01 diciembre 2006

Tu coche es el coche de la empresa II

Respecto a la pasada entrada, decir que no era sólo yo el que aportaba el coche a la empresa, también lo hacían otros compañeros con idénticos resultados. Siempre había alguien que era más espabilado (lo cual no tiene que ser despectivo) y tuvo claro que su coche no era de la empresa. Y el jefe se tuvo que aguantar. Jajaja, pero parece que a otros no nos permitía esas ligerezas, sin una pequeña vendetta. Bien, voy a dar un salto importante en la crónica que estoy escribiendo para narrar a que absurdo final condujo todo esto. Como dije ayer, mucho uso del vehículo propio y poca retribución del servicio. Hacia el año 2003 la empresa se dividió finalmente en varios departamentos, con cierta autogestión cada uno (se supone que mucha, pero como todo en la empresa, era una apariencia). En el departamento en el que se encontraba un servidor, se tomó la decisión de cobrar a los clientes por los traslados a sus domicilios o empresas. Esta era una circunstancia que no se había producido nunca antes, por lo cual era un dinero extra que recibía la empresa, pero que hasta ese momento le era desconocido. Fruto de nuestra supuesta mayor independencia departamental, decidimos que cada vez que se hiciera un desplazamiento a un cliente con cargo a un vehículo propio, ese pago se abonaría al empleado. Así estuvimos trabajando durante algunos escasos meses. Una compañera que llevaba muchísimos años prestando su automóvil, exigió también cierta retribución, por lo menos que le pagaran la gasolina, después de estar siempre sin recibir casi nada. Pero como en todas las historias de final feliz de mi empresa, aparece el ogro del jefe para arruinar la función. De repente el elemento en cuestión empieza a berrear disparates como que le estábamos robando, que estábamos abusando de la empresa, que ese dinero pertenecía a la empresa y que ya bastante pago teníamos con los 20 euros de combustible, que si nos estábamos marchando antes del horario con la excusa del coche, que si no producíamos lo suficiente para encima cobrar más... en definitiva: un atropello ético y lingüístico para poner en un museo junto a su fotografía. Sinceramente, es muy frustrante pensar que has puesto tus medios durante años, sin prácticamente percibir nada por ellos y que cuando quieres que se te remunere (teniendo en cuenta que es un gasto con el que corren los clientes, no la empresa) te llamen ladrón. ¡Ardes por dentro! Entienden ahora por qué les digo que estoy quemado ;)
El tema todavía da para un poco más, así que el próximo día contaré algunos pros y contras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me reivindico en el comentario anterior: "tu jefe era un fuerte hijo la gran puta sinvergüenza"