19 junio 2007

El último en irse: como lo vivió

En el post de ayer explicaba que durante estos dos días expondría mi visión sobre la marcha del último compañero que se fue de la empresa y sus puntualizaciones a mi opinión. Para no variar, me encargo de la selección de las ilustraciones que acompañan cada entrada. A continuación les muestro esa segunda parte.

Gracias Erkemao por invitarme a escribir algo en tu historia ( que no conocía al completo y es más que la idea que me había hecho de ella). Antes de nada decirles a todos que una de las almas que tenía esa empresa era Erkemao; siempre eran buenas palabras, ánimo constructivo, honestidad y ganas, de hecho, por lo menos yo no fui capaz de darme cuenta del calvario que estaba pasando. Era una verdadera lástima que a alguien con la valía de Erkemao se le tratase de aquella manera.

Yo entré junto con otros dos programadores, y la apariencia de la empresa era buena, pero era todo fachada gracias al dinero fácil de las subvenciones. Una vez se terminaron surgió la verdadera cara. De todas maneras, tuve una ventaja, y es que siempre que puedo ignoro las sandeces, como "sugerir" que no estábamos comprometidos con la empresa por no quedarnos por las tardes ni ir los sábados y cosas así. Por supuesto, estupideces como esas no merecen ni ser contestadas.

Creo que mi posición en la programación me blindaba ante los abusos de la dirección ( estaba parapetado detrás de la compañera abducida, mi coordinadora - un fuerte saludo- ) así que tuve suerte y la verdad es que no tengo consciencia de que estuviera "en el punto de mira". De todas formas, yo siempre que podía ignoraba al consejo de dirección así que lo más probable es que yo no me enterase.

No es cierto que yo le pusiera en evidencia; era él solito, no necesitaba mi ayuda. Lo que no puede hacer es meterse en historias de las que no tiene ni idea y claro, si te pones a opinar de algo que me afecta y de lo que eres un ignorante, yo no me callo. De todas formas, siempre respondí con educación y nunca fue mi intención dejar en ridículo a nadie, pero lo que no iba a permitir era que un incompetente me dijera lo que tenía que hacer.

En algo tenía razón: yo "no era tan listo como me creía", pero sí lo suficiente para darme cuenta de quién valía la pena en esa empresa y quién no.

18 junio 2007

El último en irse

En esta entrada contaré algunas cosas sobre el último compañero que se fue de la empresa. Le pedí que me revisara el texto y aportara las correcciones que fueran necesarias, ya que se trata de su historia. Me remitió un texto amplio, de manera que he decido convertirlo en dos post: uno, desde mi punto de vista y otro, sus puntualizaciones a mis palabras.

La empresa había ido dejando atrás a un montón de compañeros en su camino. Como un fuego de artificio que va quemando rápidamente la pólvora en un reguero infernal y brillante, nuestra empresa tuvo un final parecido. A medida que iba inflamando su combustible, dejaba un resto de cenizas ardientes que eran los empleados. A poco de que la organización acabara su camino, otro compañero busco mejor suerte. Al contrario que los fuegos artificiales, no acabamos en una explosión de color y brillo.
Este era uno de los nuevos compañeros que se habían incorporado en el 2004. Tal vez seducido por promesas de una empresa seria y el espejismo de una gestión eficiente, se adentró en las tinieblas de Acme S.A. Desde el principio se mostró combativo. Traía unas ideas que no se correspondían con la política y la "fe" de la empresa. Esto le supuso muchos y variados roces con todo el sistema que mi empresa quería implementar. Consciente de que las cosas sencillas y probadas son más seguras y rentables que los experimentos grandilocuentes, manifestó claramente objeciones al software y las herramientas que la empresa quería desarrollar. Se le dio tiempo para adaptarse y aprender, pero no se le dijo que en X meses tenía que tener a punto una serie de programas. Cuando llegado ese momento todavía no se había realizado ese "objetivo oculto" se le acusó de ser el desencadenante de los problemas del negocio. Nuevamente mi empresa nos volvía a sorprender con otra lección de "culpa a otro y sobrevivirás". Como he ido narrando todos estos meses, a cada empleado nos tocaba en algún momento ser los culpables de la marcha negativa de la organización. Curioso planteamiento ¿Alguien sabe si se enseña en algún curso de dirección empresarial?
Totalmente arisco con la burocracia de la empresa, la cual entorpecía el trabajo en vez de facilitarlo, criticó duramente a quien era "intocable e incuestionable", lo que le valió automáticamente la ira eterna del gerente. Su relación con el acólito número 1 le supuso un estigma adicional, cuando éste "dejó" la empresa. Estaba en el punto de mira, en cierto modo. Pero no puedes despedir a quien lleva una parte fundamental de los proyectos sin acabar contigo mismo. Eso retenía la lengua de mi jefe. Por otro lado el gerente, que siempre presumía de ser inteligente, a la vez que no tenía idea alguna de informática, le daba a este compañero la excusa perfecta para dejarle sin palabras cada vez que intentaba entrometerse en asuntos técnicos y de programación. Mi jefe no se atrevía a hablar delante de él, porque cualquier error que cometiera o cualquier estupidez que soltara iba a ser denunciada delante de todos. Más de una vez vi como el compañero dejaba en entredicho al gerente en medio de la sala y momentos después oír golpes fuertes (de rabia contenida) en el despacho del jefe. Era algo increíble. No sé en cuantas empresas un empleado puede dejar en evidencia a su jefe. Esta no es una forma de hacer amigos. Cuando salió por la puerta de atrás (como todos) quedaron muchas cosas pendientes y sobre todo las frasesitas típicas del gerente: "no era tan bueno...", "la empresa le dio más a él que él a la empresa...", "No tenía mucha idea..." Y por fin la oración más impactante que había oído en todos estos años: "Me trataba como a un idiota". Por supuesto, nada más salió por la puerta, se cambiaron todas las claves de ordenadores, servidores, se le deshabilitó la cuenta de correo y cualquier otro servicio que tuviéramos constancia que hubiera utilizado.
Pero hubo más. En las aplicaciones que estábamos desarrollando, había una importante aportación suya, que además sólo conocía o dominaba él. Al irse, la empresa se quedó sin recursos en ese área. Tuvimos que buscarnos la vida para intentar resolverlo. A medida que avanzábamos y descubríamos como hacer las cosas, el orgullo de mi jefe iba creciendo: " lo hemos sacado sin fulanito, así que no era tan listo como él se creía". Al final le tuvimos que llamar y pedir su ayuda para terminar de resolver los problemas; ayuda que prestó sin compromiso alguno, para vergüenza de mi jefe.
Apenas un año y medio antes, la empresa contaba con 20 empleados y en este momento sólo éramos 4. El compañero que estaba de baja también había dejado la empresa de una manera muy indigna para los 8 años de sacrificios y esfuerzos que había dado a la empresa. Por supuesto se fue por la puerta de atrás, como no podía ser de otra manera para un pringadillo. Como una burbuja que se expande hasta explotar, tuve el dudoso honor de presenciar la muerte de una empresa. De un negocio cuyos empleados eran profesionales y abnegados, dedicados y eficientes.


16 junio 2007

La fe

Este es otro de los temas que se habían quedado en el baúl de los recuerdos del blog. Sin duda uno de los principales argumentos de la "aristocracia" empresarial de Acme S.A. Manido y repetido en innumerables ocasiones a lo largo de los años. Era el elemento coercitivo para "animarte" a realizar trabajos en contra de tu voluntad o más a allá de tu contrato y responsabilidades. El acólito número 1 lo usaba de la manera indiscriminada hasta el final de sus días en la empresa, y tal vez fue víctima de su propio discurso.
La "fe" era la política de la empresa, los pasos a seguir, el discurso a pronunciar, lo que había que vender a los clientes, lo que teníamos que pensar los trabajadores. Era un concepto algo extraño. Cuando un pringadillo era conminado a realizar ciertas actividades, éstas se hacían en función de la "fe" y como acto de "fe" hacia la organización. Realmente no se trataba de actos sectario-religiosos, sino que fue un término usado para intentar hacer entender que todo lo que se hacía y por lo que se venía a trabajar era "el bien y prosperidad de la empresa", es decir, de unos pocos. Acuñado por el acólito, era constantemente citado en cada trabajo, para cada software que la empresa quería promocionar, para cualquier hardware con el que la empresa ensamblara los ordenadores. Si se traían unas placas base de una marca determinada y a los técnicos no nos gustaban porque daban problemas, estábamos saliéndonos de la "fe". Eso molestaba al jefe y al acólito. Nos decía: "esta es la "fe" de la empresa", como afirmando que esa marca y ese modelo eran "muy buenos" o era lo que la empresa quería vender y no había lugar para la crítica o la discusión por muy evidente que fuera su mala calidad. Es un ejemplo más de la absurdidad de las marcas, que era parte del planteamiento de la "fe". La misma cantinela todos los días llegaba a ser cargante e irritante. A parte de tomadura de pelo, coartaba la opinión de los trabajadores, sobre todo de los pringadillos que éramos los que más sufríamos luego las meteduras de pata de la "fe". Esta "fe" nos supuso multitud de broncas de los clientes, horas y más horas extra para solucionar los problemas, quebraderos de cabeza, espantada de clientes y despotismo y desprecio por parte del gerente. Con la marcha del acólito, ya no se volvió a pronunciar esa frase. Parece que ya no había "fe". El gerente que en su momento había practicado con ansia la "fe", es decir, fastidiar a los pringadillos y a los clientes, dejó de lado su "religiosidad" cuando necesitó apoyarse en aquellos a los que había estado sometiendo con alegre y superficial parlamento. Cuidado con los "actos de fe" en las empresas, porque sólo benefician a unos pocos.

15 junio 2007

Tú me has entendido mal, yo no he dicho eso, lo que yo quería decir...

Es viernes y ya no quedan muchas cosas que contar sobre mi empresa. Hay un par de temas que quise dejar para el final y para intercalarlos entre las otras historias que contara. Como no iba a ser menos, trataran sobre mi jefe. Son importantes; no porque hablemos del gerente, de sus manías y salidas de tono, sino porque pueden explicar que era lo que ocurría para que no fuésemos más activos y críticos con él. Una de sus armas principales era la mentira, ya lo he contado muchas veces, otra el halago y una de las más utilizadas era la negación. Si eres lo suficientemente constante como para negar algo una y otra vez, convertirás esa negación o engaño en una verdad absoluta. Creo que esto lo sabía muy bien mi jefe. Jugando al despiste y desmintiendo cualquiera de sus palabras o de las tuyas, conseguía hacerte dudar o lograba cansarte y que le dieras la razón.
Siempre, ante algún asunto polémico o superficial que quisiera eludir, más si se trataba de algún tema de dinero, solía plantear que todo el mundo estaba equivocado menos él. Recurría constantemente a expresiones como: "yo no he dicho eso...", "tú me entendiste mal...", "lo que yo quería decir era que..." Cualquier excusa con tal de darle la vuelta a la situación y evitar cualquier responsabilidad o tener que pagar de alguna forma las promesas realizadas. Desde mi punto de vista, su palabra era poco honorable. Demasiado maleable e interesadamente ligera para mi gusto.
El tiempo pone a cada uno en su sitio, y tarde o temprano te encuentras con otro más listo o espabilado que tú, y aún peor, te puedes topar con una persona a la que no te conviene tomarle el pelo y no la puedes engañar. Mi jefe no iba a ser una excepción.
Como dice una frase que leí una vez: "Se puede engañar a muchos mucho tiempo, pero no a todos todo el tiempo"*.

* Aclarado en los comentarios.

14 junio 2007

El jefe nos veía felices

Durante todos estos meses no he dejado de citar a mi jefe. Que si mi jefe esto, que si mi jefe lo otro... he llegado al punto, tal y como me dijo un comentarista, de que casi el blog es suyo porque aparece incluso más que yo. No se le puede quitar su parte de protagonismo en toda esta historia, pero ¿cómo nos veía él? ¿cuál era su punto de vista sobre la situación que estábamos pasando? ¿qué se le pasaba por la cabeza y pensaba de nosotros? Intentemos nuevamente ponernos en su lugar y saber lo que creía u opinaba.
De acuerdo con la información aportada por algunas fuentes durante el periodo de caída libre en el que se encontraba mi empresa, él nos veía felices. ¡Cómo lo leen!
No sé que pensar: si es lo que quería hacernos entender que pensaba, si realmente creía eso, si lo decía de un modo irónico o simplemente si obviaba la realidad.
Todos aquellos meses sin cobrar, con problemas de todo tipo, con largos periodos sin recibir ninguna explicación por parte del gerente, con excusas cuando menos "extrañas", con aplazamientos y más aplazamientos... y él nos veía felices.
Compañeros expulsados de la empresa de una manera muy prepotente, sin pagarles sus sueldos y finiquitos, diciendo todo tipo de barbaridades de ellos... y él nos veía felices.
Con malas caras en las reuniones, exigiéndole una solución, en contra del peso de la burocracia interna... y él nos veía felices.
Resumiendo, a pesar de lo obvio y lo explícito, mi jefe trataba de ver un mundo feliz en el cual nadie estaba en su contra por su mal hacer y todo el mundo lo quería. Los empleados al trabajar con tan buen gerente nos sentíamos pletóricos y enriquecidos en nuestro espíritu. Había negado la realidad de una forma consciente o inconsciente.
Lo único que puedo afirmar, desde mi punto de vista, es que NO estábamos felices y contentos con la situación.

13 junio 2007

Más trabajos gratuitos mientras la empresa se hunde

Otro nuevo testimonio para reír, llorar, o llorar de la risa. A ver como se los explico sin que me apedreen el blog... Tú conoces a gente que tienen una organización más o menos conocida, más o menos antigua y más o menos elitista. Son clientes tuyos. Ellos, además, conocen a más gente, que conoce a más gente que se mueve dentro del rancio abolengo*. Como te gusta presumir y aparentar, les estás haciendo la pelota todo el rato. Ellos te imponen ciertas pautas y tú las sigues, sin considerar siquiera mantener tu postura como persona a respetar. Les haces un trabajo importante, por el cual cobras poco. Por si no fuera suficiente, luego se quejan de que no les gusta el trabajo. Lo hacen después de haberlo aceptado. Tú como no quieres que te excluyan de su círculo o de las "posibilidades" que ofrece ese círculo, cedes y aceptas su chantaje. Repentinamente apareces un día en el trabajo, del cual eres jefe y les dices a los empleados que tienen que ir pensando en hacerle un nuevo trabajo a esos "amigos" y además gratuitamente. Pero ¡vaya! resulta que tu empresa se está yendo al abismo, no has pagado a tus empleados y las posibilidades de cobrar y de conseguir que el negocio al menos no caiga más, dependen de que los trabajadores puedan terminar los proyectos que sí les van a remunerar. Pero ¡no! como tú tienes en mente unos objetivos más sublimes, sigues dando "la lata" para que los empleados atiendan a quien no les va a dar de comer. El fin de esta historia, entre otros, acaba con unos técnicos enfadados por tus tonterías.
Pero ricemos el rizo. Imagínense que tienen un cliente al cual le hacen un trabajo. Se tarda bastante tiempo, pero al final, el interesado acepta todas las condiciones. Con la confirmación de éstas, se realiza el proyecto. Se le presenta, se le entrega una documentación y una ayuda que ni siquiera debiera tener, se instruye a un empleado de esa entidad en el manejo del software y se (siguiendo las indicaciones del cliente) terminan y entregan unos cuantos detalles más. El cliente ha abonado parte de lo convenido y puesto que ya está terminado el trabajo, se pasa a cobrar lo que resta. La respuesta de la entidad es: "no te pago porque no me gusta o no me parece que esté terminado". Tú vuelves con el rabo entre las patas a la empresa. Al final el cliente tiene su nueva y flamante página web y a mitad de precio. Teniendo en cuenta nuestros apuros económicos y que el trabajo había sido finalizado conforme a las exigencias del cliente, lo que deberías hacer es evitar cualquier insulsa diplomacia y directamente deshabilitarle la página web y poner un texto en el que se explicite la causa del cierre, es decir, "morosidad o impago". Pero claro, son un selecto club del cual te gustaría formar parte y codearte con sus socios, así que te aguantas y dejas que te tomen el pelo. Esta es mi opinión. ¿Eres tú a quien me refiero? O_o


* Según wordreference.com

abolengo

  1. m. Ascendencia de una persona, especialmente si es ilustre:
    una familia de rancio abolengo.
  2. Herencia procedente de los antepasados:
    bienes de abolengo.

12 junio 2007

I call you about an invoice

"Can llu ripitin plis? " "Ai don andestar" X-D Algo así era la conversación que un par de veces a la semana mantenía con una chica que nos llamaba desde el extranjero, de Inglaterra, o por ahí. Bueno, mi inglés no es tan malo, pero se pueden hacer una idea ;) .
Entre el enorme rastro de deudas que iba dejando la empresa por doquier, se encontraba la del software tan importante que había decidido comprar para crear la imagen de Acme S.A. No se trataba de una entidad cualquiera, sino de una importante compañía de software que tenía sus principales clientes allén* de los mares.
Al principio todo muy bien, pero luego... Mi empresa había pensado en comprar demasiadas licencias para lo que en realidad iba a necesitar y todo fueron buenas maneras y atenciones. Estábamos tratando de crear un buena relación con el proveedor y ser un referente en cuanto a programación y gestión de la base de datos que vendían. De esta manera, ellos podrían ponernos como ejemplo del funcionamiento de su software. Cada licencia era bastante cara y cuando no tienes dinero para pagar a tus empleados, menos lo vas a hacer con los proveedores. Así, los técnicos cada vez que cogíamos el teléfono nos encontrábamos con la desagradable situación de tener que decirle a alguien, y en su idioma, que nosotros no éramos los que pagábamos, que era el "manager", que hablara con él. Evidentemente, mi jefe "no se encontraba" en muchas de esas ocasiones en que nos llamaban. Aquello pasó a convertirse en un juego: la llamada iba de un teléfono a otro hasta que la chica se daba por aludida y colgaba.
Cuando por fin pudo hablar con el jefe, éste, como buenamente pudo, le dijo que le enviara por correo electrónico y por escrito todo lo que le quería decir, porque no entendía nada de nada. Como yo estaba cerca de la puerta, podía oir la conversación, y bueno, esa mañana sí que me reí. Más tarde pude enterarme de que la empresa estaba tratando de llegar a un acuerdo para sólo pagar la licencia en uso y no las otras. No sé que pasaría al final. El contacto que teníamos en esa empresa hacía ya mucho que había renegado de mi jefe. Yo mientras tanto seguía usando el servicio de atención al cliente, mientras no me dijeran otra cosa.
Todavía recuerdo esas conversaciones telefónicas, tratando de explicarle a la chica que no éramos los jefes o directivos de la empresa y que no sabíamos nada de las facturas y que no podíamos resolver la cuestión que nos planteaba. Aprenda inglés comercial en pocas llamadas: "cómo desembarazarse de un proveedor obsesivo". ;)



* Según la Real Academia Española

allende.

(Del lat. illinc, de allí).

1. adv. l. De la parte de allá.

2. adv. c. además.

3. prep. Más allá de, de la parte de allá de.

4. prep. Además de, fuera de. Allende DE ser hermosa, era discreta.


11 junio 2007

Nadie apuesta a caballo perdedor

¿Cuánto tiempo se puede esconder una mala situación sin que nadie se entere? Mucho o poco, depende. Hay quienes saben llevarlo bien y sólo unos pocos perspicaces e informados son capaces de darse cuenta de lo que pasa en el interior y hay quien no lo puede ocultar porque es demasiado obvio todo lo que pasa. En este contexto, todo fluye de una manera muy rápida, sin que dé tiempo a nada. Cuando crees haber escapado de una situación comprometida, otra más grave hace su aparición. Mi empresa no iba a escapar. Los acontecimientos se precipitaban de golpe y en masa, llevándose todo vestigio de supervivencia. Así los rumores se extendieron como la pólvora. Hasta los clientes más lejanos tuvieron noticias de nuestros problemas. Esto derivó en una serie de llamadas constantes, todas con el mismo mensaje: "Hemos trabajado bien con ustedes, pero en este momento no nos dan garantías de poder atendernos en el futuro". Los clientes se iban y no podíamos darles ninguna buena razón para que se quedaran. Todo quedó en cumplidos y buenas intenciones: "Si más adelante la empresa vuelve a ir bien, estaremos en contacto". Ya casi sin clientes, ¿qué futuro iba a tener la empresa? ¿otro caballero blanco? ¿otra solución desesperada en el último momento? ¿la venta de los locales para sanear la economía de la empresa, y buscar alguna oportunidad empezando de nuevo en un garaje? El jefe seguía contándonos bonitos cuentos: "tal y como lo veo, en poco tiempo habremos salvado la situación, en un par de meses más tendremos funcionando todos los productos y de aquí a final de año estaremos rumbo a la Luna"... Supongo que para unirnos al resto de los lunáticos.
Mientras tanto algunas de las frases y palabras que se le escapaban, incrementaban mi desconfianza y si las cosas salían como él quería, más de uno se quedaría en la cuneta. Ciertamente mi pensamiento era siempre negativo. Me lo había enseñado la experiencia.


10 junio 2007

Nos hackearon el servidor

¿Qué más cosas le podían pasar a una empresa a la que todo le iba mal? Pues por ejemplo, que le metan un "gusano" en el servidor de páginas Web, FTP y correo. Fue la gota que rebosó un vaso lleno de mala suerte. Digamos que pocas cosas más nos podían pasar.
Aunque de cara a los clientes dábamos la impresión de ser los gestores de una serie de servidores WEB, la realidad era que teníamos contratado el servicio a otra empresa. A los clientes les decíamos que eran nuestros y que la gestión era nuestra. Luego cuando hubo problemas empezamos a decir que el responsable era el centro de datos en el que se ubicaba el servidor, o que la culpa era de las lineas y de los proveedores de servicios y de telecomunicaciones. Una persona normal de la calle no entenderá muchos de estos conceptos y si eres lo suficientemente persuasivo le harás irritarse con elementos etéreos y lejanos, no contigo. Ciertamente en estos casos tampoco fuimos responsables, pero sí teníamos la obligación de resolverles los problemas.
Creo que fue un fin de semana. Meses antes habíamos tenido problemas con los nodos de comunicaciones. El centro de datos se encontraba en otra comunidad autónoma y la mayoría de nuestros clientes pertenecían a la nuestra. Por alguna razón, cuando intentaban visitar sus páginas WEB o modificarlas, no podían conectarse. La ruta que seguían los paquetes de datos (información) se perdía y no llegaba a su destino. El centro de datos contaba con varias conexiones a diferentes proveedores para que en caso de que uno o varios no funcionaran, al menos otros sí lo hicieran. Aquello duró un par de días hasta que se consiguió resolver. Mientras tanto habíamos perdido unos cuantos clientes. Los pocos que nos iban quedando, tendrían que pasar una nueva prueba. De esta manera un día dejó dejaron de funcionar todos los servicios (FTP, páginas WEB, correo, etc...). Aquello fue un disparate. Hasta que conseguimos saber lo que ocurría, había pasado bastante tiempo. Cuando por fin nos enteramos, nuestro ISP nos dijo que se trataba de un "hackeo" del servidor. Le habían metido un "gusano" y este había afectado a todos los servicios. Me sonó bastante raro, sobre todo porque no nos dijeron de que gusano se trataba ni como había logrado colarse a través de las medidas de seguridad que tenía el centro de datos y el propio servidor. Ciertamente, la empresa había estado haciendo adeptos todos estos años, es decir, enemigos irreconciliables. Era cuestión de tiempo que alguien que no nos quisiera bien reventara algo. Pudo ser así, o una simple casualidad, pero a efectos prácticos pasaron un par de días en que casi todo dejó de funcionar. Unos cuantos clientes nos dejaron.
Como es natural, alguien tenía que hacerse cargo de la situación y tratar con los clientes enojados. Esta era una de mis tareas, puesto que entre otras funciones, desempeñaba la de "soporte a clientes". Pero algo había cambiado desde la reunión que tuve con mi jefe unas semanas atrás. Me dijo: "pásame las llamadas de los clientes con los que tengas problemas, que yo me encargo, porque "dicen" por ahí que yo tengo miedo a enfrentarme con los clientes". Claro, eso se lo había dicho yo, no un ser brumoso que salió de la nada. Me pareció bien y me gustó que tuviera esa actitud. Lástima que se diera cuenta de ello ahora, cuando durante tantos años me había hecho padecer la furia de clientes descontentos o abusadores. Afortunadamente, para todos, no hubo demasiadas broncas, y quienes decidieron dejar de trabajar con nosotros, lo plantearon de una forma educada. Si esto hubiera sucedido, por ejemplo años atrás, la persona que estuviera dando soporte hubiera acabado con los nervios destrozados por las huidas de los problemas del gerente.


3 meses sin cobrar

La situación de mi empresa iba a peor cada día. Más o menos sobre noviembre del 2005 recibí mi última nómina de ese año. No recuerdo bien si hubo algún otro pago, pero en tal caso sólo fue una pequeña parte. No volvimos a cobrar hasta marzo. A la empresa le habían embargado las cuentas. Sus deudas con los organismos públicos eran demasiado escandalosas como para que le perdonaran seguir aplazando los cobros. Pensar que apenas un año antes nadábamos en la abundancia y todo era proyectos e ilusiones de un futuro espectacular, era como una imagen borrosa de la realidad. ¿Qué había ocurrido para que todo se desmoronara tan rápidamente? No lo sé a ciencia cierta. Tengo algunos esbozos de lo ocurrido, pero me falta mucha información y saber adonde fue a parar ese dinero, en qué se empleó. Mientras tanto los pocos empleados que quedábamos intentábamos mantener la situación terminando trabajos, atendiendo a los clientes y tratando de sacar las cosas adelante, por lo menos, para ganar algo de dinero. Encima tuvimos algunos contratiempos con los que perdimos algunos de los pocos clientes que quedaban. Todo eran promesas de: "nos deben un dinero desde hace meses y nos lo tienen que pagar", "nos tienen que pagar un trabajo de hace otros tantos meses que aún no se ha cobrado", "estamos esperando para que nos acepten un presupuesto y nos paguen por adelantado un xx%"... mucho dinero en la calle que no volvía a nosotros. ¿Cómo lo cobraríamos estando embargados? ¿Lo cobraríamos alguna vez? Mi empresa durante demasiados años se dedicó a hacer mucho trabajo gratuito, a empezar proyectos que los clientes dejaban a la mitad sin abonar lo realizado y así era como era conocido mi jefe. Por lo tanto, pensar en que la empresa ahora iba a imponer las reglas era otra utopía como lo que narré más arriba. Los clientes, muchos de ellos al menos, se reían de nosotros, le decían a la empresa como tenía que funcionar, como y cuando iban a pagar, las relaciones económicas muchas veces eran impuestas por los interesados. La empresa era como un pelele al que le tomaban el pelo. Esa no parece una buena estrategia para los negocios.
Al comenzar el año siguiente "nadie", que yo sepa, había cobrado. No era la primera vez que estábamos hasta casi dos meses sin ver el sueldo, pero en esta ocasión no había esperanzas. Decidimos movernos para ver que podíamos hacer. Como yo estaba sindicado, recayó en mí parte de la obligación de obtener información. Una de las compañeras que siempre había estado al margen de todo, ahora sí que trataba de acercarse a nosotros, los técnicos, para no quedarse aislada. Preguntamos en el sindicato un par de veces y en base a sus recomendaciones decidimos pasarnos por la Inspección de trabajo. Como los demás lo seguían sin tener demasiado claro, aproveché un día que estaba de vacaciones para ir y preguntarle a un inspector. Una vez le expuse el problema y mis sospechas sobre la posibilidad de descapitalización que podría producirse, me recomendó la denuncia. Preferí darle un margen de confianza a mi jefe por si la situación se arreglaba. Un mes más tarde cobramos, pero a través de un tercero. Estaba contento por la remuneración, pero las formas no me parecieron adecuadas. En aquel momento el negocio ahogaba sus últimos estertores. Cuando poco tiempo después se le comentó al gerente que habíamos estado tres meses sin cobrar, nos respondió: "nunca en mi vida he estado sin pagar el sueldo tres meses seguidos". Y era cierto, por dos días no se habían cumplidos los tres meses, pero a efectos prácticos era un trimestre por mucho que le pesara. Seguía sin bajarse del carro. Era capaz de negar lo evidente. De seguir en ese plan, tarde o temprano se encontraría con la horma de su zapato.

08 junio 2007

La acólita número 2 abandona el barco

Otro de los sucesos que en su momento me pareció imprevisible. Pasado el tiempo y haciendo una reflexión pausada sobre el mismo, tal vez no fuera tan imprevisto. Cuando el barco se hunde... todo el que puede salta para salvarse. Una empresa como la mía, que basaba sus esperanzas de "salvación" en historias de caballeros andantes, no podía mantener una plantilla a base de vanas promesas de un futuro mejor, sobre todo cuando el que te las decía inspiraba poca confianza.
La acólita número 2 había subido como la espuma. Tras un par de años de "trabajo sucio" logró convertirse en la mano izquierda de mi jefe. El transcurso de los acontecimientos le haría luego ser el punto de referencia de mi jefe en cualquier parlamento sobre la profesionalidad, la entrega y el trabajo, desbancando de su púlpito de honor al propio acólito* número 1. Llegó un momento en que la empresa prácticamente era ella, pues había cegado con su brillo al gerente. Lo que ella hiciera o dejara de hacer era el ejemplo a seguir para los demás. No podía ser criticada en su trabajo, no podías tener una voz discrepante, no se podía poner en duda su palabra o sus acciones. Inmunidad diplomática completa. Durante los dos años que transcurrieron después de la obtención de los certificados de calidad y medio ambiente fue intocable y fue la estrella de la empresa, eclipsando a todos los demás. Si ella trabajaba en casa los fines de semana, los demás éramos unos sucios abusadores y rastreros empleados por no hacer lo mismo. Si ella enviaba una circular interna y alguien no estaba de acuerdo o simplemente no la leía, iba a sufrir el castigo del gerente. Recuerdo que actuaba como secretaria en las reuniones. Desde mi punto de vista, algunas de las actas no reflejaban fielmente lo hablado en esos mítines, sino que contenían una visión parcial, curiosamente más cercana a la empresa y al gerente que a los empleados. Como suelo decir, es mi opinión personal. Sin embargo, nunca me llevé mal con ella, pero no dejo de ser crítico con algunas circunstancias que se produjeron a su alrededor y que influyeron notablemente en los que allí trabajábamos, y recalco lo de "trabajábamos" porque eso era lo que hacíamos, a pesar de las paranoias de mi jefe. Cuando a los demás se nos exigía la renuncia a cualquier iniciativa de un segundo trabajo, amparándose en esa extraña cláusula de la "dedicación exclusiva", ella sí podía hacerlo. No importa que técnica o legalmente no hubiera problema para ello, pero a efectos del mensaje que quería transmitir mi jefe sí, ya que se trataba de una discriminación positiva. De esta manera, y por muchas causas más, fue quedándose aislada del resto de compañeros, sobre todo de los técnicos. Llegó el momento en que casi todo mi departamento la obviaba o pasaba olímpicamente de sus correos, mensajes, consejos o cualquier otro intento de expresión por su parte.
Sin duda su "éxito" más importante fue el derrocamiento del acólito número 1. Los "tira y afloja" entre ellos fueron épicos dentro de la empresa. Al final, el acólito cayó, quedándose ella como única mano del gerente; mano, que por otra parte, nadie quería coger, visto el estado del negocio. Un día se fue. Llegó a un acuerdo con el gerente. Él nos dijo que se trataba de una excedencia. Ella, al parecer, quería dejar la empresa definitivamente, pero el gerente como "gran negociador" la había convencido para que volviera en cuanto las cosas fueran mejor. No sé que pensar de toda esta historia. Lo cierto es que ella fue más lista y se largó antes de que todo fuera a peor. Se largó siendo la única persona en aquella empresa que salió por la misma puerta por la que entró, es decir, la de delante, además de contar desde el primer día con el beneplácito del gerente y a pesar de algunas grandes meteduras de pata que cometió.
Siempre he tenido la impresión de que en las esferas en las que se movía , tenía acceso a mucha información, lo que le supuso esquivar muchos problemas que otros tuvimos que tragarnos. Al final su decisión fue la más acertada, irse antes de que las cosas fuera a peor y tuviera más que perder. Mi jefe ahora estaba sólo. Hasta sus espías de campo se estaban pasando al bando contrario, puesto estaban viendo el futuro muy negro. Sin duda alguna el más sorprendido por la decisión de la acólita fue el gerente. Ya no tenía aliados dentro de la empresa. A partir de ese momento empezó a rondarme más frecuentemente. Sin nadie a quien contar sus historias, excepto la compañera abducida y con todo el mundo en su contra, buscó a alguien con el que poder hablar. Pasados los estragos que había sufrido en la reunión conmigo, se sentía con fuerzas para mirarme de nuevo a la cara y empezar a tomar una confianza había perdido y que no podría recuperar nunca más.


* Según la Real Academia Española

acólito.

(Del lat. acoly̆tus, y este del gr. ἀκόλουθος, el que sigue o acompaña).

1. m. En la Iglesia católica, seglar que ha recibido el segundo de los dos ministerios establecidos por ella y cuyo oficio es servir al altar y administrar la eucaristía como ministro extraordinario.

2. m. Monaguillo que sirve al altar en la iglesia aun sin haber recibido el ministerio del acolitado.

3. m. satélite (persona que depende de otra).

4. m. p. us. Ministro de la Iglesia que recibía la superior de las cuatro órdenes menores, y cuyo oficio es servir inmediato al altar.


07 junio 2007

El caballero blanco

¡Qué gran leyenda! Sin duda alguna, la más épica de todas nuestras aventuras en aquellas tierras donde nunca salía el sol, excepto para unos pocos. Creo que fue uno de los ejemplos más espectaculares del grado de desarrollo de la fantasía de mi jefe. Yo nunca le vi mucho sentido, al menos económico. La historia en cualquier caso es digna de contarse.
¿Qué es un caballero blanco? Según mi jefe, es un tipo acaudalado, que tiene mucho dinero y que desea invertir en una empresa tipo ACME S.A, es decir, una empresa de grandes "ideas" que se va a la ruina. ¿Por qué? No lo sé, pero se me ocurren muchas ideas y ninguna de ellas es altruista. El gerente, cuya imaginación no decaía a pesar de la contundencia de la realidad, nos decía que esta persona era muy rica. Se le caían las babas cuando nombraba a gente de este tipo. "¡Tú no te imaginas la cantidad de millones que tiene!", aseveraba siempre en estos casos, con chispas en los ojos. "Él conoce la situación de la empresa, porque yo se la he dicho, pero como es una persona que sabe de negocios ve que es una buena idea poner capital y sacar adelante la empresa. Como tiene tanto dinero, no sabe donde meterlo y tiene siempre que estar moviéndolo de un lado para otro, por lo cual no le importa apostar por nuestra empresa". Bueno, vale, intentaremos hacer caso a las afirmaciones de mi jefe.
Yo conocía a esa persona y dentro del ámbito en el que operaba sé que se gana mucho. Siempre tuve buena relación profesional con él y me parecía una persona con la cabeza bien amueblada. Además era una persona educada y afable. Así que me parecía algo extraño que alguien que sabe de negocios y tiene las ideas claras se metiera en un barrizal, como era nuestra empresa. Algo no cuadraba o alguien tenía falta de información. El caso es que el gerente juraba y perjuraba que este directivo iba a inyectar una cantidad de dinero importante en la empresa. En base a ello ya había tenido contactos con algún compañero para ofrecerles ciertos sueldos y ventajas si se quedaba, tema del cual no hablaba con otros, como yo. Para congraciarse con el caballero blanco la empresa tenía que superar un par de pruebas que justificaran que trabajaba bien y que se podía confiar en ella. Una era un plan de marketing que estaba haciendo mi jefe y la otra un trabajo para resolver un problema informático en otra organización, bastante conocida en mi provincia, y de la cual era accionista el capitalista (futuro socio nuestro).
Mi jefe presumía constantemente de su "Máster" (del universo) en marketing. Que él era demasiado bueno en eso (un portento de la naturaleza). Durante semanas trabajó duro en el proyecto y por fin se lo presentó al caballero blanco. Al día siguiente nos comentó que había ocurrido en la reunión. Todavía sus palabras resuenan en mis oídos y me echo las manos a la cabeza. "Le mostré el plan de marketing, lo hojeó y me dijo que era "de libro", vamos absolutamente perfecto, para enseñarlo en clase en la universidad", nos dijo el gerente. "Pero claro, resulta que me olvidé de poner una cosa que era importante, y la verdad es que no comprendo como se me olvidó". Aquello pintaba mal, el supuesto magnate se estaba echando atrás. A ver que más nos decía nuestro jefe... "Se me olvidó explicar como se iba a ganar dinero con el plan de marketing". Yo no me lo podía creer. ¿Estaba despierto? ¿Esto era un chiste? Todo ese trabajo y no sabes poner lo más importante, ¡Qué va a ganar y cómo, el que va a invertir! "Esto lo arreglo yo, me pondré en el asunto y terminaré ese punto que me faltaba". Me imagino la poca confianza que le daría al inversor, a pesar de que se conocían desde hacía años y mi jefe aseguraba que era un "gran amigo suyo".
La segunda prueba consistía en arreglar el sistema informático de cierta entidad de la cual el capialista era socio. Además se le diseñaría y pondría en funcionamiento una página web con base de datos, multimedia y otra serie aspectos interesantes. Junto con otra empresa, muy cercana a nosotros y que estaba corriendo la misma suerte, nos pusimos manos a la obra. En apenas una semana y poco más todo el trabajo estaba realizado. Pero vaya, según cuentan los cronistas de mi empresa, el caballero blanco se negaba a pagar lo poco que le exigíamos, aún cuando el trabajo era muchísimo más caro de lo que le íbamos a cobrar. Con excusas de que faltaba esto o faltaba lo otro, todo el asunto se quedó en agua de borrajas y cuando se cobró algo fue tarde y mal. No sé lo que pasaría ni quien sería víctima y quien el verdugo, pero luego llegaron las críticas: que si el supuesto amigo no era tan amigo, que si no se qué y que si no se cuanto... a estas alturas de la historia, la información llegaba muy distorsionada hasta nosotros. El caso es que al final, el gerente ya no nos contaba historias de caballeros blancos, ni hermosos castillos con cámaras llenas de tesoros.


04 junio 2007

Medioambien... ¿qué?

Como escribir este post sin echarse unas risas. Digamos que los certificados están para colgarlos en la pared. Lo que me recuerda tener a mi jefe pegado a mi nuca mientras yo tenía que taladrar unos agujeros para poner los cuadros que contenían los "sublimes" certificados de calidad y medioambiente. Luego tuve que dejarlos perfectos. A nivel, o si no... la que se iba a armar. Dichoso verano de 2004, el de los trabajos forzados. Pero no nos vayamos por las ramas, sobre todo el que escribe y contemos algo interesante, por ejemplo, ¡qué hacer con el papel para reciclar, o cómo librarse de las pilas botón! Sé que no es un gran ejercicio de ética y moral, pero es más flagrante cuando se presume de ser un "hacha" en el cuidado del medio ambiente y un negocio plenamente consciente de la protección de la naturaleza.
Cuando obtuvimos los certificados que nos convertían en una de las primeras empresas a nivel regional y seguramente a nivel nacional en respetar el medioambiente, aunque sólo fuera poniendo unos contenedores de papel y plástico, todo fueron gozos y alegrías. Pero como en todo jolgorio, hay un final. En mi empresa creo que el final empezó desde el principio, pues tengo la impresión de que los méritos logrados no eran una apuesta sincera, sino un requisito necesario para entrar a ciertos concursos públicos. Con el tiempo, eso de reciclar parece que se convirtió en una molestia para la empresa. Bolsas y más bolsas de papel triturado se acumulaban en la entrada del sótano, sin tener destino alguno. Espóradicamente, la responsable, nos comunicaba el deber de llevar esas bolsas a contenedores adecuados, pero como nadie iba (puesto que para eso ya había una persona responsable) el papel se iba encaramando por las escaleras para arriba. Solución: el contenedor de basura más próximo. Todo un ejemplo de urbanidad, pero para nada de política activa a favor del medioambiente, curiosamente, la política de la cual presumía la empresa. Así pasaba lo mismo con el plástico, con los tóner y cartuchos vacíos, etc... Unos años antes ya habíamos puesto en práctica este ejercicio, deshaciéndonos del contenedor para pilas botón frecuentemente utilizadas en informática, puesto que las placas base de los ordenadores las llevan. Razón: lo ignoro, pero sospecho que tener que pagar para que se llevaran las pilas no le sentaba demasiado bien a mi jefe. Respeto a la naturaleza sí, pero gratis; si no, pues al contenedor con el resto de la basura. En mis años como técnico de campo, es decir, en la época pringosa de pringadillo no fue infrecuente ir dejando monitores y material viejo por los contenedores de toda la ciudad. Cuando obtuvimos los certificados todo cambió, pero como he narrado, por el tiempo estrictamente necesario para dar la sensación de empresa "ética" y responsable. Después, "si te he visto, no me acuerdo".