Un par de semanas después de la reunión, tenía cita con la psicóloga. Tres meses atrás me había dado hora para ver mi evolución. Durante el verano me recomendó ir a un curso de relajación que se impartía en el propio edificio donde estaba la consulta, un centro médico cerca de mi localidad. Las primeras clases estuvieron muy bien: nos enseñaron a respirar y otro par de cosas que ya no recuerdo, pero no pude acudir al resto. El trabajo, por supuesto. Las clases eran a la una y a esa hora yo estaba muy estresado. Además siempre se me complicaban las cosas por llamadas y tareas de última hora, con lo cual llegaba tarde, y eso no era bueno para el resto de compañeros, o llegaba tan apurado y nervioso que no me valía la pena. Por lo tanto, el curso, a la mierda.
No puedo negar que cuando me tocó volver para la consulta, estaba contento. Yo había cambiado algo mi actitud hacia las cosas. La reunión con mi jefe me supo en cierta manera a una victoria, a un objetivo superado y tenía ganas de contárselo a la psicóloga.
Ese día estaba en el trabajo como de costumbre. Me encontraba reunido con la coordinadora. Cuando volví a la mesa vi una llamada perdida en mi móvil. No conocía el número, pero sabía que era de un lugar próximo a mi casa. Supuse que debía tratarse del centro médico y seguramente sería para confirmar o anular la cita. Llamé un par de veces pero no me cogían el teléfono. Volvía a llamar unos minutos más tarde y esta vez sí. Se trataba de la centralita del centro médico. Trataron de pasarme con el área a la cual les dije que tenía que asistir ese día. Nadie contestaba. Una hora después lo volví a hacer. Sucedió lo mismo. Incertidumbre. Me desplacé al lugar y llegué con media hora de antelación a la cita. Me dispuse a esperar. No veía a nadie, lo cual me sorprendió. El teléfono sonaba sobre la mesa de recepción de pacientes. Nadie venía a cogerlo. Risas en una habitación contigua. El tiempo pasaba. Era la hora de la cita. La chica de la recepción seguía sin venir, y el aparato replicó un par de veces más. Yo me estaba mosqueando bastante. Pasaron 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos. Seguían las risas. Al fin apareció la chica. Me levanto, me acerco y le comento que tengo cita con la psicóloga. Me responde con tono defensivo y molesto: "ah ya, yo te llamé y no me cogiste el móvil. La psicóloga está enferma y hoy no viene". Le digo: "llevo esperando un buen rato aquí, podías haberme llamado de nuevo o haberme dejado un mensaje". Me responde con un tono algo grosero: "Yo te llamé y no saltaba el contestador". Le respondo:"¡Qué curioso, todos mis amigos me dicen que el contestador salta demasiado rápido, a los pocos tonos!". No discutí más. Parece que esa persona, al menos ese día, no tenía mucho ánimo para hacer su trabajo. Estaba ocupada en asuntos más importantes. Le pregunté: "¿Cuando vengo? ¿Para cuando es la cita?". Respuesta: "Ya te llamaremos". Todavía sigo esperando.
Si una persona con un grave problema, cuya única o mejor salida ese día hubiera sido hablar con su psicóloga, hubiera ido a esa consulta y le hubieran tratado así, lo más seguro es que se hubiera tirado por un barranco minutos después. Hay personas que deberían entender mejor la importancia de su trabajo y del trato que tienen que dispensar, sobre todo en ciertos lugares. La conducta de aquella persona me dejó claro que allí no podían ayudarme, y no lo digo por la psicóloga cuyo trato fue muy bueno la primera vez que fui. Quien único podía resolver mis problemas era yo mismo o ir a un profesional de pago, y no tenía ganas de contar mis miserias a otra persona más y empezar todo de nuevo. Había salido reforzado de la reunión con mi jefe y afrontaba las cosas con más confianza. En cualquier caso, espero que aquella persona haya mejorado en su trabajo.
No puedo negar que cuando me tocó volver para la consulta, estaba contento. Yo había cambiado algo mi actitud hacia las cosas. La reunión con mi jefe me supo en cierta manera a una victoria, a un objetivo superado y tenía ganas de contárselo a la psicóloga.
Ese día estaba en el trabajo como de costumbre. Me encontraba reunido con la coordinadora. Cuando volví a la mesa vi una llamada perdida en mi móvil. No conocía el número, pero sabía que era de un lugar próximo a mi casa. Supuse que debía tratarse del centro médico y seguramente sería para confirmar o anular la cita. Llamé un par de veces pero no me cogían el teléfono. Volvía a llamar unos minutos más tarde y esta vez sí. Se trataba de la centralita del centro médico. Trataron de pasarme con el área a la cual les dije que tenía que asistir ese día. Nadie contestaba. Una hora después lo volví a hacer. Sucedió lo mismo. Incertidumbre. Me desplacé al lugar y llegué con media hora de antelación a la cita. Me dispuse a esperar. No veía a nadie, lo cual me sorprendió. El teléfono sonaba sobre la mesa de recepción de pacientes. Nadie venía a cogerlo. Risas en una habitación contigua. El tiempo pasaba. Era la hora de la cita. La chica de la recepción seguía sin venir, y el aparato replicó un par de veces más. Yo me estaba mosqueando bastante. Pasaron 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos. Seguían las risas. Al fin apareció la chica. Me levanto, me acerco y le comento que tengo cita con la psicóloga. Me responde con tono defensivo y molesto: "ah ya, yo te llamé y no me cogiste el móvil. La psicóloga está enferma y hoy no viene". Le digo: "llevo esperando un buen rato aquí, podías haberme llamado de nuevo o haberme dejado un mensaje". Me responde con un tono algo grosero: "Yo te llamé y no saltaba el contestador". Le respondo:"¡Qué curioso, todos mis amigos me dicen que el contestador salta demasiado rápido, a los pocos tonos!". No discutí más. Parece que esa persona, al menos ese día, no tenía mucho ánimo para hacer su trabajo. Estaba ocupada en asuntos más importantes. Le pregunté: "¿Cuando vengo? ¿Para cuando es la cita?". Respuesta: "Ya te llamaremos". Todavía sigo esperando.
Si una persona con un grave problema, cuya única o mejor salida ese día hubiera sido hablar con su psicóloga, hubiera ido a esa consulta y le hubieran tratado así, lo más seguro es que se hubiera tirado por un barranco minutos después. Hay personas que deberían entender mejor la importancia de su trabajo y del trato que tienen que dispensar, sobre todo en ciertos lugares. La conducta de aquella persona me dejó claro que allí no podían ayudarme, y no lo digo por la psicóloga cuyo trato fue muy bueno la primera vez que fui. Quien único podía resolver mis problemas era yo mismo o ir a un profesional de pago, y no tenía ganas de contar mis miserias a otra persona más y empezar todo de nuevo. Había salido reforzado de la reunión con mi jefe y afrontaba las cosas con más confianza. En cualquier caso, espero que aquella persona haya mejorado en su trabajo.
4 comentarios:
*** Tienes toda la razón, hay sitios específico donde el trato debe superar los límites del buen trato y cortesía, sobre todo cuando está en juego la salud mental de las personas.
Es triste encontrarse con este tipo de personas en la calle.
*** Ay ERKE, sabes en que pensé mientras describías las risas de la secre??? En que iba aparecer tu jefe detrás de la puerta! jajajajaja
Que me tienes paranóica con esta historia jajajja
Besos!
Digna de elogio tu postura, sí señor. Ojalá otros tomaran ejemplo...
*** kt, ¡cómo para encontrarme a mi jefe allí! Entonces sí que se hubiera armado una buena. Además yo no había dicho nada durante todo el verano, sólo se lo conté en la reunión,no sólo para explicarle lo que hacía el trato tan pésimo a los empleados, sino también para que dejara de quejarse todo el rato de su victimismo. Habíamos otros que estábamos al menos tan "jodidos" como él y desde hacía más tiempo.
Besitos.
nasghoul, es la única salida que encontré. Viendo el panorama y la "pasividad" de aquella "recepcionista" o secretaria. Me sentía peor viendo su cara de "otro tipejo de estos con "presuntos" problemas en la cabeza". Allí me iba a amargar más, así que mejor buscar la solución por mi cuenta.
Saludos.
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