23 mayo 2007

La reunión II: La frase

Después de un buen rato de discurso, todavía me quedaba más de la mitad por leer, y sobre todo las partes más importantes, puesto que había intentado hacer un narración que fuera "in crescendo" hasta llegar al punto principal que resumiría todo lo anterior y que era la parte fundamental de la reunión. Le recalqué su tendencia a valorar el trabajo de determinados miembros de la empresa en cuanto a su dedicación en horas fuera de trabajo y fines de semana. Nuevamente le pregunté porqué a unos sí y a otros no, cuando yo había hecho lo mismo y por el contrario, se me había llamado "vago". Le recordé su enfados cuando nos llegaba una tarde y nos obligaba a ensamblar decenas de ordenadores, exigiendo que los termináramos para el día siguiente aunque eso significase estar en la empresa hasta la madrugada, más cuando el gerente había llegado al acuerdo con el cliente hasta un par de meses antes, por lo tanto había habido tiempo de sobra.
Luego llegó la hora de hablar de dinero. En ese punto empezó a crecerse porque es el tema que dominaba. Al instante se le quitó la alegría. Le comenté como buena parte de mi sueldo había aumentado en función de lo que le exigía la ley a la empresa (subida del IPC + antigüedad), de que tenía una clausula de "dedicación exclusiva" que a parte de abusiva era absurda y que no me podía creer sus clásicas palabras de "no puedo pagar más porque hay problemas económicos", "no tengo dinero", etc... porque la empresa había estado despilfarrando mucho y contratando mucha gente, con lo cual, dinero sí que había. Que dejase de mentirme. Le hablé de todas las responsabilidades que había tomado todos esos años, que ni fueron remuneradas ni valoradas. Le hice un cálculo aproximado de la cantidad que había producido para la empresa sólo en horas extra y lo que había dejado de percibir porque no me las pagaban, además de enumerarle todos los costes personales, de salud, psíquicos, etc... Una vez terminé de exponer este tema, se acabó cualquier discusión respecto al mismo. Si tenía alguna copia de mi contrato o de mis nóminas por allí cerca, se quedaron donde estaban. Aún le quedaba algo de honor, que ni siquiera intentó responderme. Yo seguía con un ritmo constante y modulando las frases más interesantes, para que tomara constancia de ellas. Él anotaba algo.
Después no tuve reparo en llamarle cobarde y para ello lo argumenté con todas las anécdotas que me acordaba, aquellas en las cuales mi jefe me utilizaba como escudo contra clientes o colaboradores enfadados. No dejé de mencionarle como la policía había venido a la empresa por que no tuvo el coraje de decirle a un amigo suyo que no le pensaba reparar el ordenador. O le refresqué aquella vez en que me usó para entregar un cheque ridículo a un colaborador por un año de trabajo, con lo cual la bronca me la llevé yo y no él, y como más tarde intentó utilizarme de nuevo para conseguir un "código fuente" que poseía ese mismo colaborador. Le recordé como cada día ponía en duda mi palabra por cualquier chisme que le contara un cliente, otro compañero, por cualquier rumor que oyera, por cualquier estupidez que dijera un tercero. Le insistí en que una persona que presumía de ser tan inteligente como él contrasta esas palabras y trata de saber la versión del inculpado, con lo cual le di a entender que él era muy manipulable e inseguro. El discurso iba ganado intensidad y crudeza. Ahora lo medito y pienso que actué como una apisonadora machacando cada punto, aplastando cualquier reacción, reventando cualquier excusa con los argumentos que le daba cada dos frases. Acorralado, empezó a ponerse nervioso y puso en práctica su forma habitual cuando está perdiendo una negociación: la violencia. Llegado cierto momento de la disputa, le recordé como nos había hecho una "proposición deshonesta" (sic) a un compañero y a mí para pintar toda la empresa. De como aceptamos bajo chantaje pena de perder nuestros trabajos. De como eso fue un hecho puntual que no se repetiría en el futuro, y de como él, como empresario, gerente y persona había tenido la idea de eternizar esa condena, exigiendo que se pintara cada año. Le pregunté que quién iba a pintar. Me contesto que mi compañero. Le dije: "Tú estás utilizando la palabra que yo te di para obligar a otra persona a hacer un trabajo que no debe y que no quiere. No tienes mi aprobación para eso porque yo soy parte de ese hecho y no te lo consiento". Me dijo que él podía hacer lo que quisiera. Le rebatí aseverándole que con mi palabra no se jugaba, y eso no es una cuestión de empresa, esa aceptación fue hecha en un momento concreto y en una situación concreta y como una tarea al margen de lo laboral, aunque luego se realizara en la jornada normal. Mi tono severo no subía su volumen, él suyo cada vez era más alto. Estaba crispándose y a mí se me agarrotaban los músculos del cuello y de los brazos. Mi jefe puso en marcha su vía de escape, dar golpes en la mesa y pegar gritos. Solía usar esa habilidad cuando se enfrentaba a gente a a la que no podía camelar. Con ello trataba de imponerse y de dejar al otro como un salvaje. Siempre lo hacía y aunque perdiera, la otra persona también había quedado como un animal, con lo cual convertía el perder en ganar. Y en ese momento de tensión máxima la providencia me hizo optar por el mejor camino. Ni yo sé como me salieron esas palabras en ese momento. Él dio un fuerte golpe sobre la mesa gritándome, cuando levantó la mano de nuevo le dije, con voz amenazadora y tono normal: "A mí ni me levantes la voz ni me levantes la mano, que si mi padre no lo hizo en su vida, tú no eres nadie para hacerlo". Se acabó mi jefe. Lo había reducido a la nada. Paró su mano en seco, la bajó lentamente. Dejó de mirarme, para desviar sus ojos a otro lado. La reunión tenía un dueño. A la altura del betún, al gerente se le habían acabado los argumentos. Sigo sin saber como lo hice. Pero fuera como fuese, una sola frase tiró por los suelos toda su prepotencia. Después de todo, le quedaba dignidad para no seguir portándose como un salvaje.

22 mayo 2007

La reunión I

Tenía muchas cosas en la cabeza, 7 años de recuerdos que contar. A pesar de ser mi propia vida, sabía que por la tensión y la emoción, muchas de ellas iban a quedar en el tintero, por esa razón hice algo impensable, presentarme con 22 páginas escritas y leer de una forma tranquila, parsimoniosa, extremadamente grave y seria. Esto no era una broma, y las risas no estaban permitidas. Antes de comenzar la lectura le dije que me mirara a los ojos y que me respondiera que veía. No me comprendió. Me observó como tratando de entender a que me refería. En aquellas fechas yo estaba realmente cansado. Hacía muchos meses que apenas dormía. Las pastillas para el sueño me habían ayudado al principio del verano, pero habían pasado varios meses. La tensión y la ansiedad perturbaban mi descanso. Muy serio le dije: "No tengo los ojos rojos, no tengo las cuencas moradas o negras, no tengo los párpados inflamados y sin embargo llevo mucho tiempo sin descansar, mucho más tiempo que tú. Te quejas todos los días de lo cansado y reventado que estás, pero yo llevo más de 7 años sin dormir bien una sola noche, contando con sólo una mano las horas de sueño que tengo al día. ¿Por qué tú sí puedes quejarte y yo no?". Mi jefe estaba perplejo, como diciendo: "¡De qué coño habla este tío!" Sin embargo, guardó silencio y se puso a jugar con el bolígrafo que tenía en la mano. ¡La que le esperaba! Más de 5 horas de reunión, de las cuales 4, serían mi lectura. Le expliqué que no venía a hablar de dinero, que no venía a pedir nada. Simplemente le iba a explicar punto por punto lo que había sido mi vida en aquella mazmorra disfrazada de "empresa". Le iba a decir lo que no sabía, lo que sabía mal y lo que sí sabía y callaba. Eso empezó a descalabrar sus planes de defensa.
Comencé desde el principio con las indignantes prácticas de empresa, los contratos basura que había tenido a pesar del trabajo y el esfuerzo, la cualificación con la cual había sido contratado, puesto que a pesar de "recibir" prácticas de técnico superior siempre fui contratado como ayudante electricista a pesar de realizar funciones más importantes, lo cual repercutía en mi nómina, entre otras cosas. También le recalqué que estuve un año y medio sin tener vacaciones. Luego para argumentar estos primeros puntos le expliqué todos los años trabajando a destajo, con malas condiciones laborales, en un sitio inadecuado y perjudicial para la salud, sin dormir, trabajando muchas horas extras, aguantando a otros compañeros con el beneplácito suyo y asumiendo sin protestar todo tipo de responsabilidades, cambios de horario y de funciones, jugándome la vida en la carretera, sin comer, eternizándose mis jornada laboral hasta el punto que seguía trabajando en casa por las noches y los fines de semana, bajo una gran presión y estrés. Le comenté la de veces que había sido amenazado por clientes, muchas de las cuales se las tenía que "agradecer" a él, debido a que se ocultaba de los problemas, usándome como protección. Le expliqué como todo esto había influido en mi vida personal, como había perdido a mis amigos, el trato con mi familia, hasta el punto en que había perdido esa vida y había perdido todas las ganas y la ilusión que cualquier persona normal tiene en su vida, al margen de los problemas de la propia existencia, y le subrayé su falta de tacto al decir que él como gerente separaba la vida profesional y personal: "la tuya sí, pero no te importa fastidiar la de los demás". Le hablé de los gastos que me suponía el propio negocio, al tener que usar mi vehículo particular, porque la empresa sólo quería compartir uno entre varios empleados, y le recordé el cinismo y la hipocresía de un enfado que tuvo cuando los técnicos exigimos el pago por el uso de nuestros coches. En resumen, lo que he venido contando todos estos meses en el blog.
Incidí nuevamente en mi falta de descanso, como contrapartida a sus constantes quejas por la misma razón,y en general le rebatí cualquier queja o salida de tono, puesto que cualquier cosa que le estuviera pasando a él en aquel momento, ya la había sufrido yo por su causa. Había pasado demasiados años en los que perfectamente podía dejar de dormir 2 ó 3 días a la semana, sueño que no se recupera nunca, pero que tiene efectos a corto y largo plazo, sobre todo si se ve acompañado por un estrés tremendo todo el día y con jornadas de hasta 16 horas de trabajo. La solución que había encontrado venía de mano de los fármacos, salida que para nada es una solución. Ya no sólo se me caía el pelo de la cabeza, sino también de la barba. Había llegado a autolesionarme por rascarme compulsivamente. Vamos, estaba hecho una piltrafa. No escatimé en detalles a la hora de narrarle todos estos puntos, ni que lo viera con sus propios ojos. Él mientras tanto, callaba y anotaba. Sabía como defenderse de este tipo de discursos victimistas. Él era un experto en estos temas, aunque le había pillado despistado. Sin embargo, yo conocía su táctica y fue un impulso, debido a la rabia acumulada, el que me hizo anularle toda protección. Ya lo veremos.

21 mayo 2007

La reunión: el prólogo

Conforme a mi idea de plantar cara a toda la situación que había vivido durante todos aquellos años, decidí poner en marcha un plan tan cruel como lo que me había sucedido. No iba a tener piedad. Jajaja , bueno no soy tan rastrero, así que fue diplomático, pero contundente. Echaba un vistazo al pasado y me daba cuenta de todo lo que había padecido. No había legitimación de ningún tipo por todas las afrentas recibidas. A nivel físico estaba reventado. Me enfermaba cada dos por tres. A nivel psíquico y emocional estaba alienado, ausente de la realidad, destrozado, amargado, carente de alegría y ganas de vivir. Mi mundo se había convertido en un páramo gris y sombrío. Para rematarlo, la situación de la empresa en aquel momento y las erradas palabras del gerente cada vez que abría la boca, estaba llevándome al punto de que mi razón se perdiera por instantes. Ideas extrañas poblaban mi mente. Simplemente no aguantaba más. Había llegado la hora de poner los puntos sobre las íes. Demasiado tiempo había demorado esta posición de fuerza, lo cual se había traducido en un padecimiento largo y penoso, sometido a la arbitrariedad de un jefe sin escrúpulos y con la inestimable colaboración de mi propio yo, que permití todo lo que me sucedió.
Durante el verano había hecho mis deberes. Recogí en un documento todo lo que podía recordar o lo que podían recordarme mis ex compañeros. Anoté lo que yo había hecho mal y lo que me habían hecho mal a mí. La primera lista era muy corta,la segunda se convirtió en un gran texto, básicamente el que ha servido para escribir este Blog. Con aquellas páginas en la mano, cité a mi jefe para la confrontación, para decirle lo que era, lo que me había pasado, lo que pensaba de él. Poco antes hice otra redacción, un documento más simplificado, estructurado, indexado. Un guión. De esta manera le dije una mañana: "Tengo que hablar contigo de cosas muy serias. Dime cuando puedes". Le añadí: "... y para que no perdamos tiempo de trabajo lo haremos por la tarde, así que dime una que estés libre". Le estaba dando la oportunidad de jugar con sus propias reglas, aquellas normas contradictorias no escritas que él utilizaba: "Cuando tenga que hablar algo importante con los empleados, lo haré después de su jornada laboral, para que así me ahorro dinero". Yo estaba dispuesto a hacer este sacrificio porque quería ganarle en su propio terreno. Lo necesitaba, aunque perdiera en el intento. De cualquier forma, el momento era el propicio. Nunca antes hubiera tenido una mejor oportunidad para decirle en su propia cara lo que pensaba de él. Él estaba en su peor momento. Todo su mundo de ilusión se venía abajo, lucharía panza arriba, pero tendría que soportar todo mi parlamento, y sobre todo, tendría que escucharme. Los 4 pelagatos que quedábamos en la empresa éramos imprescindibles para sacar el negocio adelante, algo que por otro lado era imposible. Yo había preparado mucho este momento. No estaba dispuesto a las salidas de tono de mi jefe, ni a que se fuera por las ramas. Él se iba a enfrentar sólo contra mí. No iba a tener el apoyo de otros, no iba a poder subir la voz para que otros le oyeran. No se esperaba lo que le iba a decir, y aún así fui demasiado diplomático, lo cual por otro lado fue lo mejor que me pudo pasar. En esa reunión se demostró cuan bajo seguía siendo el gerente y como intentaba salir de situaciones incómodas y argumentadas, con gritos y taponazos en la mesa.
Respondiendo a mi "solicitud", quedamos para la semana siguiente. Unos días fundamentales para que yo terminara de atar todos los cabos. Me estudié el guión, recopilé pruebas. Era mi propia existencia en aquella empresa, lo que iba a relatar, tal y como lo ha sido en este blog. Pero no me iba a confiar. Los papeles vendrían conmigo y yo le leería un cuento a mi jefe, un cuento que se convirtió en pesadilla para él y que me alivió a mí.
Pienso que pensaba que mi discurso trataría sobre el dinero. Eso es lo único que le importaba a este individuo: el dinero y la imagen. Conocía como actuar en estos casos. Como embaucar, prometer, disculparse y otra serie de recursos para engañar y relajar a los empleados. Siempre le salía bien, y cuando no, el trabajador solía "irse" de la empresa. Las cosas eran diferentes en ese instante. Yo no buscaba dinero y contra eso él no conocía defensa alguna. Espero que haya sido una de las mayores lecciones de su vida.
Yo sabía que me iba a costar mucho esfuerzo sacar la conversación adelante. Eran demasiados sentimientos, demasiado odio reprimido, demasiada ansia de venganza que ocultaban el vacío que sentía en mi vida. Estaba muy nervioso, exaltado, cansado. Me senté, puse la carpeta con mi guión sobre la mesa, la abrí, retiré el índice y comencé a leer.

20 mayo 2007

El rumor

He hecho alusión a este tema que tratamos hoy en un par de entradas anteriores, bien como texto del post o como parte de un comentario. No está de más contar la historia completa, así comprenderemos los "argumentos" en los que se basaba el gestor de la empresa para tomar muchas de sus decisiones. El planteamiento es muy sencillo: un rumor es más poderoso que una verdad. Lanzado al viento puede ir a parar a cualquier lugar, tirado desde lo alto de una montaña puede dar lugar a una avalancha, dejado en el suelo puede hacer que alguien resbale y salga malherido. Los rumores perniciosos pueden hacer caer a grandes y pequeños personajes. Los rumores benévolos pueden enaltecer a las personas.
Hay individuos o grupos que funcionan como sistemas de transferencia de información, más rápidos y eficientes que cualquier tecnología de comunicación moderna. Toda empresa los tiene. Es una cualidad innata a ciertas organizaciones. En mucho casos el sistema además, valora y modifica la semántica de los datos que maneja, cambiando total o parcialmente el mensaje. El receptor de la noticia suele ser alguna alta esfera del negocio, lo cual desencadena una serie de reacciones que habitualmente no son positivas, sobre todo para el elemento pasivo objeto del rumor. Mi empresa no era diferente a otros comercios en este sentido. Teníamos desde tiempo inmemorial nuestro "componente activo" creador, centralizador y distribuidor de rumores. Con el tiempo se fueron añadiendo nuevas personas a este "departamento" que funcionaba como entidad propia al margen de la propia organización. Lo más curioso es que cada uno funcionaba de forma independiente organizando un caos y un despropósito impresionantes con sus acciones orales.
Comenté en otras entradas que el acólito número 1 tenía ciertas dotes de comercial, lo cual tiene sus ventajas y sus desventajas. Gran parte de los clientes siempre preguntaban por él. De hecho cuando se fue, hubo clientes que me pidieron que les diera su teléfono porque preferían seguir haciendo negocios con el acólito antes que con mi jefe. En esos momentos la situación económica del negocio era vox populi, de manera que ofrecíamos poca o ninguna confianza como empresa.
Al dejar el acólito el negocio, el único comercial que quedaba era el gerente. Tenía sus aptitudes para tal tarea, por supuesto, magnificadas por el mismo. No lo pongo en duda ni dejo de ser crítico. El caso es que en ese momento no había nadie que pudiera responder a sus palabras.
Durante muchos años el sistema "rumorológico" de la empresa había transferido importantes cantidades de chismes hacía la cúpula de la empresa, razón por la cual ahora entiendo parte de los recelos del gerente hacia ciertos empleados, entre lo que yo me encontraba. No digo que fuera de manera "intencionada", pero provocaba desconfianzas sin fundamento que perjudicaban principalmente a los pringadillos. Por otro lado, el jefe era usuario habitual de este entramado, dejando caer comentarios que pudieran ser oídos fácilmente y distribuidos hacia su receptor final, es decir, los trabajadores.
Una compañera, conocedora de sistema de comunicación interno, decidió hacer un experimento. Tal vez quería poner a prueba a ese "departamento" de la empresa que había estado al margen del resto de compañeros y ahora que las cosas iban mal, había cambiado de opinión, tratando de acercarse y conocer la postura de los técnicos sobre todo lo que estaba ocurriendo. El experimento consistía en contar un chisme al núcleo de distribución de "cuentos" y determinar el tiempo que tardaba en llegar tal comentario al gerente. El resultado no se hizo esperar. A los pocos días hubo una reunión. Aunque no estaba en el orden del día, mi jefe realizó otra de sus sorprendentes salidas de tono, vociferando: "Por que sé que hay un rumor por aquí circulando que dice que el acólito era mejor comercial que yo y que traía a más clientes. Eso es falso, yo soy quien más clientes ha conseguido para la empresa y soy mejor comercial". Estaba muy enfadado porque el rumor le había fastidiado tremendamente. Nosotros nos quedamos mirándolo, tratando de entender la razón de ese comentario, que por otro lado no tenía que ver con lo que se estaba hablando en ese momento. Mi jefe no podía aguantar para soltarlo. A saber cuanto tiempo llevaba con ganas de decirlo. Luego nos enteramos que ese chisme había sido un experimento para comprobar quien y como le contaba las cosas al jefe, y cuanto tardaba en hacerlo. Fue todo un éxito.

19 mayo 2007

Contradicciones III

Podría pasarme semanas escribiendo las muchas contradicciones en las que entraba mi empresa. Tantas y tan absurdas que dan para publicar un libro. Pero no es cuestión de aburrirles eternamente. Muchos de ustedes conocen todos estos contrasentidos. Habrán vivido o presenciado gran parte de ellos, si no todos o muchos más. Las más dolorosas son aquellas en que empleados menos cualificados y atentos con la empresa pero altamente trepadores son mejor considerados que los trabajadores que cumplen sus deberes sin exigir lo que debieran a la empresa. Prácticamente esto es un resumen de todo el blog. Si leen las tres últimas entradas se harán una idea de mi experiencia en Acme S.A. Para la empresa todo eran derechos. Cualquier obligación ponía de mala leche a mi jefe. A veces, cumplía lo que tenía que cumplir, pero puedo asegurarles que se enfadaba por ello. También se enfadaba si los empleados le hablaban de términos económicos. Le parecía un insulto tener que desperdiciar el dinero para el vino de su almuerzo en pagar el trabajo de los empleados.


Obligaciones del trabajador= Ningún derecho
Derechos de la empresa = Ninguna obligación

O: Hacer lo que el empresario diga aunque no tenga nada que ver con lo que pone en el contrato.
D: Exigir al empleado que haga lo que la empresa desee, sea parte de su trabajo o no. Ejemplo: poner parquet y quitar vidrieras.

O: Aceptar sin condiciones y de forma perpetua cualquier "proposición deshonesta" que se le ocurra a la empresa.
D: Convertir un hecho puntual que "aceptan" los empleados en una costumbre, si esta interesa a la empresa. Ejemplo: obligar a pintar la empresa todos los años.

O: Hacer prácticas de empresa en malas condiciones, lo que incluye limpiar y adecentar el negocio, construirte tus propias mesas y sistema eléctrico y de iluminación.
D: Dar unas prácticas pésimas y repentinamente cesarlas e insultar a los estudiantes porque posiblemente se descubriera que el jefe estaba dando prácticas fraudulentas consistentes en tener mano de obra barata.

O: Tener responsabilidades importantes, como recepción de mercancías, caja, etc...
D: No pagar responsabilidades.

O: Tener un código ético y moral intachable y ser hombre de palabra.
D: Dudar de la palabra de un empleado cuando cualquier individuo calumnia al trabajador. No tener valor para investigar y poner en duda los argumentos de ese tercero que muchas veces es desconocido o es un conocido con reputación más que dudosa.

O: Atender las excentricidades de clientes a los que la empresa hace la pelota.
D: No tener el suficiente coraje para poner en su sitio a estos clientes aprovechados y defender al trabajador de sus mentiras.

O: Ser absolutamente diligente en su trabajo.
D: Poner en duda y en mal lugar el esfuerzo y el trabajo de los empleados si estos exigen a la empresa que cumpla sus promesas.

O: Callarse cuando el gerente insulta a empleados que han dejado la empresa y no pueden defenderse de esas calumnias.
D: Calumniar a todos los empleados y acusarles de la mala marcha de la empresa.

O: Trabajar sin ningún tipo de protección aunque se sufran infinidad de riesgos laborales.
D: Mantener vacío el botiquín.

O: Arreglar el vídeo o el televisor del gerente o de sus amigos aunque esto no sea el trabajo del empleado.
D: Gritar y amenazar al empleado si este se va a comer a su hora. Gritar y amenazar al empleado si este se va a tomar un café después de 10 horas sin tomar nada.

O: Aguantar las salidas de tono del jefe en las reuniones.
D: Contar el gerente sus batallitas en medio de reuniones importantes, aunque esté haciendo perder el tiempo a los empleados. Luego, insultar a los trabajadores por no terminar sus tareas.

O: Dejarse llamar ladrón por algo que no se ha robado.
D: Insinuar que los empleados son unos ladrones cuando ha desaparecido un material, aunque luego se demuestre que ese material estaba en la casa del jefe. No pedir disculpas por ello.

18 mayo 2007

Contradicciones II

En esta entrada les cito el resto de contradicciones que pude apreciar en mi empresa a los largo de los años. Faltarán muchas, pero las que hay son los suficientemente ilustrativas. Éramos "agasajados" cada día con estos contrasentidos. Realmente podías llegar a creerte algunos de ellos. Con el tiempo y la serenidad, puedes permitirte analizar de nuevo todos aquellos acontecimientos. Te das cuenta de cuan injustas fueron aquellas insinuaciones, indirectas, provechos y despropósitos de la empresa. Hay que estar más espabilado para no caer en la trampa de pensar que no se hacen bien las cosas, más cuando el mensaje de la organización tiende siempre a convertir a la víctima en el verdugo, para obtener mayor rendimiento y beneficio de él.


Obligaciones del trabajador= Ningún derecho
Derechos de la empresa = Ninguna obligación

O: Prestar el coche propio para uso de la empresa.
D: No pagar al empleado la gasolina y otros gastos; en caso de hacerlo, escatimar* hasta el último céntimo. No agradecerlo.

O: Evitar reclamar cualquier tipo de pago por el uso que hace la empresa del vehículo del trabajador.
D: Insultar gravemente, llamando ladrones y abusadores los empleados por exigir remuneración por el uso del vehículo propio.

O: Sacrificarse al máximo en el trabajo, por encima de lo legal y lo moral.
D: Exprimir al trabajador al máximo y acusarlo de vago y ladrón siempre que se presente la ocasión. Si la ocasión no se presenta, decírselo con indirectas.

O: Firmar papeles de no asistencia al trabajo, días de vacaciones tomados o presentar justificantes del médico.
D: Evitar dar al trabajador cualquier tipo de comprobante sellado por la empresa en la cual esta reconozca deber horas o días al trabajador. Sólo de palabra... para que se la lleve el viento.

O: Mirar lo que dicen las actas de las reuniones, si se duda de la palabra del jefe o acólitos.
D: Cambiar el contenido de las actas, sobre todo cuando lo dicho en las reuniones pueda perjudicar a la empresa frente a sus empleados.

O: Cumplir las acciones de mejora del sistema de gestión de la calidad por estúpidas que sean.
D: Eliminar acciones de mejora propuestas por los empleados cuando estas ponen en entredicho la gestión de los responsables de la empresa.

O: No recibir cursos de formación.
D: Aducir que la empresa ha dado cursos. Hacer pasar 2 horas de charla como curso de formación de alto nivel y exigir al trabajador devoción eterna por tal conocimiento recibido. Tratar de hacer pasar un curso hecho por el empleado en su tiempo libre, como curso impartido por la empresa

O: Venir enfermo a trabajar.
D: Dudar de la enfermedad del empleado.

O: Trabajar como un poseso jugándote la vida en la carretera.
D: Sospechar que el trabajador se dedica a dar paseos con el vehículo de la empresa. Perdón, con su vehículo, puesto que el de la empresa ya lo utiliza algún familiar del gerente.

O: Atender y ser diligente en el desempeño del trabajo.
D: Colar a los amigos del jefe obligando al empleado a retrasar su trabajo y luego acusar al trabajador de no cumplir sus obligaciones.

O: Ser honesto con la empresa.
D: Decir mentiras y engañar al trabajador.

O: Poner la cara ante clientes enfadados, tengan razón o no.
D: Esconderse de los clientes a los que se ha engañado o a los que no se atreve a hacer frente y acusar a los trabajadores para que estos paguen las negligencias de los resposables de la empresa.


* Según la Real Academia Española:

escatimar.

1. tr. Cercenar, disminuir, escasear lo que se ha de dar o hacer, acortándolo todo lo posible.

2. tr. p. us. Viciar, adulterar y depravar el sentido de las palabras y de los escritos, torciéndolos e interpretándolos maliciosamente.

3. tr. ant. Reconocer, rastrear y mirar con cuidado.


17 mayo 2007

Contradicciones

En el anterior post había comentado una de las muchas contradicciones que se daban en mi empresa. Esta incoherencia entre el parlamento y las acciones de mi jefe y lo que la buena lógica, moral y legalidad, no era la excepción sino la normalidad en la empresa. Basándome en la experiencia y en muchas anécdotas que me tocó vivir y presenciar, decidí hacer una lista con todos los contrasentidos que pude recopilar. A lo largo de estos meses he estado haciendo uso de ellos en los diferentes post, y tanto en esta entrada como en la próxima haré un resumen de ellos. Con todos agrupados, podremos hacernos una idea de la absurdidad de muchas de las peroratas y sermones "Made in Acme S.A.".
Todo derecho conlleva una obligación y toda obligación conlleva un derecho. Esta parece que es una máxima lógica y sensata. Pero, ¿qué ocurre cuando las obligaciones de una parte no suponen ningún derecho como contrapartida, mientras que la otra parte reniega de todas sus obligaciones, exigiendo sólo derechos?

Obligaciones del trabajador= Ningún derecho
Derechos de la empresa = Ninguna obligación


O: Entrar a la hora en punto.
D: Que el trabajador siga trabajando después de finalizar su jornada, sin retribución o compensación alguna.

O: Demostrar que se le deben horas extra.
D: Hacerse la sueca. Si el trabajador no reclama lo que le deben, la empresa "no se acuerda".

O: Desayunar en 15 minutos.
D: Si no lo hace porque no puede, no es acumulable ni retribuible, pero si te pasas 5 minutos, es un abuso y un robo a la empresa.

O: Debe ser profesional, pero con bajo salario.
D: La empresa no es profesional remunerando al empleado por su puesto o trabajo.

O: Ser profesional comunicando la marcha de la empresa con 6 meses de antelación.
D: Comunicar el despido sobre la marcha o negociar la renovación en el último momento para obtener las mayores ventajas.

O: No cobrar el finiquito
D: Dejar pasar el tiempo para que caduque la reclamación de los finiquitos e intencionadamente olvidarse de que se debe.

O: Olvidarse de los días libre prometidos.
D: No apuntar ni recordar al trabajador que se le deben días libres y tratar de llamarle embustero cuando los reclame.

O: No reclamar ningún tipo de deuda que tenga la empresa con el trabajador.
D: Olvidarse intencionadamente de cualquier trabajo extraordinario que se le deba al trabajador y cuando lo reclame no pagarle o intentar cambiarlo por algún pago en especie. Convertir el pago en especie en una factura sin cobrar, de forma que al mirar el balance a final de año, el empleado aparezca como deudor de una deuda que tiene la empresa. Ingeniería contable avanzada.

O: Producir y ser productivo.
D: Pagar como y de la manera que quiera la empresa esa obligación del empleado.

O: Trabajar sin ningún tipo de derecho o intención de reclamarlos.
D: Insultar, humillar, acusar, amargar la existencia al trabajador, para que éste se vaya sin indemnización o con el trato más favorable para la empresa.

O: No progresar ni promocionar a pesar de realizar el sobreesfuerzo necesario para ello.
D: Llamar vago al empleado aunque trabaje de 8 a 16 horas al día a destajo.

O: Mantener en buen estado la herramienta de la empresa.
D: Acusar al trabajador del mal funcionamiento de herramientas que llevan años usándose. Ejemplo: destornillador eléctrico al que se le han acabado las baterías después de 5 años de uso.

16 mayo 2007

Abuso

¿Qué imagen nos viene a la mente cuando oímos esta palabra? ¿qué sensación nos transmite? Puede que la mayor parte de las veces la asociemos a una persona. A veces, a un organismo, una entidad, una organización. En cualquier caso, siempre nos imaginamos a algo o alguien más fuerte que agrede a algo o alguien más débil e indefenso, con total impunidad. Sin posibilidad de responder. Esta circunstancia se da a todos los niveles de la vida: desde que estamos en primaria, nos desarrollamos como personas, vivimos en un entorno, hasta cuando nos relacionamos con otras personas físicas o jurídicas... Cualquiera que sea el estadio de nuestra existencia, siempre habrá quien abuse, seamos nosotros los que lo hagamos o los que lo suframos. Con esta experiencia nos da la sensación de que el orden natural se mantiene: el grande se come al chico, y nos desilusiona saber que a pesar de nuestro complejo sistema social y de nuestros avances éticos y morales, siempre habrá quien imponga su voluntad al margen de lo socialmente establecido.
Mi empresa no iba a ser diferente de este planteamiento. Mi jefe se sentía víctima del abuso*. Víctima de sus empleados, que impunemente se aprovechaban de él. Que de manera alevosa y malintencionada buscaban beneficiarse del trabajo y el esfuerzo del gerente. Esta entrada debería asociarse a otras que trataban sobre sus paranoias. ¿Por qué pensaba esto? La respuesta la puede dar la anterior frase. Sus paranoias y su equivocada y fija idea de que era la empresa la que daba más a los trabajadores que los trabajadores a ella.
Durante aquel verano-otoño de 2005 la palabra abuso era habitual en el vocabulario del gerente. Cuando los empleados íbamos a desayunar y regresábamos más tarde de 15 minutos, podías oír una "voz en off" que decía:"Esto es un abuso". Cuando después de meses cobrando mal o sencillamente dejando de cobrar, el jefe lanzaba indirectas sobre la "obligatoriedad" de trabajar horas extras, y los empleados salían a su hora en punto, se oía una voz en off que decía: "Esto es un abuso". Cuando el gerente insinuaba que los demás debíamos trabajar los fines de semana, porque él y la acólita lo hacían, y los currantes no volvían hasta el lunes, se podía oír una voz en off que decía:"Esto es un abuso". Cuando algunos empleados querían revisar sus nóminas en base al acuerdo al que habían llegado con el gerente en el momento de la contratación, se oía una voz que decía: "Esto es un abuso"... Así, un largo etcétera.
Lamentablemente cuando los trabajadores, en este caso, el que les escribe, hacían cientos y miles de horas extra sin cobrar, tenían que utilizar su propio vehículo sin percibir remuneración por ello, no cobraban sus finiquitos ni sus trabajos extraordinarios, tenían un sueldo para nada acorde con su trabajo y esfuerzo, no podían ni desayunar, ni comer, ni beber agua, ni descansar... nunca hubo cabida para la frase: "Esto es un abuso".
¿Por qué una nueva entrada hablando de mi jefe y no de mis desventuras? Simple y llanamente porque el abuso lo había realizado la empresa durante muchos años. Se apropió de una palabra y un concepto que no le pertenecía, del cual hacía uso fraudulento, para tapar o esconder su negligente gestión, nuevamente culpabilizando a su entorno como causa de todos sus males. Yo era parte de ese entorno y de la misma manera que él se figuraba ser "agredido" por sus empleados, otros y yo sufrimos los males de lo que luego se quejaba, sin derecho alguno, el gerente.


* Según la Real Academia Española:

abusar.

(De abuso).

1. intr. Usar mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente de algo o de alguien. Abusaba DE su autoridad.

2. intr. Hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia, fuerza o poder. Abusó DE un menor.

3. prnl. Guat. espabilarse (avivar y ejercitar el entendimiento de alguien).



15 mayo 2007

Es malo ayudar a tus compañeros

Vuelvo a dar un salto en el tiempo para narrar la historia de uno de los compañeros. La semana pasada disfrutamos de una nueva y emocionante entrada sobre la "burrocracia" en mi empresa. Al hilo de esta narración no me queda más remedio que demostrarlo con un hecho. De esta manera, he pedido al compañero que me escribiera para poder publicarla. Aquí está su relato. Juzguen ustedes mismos.
Durante el verano de 2003 y tras varias y secretas reuniones de la cúpula de poder de la empresa, se nos comunica que tenemos escasos meses para montar un sistema de trabajo que presentar en una auditoría (a finales de año) e implantar un sistema de calidad que redujera al mínimo el impacto sobre el medio ambiente.
De pronto, estábamos inmersos en un lenguaje de palabrejas extrañas como “Acción de mejora”, “DAFO”, “Proceso”, “Flujograma”, “Test EFQM”… que aceptamos porque no nos quedaba más remedio con la inminente evaluación para la Certificación ISO. Desde ese mismo momento, se erigió de entre los pringadillos la “Coordinadora de Calidad, Medio Ambiente y Riesgos Laborales”. Desconozco los pormenores de cómo una técnico mediocre y chapucera a la sombra siempre de otros técnicos que le salvaron el culo en más de una ocasión, acabó en los primeros puestos de poder de la pirámide organizativa de ACME S.A. Si algo no escaseaba en ella era una ambición que brillaba como el fuego en lo profundo de sus ojos, y supongo que en el fondo, desde que entró en aquella empresa supo que quería dejar de apretar tornillos, de acabar con la ropa sucia y las manos llenas de cortes (como cualquier técnico) para llegar lo más alto que se pudiera.
Al final conseguimos pasar la auditoría favorablemente y todos nos congratulábamos por ello, sin embargo, fue vergonzoso aquel correo que nos envió el gerente a todos los empleados, en el que se magnificaba la encomiable labor de aquella técnico venida a menos, responsable, única e indiscutible artífice de que la empresa se hiciera con las certificaciones de Calidad y Medio Ambiente, dejando al resto como simples marionetas con cerebro de serrín. Curiosamente estas marionetas, eran las que trabajaban en sus asuntos y encima ideaban la nueva y reluciente organización de tareas dentro de la empresa (o cómo burocratizar trabajos sencillos añadiendo toneladas de papel). Pues no, a nosotros no nos dieron un manual donde ponía “Doña perfecta ha ideado esto ella solita y tú simplemente tienes que hacer lo que se dice a continuación”.

Pasó el tiempo y la acólita nº 2 empezaba a tomar posiciones en la cúpula de poder, basándose en la indiscutible y favorable reputación que le otorgaba haber conseguido por ella misma las certificaciones para la empresa. Fue así como movía los hilos desde la sombra que acababan inclinando la opinión del gerente en uno u otro sentido. Si ya era difícil soportar las majaderías de un jefe megalómano y con delirios de grandeza y del acólito nº 1 con edad mental de 12 años, para que encima se subiera al timón de la galera la “Ángela Chaninng de turno imaginando una empresa distópica y mega organizada.
A finales de 2004, yo empezaba a ser un estorbo. Se habían contratado nuevos programadores y no sabían que hacer conmigo excepto quitarme las tareas que venía realizando hasta ahora y desterrarme a una esquina de la empresa sin contacto con mis compañeros. Meses más tarde y dos o tres semanas (aproximadamente) antes de ser enviado al paro de una patada, me ocurrió la siguiente y absurda anécdota:
Me levanté de mi mesa para ir a beber agua (una de las pocas cosas que podías hacer sin notar la mirada inquisitiva del jefe clavada en la nuca) y al pasar por delante de la mesa de un compañero (el nuevo diseñador gráfico) éste me preguntó una duda sobre el entorno de programación en el que trabajábamos desde hacía un par de años y que yo manejaba bastante bien. Me detuve 5 minutos cerca de su mesa, explicando y aclarando sus dudas, cosa que le vino bastante bien porque estaba atascado en algo (que por otra parte no le correspondía, ya que no era programador, pero sí se daba por hecho que este tipo de cosas lo debían hacer los diseñadores gráficos). Al rato de regresar a mi mesa, recibí la visita de la acólita nº 2 que de modo introductorio y cual anestésico antes de una mordedura, me preguntó que qué tal estaba y alguna que otra frivolidad, antes de espetarme:
-“Oye, ¿estás dando algún curso de formación interna?”
No sabía que responder, porque de haber sido afirmativa mi respuesta, ella lo hubiera sabido, dado que la formación continua de los trabajadores era una premisa (que no se cumplía nunca, excepto en la documentación que falsificábamos para posteriores auditorías) que imponía el hecho de ser una empresa certificada.
- “No, ¿por qué lo dices?” fue mi respuesta…
A lo que añadió.
- “Es que he visto que hablabas con (el diseñador gráfico) explicándole cosas”
- “Sí, es que tenía una duda y como no lleva mucho tiempo, aún no controla el entorno de programación”
- “No puedes estar perdiendo el tiempo de esa manera. Si detectas una carencia de ese tipo, tienes que hablar conmigo y ver cómo podemos dar un curso o seminario para resolver cuestiones. Te podrías preparar un temario y lo incluimos en la formación interna que debe dar la empresa a sus empleados”
- “No hace falta sacar las cosas de quicio, tan solo era una duda sin importancia”
-“Bueno, eso tenemos que hablarlo”… y diciendo esto se fue hacia su mesa.
Toda la conversación se desarrolló en un tono calmado y afable. Era una bronca, pero de manera que no lo pareciera. Lo curioso es que ella ni siquiera estaba (había salido de la empresa a desayunar probablemente), cuando yo hablaba con el diseñador gráfico, pero sí el gerente, que andaba contando alguna de sus batallitas a alguno de los otros programadores. Supongo que al llegar la acólita nº 2, el jefe consultó si era o no legal que yo anduviera ayudando a los compañeros.
Minutos más tarde, recibí por correo interno, una especie de notificación (con copia al gerente) que básicamente decía lo mismo que me había dicho en persona. En síntesis: era malo ayudar a tus compañeros.

14 mayo 2007

Las cuentas de correo gratuitas

¿Berrinche o pensamiento económico? He ahí la cuestión. Después de tantos años... ¿por qué no se había tomado esta decisión antes? ¿qué había cambiado en mi empresa o en mi entorno para que ahora sí fuera válido?
Al poco tiempo de la llegada del acólito, la empresa adquirió un dominio de internet. Con ello se conseguía la tan preciada presencia en la red. Teniendo en cuenta de que se trataba de una empresa de informática y estábamos en pleno crecimiento de la burbuja tecnológica, se hacía obvia la necesidad de tener una página web corporativa. Este hecho abrió una nueva rama de negocio dedicada a la venta de dominios y hospedajes. Teníamos una considerable cartera de clientes, de los cuales muchos eran empresas. El negocio estaba asegurado. La novedad y la verborrea del acólito permitirían convencer a muchos de las ventajas de Internet. Pero ¡vaya!, se me ha olvidado contar con el "factor jefe" en toda esta historia.
Hace unos meses les mostré un ejemplo del factor jefe en la caja. aún más. Otra aplicación de esta disciplina es la de los recursos gratuitos, es decir, dar servicios a coste 0 con la esperanza de que algún día te devuelvan el favor, por ejemplo invitándote a comer. La mayoría de los favores que hacía mi jefe tenían un único interés, que era el propio gerente. La empresa era algo secundario. Daba igual, los pringadillos cobraban poco y encima no se les pagaba las horas extraordinarias, por lo tanto, la empresa no perdía en el trato. De esta manera, y para promocionar aún más la nueva rama de negocio de la organización, mi jefe se dedicó a ofrecer cuentas de correo gratuitas a muchos clientes (clientes VIP). No me parece mal. Muchas de ellas no eran simples cuentas personales, sino cuentas de correo de empresa. Esto es un poco contradictorio, puesto que las empresas podrían pagarse sus propios dominios y hospedajes. Pero así era. Algunas empresas usaban nuestras cuentas gratuitas para sus negocios.
Pasaron los años y esas empresas no sólo no dejaban de usar las cuentas, sino que muchas de ellas ya había perdido la relación con nosotros. Muchos clientes también habían perdido la relación, pero seguían manteniendo sus alias y sus correos. Nuestro negocio iba mal y había que buscar dinero como fuera, así que alguien tuvo una buena idea o trató de que no "abusaran" más de él. Para ello se me encargó la recopilación de toda la información. Tenía que saber que mails estaban siendo utilizados y cuales no, para borrarlos. A quienes los utilizaran, les enviaríamos una carta para anunciarles la eliminación de la misma, ofreciéndoles a cambio un dominio y un hospedaje de internet a bajo coste. Se trataba de hacer una limpia completa. Mi jefe sólo quería que los empleados (a nivel interno) y algunas personas tuvieran cuentas de Acme S.A. Se les iba a acabar el chollo a muchos espabilados ;). La paradoja de todo esto es que esas cuentas fueron ofrecidas gratuitamente sin periodo de caducidad, ni avisos de posibles pagos futuros por su uso o extinción de las mismas. Se les ofreció con todas las garantías de una empresa seria y no como algo lúdico o informal. Si las cosas no salieron como mi jefe imaginaba con algunos de sus clientes, tampoco era para quejarse, como lo hacía él.
El trabajo no llegó a plasmarse de ninguna forma. Cuando tenía hechas todas las previsiones de cuentas a borrar, cartas a enviar y resto de formulismos, cogí vacaciones. Al volver, la otra persona que iba a ayudarme con el tema había dejado la empresa y el acólito número 1 también lo haría. La idea se quedó dentro de una carpeta dentro de un cajón, lo cual me libró de tener roces con clientes, puesto que todo este proyecto sólo tenía una cara visible, y era la mía.

13 mayo 2007

No me hagas esperar

Comenté en alguna entrada anterior que prefería dejar el coche lejos de la empresa cuando iba a trabajar. Lo suficiente para ir dando un paseo hasta el trabajo, e ir despejándome. Una de las razones que me impulsaba a ello era conseguir aparcamiento rápidamente. Cerca de la empresa era difícil y si luego me tenía que poner a dar vueltas se me haría tarde. No pensaba entrar a trabajar ni un segundo después de las 8, pero tampoco ni un segundo antes. Por ese mismo motivo tampoco pensaba trabajar ni un segundo después de la hora de salida. Durante demasiados años trabajé de 1 a 8 horas más, y esa etapa en la empresa había quedado atrás, teniendo en cuenta que por ese esfuerzo que realizaba, el jefe me llamó LADRÓN delante de compañeros y clientes. Además fui tachado de vago y ocioso. Todo un ejemplo de incentivo y apoyo del negocio hacia sus empleados.
Al volver del trabajo, no solía regresar sólo. Una de mis compañeras de trabajo vivía en un pueblo próximo al mío. Como no suponía un rodeo demasiado grande, la alcanzaba hasta su casa. Esta compañera era la coordinadora y programadora principal. Tenía cierta afinidad con mi jefe, porque se conocían mucho antes de que ella empezara a trabajar. Por esta razón, pienso, no era tan crítica con el jefe como lo podíamos ser los demás. Trabajaba mucho en su casa, sin remuneración alguna, y el jefe le echó más de una bronca sin sentido, las cuales eran las favoritas del gerente.
Cuando no había dinero, a mi jefe se le acababa la chulería. Se crecía con el vil metal y se retraía al no disponer de él. Un ejemplo claro de esta dualidad fueron los trabajos forzados que nos obligaron a desempeñar en el verano de 2004. Por esta fecha estaba entrando mucho dinero fácil a la empresa, lo cual produjo un incremento de la prepotencia de mi jefe. Pero todo esto había cambiado. Ahora teníamos problemas de pagos y una situación económica lamentable. Mi jefe había dilapidado todos los fondos. Ya no ordenaba despóticamente. Ahora casi suplicaba. A causa de este motivo, se le veía poco. Pasaba mucho tiempo en su despacho e intentaba no acercarse a los empleados, sobre todo al área de programación, porque sólo recibía miradas incómodas y comentarios agrios. De vez en cuando iba al despacho de la coordinadora y parte de las veces cerraban la puerta para que no se oyera la conversación. Luego, raudo, volvía a su cubil tratando de esquivar a sus acreedores.
No conozco la razón. Tal vez se aburría durante tanto tiempo y buscaba a alguien con quien hablar, tal vez porque no quería que los demás escucharan sus palabras, tal vez porque con la empresa vacía era más fácil acercarse al despacho de la coordinadora sin sentirse culpable... El caso es que cuando estábamos a punto de irnos, venía y se ponía a conversar con la compañera. No 2 ó 5 minutos, sino 10, 15, 20... Al principio lo dejé pasar. Me molestaba porque yo no quería estar ni un segundo más en aquella empresa, pero entendía que a lo mejor eran asuntos importante. Aquello se fue convirtiendo en costumbre, como todo aquello que le beneficiaba a mi jefe. Lo que no le convenía, no se convertía en costumbre, aunque fuera muy legítimo. Después, ya no me importaban esos asuntos, quería irme y si ella prefería coger el bus para regresar a su casa, que lo hiciera. Parece que mi compañera se empezó a dar cuenta y las conversaciones empezaron a ser en la puerta de la calle. Me daba igual, empezaba a caminar para obligarla a terminar la tertulia. Me seguía, pero el jefe también iba en la misma dirección y la conversación continuaba en la calle. Al final dejé de aparcar en esa zona y busqué otra que estuviera en otra dirección, así salía rápido a las tres con la coordinadora tras mis pasos. Entendieron la indirecta. Aquello se había convertido en una tomadura de pelo y en una falta de respeto por parte de mi jefe, que sabía que yo llevaba a la programadora a la casa. Bastante tiempo había en las horas de trabajo para hablar de todo lo que quisieran, para ponerse a conversar a última hora. Si ella quería perder su tiempo, que lo hiciera, pero el mío, desde luego que no. Ya que le hacía un favor, lo menos que podía hacer era salir puntual.