05 diciembre 2006

Los peligros del garaje

En el mes que lleva funcionando el blog, he podido hablar un poco de todo. De las personas, de las situaciones, etc... En un par de entradas comentaré algo de las características del local en el que trabajábamos al principio. Luego nos desplazamos a otro, pero eso ya se contará próximamente. En una de las primeras entradas se describió someramente como era el garaje (Los comienzos). Cualquier inspector de trabajo se hubiera puesto las botas, o hubiera tenido pesadillas rellenando formularios. No se puede decir que hubiera irregularidades, sino más bien todo lo contrario. No existía nada en condiciones. Ya expuse que la iluminación era prácticamente generada por luz eléctrica gracias en parte, a que cuando mi compañero y yo hicimos las prácticas, ayudamos a colocar fluorescentes nuevos y bombillas donde no había. La entrada del recinto tenía unas puertas acristaladas y con barrotes por donde entraba luz natural, pero debido a lo largo del local y sus divisiones, no llegaba a iluminarlo completamente. No poseíamos ni un sólo extintor o alguno que estuviera a la vista, al menos que yo recuerde. Teniendo en cuenta que todo eran cables, cajas, envases, cartones, plásticos, papeles, aparatos eléctricos desmontados o a la vista, equipos que se dejaban encendidos todas las noches, soldadores, etc... fue un milagro que nunca tuviéramos un incendio. Había un desorden tremendo, lo que se traducía en una gran cantidad de polvo y tierra acumulado por cualquier lugar. Ni la compañera de limpieza podía dejarlo limpio empleando más horas de las que le pagaban. Había rincones donde nunca pisó escoba alguna. Otros no se descubrieron hasta que nos mudamos y se despejó todo. Al existir mucho cableado, tampoco era prudente tirar de nada o dejar algo desenchufado accidentalmente. El fondo del local, donde apilábamos el material siempre estaba húmedo y mohoso. Olía a rancio y no podías estar mucho tiempo porque te afectaba a los pulmones. Cuando teníamos que mover las cajas o cambiar embalajes de sitio, se levantaba un polvillo insano que te tenía tosiendo un par de días. Al subir a la parte superior había un par de escalones sueltos, que daban muchos sustos y más de uno estuvo a punto de dejarse los dientes escalera arriba o escalera abajo. Un simple tornillo o una tuerca, hubiera servido para evitar ese problema... (continuará)

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