Todo aquel discurso tenía un solo sentido:
de mí hacia mi jefe. Durante muchos años le había aguantado de todo y ahora durante unas pocas horas me tendría que aguantar él a mí. Pero como siempre ocurría en mi empresa,
mi jefe tenía que tener la última palabra, él siempre tenía que cerrar las conversaciones. Le dedicaré un post a este tema porque tiene su gracia. Así, al final de mi exposición, me dijo:
"Ahora deja que te explique un par de cosas". Simplemente me iba a levantar y a dejarlo con las palabras en la boca.
Explicarme, ¿qué? Me reía sólo de pensarlo.
¿Por qué no divertirme un rato y escuchar sus "excusas"? "Habla y expláyate porque no te voy a estar atendiendo", pensé para mí. Le iba a dar otra oportunidad, también merecía quitarse de alguna forma algo del peso que le acababa de endosar encima, del cual no se iba a poder desprender el resto de su vida. Por otro lado me serviría para corroborar algo que ya sabía y que comentaré al final de esta entrada.
No recuerdo de todo lo que me habló, porque ha pasado el tiempo y no vi razón alguna para prestarle atención. Comentaré las que recuerde.
Lo único de lo que puedo acordarme con seguridad es de la sensación de saber que no se iba a quedar callado y que buscaría la manera de convertir su culpa en la culpa de otros o mía. Posiblemente buscara a los primeros, ya que no estaban en aquel despacho.
Lo primero que hizo fue algo así como pedir disculpas por aquellas cosas que pasaron y de las cuales él no tenía muchas idea, claro está.
Que lo sentía pero bueno, que eran cosas que ya habían pasado. Me pareció una de sus típicas excusas de "voy a darle la razón como a los locos".
Le faltaba contenido y espíritu a esas palabras.Luego replicó a mis anécdotas sobre las broncas e insultos que me habían hecho los clientes enfadados. Salidas de tono de esos clientes debidas a las malas artes de mi jefe. Me comentó:
"porque ese cliente, tú no sabes lo que me hizo a mí", "lo que me hizo el otro, y yo que pensaba que era mi amigo", "es que aquel era un $%·#€ y un ·%@ y lo que me hizo", "fíjate que me llegó a gritar y todo..." Yo estaba alucinado. Le dije:
"No creo que tengas muy clara esta reunión. Estamos hablando de ti y de mí, no de fulanito o menganito. Son ejemplos para demostrarte tu actitud hacia mi persona, de como te escondías de los problemas y me los pasabas. Lo que te hicieran o dejaran de hacer es asunto tuyo. Lo único cierto es que gracias a ti recibí cantidad de broncas que no merecía"...
"No, pero es que aquel... ¡lo que me hizo!" y "el otro también y claro era a mí a quien insultaban". No se bajaba del burro ni a pedradas. Insistía e insistía que él era la víctima, que si bien a mi me había llegado algo, al que realmente habían herido era a él. Le dejé continuar, le conocía demasiado bien.
En cuanto al salario me dijo:
"lo del sueldo ya hace un par de meses que se lo dije a la programadora jefe que te lo iba a subir y eso ya está contemplado, pero claro, la situación de la empresa es muy grave y no se puede hacer". Ya casi me caía de la silla de la risa que me entró. La empresa no me pagaba regularmente el sueldo desde hacía 6 meses,
y hace dos había pensado en subírmelo, después de 7 años y medio trabajando...
¡qué casualidad! Anteriormente le había comentado que yo sabía que había estado en negociaciones con otros compañeros y les había ofrecido un buen sueldo si todo funcionaba como él quería. Me lo negó rotundamente. Me hizo
sonreír, porque para algo servían las tertulias que teníamos los compañeros en el desayuno. Durante todo el discurso le dije algunas cosas para comprobar su reacción ante ciertos hechos. No importaba si eran ciertos o no, sólo me interesaba saber como se comportaba al
oírlos, y creo que se sintió algo confuso al darse cuenta de que yo sabía más cosas de las que daba a entender.
Cuando le comenté que durante varios meses no me dirigió el saludo porque empecé a ceñirme a mi horario y a mis tareas y no me pasaba las tardes o las mañanas enseñando gratis los programas a los clientes, lo único que se le ocurrió decirme es que había gente que era
maleducada, que a ÉL había una persona que nunca lo saludaba. Otra vez la misma historia.
"No es de esa persona de quien hablamos. Es de ti y de mí".
"Si ya, pero hay gente que es así y mira que yo le saludo, pero nunca me lo devuelve"... Sin comentarios.
En cierto momento le comenté que mi corazón estaba a punto de saltarse muchas veces en el trabajo por los nervios, la ansiedad, la falta de comer y beber, el
estrés y demás, y que me habían dado fatigas y aún así se me había obligado a seguir haciendo cosas. Le dije que no entendía que él se quejara constantemente de que le pasaba algo parecido, porque cuando me pasaba a mí, no le interesaba lo más mínimo.
Me replicó que él lo estaba pasando muy mal que trabajaba más que nadie y que yo no podía entender lo era eso. Le contesté que
yo sabía, al menos en parte, lo que él estaba pasando, porque yo lo había vivido. Que le entendía, pero que no prejuzgara los sufrimientos de los demás como menores que los suyos, y que si el llevaba un año así, yo me había pasado muchos más en esa situación.
Situación que por otro lado, él perpetuaba porque le convenía.
Luego me volvió a tratar como un loco, dándome la razón. Me dijo:
"Yo no digo que no hayas hecho esas horas extra que dices, que puede ser cierto pero eso bueno, ya está pasado, no se puede arreglar".
Mmmm, interesante, las cosas ya pasaron. Lo anotaré por aquí, por si algún día me conviene decir esa frase.
El tema de los finiquitos y los trabajos extra adeudados los anotó como tema a resolver inmediatamente, y ya veremos como, en los próximos días. Eso también tiene mucha guasa, sobre todo al final cuando trató de hacer una especie de trato (en su mente) cambiándome algo que me debía por otra cosa que también me debía. Absurdo.
No recuerdo que me dijera nada por el uso de mi vehículo, de las horas utilizadas en sacarle adelante muchos tareas y labores, del sueño perdido, de la vida perdida y en general de miles de detalles más. Me pidió que le diera las hojas donde estaba escrito mi discurso, para leerlo y "aprender".
Le repliqué que lamentablemente no podía ser así, que
esas eran mis hojas, mi tinta y mi discurso. Que yo no usaba los medios de la empresa (impresoras y ordenadores) para uso particular, como él afirmaba en algunos correos electrónicos y en frases lanzadas al aire, y que "sintiéndolo" mucho, no podía dárselas.
Ya era muy tarde, entre las 10 y las 11 de la noche y prácticamente la reunión terminó con una típica frase que mi jefe usaba cuando no podía hacer frente a alguien:
"esto es como las parejas, si la cosa va mal, lo mejor es dejarlo, darse la mano y quedar bien".
Jajaja. E
so me lo decía la persona cuyos empleados habían dejado la empresa siempre por la puerta de atrás, en la mayoría de los casos. Eso me lo decía la persona que había perdido a muchos clientes y supuestos "amigos" por ciertas irregularidades en los negocios, como venderles material usado como nuevo, o no cumplir promesas. Eso me lo decía la persona que en las reuniones criticaba a aquellos que no estaban sentados en la mesa, con total impunidad. Yo no iba a ser una excepción. Sabía que tarde o temprano, el tiempo me lo demostraría. Y ¡no!, si tienes que quedar mal con alguien es mejor que sea así de claro.
Continuar dando una falsa sensación de que todo va bien, me parece una idea absurda, sobre todo teniendo en cuenta que beneficia a la otra parte.
No era una solución eso de: "nos damos la mano y aquí no ha pasado nada". La empresa, tendría que asumir su responsabilidad, al igual que lo hacíamos los empleados.
Algunas cosas más se dijeron durante el discurso y la posterior verborrea
victimista del gerente. Cosas importantes, pero que me reservo y que es mejor que se queden dentro de esa reunión.
Al final no me sorprendió. Hizo lo que yo esperaba, es decir, intentar echar balones fuera, intentar echar la culpa de todo a los demás y hacerse la víctima incomprendida.
Me decepcionó.