Tenía muchas cosas en la cabeza, 7 años de recuerdos que contar. A pesar de ser mi propia vida, sabía que por la tensión y la emoción, muchas de ellas iban a quedar en el tintero, por esa razón hice algo impensable, presentarme con 22 páginas escritas y leer de una forma tranquila, parsimoniosa, extremadamente grave y seria. Esto no era una broma, y las risas no estaban permitidas. Antes de comenzar la lectura le dije que me mirara a los ojos y que me respondiera que veía. No me comprendió. Me observó como tratando de entender a que me refería. En aquellas fechas yo estaba realmente cansado. Hacía muchos meses que apenas dormía. Las pastillas para el sueño me habían ayudado al principio del verano, pero habían pasado varios meses. La tensión y la ansiedad perturbaban mi descanso. Muy serio le dije: "No tengo los ojos rojos, no tengo las cuencas moradas o negras, no tengo los párpados inflamados y sin embargo llevo mucho tiempo sin descansar, mucho más tiempo que tú. Te quejas todos los días de lo cansado y reventado que estás, pero yo llevo más de 7 años sin dormir bien una sola noche, contando con sólo una mano las horas de sueño que tengo al día. ¿Por qué tú sí puedes quejarte y yo no?". Mi jefe estaba perplejo, como diciendo: "¡De qué coño habla este tío!" Sin embargo, guardó silencio y se puso a jugar con el bolígrafo que tenía en la mano. ¡La que le esperaba! Más de 5 horas de reunión, de las cuales 4, serían mi lectura. Le expliqué que no venía a hablar de dinero, que no venía a pedir nada. Simplemente le iba a explicar punto por punto lo que había sido mi vida en aquella mazmorra disfrazada de "empresa". Le iba a decir lo que no sabía, lo que sabía mal y lo que sí sabía y callaba. Eso empezó a descalabrar sus planes de defensa.
Comencé desde el principio con las indignantes prácticas de empresa, los contratos basura que había tenido a pesar del trabajo y el esfuerzo, la cualificación con la cual había sido contratado, puesto que a pesar de "recibir" prácticas de técnico superior siempre fui contratado como ayudante electricista a pesar de realizar funciones más importantes, lo cual repercutía en mi nómina, entre otras cosas. También le recalqué que estuve un año y medio sin tener vacaciones. Luego para argumentar estos primeros puntos le expliqué todos los años trabajando a destajo, con malas condiciones laborales, en un sitio inadecuado y perjudicial para la salud, sin dormir, trabajando muchas horas extras, aguantando a otros compañeros con el beneplácito suyo y asumiendo sin protestar todo tipo de responsabilidades, cambios de horario y de funciones, jugándome la vida en la carretera, sin comer, eternizándose mis jornada laboral hasta el punto que seguía trabajando en casa por las noches y los fines de semana, bajo una gran presión y estrés. Le comenté la de veces que había sido amenazado por clientes, muchas de las cuales se las tenía que "agradecer" a él, debido a que se ocultaba de los problemas, usándome como protección. Le expliqué como todo esto había influido en mi vida personal, como había perdido a mis amigos, el trato con mi familia, hasta el punto en que había perdido esa vida y había perdido todas las ganas y la ilusión que cualquier persona normal tiene en su vida, al margen de los problemas de la propia existencia, y le subrayé su falta de tacto al decir que él como gerente separaba la vida profesional y personal: "la tuya sí, pero no te importa fastidiar la de los demás". Le hablé de los gastos que me suponía el propio negocio, al tener que usar mi vehículo particular, porque la empresa sólo quería compartir uno entre varios empleados, y le recordé el cinismo y la hipocresía de un enfado que tuvo cuando los técnicos exigimos el pago por el uso de nuestros coches. En resumen, lo que he venido contando todos estos meses en el blog.
Incidí nuevamente en mi falta de descanso, como contrapartida a sus constantes quejas por la misma razón,y en general le rebatí cualquier queja o salida de tono, puesto que cualquier cosa que le estuviera pasando a él en aquel momento, ya la había sufrido yo por su causa. Había pasado demasiados años en los que perfectamente podía dejar de dormir 2 ó 3 días a la semana, sueño que no se recupera nunca, pero que tiene efectos a corto y largo plazo, sobre todo si se ve acompañado por un estrés tremendo todo el día y con jornadas de hasta 16 horas de trabajo. La solución que había encontrado venía de mano de los fármacos, salida que para nada es una solución. Ya no sólo se me caía el pelo de la cabeza, sino también de la barba. Había llegado a autolesionarme por rascarme compulsivamente. Vamos, estaba hecho una piltrafa. No escatimé en detalles a la hora de narrarle todos estos puntos, ni que lo viera con sus propios ojos. Él mientras tanto, callaba y anotaba. Sabía como defenderse de este tipo de discursos victimistas. Él era un experto en estos temas, aunque le había pillado despistado. Sin embargo, yo conocía su táctica y fue un impulso, debido a la rabia acumulada, el que me hizo anularle toda protección. Ya lo veremos.
Comencé desde el principio con las indignantes prácticas de empresa, los contratos basura que había tenido a pesar del trabajo y el esfuerzo, la cualificación con la cual había sido contratado, puesto que a pesar de "recibir" prácticas de técnico superior siempre fui contratado como ayudante electricista a pesar de realizar funciones más importantes, lo cual repercutía en mi nómina, entre otras cosas. También le recalqué que estuve un año y medio sin tener vacaciones. Luego para argumentar estos primeros puntos le expliqué todos los años trabajando a destajo, con malas condiciones laborales, en un sitio inadecuado y perjudicial para la salud, sin dormir, trabajando muchas horas extras, aguantando a otros compañeros con el beneplácito suyo y asumiendo sin protestar todo tipo de responsabilidades, cambios de horario y de funciones, jugándome la vida en la carretera, sin comer, eternizándose mis jornada laboral hasta el punto que seguía trabajando en casa por las noches y los fines de semana, bajo una gran presión y estrés. Le comenté la de veces que había sido amenazado por clientes, muchas de las cuales se las tenía que "agradecer" a él, debido a que se ocultaba de los problemas, usándome como protección. Le expliqué como todo esto había influido en mi vida personal, como había perdido a mis amigos, el trato con mi familia, hasta el punto en que había perdido esa vida y había perdido todas las ganas y la ilusión que cualquier persona normal tiene en su vida, al margen de los problemas de la propia existencia, y le subrayé su falta de tacto al decir que él como gerente separaba la vida profesional y personal: "la tuya sí, pero no te importa fastidiar la de los demás". Le hablé de los gastos que me suponía el propio negocio, al tener que usar mi vehículo particular, porque la empresa sólo quería compartir uno entre varios empleados, y le recordé el cinismo y la hipocresía de un enfado que tuvo cuando los técnicos exigimos el pago por el uso de nuestros coches. En resumen, lo que he venido contando todos estos meses en el blog.
Incidí nuevamente en mi falta de descanso, como contrapartida a sus constantes quejas por la misma razón,y en general le rebatí cualquier queja o salida de tono, puesto que cualquier cosa que le estuviera pasando a él en aquel momento, ya la había sufrido yo por su causa. Había pasado demasiados años en los que perfectamente podía dejar de dormir 2 ó 3 días a la semana, sueño que no se recupera nunca, pero que tiene efectos a corto y largo plazo, sobre todo si se ve acompañado por un estrés tremendo todo el día y con jornadas de hasta 16 horas de trabajo. La solución que había encontrado venía de mano de los fármacos, salida que para nada es una solución. Ya no sólo se me caía el pelo de la cabeza, sino también de la barba. Había llegado a autolesionarme por rascarme compulsivamente. Vamos, estaba hecho una piltrafa. No escatimé en detalles a la hora de narrarle todos estos puntos, ni que lo viera con sus propios ojos. Él mientras tanto, callaba y anotaba. Sabía como defenderse de este tipo de discursos victimistas. Él era un experto en estos temas, aunque le había pillado despistado. Sin embargo, yo conocía su táctica y fue un impulso, debido a la rabia acumulada, el que me hizo anularle toda protección. Ya lo veremos.