28 diciembre 2006

El estrés de los mantenimientos

Ciertamente los contratos de mantenimiento eran una atadura de manos para mi empresa. Los clientes abusaban sin ningún tipo de consideración, gracias al amplio abanico de posibilidades que las cláusulas no habían cerrado. Se intentaron mejorar algo con el tiempo, pero en el momento en que la empresa se puso firme, los clientes desaparecieron. La empresa entregó móviles a todos los empleados y era nuestro modo de comunicación con la sede y con los clientes, además se podía hacer uso particular de él, con un límite de unos 12€. Yo seguía escrupulosamente estas normas y pagaba puntualmente mis gastos de telefonía adicionales, a pesar de que muchas veces llegué a dudar tener que satisfacer gastos a la empresa cuando ella a mí no me pagaba mi esfuerzo extraordinario. En cualquier caso, sé que puedo dormir tranquilo, porque nunca incumplí nada ni me aproveché de la empresa para uso personal. Esto puede sonar ciertamente gilipollas, pero uno se queda muy a gusto sabiendo que no le pueden cuestionar nada. Los clientes con mantenimientos conocían mi número de teléfono y siempre me estaban llamado para cualquier circunstancia, desde las más estúpidas hasta otras realmente importantes. La empresa era conocedora de que muchos clientes, basándose en el contrato llamaban por nimiedades, que muchas veces ni eran cubiertas por los acuerdos, pero se hacía la sueca y permitía que se nos diera caña, en particular a mí. Así me pasaba todo el día de un lado para otro resolviendo estupideces, que no se cobraban y que además hicieron correr el rumor en la empresa de que me dedicaba a ir de paseo con el coche todo el día. Mi responsabilidad era atender las llamadas de los clientes, por lo tanto tenía un tiempo de respuesta que era de 24 horas. Este tiempo era teórico, porque los clientes podían más que la propia empresa y conseguían hacer que dejara a la mitad lo que estaba haciendo, o dejara colgado a cualquier interesado para desplazarme a atender esas llamadas. El teléfono sonaba constantemente, y si no era un cliente reclamando mi presencia o echándome una bronca, era el jefe exigiéndome que dejara todo para desplazarme a otro interesado o "amigo" suyo. Eso significaba que luego tenía que volver a seguir lo que había dejado parado y el tiempo pasaba... así se me hacían las 7, las 8, las 9 de la noche... sin desayunar, sin comer, sin merendar, y a toda leche en la carretera... con un estrés inenarrable. Luego llegaba a casa, y de nuevo a buscar soluciones a los problemas del trabajo... Se hacía las 3, las 4, las 5 de la mañana... A las 7 de nuevo en pie, después de pegarme 2 ó 3 horas dando vueltas en la cama, temiendo lo que podía suceder al día siguiente... para luego oír o percibir frases como: "A erkemao se le pegan las sábanas", "tiene un horario flexible", "se da paseos con el coche....". Mientras tanto mi jefe no paraba de quejarse de los abusos de los clientes en mantenimiento, a la misma vez que hacía nuevos contratos en las mismas condiciones. Teníamos clientes que incluso antes de las 8 de la mañana ya estaban llamando y apurando, todo bajo las palabras escritas en los acuerdos. Por supuesto, para mí ni una palabra de aliento ni de consideración, al contrario, mi jefe opinaba, según mi criterio, que me estaba dando un sueldo que no me merecía. El próximo día más ;)

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