Otro de los sucesos que en su momento me pareció imprevisible. Pasado el tiempo y haciendo una reflexión pausada sobre el mismo, tal vez no fuera tan imprevisto.
Cuando el barco se hunde... todo el que puede salta para salvarse. Una empresa como la mía, que basaba sus esperanzas de
"salvación" en historias de
caballeros andantes, no podía mantener una plantilla a base de vanas promesas de un futuro mejor, sobre todo cuando el que te las decía inspiraba poca confianza.
La acólita número 2 había subido como la espuma. Tras un par de años de
"trabajo sucio" logró convertirse en la mano izquierda de mi jefe. El transcurso de los acontecimientos le haría luego ser el punto de referencia de mi jefe en cualquier parlamento sobre la profesionalidad, la entrega y el trabajo, desbancando
de su púlpito de honor al propio acólito* número 1. Llegó un momento en que la empresa prácticamente era ella, pues había cegado con su brillo al gerente.
Lo que ella hiciera o dejara de hacer era el ejemplo a seguir para los demás. No podía ser criticada en su trabajo, no podías tener una voz discrepante, no se podía poner en duda su palabra o sus acciones. Inmunidad diplomática completa. Durante los dos años que transcurrieron después de la obtención de los
certificados de calidad y medio ambiente fue intocable y fue la estrella de la empresa, eclipsando a todos los
demás. Si ella trabajaba en casa los fines de semana, los demás éramos unos sucios abusadores y rastreros empleados
por no hacer lo mismo. Si ella enviaba una circular interna y alguien no estaba de acuerdo o simplemente no la leía, iba a sufrir el castigo del gerente. Recuerdo que actuaba como secretaria en las reuniones. Desde mi punto de vista,
algunas de las actas no reflejaban fielmente lo hablado en esos mítines, sino que contenían una visión parcial, curiosamente más cercana a la empresa y al gerente que a los empleados. Como suelo decir, es mi opinión personal. Sin embargo, nunca me llevé mal con ella, pero no dejo de ser crítico con algunas
circunstancias que se produjeron a su alrededor y que influyeron notablemente en los que allí trabajábamos, y recalco lo de
"trabajábamos" porque eso era lo que hacíamos, a pesar de las
paranoias de mi jefe. Cuando a los demás se nos exigía la renuncia a cualquier iniciativa de un segundo trabajo, amparándose en esa extraña
cláusula de la
"dedicación exclusiva",
ella sí podía hacerlo. No importa que
técnica o legalmente no hubiera problema para ello, pero a efectos del mensaje que quería transmitir mi jefe sí, ya que se trataba de una discriminación positiva. De esta manera, y por muchas causas más, fue quedándose aislada del resto de compañeros, sobre todo de los técnicos. Llegó el momento en que casi todo mi departamento la obviaba o pasaba
olímpicamente de sus correos, mensajes, consejos o cualquier otro intento de expresión por su parte.
Sin duda su
"éxito" más importante fue el d
errocamiento del acólito número 1. Los
"tira y afloja" entre ellos fueron épicos dentro de la empresa. Al final, el acólito cayó, quedándose ella como única mano del gerente; mano, que por otra parte, nadie quería coger, visto el estado del negocio.
Un día se fue. Llegó a un acuerdo con el gerente.
Él nos dijo que se trataba de una excedencia. Ella, al parecer, quería dejar la empresa definitivamente, pero
el gerente como "gran negociador" la había convencido para que volviera en cuanto las cosas fueran mejor.
No sé que pensar de toda esta historia. Lo cierto es que ella fue más lista y se largó antes de que
todo fuera a peor. Se largó siendo la única persona en aquella empresa que salió por la misma puerta por la que entró, es decir, la de delante, además de contar desde el primer día con el beneplácito del gerente y a pesar de algunas grandes
meteduras de pata que cometió.
Siempre he tenido la impresión de que en las esferas en las que se movía , tenía acceso a mucha información, lo que le supuso esquivar muchos problemas que otros tuvimos que tragarnos. Al final su decisión fue la más acertada, irse antes de que las cosas fuera a peor y tuviera más que perder.
Mi jefe ahora estaba sólo. Hasta sus espías de campo se estaban pasando al bando contrario, puesto estaban viendo el futuro muy negro. Sin duda alguna el más sorprendido por la decisión de la acólita fue el gerente.
Ya no tenía aliados dentro de la empresa. A partir de ese momento empezó a
rondarme más frecuentemente. Sin nadie a quien contar sus historias, excepto la
compañera abducida y con todo el mundo en su contra, buscó a alguien con el que poder hablar. Pasados los estragos que había sufrido en la reunión conmigo, se sentía con fuerzas para mirarme de nuevo a la cara y empezar a tomar una confianza había perdido y que no podría recuperar nunca más.
* Según la Real Academia Española
acólito.
(Del lat. acoly̆tus, y este del gr. ἀκόλουθος, el que sigue o acompaña).
1. m. En la Iglesia católica, seglar que ha recibido el segundo de los dos ministerios establecidos por ella y cuyo oficio es servir al altar y administrar la eucaristía como ministro extraordinario.
2. m. Monaguillo que sirve al altar en la iglesia aun sin haber recibido el ministerio del acolitado.
3. m. satélite (‖ persona que depende de otra).
4. m. p. us. Ministro de la Iglesia que recibía la superior de las cuatro órdenes menores, y cuyo oficio es servir inmediato al altar.