10 diciembre 2006

Los adornos de Navidad

Dentro de nuestro apartado especial dedicado a las navidades, hoy abordaremos el espinoso tema de los adornos de navidad en mi empresa. Es la tercera entrada que concedemos a esta apasionante cuestión (La Navidad), y que redunda en beneficio de las leyendas más audaces de todos los tiempos. Los adornos, ornamentos, decoraciones, es decir, todas esas cositas de colores que se ponen por doquier creando una atmósfera mágica y alegre y de luz y estímulos visuales en los cortos y oscuros días del invierno, se ponen en las casas, ornan las vitrinas y escaparates de los comercios, engalanan las calles con un sinfín de formas y tonalidades... Priman distintas variantes de rojos: carmesíes, bermellones, granates, rubíes y escarlatas junto al verde abeto, muérdago y acebo. Consisten en cintas brillantes, bolas irrandiantes, luces parpadeantes, figuras casi andantes y otros elementos para nada discordantes. Es una mezcla de estilos entre lo mediterráneo y lo nórdico, donde árboles de Navidad dan cobijo a pesebres y donde Santa Claus rie en inusual camaradería con los Reyes Magos. Aunque yo no soy especialmente navideño, todo este jolgorío, algarabía y divertido bullicio dan una gran sensación de ánimo y de vida. Despiertan el estímulo de salir cuando lo lógico es estar recogido y permiten una segunda primavera de artificio y luces de neón. Pués bien, en mi empresa regía la estricta disciplina de la mesura, no en cuanto a evitar una explosión de júbilo ornamental, sino en cualquier aspecto de la alegría estacional. Como comenté en La cesta de Navidad, mi jefe tenía sus reparos en cuanto a las fiestas y todo lo asociado a ellas. Se permitía cierto embellecimiento, pero a nivel meramente representativo: un pequeño detalle aquí, una cinta allá, algún microárbol en una mesita, y no mucho más. Absolutamente prohíbida cualquier alusión a motivos religiosos, tales como un pequeño Belén, una figurita de un Niño Jesús, o algún pastorcillo detrás de una piedra en imperioso deshogo. En época de vacas gordas (periodo de crecimiento de la burbuja que era mi empresa), se dio cierta mano libre para la expresión de los empleados, pero años de represión, no estimulaban a nadie a prorrumpirse con vigoroso ardor. Mientras a tu alrededor las calles y los comercios derrochaban destellos, galas , oropeles* y paramentos, nuestro local lucía como cualquier día del año, llegando a cohibir a los propios clientes que se acercaban en busca de útiles y presentes.

Post Scriptum: He encontrado un gif animado de una ciudad alemana, que a mi entender, refleja la animación de estas fechas, independientemente de las circunstancias de cada uno, que pueden ser muy diferentes. Espero, sea de su agrado.

* Según la Real Academia Española:

oropel.

(Del fr. ant. oripel).

1. m. Cosa de poco valor y mucha apariencia.

2. m. Adorno o requisito de una persona.

3. m. Lámina de latón, muy batida y adelgazada, que imita al oro.
gastar alguien mucho ~.

1. fr. coloq. Ostentar gran vanidad y fausto, sin tener posibles para ello.

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