21 junio 2007

La trampa

El fin se estaba acercando. Los días discurrían lentos pero inexorables hacia el final de la historia. Una vez mi jefe se hubo concienciado de que las cosas iban tan mal que no se podían arreglar y con la espada de Damocles de Hacienda sobre su cabeza, decidió mover ficha y llamar a su asesoría para que le orientaran. La situación era delicada, sobre todo para él. Con tantas deudas acumuladas con el fisco y la Seguridad Social, podía meterse en un asunto muy feo. Según tengo entendido, desde el punto de vista técnico la empresa no tenía los argumentos necesarios para declararse en quiebra por sí misma. Poseía bienes inmuebles aunque no tuviera liquidez. Por otro lado, desconozco hasta que punto la quiebra hubiera sido buena para el gerente; tal vez podría suponerle una inhabilitación como directivo o administrador en cualquier otro negocio durante varios años. Evidentemente él no nos iba a contar estas cosas, sobre todo cuando al menos le iban a perjudicar de dos maneras importantes: primera, debía buscar una manera que le permitiera pagar lo menos posible a los trabajadores por el despido o cierre de la empresa y segundo, que esta circunstancia no supusiera una posible inhabilitación para seguir ejerciendo actividades económicas como " jefe", como ya he comentado. Esto lo he supuesto de lo que he leído y me han contado. Podría no ser como lo cuento, así que si alguien conoce el tema, serán bien recibidos sus comentarios.
La asesoría le iba a buscar la salida más victoriosa posible, y por supuesto, la más económica. ¿Dónde se puede ahorrar una empresa mucho dinero? Esquivando a los proveedores y en el despido de los empleados. El negocio me lo había demostrado todos estos años: trabajadores que se habían ido por la presión sin cobrar indemnización, el impago de finiquitos y sueldos debidos, trabajadores que habían buscado mejoras laborales y habían dejado la empresa, trabajadores que no habían tenido s remedio que irse renunciando a derechos para al menos conseguir que les pagaran por lo menos su sueldo... en definitiva, mucho dinero que la empresa no había tenido que abonar.
Con este propósito, la asesoría recomendó a un profesional cuya especialidad era salvar a empresas en problemas, es decir, buscar la forma de que todo el proceso de cierre le fuera lo más económico posible. Digamos que es el lado oscuro de "la fuerza". Mientras los abogados laboralistas tratan de conseguir que se cumplan los derechos de los trabajadores, estos otros profesionales buscan en los "vacíos", "mala redacción" y en los "límites" de la ley, la manera de conseguir el mayor beneficio o el menor perjuicio para las empresas. Cobrando, claro está ;) .
Cierto lunes se presentaron en nuestro lugar de trabajo las personas que nos iban a explicar cual era la solución a todo lo que ocurría. Una de ellas era el especialista en salvar empresas. Nos iban a "orientar" y a decirnos cual era la "mejor" alternativa para nosotros y para el negocio. A final de esa semana, mi empresa cerraría según lo que ponía en los papeles.


3 comentarios:

Kt. dijo...

Acá los derechos como empleado son irrenunciables... ¿Como es la cosa en tu país?, no entiendo como es que tus compañeros renunciaron a estos derechos o es que ¿Había una artimaña que impedía hacer justicia?

Erkemao dijo...

kt, aquí también los derechos son "irrenunciables" en la teoría, pero si tienes una hipoteca, unos hijos que mantener y la incertidumbre de que pasará si pierdes el trabajo, puede hacer que "desatiendas" tus derechos. No lo digo por mí, que no era mi situación, pero sé de empresas donde sucede. Habrá más derechos y garantías, pero si no los ejerces es igual que nada. Esa es una de las cosas que me irrita bastante: un derecho, que se supone que es algo intocable, lo tienes que luchar, que reclamar, que gastarte el dinero en abogados para demostrarlo... parece contradictorio ¿verdad? Si es mi derecho, ¿por qué tengo que demostrarlo yo? Que demuestre el otro que no es mi derecho. Es algo absurdo.
Mis compañeros se encontraban en unas circunstancias muy personales, y cada uno tendría sus razones, en las cuales yo no me meto. Además, durante tantos años no habíamos cuestionado las "verdades" que decía mi jefe, que eso se convierte en costumbre. A mí me ocurrió lo contrario, me cansé de que mi jefe sólo me dijera "su parte" de la realidad y no la realidad entera, así que tuve que ir a buscarla. ;)

Erkemao dijo...

Evidentemente la empresa no cerraba por quiebra, porque para ello, la autoridad laboral tiene que revisar las cuentas y aprobar esa quiebra. Eso no se produjo, y si es así, es porque no se daban las condiciones para la quiebra, con lo cual a nosotros nos estaban "engañando" en algún sentido, y con esa sospecha no puedes creer a tu jefe por mucho que te diga que no tiene ni para un café.

Saludos y encantado de leerte de nuevo.