Saludos nuevamente para todos los lectores que sufrida y fielmente me siguen cada jornada. Saludos para todos aquellos que me leen por primera vez y para los que lo hacen de vez en cuando. A todos, bienvenidos :-D Les invitaría a todos a chocolate con churros, pero, de momento, no disponemos de ese servicio en este blog ;-) Hoy no soy protagonista, de hecho ni tan siquiera aparezco remotamente, bueno sí, algo si que aparezco hacia el final. Esta vez describiré los actos tal y como los pude contemplar desde fuera. La gran figura de esta entrada será, sin duda alguna, mi estimado ex jefe.
Cuando empecé a trabajar en aquella empresa de tan nefasto recuerdo, mi jefe parecía un tipo bonachón y jovial. Según él, tenía unas afinidades políticas poco corrientes para lo que correspondería a un empresario y a lo largo del tiempo se autorreafirmaría en ellas contra viento y marea. Pero lo que predicaba y lo que realizaba no tenía mucho que ver. A medida que su ansia de dinero crecía y era estimulada por su acólito principal y por las afortunadas circunstancias que se iban produciendo, la diferencia entre sus teóricos principios y su modo de actuar fue tan grande que no llegaba a verse la relación entre ellos. Fiel a su ambición, derrocó y se apoderó de la presidencia de una asociación importante en mi ciudad. Con el control de esta asociación sus tejemanejes tenían camino libre para el "chanchulleo"*, el "especuleo"** y el "trapicheo". Cierta notable figura pública del aquel entonces vino a la ciudad para algún tema político. Esa figura se supone que estaba en el lado opuesto a las convicciones políticas de mi jefe. Mi mandamás, por otro lado, siempre había abogado por el "no figurar". El negocio se había consolidado con el boca a boca y mi jefe rehuía toda publicidad en los medios. Pero ahora iba a salir en la foto con alguien importante y su narcisismo no podía oponerse a tan suculenta oportunidad. Al día siguiente, con la boca toda llena de vanidad, nos mostraba la fotografía del periódico, donde salía al lado del personaje mencionado. Vaya, vaya, vaya, ¡cómo había cambiado mi jefe! Con gestos como este se descubría su verdadero yo. Sin embargo, toda esta historia no es lo que quiero contar. Lo pérfido viene ahora. Cuando las circunstancias del poder cambiaron y nuevos personajes ocupaban los puestos, mi jefe ya no salía en ninguna foto, así que empezó a enviarnos a todos por correo electrónico los chistes clásicos en los que se ironiza y ridiculiza a los partidos y a los políticos, pero los que habían sido vencidos, aquellos con las cuales él llegó a aparecer en los medios. Es lo que se llama "chaqueteo": ahora te río los chistes, pero como mañana no me sirves, me río de ti. Menuda moral más putrefacta.
Con esta historia sólo quiero reflejar la hipocresía y el cinismo en el que se regodeaba* mi jefe. La falta de escrúpulos. Nos mostraba como todos sus principios eran falsos y carentes de valor, puesto que con cada nuevo acontecimiento se contradecía. Sin embargo, ante tal despropósito seguía firme en su mentira, tratando de hacer válida la máxima de que reiterándote en la mentira hasta el final, consigues que se convierta en verdad.
*, ** Licencias lingüísticas que me he tomado para hacer más amena la narración. Cámbiese "chanchulleo" por chanchullo y "especuleo" no tiene ninguna palabra parecida en el diccionario.
Cuando empecé a trabajar en aquella empresa de tan nefasto recuerdo, mi jefe parecía un tipo bonachón y jovial. Según él, tenía unas afinidades políticas poco corrientes para lo que correspondería a un empresario y a lo largo del tiempo se autorreafirmaría en ellas contra viento y marea. Pero lo que predicaba y lo que realizaba no tenía mucho que ver. A medida que su ansia de dinero crecía y era estimulada por su acólito principal y por las afortunadas circunstancias que se iban produciendo, la diferencia entre sus teóricos principios y su modo de actuar fue tan grande que no llegaba a verse la relación entre ellos. Fiel a su ambición, derrocó y se apoderó de la presidencia de una asociación importante en mi ciudad. Con el control de esta asociación sus tejemanejes tenían camino libre para el "chanchulleo"*, el "especuleo"** y el "trapicheo". Cierta notable figura pública del aquel entonces vino a la ciudad para algún tema político. Esa figura se supone que estaba en el lado opuesto a las convicciones políticas de mi jefe. Mi mandamás, por otro lado, siempre había abogado por el "no figurar". El negocio se había consolidado con el boca a boca y mi jefe rehuía toda publicidad en los medios. Pero ahora iba a salir en la foto con alguien importante y su narcisismo no podía oponerse a tan suculenta oportunidad. Al día siguiente, con la boca toda llena de vanidad, nos mostraba la fotografía del periódico, donde salía al lado del personaje mencionado. Vaya, vaya, vaya, ¡cómo había cambiado mi jefe! Con gestos como este se descubría su verdadero yo. Sin embargo, toda esta historia no es lo que quiero contar. Lo pérfido viene ahora. Cuando las circunstancias del poder cambiaron y nuevos personajes ocupaban los puestos, mi jefe ya no salía en ninguna foto, así que empezó a enviarnos a todos por correo electrónico los chistes clásicos en los que se ironiza y ridiculiza a los partidos y a los políticos, pero los que habían sido vencidos, aquellos con las cuales él llegó a aparecer en los medios. Es lo que se llama "chaqueteo": ahora te río los chistes, pero como mañana no me sirves, me río de ti. Menuda moral más putrefacta.
Con esta historia sólo quiero reflejar la hipocresía y el cinismo en el que se regodeaba* mi jefe. La falta de escrúpulos. Nos mostraba como todos sus principios eran falsos y carentes de valor, puesto que con cada nuevo acontecimiento se contradecía. Sin embargo, ante tal despropósito seguía firme en su mentira, tratando de hacer válida la máxima de que reiterándote en la mentira hasta el final, consigues que se convierta en verdad.
*, ** Licencias lingüísticas que me he tomado para hacer más amena la narración. Cámbiese "chanchulleo" por chanchullo y "especuleo" no tiene ninguna palabra parecida en el diccionario.
* Según la Real Academia Española:
regodearse.
(De re- y el lat. gaudĕre, alegrarse, estar contento).
1. prnl. coloq. Deleitarse o complacerse en lo que gusta o se goza, deteniéndose en ello.
2. prnl. coloq. Hablar o estar de chacota**.
3. prnl. coloq. Complacerse maliciosamente con un percance, apuro, etc., que le ocurre a otra persona.
** Según la Real Academia Española:
chacota.
(Voz onomat.).
1. f. Bulla y alegría mezclada de chanzas y carcajadas, con que se celebra algo.
2. f. Broma, burla. Tomar a chacota a alguien o algo. Hacer chacota de alguien o algo.
4 comentarios:
Tu blog me recuerda a las viñetas de Dilbert. Seguro que ya lo conoces, pero por si no fuera el caso, te recomiendo: www.dilbert.com
Saludos.
jajaja, muy bueno! No lo conocía. Lo que me sonaba era el principio de Dilbert de porqué cuanto menos sabes más cobras, pero no sabía que procedía de unas viñetas humorísticas. Gracias por la información. Y sí, en cierto modo mi empresa se parece a esa. La mía además trágico-cómica.
Saludos.
Fíjate, leyendo este post me he acordado de otra metamorfosis que sufrío el jefe a nivel de indumentaria cuando empezó a relacionarse con las altas esferas. Anímate y cuéntalo!
mmmm, wena idea. como el post de mañana será sencillito, igual publico el que me dices para que no se quede en el tintero y puede que le añada algo de mi cosecha y de esa famosa reunión.
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