10 junio 2007

3 meses sin cobrar

La situación de mi empresa iba a peor cada día. Más o menos sobre noviembre del 2005 recibí mi última nómina de ese año. No recuerdo bien si hubo algún otro pago, pero en tal caso sólo fue una pequeña parte. No volvimos a cobrar hasta marzo. A la empresa le habían embargado las cuentas. Sus deudas con los organismos públicos eran demasiado escandalosas como para que le perdonaran seguir aplazando los cobros. Pensar que apenas un año antes nadábamos en la abundancia y todo era proyectos e ilusiones de un futuro espectacular, era como una imagen borrosa de la realidad. ¿Qué había ocurrido para que todo se desmoronara tan rápidamente? No lo sé a ciencia cierta. Tengo algunos esbozos de lo ocurrido, pero me falta mucha información y saber adonde fue a parar ese dinero, en qué se empleó. Mientras tanto los pocos empleados que quedábamos intentábamos mantener la situación terminando trabajos, atendiendo a los clientes y tratando de sacar las cosas adelante, por lo menos, para ganar algo de dinero. Encima tuvimos algunos contratiempos con los que perdimos algunos de los pocos clientes que quedaban. Todo eran promesas de: "nos deben un dinero desde hace meses y nos lo tienen que pagar", "nos tienen que pagar un trabajo de hace otros tantos meses que aún no se ha cobrado", "estamos esperando para que nos acepten un presupuesto y nos paguen por adelantado un xx%"... mucho dinero en la calle que no volvía a nosotros. ¿Cómo lo cobraríamos estando embargados? ¿Lo cobraríamos alguna vez? Mi empresa durante demasiados años se dedicó a hacer mucho trabajo gratuito, a empezar proyectos que los clientes dejaban a la mitad sin abonar lo realizado y así era como era conocido mi jefe. Por lo tanto, pensar en que la empresa ahora iba a imponer las reglas era otra utopía como lo que narré más arriba. Los clientes, muchos de ellos al menos, se reían de nosotros, le decían a la empresa como tenía que funcionar, como y cuando iban a pagar, las relaciones económicas muchas veces eran impuestas por los interesados. La empresa era como un pelele al que le tomaban el pelo. Esa no parece una buena estrategia para los negocios.
Al comenzar el año siguiente "nadie", que yo sepa, había cobrado. No era la primera vez que estábamos hasta casi dos meses sin ver el sueldo, pero en esta ocasión no había esperanzas. Decidimos movernos para ver que podíamos hacer. Como yo estaba sindicado, recayó en mí parte de la obligación de obtener información. Una de las compañeras que siempre había estado al margen de todo, ahora sí que trataba de acercarse a nosotros, los técnicos, para no quedarse aislada. Preguntamos en el sindicato un par de veces y en base a sus recomendaciones decidimos pasarnos por la Inspección de trabajo. Como los demás lo seguían sin tener demasiado claro, aproveché un día que estaba de vacaciones para ir y preguntarle a un inspector. Una vez le expuse el problema y mis sospechas sobre la posibilidad de descapitalización que podría producirse, me recomendó la denuncia. Preferí darle un margen de confianza a mi jefe por si la situación se arreglaba. Un mes más tarde cobramos, pero a través de un tercero. Estaba contento por la remuneración, pero las formas no me parecieron adecuadas. En aquel momento el negocio ahogaba sus últimos estertores. Cuando poco tiempo después se le comentó al gerente que habíamos estado tres meses sin cobrar, nos respondió: "nunca en mi vida he estado sin pagar el sueldo tres meses seguidos". Y era cierto, por dos días no se habían cumplidos los tres meses, pero a efectos prácticos era un trimestre por mucho que le pesara. Seguía sin bajarse del carro. Era capaz de negar lo evidente. De seguir en ese plan, tarde o temprano se encontraría con la horma de su zapato.

08 junio 2007

La acólita número 2 abandona el barco

Otro de los sucesos que en su momento me pareció imprevisible. Pasado el tiempo y haciendo una reflexión pausada sobre el mismo, tal vez no fuera tan imprevisto. Cuando el barco se hunde... todo el que puede salta para salvarse. Una empresa como la mía, que basaba sus esperanzas de "salvación" en historias de caballeros andantes, no podía mantener una plantilla a base de vanas promesas de un futuro mejor, sobre todo cuando el que te las decía inspiraba poca confianza.
La acólita número 2 había subido como la espuma. Tras un par de años de "trabajo sucio" logró convertirse en la mano izquierda de mi jefe. El transcurso de los acontecimientos le haría luego ser el punto de referencia de mi jefe en cualquier parlamento sobre la profesionalidad, la entrega y el trabajo, desbancando de su púlpito de honor al propio acólito* número 1. Llegó un momento en que la empresa prácticamente era ella, pues había cegado con su brillo al gerente. Lo que ella hiciera o dejara de hacer era el ejemplo a seguir para los demás. No podía ser criticada en su trabajo, no podías tener una voz discrepante, no se podía poner en duda su palabra o sus acciones. Inmunidad diplomática completa. Durante los dos años que transcurrieron después de la obtención de los certificados de calidad y medio ambiente fue intocable y fue la estrella de la empresa, eclipsando a todos los demás. Si ella trabajaba en casa los fines de semana, los demás éramos unos sucios abusadores y rastreros empleados por no hacer lo mismo. Si ella enviaba una circular interna y alguien no estaba de acuerdo o simplemente no la leía, iba a sufrir el castigo del gerente. Recuerdo que actuaba como secretaria en las reuniones. Desde mi punto de vista, algunas de las actas no reflejaban fielmente lo hablado en esos mítines, sino que contenían una visión parcial, curiosamente más cercana a la empresa y al gerente que a los empleados. Como suelo decir, es mi opinión personal. Sin embargo, nunca me llevé mal con ella, pero no dejo de ser crítico con algunas circunstancias que se produjeron a su alrededor y que influyeron notablemente en los que allí trabajábamos, y recalco lo de "trabajábamos" porque eso era lo que hacíamos, a pesar de las paranoias de mi jefe. Cuando a los demás se nos exigía la renuncia a cualquier iniciativa de un segundo trabajo, amparándose en esa extraña cláusula de la "dedicación exclusiva", ella sí podía hacerlo. No importa que técnica o legalmente no hubiera problema para ello, pero a efectos del mensaje que quería transmitir mi jefe sí, ya que se trataba de una discriminación positiva. De esta manera, y por muchas causas más, fue quedándose aislada del resto de compañeros, sobre todo de los técnicos. Llegó el momento en que casi todo mi departamento la obviaba o pasaba olímpicamente de sus correos, mensajes, consejos o cualquier otro intento de expresión por su parte.
Sin duda su "éxito" más importante fue el derrocamiento del acólito número 1. Los "tira y afloja" entre ellos fueron épicos dentro de la empresa. Al final, el acólito cayó, quedándose ella como única mano del gerente; mano, que por otra parte, nadie quería coger, visto el estado del negocio. Un día se fue. Llegó a un acuerdo con el gerente. Él nos dijo que se trataba de una excedencia. Ella, al parecer, quería dejar la empresa definitivamente, pero el gerente como "gran negociador" la había convencido para que volviera en cuanto las cosas fueran mejor. No sé que pensar de toda esta historia. Lo cierto es que ella fue más lista y se largó antes de que todo fuera a peor. Se largó siendo la única persona en aquella empresa que salió por la misma puerta por la que entró, es decir, la de delante, además de contar desde el primer día con el beneplácito del gerente y a pesar de algunas grandes meteduras de pata que cometió.
Siempre he tenido la impresión de que en las esferas en las que se movía , tenía acceso a mucha información, lo que le supuso esquivar muchos problemas que otros tuvimos que tragarnos. Al final su decisión fue la más acertada, irse antes de que las cosas fuera a peor y tuviera más que perder. Mi jefe ahora estaba sólo. Hasta sus espías de campo se estaban pasando al bando contrario, puesto estaban viendo el futuro muy negro. Sin duda alguna el más sorprendido por la decisión de la acólita fue el gerente. Ya no tenía aliados dentro de la empresa. A partir de ese momento empezó a rondarme más frecuentemente. Sin nadie a quien contar sus historias, excepto la compañera abducida y con todo el mundo en su contra, buscó a alguien con el que poder hablar. Pasados los estragos que había sufrido en la reunión conmigo, se sentía con fuerzas para mirarme de nuevo a la cara y empezar a tomar una confianza había perdido y que no podría recuperar nunca más.


* Según la Real Academia Española

acólito.

(Del lat. acoly̆tus, y este del gr. ἀκόλουθος, el que sigue o acompaña).

1. m. En la Iglesia católica, seglar que ha recibido el segundo de los dos ministerios establecidos por ella y cuyo oficio es servir al altar y administrar la eucaristía como ministro extraordinario.

2. m. Monaguillo que sirve al altar en la iglesia aun sin haber recibido el ministerio del acolitado.

3. m. satélite (persona que depende de otra).

4. m. p. us. Ministro de la Iglesia que recibía la superior de las cuatro órdenes menores, y cuyo oficio es servir inmediato al altar.


07 junio 2007

El caballero blanco

¡Qué gran leyenda! Sin duda alguna, la más épica de todas nuestras aventuras en aquellas tierras donde nunca salía el sol, excepto para unos pocos. Creo que fue uno de los ejemplos más espectaculares del grado de desarrollo de la fantasía de mi jefe. Yo nunca le vi mucho sentido, al menos económico. La historia en cualquier caso es digna de contarse.
¿Qué es un caballero blanco? Según mi jefe, es un tipo acaudalado, que tiene mucho dinero y que desea invertir en una empresa tipo ACME S.A, es decir, una empresa de grandes "ideas" que se va a la ruina. ¿Por qué? No lo sé, pero se me ocurren muchas ideas y ninguna de ellas es altruista. El gerente, cuya imaginación no decaía a pesar de la contundencia de la realidad, nos decía que esta persona era muy rica. Se le caían las babas cuando nombraba a gente de este tipo. "¡Tú no te imaginas la cantidad de millones que tiene!", aseveraba siempre en estos casos, con chispas en los ojos. "Él conoce la situación de la empresa, porque yo se la he dicho, pero como es una persona que sabe de negocios ve que es una buena idea poner capital y sacar adelante la empresa. Como tiene tanto dinero, no sabe donde meterlo y tiene siempre que estar moviéndolo de un lado para otro, por lo cual no le importa apostar por nuestra empresa". Bueno, vale, intentaremos hacer caso a las afirmaciones de mi jefe.
Yo conocía a esa persona y dentro del ámbito en el que operaba sé que se gana mucho. Siempre tuve buena relación profesional con él y me parecía una persona con la cabeza bien amueblada. Además era una persona educada y afable. Así que me parecía algo extraño que alguien que sabe de negocios y tiene las ideas claras se metiera en un barrizal, como era nuestra empresa. Algo no cuadraba o alguien tenía falta de información. El caso es que el gerente juraba y perjuraba que este directivo iba a inyectar una cantidad de dinero importante en la empresa. En base a ello ya había tenido contactos con algún compañero para ofrecerles ciertos sueldos y ventajas si se quedaba, tema del cual no hablaba con otros, como yo. Para congraciarse con el caballero blanco la empresa tenía que superar un par de pruebas que justificaran que trabajaba bien y que se podía confiar en ella. Una era un plan de marketing que estaba haciendo mi jefe y la otra un trabajo para resolver un problema informático en otra organización, bastante conocida en mi provincia, y de la cual era accionista el capitalista (futuro socio nuestro).
Mi jefe presumía constantemente de su "Máster" (del universo) en marketing. Que él era demasiado bueno en eso (un portento de la naturaleza). Durante semanas trabajó duro en el proyecto y por fin se lo presentó al caballero blanco. Al día siguiente nos comentó que había ocurrido en la reunión. Todavía sus palabras resuenan en mis oídos y me echo las manos a la cabeza. "Le mostré el plan de marketing, lo hojeó y me dijo que era "de libro", vamos absolutamente perfecto, para enseñarlo en clase en la universidad", nos dijo el gerente. "Pero claro, resulta que me olvidé de poner una cosa que era importante, y la verdad es que no comprendo como se me olvidó". Aquello pintaba mal, el supuesto magnate se estaba echando atrás. A ver que más nos decía nuestro jefe... "Se me olvidó explicar como se iba a ganar dinero con el plan de marketing". Yo no me lo podía creer. ¿Estaba despierto? ¿Esto era un chiste? Todo ese trabajo y no sabes poner lo más importante, ¡Qué va a ganar y cómo, el que va a invertir! "Esto lo arreglo yo, me pondré en el asunto y terminaré ese punto que me faltaba". Me imagino la poca confianza que le daría al inversor, a pesar de que se conocían desde hacía años y mi jefe aseguraba que era un "gran amigo suyo".
La segunda prueba consistía en arreglar el sistema informático de cierta entidad de la cual el capialista era socio. Además se le diseñaría y pondría en funcionamiento una página web con base de datos, multimedia y otra serie aspectos interesantes. Junto con otra empresa, muy cercana a nosotros y que estaba corriendo la misma suerte, nos pusimos manos a la obra. En apenas una semana y poco más todo el trabajo estaba realizado. Pero vaya, según cuentan los cronistas de mi empresa, el caballero blanco se negaba a pagar lo poco que le exigíamos, aún cuando el trabajo era muchísimo más caro de lo que le íbamos a cobrar. Con excusas de que faltaba esto o faltaba lo otro, todo el asunto se quedó en agua de borrajas y cuando se cobró algo fue tarde y mal. No sé lo que pasaría ni quien sería víctima y quien el verdugo, pero luego llegaron las críticas: que si el supuesto amigo no era tan amigo, que si no se qué y que si no se cuanto... a estas alturas de la historia, la información llegaba muy distorsionada hasta nosotros. El caso es que al final, el gerente ya no nos contaba historias de caballeros blancos, ni hermosos castillos con cámaras llenas de tesoros.


04 junio 2007

Medioambien... ¿qué?

Como escribir este post sin echarse unas risas. Digamos que los certificados están para colgarlos en la pared. Lo que me recuerda tener a mi jefe pegado a mi nuca mientras yo tenía que taladrar unos agujeros para poner los cuadros que contenían los "sublimes" certificados de calidad y medioambiente. Luego tuve que dejarlos perfectos. A nivel, o si no... la que se iba a armar. Dichoso verano de 2004, el de los trabajos forzados. Pero no nos vayamos por las ramas, sobre todo el que escribe y contemos algo interesante, por ejemplo, ¡qué hacer con el papel para reciclar, o cómo librarse de las pilas botón! Sé que no es un gran ejercicio de ética y moral, pero es más flagrante cuando se presume de ser un "hacha" en el cuidado del medio ambiente y un negocio plenamente consciente de la protección de la naturaleza.
Cuando obtuvimos los certificados que nos convertían en una de las primeras empresas a nivel regional y seguramente a nivel nacional en respetar el medioambiente, aunque sólo fuera poniendo unos contenedores de papel y plástico, todo fueron gozos y alegrías. Pero como en todo jolgorio, hay un final. En mi empresa creo que el final empezó desde el principio, pues tengo la impresión de que los méritos logrados no eran una apuesta sincera, sino un requisito necesario para entrar a ciertos concursos públicos. Con el tiempo, eso de reciclar parece que se convirtió en una molestia para la empresa. Bolsas y más bolsas de papel triturado se acumulaban en la entrada del sótano, sin tener destino alguno. Espóradicamente, la responsable, nos comunicaba el deber de llevar esas bolsas a contenedores adecuados, pero como nadie iba (puesto que para eso ya había una persona responsable) el papel se iba encaramando por las escaleras para arriba. Solución: el contenedor de basura más próximo. Todo un ejemplo de urbanidad, pero para nada de política activa a favor del medioambiente, curiosamente, la política de la cual presumía la empresa. Así pasaba lo mismo con el plástico, con los tóner y cartuchos vacíos, etc... Unos años antes ya habíamos puesto en práctica este ejercicio, deshaciéndonos del contenedor para pilas botón frecuentemente utilizadas en informática, puesto que las placas base de los ordenadores las llevan. Razón: lo ignoro, pero sospecho que tener que pagar para que se llevaran las pilas no le sentaba demasiado bien a mi jefe. Respeto a la naturaleza sí, pero gratis; si no, pues al contenedor con el resto de la basura. En mis años como técnico de campo, es decir, en la época pringosa de pringadillo no fue infrecuente ir dejando monitores y material viejo por los contenedores de toda la ciudad. Cuando obtuvimos los certificados todo cambió, pero como he narrado, por el tiempo estrictamente necesario para dar la sensación de empresa "ética" y responsable. Después, "si te he visto, no me acuerdo".

03 junio 2007

Otro más fuera

El fin de año se acercaba y cada vez teníamos más problemas de todo tipo. Hacia noviembre de 2005 la empresa era historia. En ese momento debíamos haber parado la actividad. El jefe debía haber aprovechado que aún estaba a tiempo para solucionar algunas cosas, que si las dejaba pasar irían a más y no habría forma de resolverlas. Pero falsas promesas que le hicieron, algunas cosas que desconozco y seguramente, su idea fija de que podía vender parte del patrimonio a buen precio, le "aconsejaron" posponer lo inevitable.
Mientras tanto los empleados tenían que pagar sus hipotecas, sus facturas y el resto de gastos cotidianos de cada mes. Pero el dinero no llegaba. Cada mes tardábamos más en cobrar y cuando lo hacíamos no era precisamente todo el sueldo. Estábamos atados a unas promesas que no se cumplían y que estaban desorganizando la vida de muchas personas. Ante esta situación, uno de los compañeros estimó que no había futuro y que debía buscar un nuevo trabajo o tratar de montar uno por su cuenta. Era de las mejores soluciones a las que se podía optar, sobre todo cuando apenas llevaba un año y medio y no tenía tanto que perder como los más viejos. La solución más óptima era un despido, al menos así podría mantenerse, puesto que la empresa no le podía garantizar ningún ingreso.
Cuando le llegó la carta y leyó las causas por la cual se le despedía se enfadó notablemente. Cuando nos las dijo al resto de los miembros de aquella sala, nos partimos de risa. Le dijimos que "seguramente" se trataba de un error. Se le despedía por "baja productividad". Jajaja. Hubo carcajadas generalizas. "Puesto a pedir, que te despidan por alcohólico o drogadicto, así tienes mejor currículum en los ficheros de la oficina del paro". Mi jefe no estimaba que con este compañero no podía tomarse ciertas licencias, lo cual me extrañaba puesto que en repetidas ocasiones el compañero había dejado bien claro que no era el tipo de persona con la cual se pudiera jugar y a la que tomar el pelo. Todo fueron disculpas luego: "eso no lo pongo yo, sino los asesores", "yo no sabía nada", "lo arreglo lo antes posible"... Esta vez, sin embargo, sí le creí. Una de las cosas que tenía muy claras es que los asesores de cualquier empresa siempre van a defender al negocio, que es el que les paga. Había buena relación entre los empleados y la asesoría en cuestión, pero las cosas claras y el chocolate espeso; la asesoría iba a hacer lo posible porque la empresa saliera ganando. Eso me lo demostraron meses después y es algo que vale la pena contar.

02 junio 2007

La compañera abducida

Mi jefe no estaba sólo. A parte de los acólitos, los cuales le rendían pleitesía y le daban la razón en cualquier decisión equivocada que tomaba, había otra persona que estaba de su parte. Imagino que fueron los años de amistad previa, los que evitaron que esta persona se diera cuenta de la realidad de las malas artes del gerente.
Mi jefe, como no podía ser de otra manera, también se aprovechó en múltiples ocasiones de la bondad de la persona a la que me refiero. Y como siempre digo, lo que cuento es una versión personal de lo que vi y viví durante largos años.
Trabajaba en su casa todos los días después de salir del trabajo, se gozaba en el horario laboral muchas de las salidas de tono sinsentido del jefe, ponía su empeño y sus recursos en luchar por el curro y por la empresa, y aún así, el jefe la trataba como un comodín a su conveniencia. Igual que a mí. Cuando las cosas empezaron a ponerse feas y las críticas eran habituales cada día, el gerente puso en marcha su plan de escape. El mismo plan que utilizaba cuando hacía enfadar a los clientes y luego me usaba a mí o a otros compañeros como "airbag" para recibir el golpe sin hacerse daño. De esta forma, la persona a la que me refiero estaba en medio de los trabajadores enfadados y el jefe fantasioso. Yo le decía muchas veces: "El que está en medio recibe de los dos lados". Cuando pasaban los días y nuestro amado gerente no era capaz de decirnos que pasaba o porqué no cobrábamos nuestras nóminas, recurría a esa persona para que tratara de calmarnos y para que nos explicara lo que el jefe no se atrevía a exponer. Era tan evidente, tan manifiesto y tan rutinario, que me entraba una rabia tremenda. Me veía a mi mismo años atrás. Le decíamos: "Que venga él y que explique y hable, que esa es su responsabilidad, no la tuya, porque al final tú nos cuentas malas noticias y nos enfadamos contigo, aunque no queramos, mientras tanto él se queda más fresco que una lechuga". Al igual que me pasaba a mí, intentaba quitarle hierro al asunto y trataba de excusar al jefe. Esto no quitaba que cuando algo salía mal o se retrasaba o simplemente el gerente pensaba o imaginaba que las cosas no estaban como él quería, la persona en cuestión recibiera la oportuna bronca, por eso le preguntábamos si estaba abducida. "¿No te das cuenta de que te está utilizando?", "al final nos vamos a enfadar contigo por idiota". En fin, que a pesar de saberlo, las cosas siguieron siempre igual y no dejó nunca de excusar al gerente ni de intentar minimizar sus errores o meteduras de pata. En ciertas ocasiones, también sacaba su carácter y ponía al gerente en su sitio, pero lamentablemente el otro ya le había "perdido" el respeto como para dejar impresionarse. Bueno sí, se impresionaba como buen actor que era.

01 junio 2007

Seguridad Antisocial

Un par de semanas después de la reunión, tenía cita con la psicóloga. Tres meses atrás me había dado hora para ver mi evolución. Durante el verano me recomendó ir a un curso de relajación que se impartía en el propio edificio donde estaba la consulta, un centro médico cerca de mi localidad. Las primeras clases estuvieron muy bien: nos enseñaron a respirar y otro par de cosas que ya no recuerdo, pero no pude acudir al resto. El trabajo, por supuesto. Las clases eran a la una y a esa hora yo estaba muy estresado. Además siempre se me complicaban las cosas por llamadas y tareas de última hora, con lo cual llegaba tarde, y eso no era bueno para el resto de compañeros, o llegaba tan apurado y nervioso que no me valía la pena. Por lo tanto, el curso, a la mierda.
No puedo negar que cuando me tocó volver para la consulta, estaba contento. Yo había cambiado algo mi actitud hacia las cosas. La reunión con mi jefe me supo en cierta manera a una victoria, a un objetivo superado y tenía ganas de contárselo a la psicóloga.
Ese día estaba en el trabajo como de costumbre. Me encontraba reunido con la coordinadora. Cuando volví a la mesa vi una llamada perdida en mi móvil. No conocía el número, pero sabía que era de un lugar próximo a mi casa. Supuse que debía tratarse del centro médico y seguramente sería para confirmar o anular la cita. Llamé un par de veces pero no me cogían el teléfono. Volvía a llamar unos minutos más tarde y esta vez sí. Se trataba de la centralita del centro médico. Trataron de pasarme con el área a la cual les dije que tenía que asistir ese día. Nadie contestaba. Una hora después lo volví a hacer. Sucedió lo mismo. Incertidumbre. Me desplacé al lugar y llegué con media hora de antelación a la cita. Me dispuse a esperar. No veía a nadie, lo cual me sorprendió. El teléfono sonaba sobre la mesa de recepción de pacientes. Nadie venía a cogerlo. Risas en una habitación contigua. El tiempo pasaba. Era la hora de la cita. La chica de la recepción seguía sin venir, y el aparato replicó un par de veces más. Yo me estaba mosqueando bastante. Pasaron 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos. Seguían las risas. Al fin apareció la chica. Me levanto, me acerco y le comento que tengo cita con la psicóloga. Me responde con tono defensivo y molesto: "ah ya, yo te llamé y no me cogiste el móvil. La psicóloga está enferma y hoy no viene". Le digo: "llevo esperando un buen rato aquí, podías haberme llamado de nuevo o haberme dejado un mensaje". Me responde con un tono algo grosero: "Yo te llamé y no saltaba el contestador". Le respondo:"¡Qué curioso, todos mis amigos me dicen que el contestador salta demasiado rápido, a los pocos tonos!". No discutí más. Parece que esa persona, al menos ese día, no tenía mucho ánimo para hacer su trabajo. Estaba ocupada en asuntos más importantes. Le pregunté: "¿Cuando vengo? ¿Para cuando es la cita?". Respuesta: "Ya te llamaremos". Todavía sigo esperando.
Si una persona con un grave problema, cuya única o mejor salida ese día hubiera sido hablar con su psicóloga, hubiera ido a esa consulta y le hubieran tratado así, lo más seguro es que se hubiera tirado por un barranco minutos después. Hay personas que deberían entender mejor la importancia de su trabajo y del trato que tienen que dispensar, sobre todo en ciertos lugares. La conducta de aquella persona me dejó claro que allí no podían ayudarme, y no lo digo por la psicóloga cuyo trato fue muy bueno la primera vez que fui. Quien único podía resolver mis problemas era yo mismo o ir a un profesional de pago, y no tenía ganas de contar mis miserias a otra persona más y empezar todo de nuevo. Había salido reforzado de la reunión con mi jefe y afrontaba las cosas con más confianza. En cualquier caso, espero que aquella persona haya mejorado en su trabajo.

Problema con Blogger

Llevo unos días sin poder publicar ninguna entrada porque los robots de Blogger han interpretado que "Diario de un quemado" es un blog de spam.
Ejmmm, algo de propaganda anti malos empresarios sí que hago, pero no creo que sea como para bloquear el blog :D
Ya puedo presentarles nuevas e inquietantes aventuras, o por lo menos vivencias cotidianas.
No se lo pierdan, que esto se acaba.

31 mayo 2007

El día después

Aquella noche llegué a casa destrozado. El esfuerzo había sido importante. El cansancio de tantas horas de discurso y de soportar excusas insustanciales, no impedía que estuviera bastante alterado. Casi afónico llegué a casa y conté por encima lo que había ocurrido. Independientemente de lo que sucediera a partir de aquel día, ya había cumplido un objetivo importante, que era enfrentarme a mi jefe y dejarle claras las cosas. O al menos eso pensaba yo. Al regresar el día siguiente a la empresa puede que todo fuese normal o puede que tuviera una bonita carta de despido o un jefe vengativo esperándome. Dormí intranquilo. No me libraría de la tensión en varias jornadas. Como le había dicho a mi jefe en la reunión: "nunca he fallado a la empresa, hice todo lo que se me dijo que hiciera, hice todos los cambios de turno que se me exigió hacer, cumplí todas las órdenes que se obligó ejecutar, atendí a todos los clientes de día o de noche, hiciera calor o frío, lloviera o hiciera sol", así que por la mañana llegué puntual para seguir desempeñando las labores que debía realizar.No recuerdo si mi jefe estaba allí o no cuando entré. En casi toda la mañana no le vi, aunque le oía en el despacho, o por teléfono. Cuando por fin tuve que enfrentarme a él, el día después, la persona que observé era muy diferente. Casi no se atrevía a mirarme a los ojos. La voz no le salía cuando me hablaba. No sé como lo pasaría aquella noche, pero tengo la impresión de que mucho peor yo. Si no recuerdo mal, estábamos a mitad de semana. El resto de los días fue similar. No se atrevía a pedirme nada, a darme órdenes. Cada vez que nos cruzábamos sólo los saludos de compromiso indicaban que nos encontrábamos en la misma empresa. El fin de semana estaba cerca, eso nos ayudaría a relajarnos y a comenzar de nuevo. Nunca más volvió a mirar a la pantalla del ordenador y preguntarme "¿cómo estás?". Algunas cosas cambiaron. Con el paso del tiempo, todo se fue normalizando. Había mucho que hacer para intentar salvar una empresa que se hundía. Pero mi jefe no podía ser infiel a sí mismo. Una vez la rutina volvió a ser la nota predominante y los remordimientos en la conciencia se aplacaron, volvieron a surgir algunos viejos fantasmas. Sobre cuando la situación cada día era más desesperada y las vicisitudes se volvieron cada vez más adversas.

30 mayo 2007

La reunión: Yo no he sido

Todo aquel discurso tenía un solo sentido: de mí hacia mi jefe. Durante muchos años le había aguantado de todo y ahora durante unas pocas horas me tendría que aguantar él a mí. Pero como siempre ocurría en mi empresa, mi jefe tenía que tener la última palabra, él siempre tenía que cerrar las conversaciones. Le dedicaré un post a este tema porque tiene su gracia. Así, al final de mi exposición, me dijo: "Ahora deja que te explique un par de cosas". Simplemente me iba a levantar y a dejarlo con las palabras en la boca. Explicarme, ¿qué? Me reía sólo de pensarlo. ¿Por qué no divertirme un rato y escuchar sus "excusas"? "Habla y expláyate porque no te voy a estar atendiendo", pensé para mí. Le iba a dar otra oportunidad, también merecía quitarse de alguna forma algo del peso que le acababa de endosar encima, del cual no se iba a poder desprender el resto de su vida. Por otro lado me serviría para corroborar algo que ya sabía y que comentaré al final de esta entrada.
No recuerdo de todo lo que me habló, porque ha pasado el tiempo y no vi razón alguna para prestarle atención. Comentaré las que recuerde. Lo único de lo que puedo acordarme con seguridad es de la sensación de saber que no se iba a quedar callado y que buscaría la manera de convertir su culpa en la culpa de otros o mía. Posiblemente buscara a los primeros, ya que no estaban en aquel despacho.
Lo primero que hizo fue algo así como pedir disculpas por aquellas cosas que pasaron y de las cuales él no tenía muchas idea, claro está. Que lo sentía pero bueno, que eran cosas que ya habían pasado. Me pareció una de sus típicas excusas de "voy a darle la razón como a los locos". Le faltaba contenido y espíritu a esas palabras.
Luego replicó a mis anécdotas sobre las broncas e insultos que me habían hecho los clientes enfadados. Salidas de tono de esos clientes debidas a las malas artes de mi jefe. Me comentó: "porque ese cliente, tú no sabes lo que me hizo a mí", "lo que me hizo el otro, y yo que pensaba que era mi amigo", "es que aquel era un $%·#€ y un &#·%@ y lo que me hizo", "fíjate que me llegó a gritar y todo..." Yo estaba alucinado. Le dije: "No creo que tengas muy clara esta reunión. Estamos hablando de ti y de mí, no de fulanito o menganito. Son ejemplos para demostrarte tu actitud hacia mi persona, de como te escondías de los problemas y me los pasabas. Lo que te hicieran o dejaran de hacer es asunto tuyo. Lo único cierto es que gracias a ti recibí cantidad de broncas que no merecía"... "No, pero es que aquel... ¡lo que me hizo!" y "el otro también y claro era a mí a quien insultaban". No se bajaba del burro ni a pedradas. Insistía e insistía que él era la víctima, que si bien a mi me había llegado algo, al que realmente habían herido era a él. Le dejé continuar, le conocía demasiado bien.
En cuanto al salario me dijo: "lo del sueldo ya hace un par de meses que se lo dije a la programadora jefe que te lo iba a subir y eso ya está contemplado, pero claro, la situación de la empresa es muy grave y no se puede hacer". Ya casi me caía de la silla de la risa que me entró. La empresa no me pagaba regularmente el sueldo desde hacía 6 meses, y hace dos había pensado en subírmelo, después de 7 años y medio trabajando...¡qué casualidad! Anteriormente le había comentado que yo sabía que había estado en negociaciones con otros compañeros y les había ofrecido un buen sueldo si todo funcionaba como él quería. Me lo negó rotundamente. Me hizo sonreír, porque para algo servían las tertulias que teníamos los compañeros en el desayuno. Durante todo el discurso le dije algunas cosas para comprobar su reacción ante ciertos hechos. No importaba si eran ciertos o no, sólo me interesaba saber como se comportaba al oírlos, y creo que se sintió algo confuso al darse cuenta de que yo sabía más cosas de las que daba a entender.
Cuando le comenté que durante varios meses no me dirigió el saludo porque empecé a ceñirme a mi horario y a mis tareas y no me pasaba las tardes o las mañanas enseñando gratis los programas a los clientes, lo único que se le ocurrió decirme es que había gente que era maleducada, que a ÉL había una persona que nunca lo saludaba. Otra vez la misma historia. "No es de esa persona de quien hablamos. Es de ti y de mí". "Si ya, pero hay gente que es así y mira que yo le saludo, pero nunca me lo devuelve"... Sin comentarios.
En cierto momento le comenté que mi corazón estaba a punto de saltarse muchas veces en el trabajo por los nervios, la ansiedad, la falta de comer y beber, el estrés y demás, y que me habían dado fatigas y aún así se me había obligado a seguir haciendo cosas. Le dije que no entendía que él se quejara constantemente de que le pasaba algo parecido, porque cuando me pasaba a mí, no le interesaba lo más mínimo. Me replicó que él lo estaba pasando muy mal que trabajaba más que nadie y que yo no podía entender lo era eso. Le contesté que yo sabía, al menos en parte, lo que él estaba pasando, porque yo lo había vivido. Que le entendía, pero que no prejuzgara los sufrimientos de los demás como menores que los suyos, y que si el llevaba un año así, yo me había pasado muchos más en esa situación. Situación que por otro lado, él perpetuaba porque le convenía.
Luego me volvió a tratar como un loco, dándome la razón. Me dijo: "Yo no digo que no hayas hecho esas horas extra que dices, que puede ser cierto pero eso bueno, ya está pasado, no se puede arreglar". Mmmm, interesante, las cosas ya pasaron. Lo anotaré por aquí, por si algún día me conviene decir esa frase.
El tema de los finiquitos y los trabajos extra adeudados los anotó como tema a resolver inmediatamente, y ya veremos como, en los próximos días. Eso también tiene mucha guasa, sobre todo al final cuando trató de hacer una especie de trato (en su mente) cambiándome algo que me debía por otra cosa que también me debía. Absurdo.
No recuerdo que me dijera nada por el uso de mi vehículo, de las horas utilizadas en sacarle adelante muchos tareas y labores, del sueño perdido, de la vida perdida y en general de miles de detalles más. Me pidió que le diera las hojas donde estaba escrito mi discurso, para leerlo y "aprender". Le repliqué que lamentablemente no podía ser así, que esas eran mis hojas, mi tinta y mi discurso. Que yo no usaba los medios de la empresa (impresoras y ordenadores) para uso particular, como él afirmaba en algunos correos electrónicos y en frases lanzadas al aire, y que "sintiéndolo" mucho, no podía dárselas.
Ya era muy tarde, entre las 10 y las 11 de la noche y prácticamente la reunión terminó con una típica frase que mi jefe usaba cuando no podía hacer frente a alguien: "esto es como las parejas, si la cosa va mal, lo mejor es dejarlo, darse la mano y quedar bien". Jajaja. Eso me lo decía la persona cuyos empleados habían dejado la empresa siempre por la puerta de atrás, en la mayoría de los casos. Eso me lo decía la persona que había perdido a muchos clientes y supuestos "amigos" por ciertas irregularidades en los negocios, como venderles material usado como nuevo, o no cumplir promesas. Eso me lo decía la persona que en las reuniones criticaba a aquellos que no estaban sentados en la mesa, con total impunidad. Yo no iba a ser una excepción. Sabía que tarde o temprano, el tiempo me lo demostraría. Y ¡no!, si tienes que quedar mal con alguien es mejor que sea así de claro. Continuar dando una falsa sensación de que todo va bien, me parece una idea absurda, sobre todo teniendo en cuenta que beneficia a la otra parte. No era una solución eso de: "nos damos la mano y aquí no ha pasado nada". La empresa, tendría que asumir su responsabilidad, al igual que lo hacíamos los empleados.
Algunas cosas más se dijeron durante el discurso y la posterior verborrea victimista del gerente. Cosas importantes, pero que me reservo y que es mejor que se queden dentro de esa reunión.
Al final no me sorprendió. Hizo lo que yo esperaba, es decir, intentar echar balones fuera, intentar echar la culpa de todo a los demás y hacerse la víctima incomprendida. Me decepcionó.

29 mayo 2007

La reunión: Las conclusiones

Mi discurso estaba llegando a su fin. Muchas cosas había dicho, muchas cosas había oído mi jefe. Muchas quedaron en el tintero. Muchas no se nombraron. Sin embargo, se expresaron muchas de las más importantes. 7 años de trabajo habían sido resumidos en unas 4 horas. Ahora, con todos los argumentos frescos en la memoria, había que concluir y tratar de hacer llegar a la mente de mi jefe el quid de la cuestión. Hacerle entender los puntos principales de todo aquel manifiesto, hacerle entender las pautas con las cuales debía seguir en su relación conmigo, de aquí en adelante.
"Llevo muchos años esperando para decirte estas palabras, pero siempre era mal momento. Hablar de temas de trabajo y dinero es una misión irrealizable: o le das vueltas a las cosas para no llegar a ningún lado o te enfadas. La empresa me ha demostrado que es rencorosa con estos temas y paga con represalias las negociaciones que no le gustan. He visto pringadillos cargando cajas por hacer una crítica constructiva. He visto rabia y venganza cuando se te ha pedido un merecido aumento de sueldo", comencé.
Como ya he dicho, el gerente no hacia sino quejarse de aquello que él mismo había hecho a los trabajadores. Se quejaba de que los trabajadores abusaban, engañaban y se aprovechaban de la empresa, cuando era la empresa quien lo hacía. "He tenido que dar mis datos a la policía, cuando tú estabas tranquilamente en tu casa de la playa, he pasado cientos de fines de semana sin salir de casa por la ansiedad y la reventada que tenía encima por causa del trabajo, mientras tú venías el lunes feliz y contento. Mientras yo aguantaba las broncas, algunas salvajes, de muchos clientes, tú no estabas para defenderme porque precisamente, habías elegido huir para que los interesados se desahogaran conmigo. Me he visto solo demasiadas veces, para que tú tuvieras "calidad de vida", esa misma calidad que insinúas todos los días, con palabras y con cartas, que ofreces a "todos" tus empleados."
"Toda consecuencia tiene un origen. Si llego tarde a trabajar es porque llevo meses sin dormir y meses trabajando de sol a sol, trabajando para ti y defendiendo tu negocio. Si meto la pata, puede que las palizas que me doy cada día y el estrés y la depresión que esta empresa me ha provocado, sean la causa de cometer errores. Sin embargo la empresa no busca la causa, busca su autolegitimación intentado hacerme responsable de su propia conducta. No me vale que me digas que hice mal esto o lo otro si no eres capaz de reconocer lo que la empresa hizo mal primero."
"Pensaba hacer un largo escrito con muchos muchos más ejemplos para demostrarte cada cosa que digo, pero al final me di cuenta de que YO NO NECESITO DEMOSTRARTE NADA. Lo he dado todo y lo he demostrado todo, cada segundo, de cada minuto, de cada hora de cada día. No he dejado de realizar cualquier tarea que la empresa me ordenó. No he cuestionado. He acatado las órdenes cuando esto suponía una renuncia a mi vida privada. NO TENGO QUE DEMOSTRARTE NADA."
"¿Cómo me lo ha agradecido la empresa? Te lo voy a decir en pocas palabras: tratándome como una mierda, como una basura, un ser inferior, humillándome delante de compañeros y clientes, permitiendo que cualquier ABUSARA de mí, sin respeto, sin valorarme, sin darme presunción de inocencia cuando otros me criticaban por la espalda, y sólo me has dado la razón o te has puesto de mi lado cuando te interesaba, pero no por convicción."
"Cuando ha habido dinero se me ha tratado como a un perro, y ahora que no hay, se me trata mejor ¿por qué? Si mañana un cliente te pagara 1.000 millones de euros, me volverías a infravalorar, me pondrías a limpiar, pintar o cualquier cosa, porque como antes te dije, no me tienes respeto. ESO ES LO QUE QUIERO Y ESO ES LO QUE TIENES QUE TENER CLARO A PARTIR DE AHORA".
"Nos dijiste un día que a Nasghoul y al acólito número 1 los echaste porque les habías dado todas las oportunidades y no habían respondido... Quien único ha dado oportunidades en esta empresa he sido yo a ti y en todas me has fallado. Más de 7 años de dedicación para sacar la empresa adelante, porque siempre he pensado que el bien de la empresa era mi bien personal... y mira, he renunciado a mi vida, a mi familia, a muchas cosas para que todo fuera mejor para todos y para mí y sin embargo, me has tratado como una mierda, porque la empresa sólo piensa en que todo el bien tiene que ser para ella, es decir, para ti".
"TE TENGO ODIO, TE TENGO RENCOR, TE TENGO UN RESENTIMIENTO QUE NO SE PUEDE EXPRESAR CON PALABRAS"
"Siempre de mal humor en mi casa, que ni mis padres se atrevían a hablar conmigo, ni he podido mantener una relación por estar tan alterado y depresivo, pasado de vueltas para desahogarme muchas veces y luego aislado y amargado. Así he vivido los últimos años, mientras la empresa me insultaba con palabras crueles e indecentes, como vago y ladrón".
"TE TENGO RENCOR Y RESENTIMIENTO POR COMO ME TRATASTE EL VERANO PASADO, DESPRECIÁNDOME DELANTE DE CLIENTES IMPORTANTES, PORTÁNDOTE COMO UN CACIQUE".
"¿Qué derecho te crees que tienes para tratarme así? ¿Quién coño te crees que eres? Naces, vives y mueres como yo. No eres más que nadie y no eres nada, ni siquiera entre estos muros".
Lo último que recuerdo que me dijo mi padre, la última frase que recuerdo de él es: "Lárgate de esa empresa". Él sabía lo que era este tipo de trato y le dolía un montón que a su hijo le estuviera pasando lo mismo."
Después ya no dije nada más. Me había saltado parte del guión y había dicho algunas cosas que no pensaba decir y me guardé otras que era mejor dejar en el olvido. Estaba cansado de hablar durante más de 4 horas a gran tensión. La reunión daría para más: la justificación de los cobardes, pero ya no me importaba. Me había quitado un gran peso de encima. Ahora era un poco más libre y ya cualquier cosa me daba igual. De repente sentí que lo que pasara después no era importante y no tenía que preocuparme.