satisfacerse (ǁ volver por el propio honor). |
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