Quiero algo nuevo, un juguete y un chocolate. Jajaja. Quitemos lo segundo y lo tercero y tendremos a ACME S.A. Era como un parque de atracciones en el cual, cada día, había una nueva diversión. ¿Quién dijo que el trabajo era aburrido? No hay mejor época para la diversión que el verano. Y es en verano cuando se produce esta historia. Recordemos que ayer habían intentado endosarme la mala situación de la empresa. Se intentaba atribuir a la no implantación del sistema de replicación de base de datos, el fracaso definitivo del negocio. Bueno, había pasado un poco de tiempo desde entonces y ya había conseguido hacer algunos progresos. La instalación, puesta en funcionamiento y comprensión de esta tecnología era todavía muy difícil para mí, pero ya lo explicaré. Mientras tanto había otra manera de conseguir fondos para la empresa. El negocio tenía que presentar a su cliente principal la parte final del software que había prometido. Asimismo tenía que presentar entre otras cosas, la documentación asociada a esa fase del proyecto. Los programadores, a pesar de los problemas económicos que había y de los ya más que escasos integrantes que componían la plantilla, estaban a tope, terminando su trabajo, o al menos parte de él. El jefe mientras tanto, en vez de ayudar, nos lanzaba indirectas sobre que los buenos profesionales se quedaban a trabajar el tiempo que hiciera falta para sacar adelante la empresa, que si abusábamos de él por ir a desayunar y estar más de 20 minutos fuera, etc... Lo de siempre. El tipo de incentivo ideal para alguien que no cobra y encima le echan la culpa de la situación de la empresa. No sólo me ocurría a mí. A otros compañeros también se les había puesto en tela de juicio en cuanto a su productividad y capacidad para estar a la altura de las exigencias y objetivos de la organización. La gestión, sin embargo, era "impecable". Apréciese la ironía.
Mi parte del trabajo consistía en elaborar toda la documentación. Esto que a simple vista parece una tarea carente de valor, encierra un esfuerzo arduo y un gran ahorro a corto, medio y largo plazo en llamadas al servicio técnico y quejas de los usuarios. En muchas organizaciones, algunos de sus empleados son reacios a aprender nuevas formas de trabajo, más cuando éstas son relativas a la informática. Por esta razón, el disponer de un manual bien elaborado, claro, sencillo y muy gráfico supone una gran facilidad y un mayor grado de aceptación del software. Al menos esa es mi opinión. Basándome en estas premisas me dediqué durante final de agosto y principio de septiembre a elaborar toda la documentación relativa al programa que teníamos que entregar. Entre otros retos suponía: conocer el programa casi tan bien como los propios programadores, ponerse en la piel de un usuario para intentar entender como trataría de usar la aplicación, buscar la manera de que el manual se prestara a actualizaciones sin tener que cambiar todos los textos, la documentación tenía que ser temática, indexada, contener glosario de términos, ser altamente gráfica, con la incorporación de muchas capturas de pantalla, descripción del funcionamiento de todos los botones, ejemplos prácticos... Tenía muy claro como me gustaría que fuera un manual de un programa y con ese punto de vista empecé a trabajar duro en él. El tiempo apremiaba y se me había impuesto una fecha tope. Ese día todo tenía que estar terminado: lo de los demás y lo mío. Por esa razón me llevaba el trabajo a casa todos los días, y los últimos, trabajaba hasta altas horas de la madrugada, lo suficiente como para no tener que levantarme para ir a trabajar, puesto que me pasaba toda la noche en vela.
El fin de semana anterior a la fecha de entrega del proyecto me llamó una amiga muy especial para mí. La veía una vez cada muchos meses, tal vez podía pasar un año y no saber nada de ella, así que por fin la podría ver y quedar con ella para salir de marcha, que también me hacía falta, ya que llevaba bastante tiempo recluido en casa. Pues fiel a mi estupidez, ya había roto dos principios que me había jurado a mí mismo mantener a toda raya: no llevarme trabajo a casa ni trabajar horas extras y evitar que el trabajo bloqueara mis relaciones personales. Así fue como no acudí a la cita con el pretexto de que tenía que terminar a toda costa la elaboración de la documentación. Nunca más se volvió a presentar esa oportunidad. Y no volvimos a coincidir en mucho mucho tiempo. ¡Hay que ser idiota! ¡Hay que ser doblemente idiota, teniendo en cuenta lo que me sucedió los días siguientes! Me pasé todo ese fin de semana acabando mis tareas. El trabajo estaba terminado a tiempo. Había quedado "perfecto". Me sentía orgulloso de la labor realizada. Cuando mi jefe lo vio, se quedó encantado; sabía que una imagen vende mucho, y aquel manual era una pieza más para convencer al cliente de nuestra profesionalidad, es decir, del "mérito del jefe". Lamentablemente ocurrieron 2 cosas: una, el plazo de entrega se amplió, con lo cual me entro una rabia tremenda por haber desperdiciado mi tiempo de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta que no hubo ni agradecimientos, ni gestos de buena voluntad, aprecio o reconocimiento. Otra vez volvíamos a las andadas. Segundo, y más odioso aún: cuando por fin se entregó todo y las firmas de los responsables del dinero estaban aseguradas y todo el mundo contento, mi jefe tiene la gran idea de decirnos en una reunión: "Después de todo la documentación no sirve para nada, sólo para que no te echen atrás las firmas por una tontería, cuando "mejoremos" el programa se hace otra". Todos los esfuerzos, sacrificios y privaciones que realicé, ¿no sirven para nada? ¿Y el sujeto tiene la cara de decírmelo a la cara y más tranquilo que todas las cosas? Realmente ya estaba a punto de explotar. No sé si esa misma semana me cogí un par de días por enfermedad. Ya no aguantaba más. No podía, no podía. Esto era demasiado. Paciencia, Erkemao, paciencia, que tu momento llegará... y así aguardé un mes. Tenía muy claro lo que iba a hacer. Iba a elaborar otra documentación, pero muy especial. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra... No sé cuantas veces lo había hecho yo, pero me dolía todo de tanto tropiezo. Recogí la piedra y esperé.
Mi parte del trabajo consistía en elaborar toda la documentación. Esto que a simple vista parece una tarea carente de valor, encierra un esfuerzo arduo y un gran ahorro a corto, medio y largo plazo en llamadas al servicio técnico y quejas de los usuarios. En muchas organizaciones, algunos de sus empleados son reacios a aprender nuevas formas de trabajo, más cuando éstas son relativas a la informática. Por esta razón, el disponer de un manual bien elaborado, claro, sencillo y muy gráfico supone una gran facilidad y un mayor grado de aceptación del software. Al menos esa es mi opinión. Basándome en estas premisas me dediqué durante final de agosto y principio de septiembre a elaborar toda la documentación relativa al programa que teníamos que entregar. Entre otros retos suponía: conocer el programa casi tan bien como los propios programadores, ponerse en la piel de un usuario para intentar entender como trataría de usar la aplicación, buscar la manera de que el manual se prestara a actualizaciones sin tener que cambiar todos los textos, la documentación tenía que ser temática, indexada, contener glosario de términos, ser altamente gráfica, con la incorporación de muchas capturas de pantalla, descripción del funcionamiento de todos los botones, ejemplos prácticos... Tenía muy claro como me gustaría que fuera un manual de un programa y con ese punto de vista empecé a trabajar duro en él. El tiempo apremiaba y se me había impuesto una fecha tope. Ese día todo tenía que estar terminado: lo de los demás y lo mío. Por esa razón me llevaba el trabajo a casa todos los días, y los últimos, trabajaba hasta altas horas de la madrugada, lo suficiente como para no tener que levantarme para ir a trabajar, puesto que me pasaba toda la noche en vela.
El fin de semana anterior a la fecha de entrega del proyecto me llamó una amiga muy especial para mí. La veía una vez cada muchos meses, tal vez podía pasar un año y no saber nada de ella, así que por fin la podría ver y quedar con ella para salir de marcha, que también me hacía falta, ya que llevaba bastante tiempo recluido en casa. Pues fiel a mi estupidez, ya había roto dos principios que me había jurado a mí mismo mantener a toda raya: no llevarme trabajo a casa ni trabajar horas extras y evitar que el trabajo bloqueara mis relaciones personales. Así fue como no acudí a la cita con el pretexto de que tenía que terminar a toda costa la elaboración de la documentación. Nunca más se volvió a presentar esa oportunidad. Y no volvimos a coincidir en mucho mucho tiempo. ¡Hay que ser idiota! ¡Hay que ser doblemente idiota, teniendo en cuenta lo que me sucedió los días siguientes! Me pasé todo ese fin de semana acabando mis tareas. El trabajo estaba terminado a tiempo. Había quedado "perfecto". Me sentía orgulloso de la labor realizada. Cuando mi jefe lo vio, se quedó encantado; sabía que una imagen vende mucho, y aquel manual era una pieza más para convencer al cliente de nuestra profesionalidad, es decir, del "mérito del jefe". Lamentablemente ocurrieron 2 cosas: una, el plazo de entrega se amplió, con lo cual me entro una rabia tremenda por haber desperdiciado mi tiempo de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta que no hubo ni agradecimientos, ni gestos de buena voluntad, aprecio o reconocimiento. Otra vez volvíamos a las andadas. Segundo, y más odioso aún: cuando por fin se entregó todo y las firmas de los responsables del dinero estaban aseguradas y todo el mundo contento, mi jefe tiene la gran idea de decirnos en una reunión: "Después de todo la documentación no sirve para nada, sólo para que no te echen atrás las firmas por una tontería, cuando "mejoremos" el programa se hace otra". Todos los esfuerzos, sacrificios y privaciones que realicé, ¿no sirven para nada? ¿Y el sujeto tiene la cara de decírmelo a la cara y más tranquilo que todas las cosas? Realmente ya estaba a punto de explotar. No sé si esa misma semana me cogí un par de días por enfermedad. Ya no aguantaba más. No podía, no podía. Esto era demasiado. Paciencia, Erkemao, paciencia, que tu momento llegará... y así aguardé un mes. Tenía muy claro lo que iba a hacer. Iba a elaborar otra documentación, pero muy especial. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra... No sé cuantas veces lo había hecho yo, pero me dolía todo de tanto tropiezo. Recogí la piedra y esperé.