Todo no iban a ser ardides y triquiñuelas en mi empresa. Había tiempo para la negociación, para intentar buscar soluciones a problemas. Claramente trataban de beneficiar más a mi jefe que a los empleados, pero a fin de cuentas, "menos da una piedra". En esta ocasión, el gerente, trataba de buscar otra fórmula que le ahorrara una posible denuncia, que le asegurara la continuidad de los pocos empleados que quedaban, que todas sus deudas quedaran "olvidadas" y sobre todo, seguir manteniendo el control de la empresa con el dinero ajeno, es decir, el de los empleados.
Se reunió con todos nosotros y a cada uno nos contó una historia. "Su" gran idea consistía en crear una empresa nueva en la que los trabajadores que quedábamos íbamos a recibir como premio y recompensa a nuestra paciencia, la posibilidad de entrar a formar parte de la organización como socios. La idea no era suya, se le había ocurrido a una compañera, la que mejor trato tenía con él. Lo que le propuso esta trabajadora era abonar los 25 días por año trabajado que dejábamos de recibir por el absurdo motivo del cierre de la empresa, en especie. Ese montante "etéreo" se podía convertir en acciones del nuevo negocio. Esta ocurrencia podía significar que todos siguiéramos trabajando juntos y esta vez percibiéramos un cantidad justa por nuestro trabajo, o lo que es lo mismo, los dividendos. Mi jefe se apropió descaradamente de la idea y trató de hacerla pasar como una gran oportunidad que nos daba a todos. Lamentablemente para él, los empleados nos contábamos lo que nos ofrecía a cada uno, de manera que sabíamos como nos quería "embaucar" por separado.
Cuando llegó mi turno y me senté frente a él, me empezó a hablar de las fabulosas oportunidades de futuro, de posibles nuevos grandes socios que se querían unir a su proyecto y de sus ideas para la nueva empresa. Me dijo que el negocio moribundo que había sido nuestra "casa" durante tantos años, tenía que desaparecer puesto que el nombre ya estaba viciado. En aquellos momentos el nombre Acme S.A. se asociaba a las deudas y a los despropósitos, a los engaños y a la morosidad. En este ambiente tan insano, no sería buena idea intentar limpiarlo. Había que crear uno nuevo, libre de cualquier atadura al pasado y con el nombre limpio y reluciente. En su afán por confirmar lo buena persona que era y lo gran gerente que había sido, entendió que debía dar una especie de "regalo" o dádiva a aquellos que tanto habían luchado por la empresa: los empleados. De esta forma, me ofrecía ser socio de su nueva super-empresa. El importe por el cual entraría a ser socio, según sus palabras, era la cantidad dejada de percibir en el despido, es decir, 25 días por año trabajado, como había comentado más arriba. Pero claro, sus pensamientos se movían en la dirección de la que soplara el viento, por lo tanto, un día era una cosa y otro día era otra diferente. Así la oferta variaba llegando a concretarse en aportar el pago único del desempleo como capital social más esos 25 días que nos ofrecía como regalo. Él, por su parte, aportaría a la sociedad unos 50.000 euros. ¿Y de dónde sacaba esta cantidad? Pues de su nueva invención contable. Esos 50.000 no serían en metálico sino en software. La empresa había diseñado ciertas herramientas de software (programas o módulos de programas) que según su opinión valían esa cantidad, y eso era lo que él abonaría como socio. Mientras todos los demás teníamos que desembolsar dinero, él desembolsaría código fuente de programas, que cualquier programador con la suficiente experiencia podría hacer. Un trato muy justo y equitativo.
Cuando llegó mi turno y me senté frente a él, me empezó a hablar de las fabulosas oportunidades de futuro, de posibles nuevos grandes socios que se querían unir a su proyecto y de sus ideas para la nueva empresa. Me dijo que el negocio moribundo que había sido nuestra "casa" durante tantos años, tenía que desaparecer puesto que el nombre ya estaba viciado. En aquellos momentos el nombre Acme S.A. se asociaba a las deudas y a los despropósitos, a los engaños y a la morosidad. En este ambiente tan insano, no sería buena idea intentar limpiarlo. Había que crear uno nuevo, libre de cualquier atadura al pasado y con el nombre limpio y reluciente. En su afán por confirmar lo buena persona que era y lo gran gerente que había sido, entendió que debía dar una especie de "regalo" o dádiva a aquellos que tanto habían luchado por la empresa: los empleados. De esta forma, me ofrecía ser socio de su nueva super-empresa. El importe por el cual entraría a ser socio, según sus palabras, era la cantidad dejada de percibir en el despido, es decir, 25 días por año trabajado, como había comentado más arriba. Pero claro, sus pensamientos se movían en la dirección de la que soplara el viento, por lo tanto, un día era una cosa y otro día era otra diferente. Así la oferta variaba llegando a concretarse en aportar el pago único del desempleo como capital social más esos 25 días que nos ofrecía como regalo. Él, por su parte, aportaría a la sociedad unos 50.000 euros. ¿Y de dónde sacaba esta cantidad? Pues de su nueva invención contable. Esos 50.000 no serían en metálico sino en software. La empresa había diseñado ciertas herramientas de software (programas o módulos de programas) que según su opinión valían esa cantidad, y eso era lo que él abonaría como socio. Mientras todos los demás teníamos que desembolsar dinero, él desembolsaría código fuente de programas, que cualquier programador con la suficiente experiencia podría hacer. Un trato muy justo y equitativo.
4 comentarios:
Jajajaja que tu jefe parece un cangrejo cuando lo están cocinando, por donde menos uno espera saca la tenaza de la olla jajajajajajaja
Se pasaaaaaaa!!!!
besos.
Que tomada de pelo, por favor! El tipo se burlaba de ustedes de una manera tan descarada que no se puede creer...no deja de sorprenderme el respeto y la tolerancia de ustedes. Acá en Argentina, a esa altura el jefe ya hubiera terminado con unos cuantos dientes menos.
wenas kt! Se tenía que agarrar como fuera, aunque fuese un clavo ardiendo. Ese mismo esfuerzo utilizado en la empresa nos hubiera ahorrado muchos problemas, pero claro, es más cómodo hacerlo con los que sabes que puedes engatusar y no se te van a "revirar" ;)
Besos.
fede, te puedo asegurar que aquí también, y sólo la suerte y las pocas ganas de meternos en más problemas de los que teníamos, le libraron de llevarse alguna sorpresa desagradable. De todas formas, hay muchas maneras de dejar las cosas claras, si rehusas los avisos.
;)
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