Mi relación con el programador siempre había sido buena, y aquel percance en el pago, producida el año anterior (El programa de TPV), no supuso una merma en el trato con él porque, obviamente, no era atribuíble a mi persona. Basándose en este conocimiento, mi "superior" urdió una estrategia para hacerse con el código fuente del programa, el cual no poseía. Me comentó, con artimañas y engaños, y de forma falaz y mezquina, que el programador le había dejado tirado, que el programa era suyo porque lo había satisfecho completamente, que el software de la base de datos lo había pagado la empresa y que por lo tanto nos pertenecía, que incluso había permitido al profesional dedicarse a otros trabajos, postponiendo el desarrollo de nuestro software , etc... (cada una de estas afirmaciones tendrá su grado de veracidad o falsedad y yo no entro en ello) Por todas estas razones lo justo y sensato era que la empresa fuera propietaria y custodiara el fuente del programa de facturación. Claro, como él (mi jefe) tenía sus roces con el programador y yo me llevaba bien, pués sería correcto que le llamara y le explicara el problema y las razones, para que "me ayudara" (socorriera a la empresa).
Tonto e inocente, marqué el número de teléfono y hablé con el programador. Le expliqué todo lo que me había dicho el gerente, pero con mis palabras y en mi nombre, porque claro el jefe quería pasar desapercibido, como que no tenía nada que ver en el tema (¡Hay que ver lo gilipollas que puede llegar a ser uno!) Lo que en un primer momento el profesional entendió como una llamada de cortesía, se convirtió rápidamente en una llamada coercitiva al concluir mi exposición. Él, que no tiene pelos en la lengua, no ocultó su "malestar" por la llamada y después de un buen discurso (parte me lo repetiría cuando lo fui a ver), me dijo: "De acuerdo, quedamos un día, vienes a mi casa y te llevas el programa". Pasé un bochorno y una vergüenza que no creí que repetiría nuevamente después de la última escaramuza que tuve con él un año atrás. Pero como los hombres somos los únicos seres que tropezamos dos veces con la misma piedra, ahí estaba yo para demostrarlo.
Tonto e inocente, marqué el número de teléfono y hablé con el programador. Le expliqué todo lo que me había dicho el gerente, pero con mis palabras y en mi nombre, porque claro el jefe quería pasar desapercibido, como que no tenía nada que ver en el tema (¡Hay que ver lo gilipollas que puede llegar a ser uno!) Lo que en un primer momento el profesional entendió como una llamada de cortesía, se convirtió rápidamente en una llamada coercitiva al concluir mi exposición. Él, que no tiene pelos en la lengua, no ocultó su "malestar" por la llamada y después de un buen discurso (parte me lo repetiría cuando lo fui a ver), me dijo: "De acuerdo, quedamos un día, vienes a mi casa y te llevas el programa". Pasé un bochorno y una vergüenza que no creí que repetiría nuevamente después de la última escaramuza que tuve con él un año atrás. Pero como los hombres somos los únicos seres que tropezamos dos veces con la misma piedra, ahí estaba yo para demostrarlo.
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