03 junio 2007

Otro más fuera

El fin de año se acercaba y cada vez teníamos más problemas de todo tipo. Hacia noviembre de 2005 la empresa era historia. En ese momento debíamos haber parado la actividad. El jefe debía haber aprovechado que aún estaba a tiempo para solucionar algunas cosas, que si las dejaba pasar irían a más y no habría forma de resolverlas. Pero falsas promesas que le hicieron, algunas cosas que desconozco y seguramente, su idea fija de que podía vender parte del patrimonio a buen precio, le "aconsejaron" posponer lo inevitable.
Mientras tanto los empleados tenían que pagar sus hipotecas, sus facturas y el resto de gastos cotidianos de cada mes. Pero el dinero no llegaba. Cada mes tardábamos más en cobrar y cuando lo hacíamos no era precisamente todo el sueldo. Estábamos atados a unas promesas que no se cumplían y que estaban desorganizando la vida de muchas personas. Ante esta situación, uno de los compañeros estimó que no había futuro y que debía buscar un nuevo trabajo o tratar de montar uno por su cuenta. Era de las mejores soluciones a las que se podía optar, sobre todo cuando apenas llevaba un año y medio y no tenía tanto que perder como los más viejos. La solución más óptima era un despido, al menos así podría mantenerse, puesto que la empresa no le podía garantizar ningún ingreso.
Cuando le llegó la carta y leyó las causas por la cual se le despedía se enfadó notablemente. Cuando nos las dijo al resto de los miembros de aquella sala, nos partimos de risa. Le dijimos que "seguramente" se trataba de un error. Se le despedía por "baja productividad". Jajaja. Hubo carcajadas generalizas. "Puesto a pedir, que te despidan por alcohólico o drogadicto, así tienes mejor currículum en los ficheros de la oficina del paro". Mi jefe no estimaba que con este compañero no podía tomarse ciertas licencias, lo cual me extrañaba puesto que en repetidas ocasiones el compañero había dejado bien claro que no era el tipo de persona con la cual se pudiera jugar y a la que tomar el pelo. Todo fueron disculpas luego: "eso no lo pongo yo, sino los asesores", "yo no sabía nada", "lo arreglo lo antes posible"... Esta vez, sin embargo, sí le creí. Una de las cosas que tenía muy claras es que los asesores de cualquier empresa siempre van a defender al negocio, que es el que les paga. Había buena relación entre los empleados y la asesoría en cuestión, pero las cosas claras y el chocolate espeso; la asesoría iba a hacer lo posible porque la empresa saliera ganando. Eso me lo demostraron meses después y es algo que vale la pena contar.

02 junio 2007

La compañera abducida

Mi jefe no estaba sólo. A parte de los acólitos, los cuales le rendían pleitesía y le daban la razón en cualquier decisión equivocada que tomaba, había otra persona que estaba de su parte. Imagino que fueron los años de amistad previa, los que evitaron que esta persona se diera cuenta de la realidad de las malas artes del gerente.
Mi jefe, como no podía ser de otra manera, también se aprovechó en múltiples ocasiones de la bondad de la persona a la que me refiero. Y como siempre digo, lo que cuento es una versión personal de lo que vi y viví durante largos años.
Trabajaba en su casa todos los días después de salir del trabajo, se gozaba en el horario laboral muchas de las salidas de tono sinsentido del jefe, ponía su empeño y sus recursos en luchar por el curro y por la empresa, y aún así, el jefe la trataba como un comodín a su conveniencia. Igual que a mí. Cuando las cosas empezaron a ponerse feas y las críticas eran habituales cada día, el gerente puso en marcha su plan de escape. El mismo plan que utilizaba cuando hacía enfadar a los clientes y luego me usaba a mí o a otros compañeros como "airbag" para recibir el golpe sin hacerse daño. De esta forma, la persona a la que me refiero estaba en medio de los trabajadores enfadados y el jefe fantasioso. Yo le decía muchas veces: "El que está en medio recibe de los dos lados". Cuando pasaban los días y nuestro amado gerente no era capaz de decirnos que pasaba o porqué no cobrábamos nuestras nóminas, recurría a esa persona para que tratara de calmarnos y para que nos explicara lo que el jefe no se atrevía a exponer. Era tan evidente, tan manifiesto y tan rutinario, que me entraba una rabia tremenda. Me veía a mi mismo años atrás. Le decíamos: "Que venga él y que explique y hable, que esa es su responsabilidad, no la tuya, porque al final tú nos cuentas malas noticias y nos enfadamos contigo, aunque no queramos, mientras tanto él se queda más fresco que una lechuga". Al igual que me pasaba a mí, intentaba quitarle hierro al asunto y trataba de excusar al jefe. Esto no quitaba que cuando algo salía mal o se retrasaba o simplemente el gerente pensaba o imaginaba que las cosas no estaban como él quería, la persona en cuestión recibiera la oportuna bronca, por eso le preguntábamos si estaba abducida. "¿No te das cuenta de que te está utilizando?", "al final nos vamos a enfadar contigo por idiota". En fin, que a pesar de saberlo, las cosas siguieron siempre igual y no dejó nunca de excusar al gerente ni de intentar minimizar sus errores o meteduras de pata. En ciertas ocasiones, también sacaba su carácter y ponía al gerente en su sitio, pero lamentablemente el otro ya le había "perdido" el respeto como para dejar impresionarse. Bueno sí, se impresionaba como buen actor que era.

01 junio 2007

Seguridad Antisocial

Un par de semanas después de la reunión, tenía cita con la psicóloga. Tres meses atrás me había dado hora para ver mi evolución. Durante el verano me recomendó ir a un curso de relajación que se impartía en el propio edificio donde estaba la consulta, un centro médico cerca de mi localidad. Las primeras clases estuvieron muy bien: nos enseñaron a respirar y otro par de cosas que ya no recuerdo, pero no pude acudir al resto. El trabajo, por supuesto. Las clases eran a la una y a esa hora yo estaba muy estresado. Además siempre se me complicaban las cosas por llamadas y tareas de última hora, con lo cual llegaba tarde, y eso no era bueno para el resto de compañeros, o llegaba tan apurado y nervioso que no me valía la pena. Por lo tanto, el curso, a la mierda.
No puedo negar que cuando me tocó volver para la consulta, estaba contento. Yo había cambiado algo mi actitud hacia las cosas. La reunión con mi jefe me supo en cierta manera a una victoria, a un objetivo superado y tenía ganas de contárselo a la psicóloga.
Ese día estaba en el trabajo como de costumbre. Me encontraba reunido con la coordinadora. Cuando volví a la mesa vi una llamada perdida en mi móvil. No conocía el número, pero sabía que era de un lugar próximo a mi casa. Supuse que debía tratarse del centro médico y seguramente sería para confirmar o anular la cita. Llamé un par de veces pero no me cogían el teléfono. Volvía a llamar unos minutos más tarde y esta vez sí. Se trataba de la centralita del centro médico. Trataron de pasarme con el área a la cual les dije que tenía que asistir ese día. Nadie contestaba. Una hora después lo volví a hacer. Sucedió lo mismo. Incertidumbre. Me desplacé al lugar y llegué con media hora de antelación a la cita. Me dispuse a esperar. No veía a nadie, lo cual me sorprendió. El teléfono sonaba sobre la mesa de recepción de pacientes. Nadie venía a cogerlo. Risas en una habitación contigua. El tiempo pasaba. Era la hora de la cita. La chica de la recepción seguía sin venir, y el aparato replicó un par de veces más. Yo me estaba mosqueando bastante. Pasaron 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos. Seguían las risas. Al fin apareció la chica. Me levanto, me acerco y le comento que tengo cita con la psicóloga. Me responde con tono defensivo y molesto: "ah ya, yo te llamé y no me cogiste el móvil. La psicóloga está enferma y hoy no viene". Le digo: "llevo esperando un buen rato aquí, podías haberme llamado de nuevo o haberme dejado un mensaje". Me responde con un tono algo grosero: "Yo te llamé y no saltaba el contestador". Le respondo:"¡Qué curioso, todos mis amigos me dicen que el contestador salta demasiado rápido, a los pocos tonos!". No discutí más. Parece que esa persona, al menos ese día, no tenía mucho ánimo para hacer su trabajo. Estaba ocupada en asuntos más importantes. Le pregunté: "¿Cuando vengo? ¿Para cuando es la cita?". Respuesta: "Ya te llamaremos". Todavía sigo esperando.
Si una persona con un grave problema, cuya única o mejor salida ese día hubiera sido hablar con su psicóloga, hubiera ido a esa consulta y le hubieran tratado así, lo más seguro es que se hubiera tirado por un barranco minutos después. Hay personas que deberían entender mejor la importancia de su trabajo y del trato que tienen que dispensar, sobre todo en ciertos lugares. La conducta de aquella persona me dejó claro que allí no podían ayudarme, y no lo digo por la psicóloga cuyo trato fue muy bueno la primera vez que fui. Quien único podía resolver mis problemas era yo mismo o ir a un profesional de pago, y no tenía ganas de contar mis miserias a otra persona más y empezar todo de nuevo. Había salido reforzado de la reunión con mi jefe y afrontaba las cosas con más confianza. En cualquier caso, espero que aquella persona haya mejorado en su trabajo.

Problema con Blogger

Llevo unos días sin poder publicar ninguna entrada porque los robots de Blogger han interpretado que "Diario de un quemado" es un blog de spam.
Ejmmm, algo de propaganda anti malos empresarios sí que hago, pero no creo que sea como para bloquear el blog :D
Ya puedo presentarles nuevas e inquietantes aventuras, o por lo menos vivencias cotidianas.
No se lo pierdan, que esto se acaba.

31 mayo 2007

El día después

Aquella noche llegué a casa destrozado. El esfuerzo había sido importante. El cansancio de tantas horas de discurso y de soportar excusas insustanciales, no impedía que estuviera bastante alterado. Casi afónico llegué a casa y conté por encima lo que había ocurrido. Independientemente de lo que sucediera a partir de aquel día, ya había cumplido un objetivo importante, que era enfrentarme a mi jefe y dejarle claras las cosas. O al menos eso pensaba yo. Al regresar el día siguiente a la empresa puede que todo fuese normal o puede que tuviera una bonita carta de despido o un jefe vengativo esperándome. Dormí intranquilo. No me libraría de la tensión en varias jornadas. Como le había dicho a mi jefe en la reunión: "nunca he fallado a la empresa, hice todo lo que se me dijo que hiciera, hice todos los cambios de turno que se me exigió hacer, cumplí todas las órdenes que se obligó ejecutar, atendí a todos los clientes de día o de noche, hiciera calor o frío, lloviera o hiciera sol", así que por la mañana llegué puntual para seguir desempeñando las labores que debía realizar.No recuerdo si mi jefe estaba allí o no cuando entré. En casi toda la mañana no le vi, aunque le oía en el despacho, o por teléfono. Cuando por fin tuve que enfrentarme a él, el día después, la persona que observé era muy diferente. Casi no se atrevía a mirarme a los ojos. La voz no le salía cuando me hablaba. No sé como lo pasaría aquella noche, pero tengo la impresión de que mucho peor yo. Si no recuerdo mal, estábamos a mitad de semana. El resto de los días fue similar. No se atrevía a pedirme nada, a darme órdenes. Cada vez que nos cruzábamos sólo los saludos de compromiso indicaban que nos encontrábamos en la misma empresa. El fin de semana estaba cerca, eso nos ayudaría a relajarnos y a comenzar de nuevo. Nunca más volvió a mirar a la pantalla del ordenador y preguntarme "¿cómo estás?". Algunas cosas cambiaron. Con el paso del tiempo, todo se fue normalizando. Había mucho que hacer para intentar salvar una empresa que se hundía. Pero mi jefe no podía ser infiel a sí mismo. Una vez la rutina volvió a ser la nota predominante y los remordimientos en la conciencia se aplacaron, volvieron a surgir algunos viejos fantasmas. Sobre cuando la situación cada día era más desesperada y las vicisitudes se volvieron cada vez más adversas.

30 mayo 2007

La reunión: Yo no he sido

Todo aquel discurso tenía un solo sentido: de mí hacia mi jefe. Durante muchos años le había aguantado de todo y ahora durante unas pocas horas me tendría que aguantar él a mí. Pero como siempre ocurría en mi empresa, mi jefe tenía que tener la última palabra, él siempre tenía que cerrar las conversaciones. Le dedicaré un post a este tema porque tiene su gracia. Así, al final de mi exposición, me dijo: "Ahora deja que te explique un par de cosas". Simplemente me iba a levantar y a dejarlo con las palabras en la boca. Explicarme, ¿qué? Me reía sólo de pensarlo. ¿Por qué no divertirme un rato y escuchar sus "excusas"? "Habla y expláyate porque no te voy a estar atendiendo", pensé para mí. Le iba a dar otra oportunidad, también merecía quitarse de alguna forma algo del peso que le acababa de endosar encima, del cual no se iba a poder desprender el resto de su vida. Por otro lado me serviría para corroborar algo que ya sabía y que comentaré al final de esta entrada.
No recuerdo de todo lo que me habló, porque ha pasado el tiempo y no vi razón alguna para prestarle atención. Comentaré las que recuerde. Lo único de lo que puedo acordarme con seguridad es de la sensación de saber que no se iba a quedar callado y que buscaría la manera de convertir su culpa en la culpa de otros o mía. Posiblemente buscara a los primeros, ya que no estaban en aquel despacho.
Lo primero que hizo fue algo así como pedir disculpas por aquellas cosas que pasaron y de las cuales él no tenía muchas idea, claro está. Que lo sentía pero bueno, que eran cosas que ya habían pasado. Me pareció una de sus típicas excusas de "voy a darle la razón como a los locos". Le faltaba contenido y espíritu a esas palabras.
Luego replicó a mis anécdotas sobre las broncas e insultos que me habían hecho los clientes enfadados. Salidas de tono de esos clientes debidas a las malas artes de mi jefe. Me comentó: "porque ese cliente, tú no sabes lo que me hizo a mí", "lo que me hizo el otro, y yo que pensaba que era mi amigo", "es que aquel era un $%·#€ y un &#·%@ y lo que me hizo", "fíjate que me llegó a gritar y todo..." Yo estaba alucinado. Le dije: "No creo que tengas muy clara esta reunión. Estamos hablando de ti y de mí, no de fulanito o menganito. Son ejemplos para demostrarte tu actitud hacia mi persona, de como te escondías de los problemas y me los pasabas. Lo que te hicieran o dejaran de hacer es asunto tuyo. Lo único cierto es que gracias a ti recibí cantidad de broncas que no merecía"... "No, pero es que aquel... ¡lo que me hizo!" y "el otro también y claro era a mí a quien insultaban". No se bajaba del burro ni a pedradas. Insistía e insistía que él era la víctima, que si bien a mi me había llegado algo, al que realmente habían herido era a él. Le dejé continuar, le conocía demasiado bien.
En cuanto al salario me dijo: "lo del sueldo ya hace un par de meses que se lo dije a la programadora jefe que te lo iba a subir y eso ya está contemplado, pero claro, la situación de la empresa es muy grave y no se puede hacer". Ya casi me caía de la silla de la risa que me entró. La empresa no me pagaba regularmente el sueldo desde hacía 6 meses, y hace dos había pensado en subírmelo, después de 7 años y medio trabajando...¡qué casualidad! Anteriormente le había comentado que yo sabía que había estado en negociaciones con otros compañeros y les había ofrecido un buen sueldo si todo funcionaba como él quería. Me lo negó rotundamente. Me hizo sonreír, porque para algo servían las tertulias que teníamos los compañeros en el desayuno. Durante todo el discurso le dije algunas cosas para comprobar su reacción ante ciertos hechos. No importaba si eran ciertos o no, sólo me interesaba saber como se comportaba al oírlos, y creo que se sintió algo confuso al darse cuenta de que yo sabía más cosas de las que daba a entender.
Cuando le comenté que durante varios meses no me dirigió el saludo porque empecé a ceñirme a mi horario y a mis tareas y no me pasaba las tardes o las mañanas enseñando gratis los programas a los clientes, lo único que se le ocurrió decirme es que había gente que era maleducada, que a ÉL había una persona que nunca lo saludaba. Otra vez la misma historia. "No es de esa persona de quien hablamos. Es de ti y de mí". "Si ya, pero hay gente que es así y mira que yo le saludo, pero nunca me lo devuelve"... Sin comentarios.
En cierto momento le comenté que mi corazón estaba a punto de saltarse muchas veces en el trabajo por los nervios, la ansiedad, la falta de comer y beber, el estrés y demás, y que me habían dado fatigas y aún así se me había obligado a seguir haciendo cosas. Le dije que no entendía que él se quejara constantemente de que le pasaba algo parecido, porque cuando me pasaba a mí, no le interesaba lo más mínimo. Me replicó que él lo estaba pasando muy mal que trabajaba más que nadie y que yo no podía entender lo era eso. Le contesté que yo sabía, al menos en parte, lo que él estaba pasando, porque yo lo había vivido. Que le entendía, pero que no prejuzgara los sufrimientos de los demás como menores que los suyos, y que si el llevaba un año así, yo me había pasado muchos más en esa situación. Situación que por otro lado, él perpetuaba porque le convenía.
Luego me volvió a tratar como un loco, dándome la razón. Me dijo: "Yo no digo que no hayas hecho esas horas extra que dices, que puede ser cierto pero eso bueno, ya está pasado, no se puede arreglar". Mmmm, interesante, las cosas ya pasaron. Lo anotaré por aquí, por si algún día me conviene decir esa frase.
El tema de los finiquitos y los trabajos extra adeudados los anotó como tema a resolver inmediatamente, y ya veremos como, en los próximos días. Eso también tiene mucha guasa, sobre todo al final cuando trató de hacer una especie de trato (en su mente) cambiándome algo que me debía por otra cosa que también me debía. Absurdo.
No recuerdo que me dijera nada por el uso de mi vehículo, de las horas utilizadas en sacarle adelante muchos tareas y labores, del sueño perdido, de la vida perdida y en general de miles de detalles más. Me pidió que le diera las hojas donde estaba escrito mi discurso, para leerlo y "aprender". Le repliqué que lamentablemente no podía ser así, que esas eran mis hojas, mi tinta y mi discurso. Que yo no usaba los medios de la empresa (impresoras y ordenadores) para uso particular, como él afirmaba en algunos correos electrónicos y en frases lanzadas al aire, y que "sintiéndolo" mucho, no podía dárselas.
Ya era muy tarde, entre las 10 y las 11 de la noche y prácticamente la reunión terminó con una típica frase que mi jefe usaba cuando no podía hacer frente a alguien: "esto es como las parejas, si la cosa va mal, lo mejor es dejarlo, darse la mano y quedar bien". Jajaja. Eso me lo decía la persona cuyos empleados habían dejado la empresa siempre por la puerta de atrás, en la mayoría de los casos. Eso me lo decía la persona que había perdido a muchos clientes y supuestos "amigos" por ciertas irregularidades en los negocios, como venderles material usado como nuevo, o no cumplir promesas. Eso me lo decía la persona que en las reuniones criticaba a aquellos que no estaban sentados en la mesa, con total impunidad. Yo no iba a ser una excepción. Sabía que tarde o temprano, el tiempo me lo demostraría. Y ¡no!, si tienes que quedar mal con alguien es mejor que sea así de claro. Continuar dando una falsa sensación de que todo va bien, me parece una idea absurda, sobre todo teniendo en cuenta que beneficia a la otra parte. No era una solución eso de: "nos damos la mano y aquí no ha pasado nada". La empresa, tendría que asumir su responsabilidad, al igual que lo hacíamos los empleados.
Algunas cosas más se dijeron durante el discurso y la posterior verborrea victimista del gerente. Cosas importantes, pero que me reservo y que es mejor que se queden dentro de esa reunión.
Al final no me sorprendió. Hizo lo que yo esperaba, es decir, intentar echar balones fuera, intentar echar la culpa de todo a los demás y hacerse la víctima incomprendida. Me decepcionó.

29 mayo 2007

La reunión: Las conclusiones

Mi discurso estaba llegando a su fin. Muchas cosas había dicho, muchas cosas había oído mi jefe. Muchas quedaron en el tintero. Muchas no se nombraron. Sin embargo, se expresaron muchas de las más importantes. 7 años de trabajo habían sido resumidos en unas 4 horas. Ahora, con todos los argumentos frescos en la memoria, había que concluir y tratar de hacer llegar a la mente de mi jefe el quid de la cuestión. Hacerle entender los puntos principales de todo aquel manifiesto, hacerle entender las pautas con las cuales debía seguir en su relación conmigo, de aquí en adelante.
"Llevo muchos años esperando para decirte estas palabras, pero siempre era mal momento. Hablar de temas de trabajo y dinero es una misión irrealizable: o le das vueltas a las cosas para no llegar a ningún lado o te enfadas. La empresa me ha demostrado que es rencorosa con estos temas y paga con represalias las negociaciones que no le gustan. He visto pringadillos cargando cajas por hacer una crítica constructiva. He visto rabia y venganza cuando se te ha pedido un merecido aumento de sueldo", comencé.
Como ya he dicho, el gerente no hacia sino quejarse de aquello que él mismo había hecho a los trabajadores. Se quejaba de que los trabajadores abusaban, engañaban y se aprovechaban de la empresa, cuando era la empresa quien lo hacía. "He tenido que dar mis datos a la policía, cuando tú estabas tranquilamente en tu casa de la playa, he pasado cientos de fines de semana sin salir de casa por la ansiedad y la reventada que tenía encima por causa del trabajo, mientras tú venías el lunes feliz y contento. Mientras yo aguantaba las broncas, algunas salvajes, de muchos clientes, tú no estabas para defenderme porque precisamente, habías elegido huir para que los interesados se desahogaran conmigo. Me he visto solo demasiadas veces, para que tú tuvieras "calidad de vida", esa misma calidad que insinúas todos los días, con palabras y con cartas, que ofreces a "todos" tus empleados."
"Toda consecuencia tiene un origen. Si llego tarde a trabajar es porque llevo meses sin dormir y meses trabajando de sol a sol, trabajando para ti y defendiendo tu negocio. Si meto la pata, puede que las palizas que me doy cada día y el estrés y la depresión que esta empresa me ha provocado, sean la causa de cometer errores. Sin embargo la empresa no busca la causa, busca su autolegitimación intentado hacerme responsable de su propia conducta. No me vale que me digas que hice mal esto o lo otro si no eres capaz de reconocer lo que la empresa hizo mal primero."
"Pensaba hacer un largo escrito con muchos muchos más ejemplos para demostrarte cada cosa que digo, pero al final me di cuenta de que YO NO NECESITO DEMOSTRARTE NADA. Lo he dado todo y lo he demostrado todo, cada segundo, de cada minuto, de cada hora de cada día. No he dejado de realizar cualquier tarea que la empresa me ordenó. No he cuestionado. He acatado las órdenes cuando esto suponía una renuncia a mi vida privada. NO TENGO QUE DEMOSTRARTE NADA."
"¿Cómo me lo ha agradecido la empresa? Te lo voy a decir en pocas palabras: tratándome como una mierda, como una basura, un ser inferior, humillándome delante de compañeros y clientes, permitiendo que cualquier ABUSARA de mí, sin respeto, sin valorarme, sin darme presunción de inocencia cuando otros me criticaban por la espalda, y sólo me has dado la razón o te has puesto de mi lado cuando te interesaba, pero no por convicción."
"Cuando ha habido dinero se me ha tratado como a un perro, y ahora que no hay, se me trata mejor ¿por qué? Si mañana un cliente te pagara 1.000 millones de euros, me volverías a infravalorar, me pondrías a limpiar, pintar o cualquier cosa, porque como antes te dije, no me tienes respeto. ESO ES LO QUE QUIERO Y ESO ES LO QUE TIENES QUE TENER CLARO A PARTIR DE AHORA".
"Nos dijiste un día que a Nasghoul y al acólito número 1 los echaste porque les habías dado todas las oportunidades y no habían respondido... Quien único ha dado oportunidades en esta empresa he sido yo a ti y en todas me has fallado. Más de 7 años de dedicación para sacar la empresa adelante, porque siempre he pensado que el bien de la empresa era mi bien personal... y mira, he renunciado a mi vida, a mi familia, a muchas cosas para que todo fuera mejor para todos y para mí y sin embargo, me has tratado como una mierda, porque la empresa sólo piensa en que todo el bien tiene que ser para ella, es decir, para ti".
"TE TENGO ODIO, TE TENGO RENCOR, TE TENGO UN RESENTIMIENTO QUE NO SE PUEDE EXPRESAR CON PALABRAS"
"Siempre de mal humor en mi casa, que ni mis padres se atrevían a hablar conmigo, ni he podido mantener una relación por estar tan alterado y depresivo, pasado de vueltas para desahogarme muchas veces y luego aislado y amargado. Así he vivido los últimos años, mientras la empresa me insultaba con palabras crueles e indecentes, como vago y ladrón".
"TE TENGO RENCOR Y RESENTIMIENTO POR COMO ME TRATASTE EL VERANO PASADO, DESPRECIÁNDOME DELANTE DE CLIENTES IMPORTANTES, PORTÁNDOTE COMO UN CACIQUE".
"¿Qué derecho te crees que tienes para tratarme así? ¿Quién coño te crees que eres? Naces, vives y mueres como yo. No eres más que nadie y no eres nada, ni siquiera entre estos muros".
Lo último que recuerdo que me dijo mi padre, la última frase que recuerdo de él es: "Lárgate de esa empresa". Él sabía lo que era este tipo de trato y le dolía un montón que a su hijo le estuviera pasando lo mismo."
Después ya no dije nada más. Me había saltado parte del guión y había dicho algunas cosas que no pensaba decir y me guardé otras que era mejor dejar en el olvido. Estaba cansado de hablar durante más de 4 horas a gran tensión. La reunión daría para más: la justificación de los cobardes, pero ya no me importaba. Me había quitado un gran peso de encima. Ahora era un poco más libre y ya cualquier cosa me daba igual. De repente sentí que lo que pasara después no era importante y no tenía que preocuparme.


28 mayo 2007

Percibir

Hace unos meses adelanté lo que cuento en el post de hoy. Conviene recordarlo porque es otra de las partes claves de la conversación que tuve con mi jefe. A medida que el discurso subía el nivel de seriedad y profundidad, el cansancio empezaba a hacer mella en mí, pero no era un cansancio físico o intelectual, sino el cansancio del que mira hacia atrás y ve que ha escogido el camino más difícil, cuando el más fácil y lógico estaba justo al lado. En eso consiste la vida, en tomar decisiones acertadas y desacertadas, que nos llevan a otra encrucijada y así hasta el infinito, o eso, dicen.
Después de ir enumerándole una buena cantidad de "faltas de respeto" que había cometido conmigo, le incidí un poco sobre su supuesta "gran" inteligencia. Y esto no son mis palabras ni mis imaginaciones. Constantemente, el gerente, nos afirmaba que era un tipo muy listo, inteligente y lógico, que además se daba cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor, por lo cual, aquellos que "intentaban" engañarle lo tenían muy complicado, puesto que él era un "lince" y los iba a pillar mintiendo. ¡Vaya, vaya... qué interesante! "Tendré que recordar estas palabras", aunque ya mi jefe se encargaba de ello cada poco tiempo.
Le dije: "con todo lo que te llevo diciendo estas horas, ¿cómo es posible que no supieras nada, que no te dieras cuenta de nada? ¿Cómo es posible que todos los días trabajara de sol a sol y me llamaras vago? ¿Cómo es posible que dándolo todo por la empresa me llamaras ladrón? Los clientes todo el rato te estaban dando buenas referencias de mí, y eso lo sé porque tú mismo me lo has dicho infinidad de veces. No entiendo nada, si tanto dices que percibes, que te das cuenta de todo y que sabes quien te engaña y quien no, ¿cómo no te has dado cuenta de mi labor a lo largo de tantos años? ¿Cómo has podido despreciarme de esa manera? No lo puedo entender, no lo puedo creer. Es imposible...". Me quedé sin palabras. Durante una fracción de segundo mi mente miró hacia atrás y en ese momento me di cuenta de todo lo que había hecho y de todo a lo que había renunciado por la empresa. Me di cuenta de que los últimos 7 años de mi vida se habían ido a la basura. Había malgastado mi vida en un trabajo que no sólo no me recompensaba sino que además me humillaba y me discriminaba. No pude más, rompí a sollozar, tenía tanta rabia reprimida y tanta impotencia por no poder descargarla que no encontré otra salida. Me levanté de la silla, salí del despacho con violencia y me largué fuera a intentar tranquilizarme. Me sentía vacío y estúpido por haber arruinado mi existencia luchando y trabajando para alguien que no lo merecía. Una gran lección de la vida.
A los 10 minutos se me había pasado parte de la "bajona". Aún, con todo ese resentimiento a flor de piel, buscando un desahogo físico, volví a la mesa. Ahora sentía una rabia inmensa por todo y por haberme fallado a mí mismo en un discurso en el que no quería perder el control. Ese fue el aliciente que necesitaba para acabar aquel parlamento. Enojado, frustrado y rabioso se me quitó cualquier duda sobre la bondad de mi jefe. El texto sería algo más improvisado porque desterraría cualquier verbo diplomático que hubiera escrito. Ahora iba en plan duro, no me iba a cortar con los adjetivos, pero desde luego que no me iba a quedar a su altura; la altura del betún. En las conclusiones le iba a decir las cosas más claramente de lo que él nunca hubiera imaginado.

27 mayo 2007

La reunión: Respeto

Después de casi 4 horas de exposición, empecé a leer el penúltimo capítulo de mi discurso. Sin duda alguna el más importante junto con las conclusiones finales. Este era el anhelo y la idea principal de todo lo que había dicho en las horas anteriores. Imagino que mi jefe siempre pensó que todo lo que le estaba contando tenía como objetivo exigir más dinero. ¡Qué lejos estaba de la realidad! Aunque cabe decir que esa opción no era desechable por mi parte. No creo que estuviera preparado para entender la exigencia que le iba a plantear en aquel momento, más que nada porque él no valoraba ese concepto como algo importante, sobre todo cuando se relacionaba con los trabajadores. Le había estado machacando toda la tarde y ahora entraría en su cabeza el significado del respeto*.
Le comencé exponiendo que la empresa nunca había tenido respeto por mi persona. Que para mi jefe yo era simplemente algo que utilizar a conveniencia. Había que empezar así, siendo claro y directo. Que todo lo que había narrado hasta el momento se había producido por esa falta de estima de la que rebosa el gerente. Le recordé los meses del verano en que me obligó a hacer trabajos no contemplados para nada en el contrato ni el mi categoría profesional ni en ningún lado que no fuera su corrompido cerebro. Le aclaré que su idea de que los hechos puntuales se convirtieran en costumbre, no eran precisamente una forma de actuar muy legítima y que eran una falta de respeto. El uso de los bienes de los empleados sin remunerar es otra falta de respecto. Engañar a los empleados es una falta de respeto. Contratarme como ayudante electricista durante tres años, habiendo "recibido" en esa empresa las prácticas y habiendo desempeñado labores de técnico superior era una falta de respeto. El haberme llamado vago y ladrón era una falta de respeto. Si yo era un empleado tan mezquino, estúpido y una carga tan pesada para la empresa, ¿por qué seguía contratado? Eso no tiene mucha lógica a no ser que realmente no ocurrieran esos hechos que aducía la empresa, por lo tanto, otra falta de respeto. Le recordé mis número en la empresa y le dije que si la empresa no había ganado más dinero por mi esfuerzo, es porque no había querido, pero que no tratara de desviar la responsabilidad hacia mi persona. A fecha de ese día, seguía siendo tratado como un chico de los recados o chico para todo y sin embargo era el responsable de una de las áreas más importantes de la empresa, ¿cómo podía entenderse eso? Otra falta de respeto.
Preguntar por mi salud mientras se mira lo que hago en el ordenador es otra falta de respeto. Lanzar indirectas constantes sobre los horarios y las tareas realizadas es una falta de respeto. Hacerme perder sueño y fines de semana para un trabajo, el cual una vez realizado se cataloga como que "no sirve para nada, sólo para aparentar" era otra falta de respeto. Además y como anécdota, mientras perdía mi tiempo libre haciendo ese trabajo, en las horas de labor se me exigió reparar el ordenador de un amigo del jefe. Esas horas me la debía la empresa por el esfuerzo adicional que estaba haciendo y no eran para seguir trabajando más, y menos por algo que no era rentable. Como ese ejemplo, millones más. Otra falta de respeto. Cuando estábamos con los problemas de cobro, a mi llegaron a pagar de tres veces una nómina, cuando al resto de la empresa fue de 2. Comparativamente, yo siempre era el último mono. Más faltas de respeto. Así me cansé de enumerarle más y más ejemplos y anécdotas, muchas de las cuales están recogidas en este blog. Todo con la coletilla. "es una falta de respeto". Concluí con la siguiente frase, frase demoledora y cierta: "Si en este momento (siendo yo una parte relevante de la empresa) el negocio ganase o cobrase mil millones de euros (por lo que fuera) yo pasaría a pintar las paredes, limpiar el garaje y arreglar la cisterna (que estaba rota), por una sencilla razón, porque no me tienes respeto". Ese era el respeto que tenía la empresa por mí. Como en esa época le estaba sacando las castañas del fuego, sí merecía más estima por parte del gerente, pero si hubiera dinero fresco y fácil entrando por la puerta, me volvería a tratar como lo había hecho siempre, es decir, sin respeto.


* Según la Real Academia Española:

respeto.

(Del lat. respectus, atención, consideración).

1. m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.

2. m. Miramiento, consideración, deferencia.

3. m. Cosa que se tiene de prevención o repuesto. Coche de respeto.

4. m. miedo (recelo).

5. m. ant. respecto.

6. m. germ. espada (arma blanca).

7. m. germ. Persona que tiene relaciones amorosas con otra.

8. m. pl. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía.

~ humano.

1. m. Miramiento excesivo hacia la opinión de los hombres, antepuesto a los dictados de la moral estricta. U. m. en pl.

campar alguien por su ~, o por sus ~s.

1. locs. verbs. coloqs. Obrar a su antojo, sin miramientos a la obediencia o a la consideración debida a otra persona.

estar de ~.

1. loc. verb. Dicho de una persona: Estar vestida.

2. loc. verb. Dicho de una habitación: Estar adornada para un acto de ceremonia o de ostentación.


26 mayo 2007

La reunión: ¿Quién abusa de quién?

Hace un par de semanas dediqué una entrada al "abuso". No lo hice por casualidad, sino para mostrar la diferencia de criterio que tenía mi jefe a la hora de utilizar esa palabra. Por una parte todo lo que la empresa obligara a hacer a los empleados era legal y correcto, pero si los empleados se negaban a hacer cosas que no tenían que hacer o a estar más tiempo del que tenían que estar, eso era un abuso. Resumiendo, la filosofía de mi empresa en ese sentido era: "todo lo que me conviene está bien, pero si no me conviene, los empleados son unos aprovechados". Cada vez que lo oía tenía dos sentimientos encontrados: uno, partirme de risa y dos, irritarme. Esto no iba a quedar impune. Bien avanzada la reunión, fue el momento de recordarle a mi jefe que no se pueden usar las palabras frívolamente, y que para estar seguro de ser objeto de un abuso, primero hay que tener claro si se ha sido abusador alguna vez. Comencé a enumerarle una buena cantidad de sucesos y anécdotas que desmontaban por completo su supuesto victimismo. Le recordé que durante muchos años fui utilizado como burrito de cargar: haz esto, lo otro, vete, ven, vuelve, atiende, trabaja, carga, limpia... todo estos verbos usados en sentido peyorativo, sin tener que ver mucho con el trabajo que se supone debía realizar. Acusado de vago y de hacer argollas por dedicar todo mi tiempo a la empresa. Cuando acabé con este despropósito, llego la retirada del saludo, el enfado del gerente por ceñirme a mis tareas y a mi horario. Ya veremos que respuesta me dio a este hecho. Culpable de cualquier cosa que dijera o dijese cualquiera, la empresa acusaba, los clientes acusaban, los compañeros acusaban y yo tenía que demostrar mi inocencia, todo lo contrario a como deben ser las cosas. Sueldos paupérrimos, robo de días de vacaciones, de finiquitos, obligación de limpiar garajes, desmontar, pintar, poner parquet... todo sin pedirlo, sino obligarlo de manera despótica. Insultar, humillar, vejar, ser intolerante, prepotente. Evitar pagar de cualquier forma, como cuando secundé una huelga general en mi país y no pagarme ese día, como dice la ley, pero sin embargo tampoco pagarme las horas extra. La ley sólo valía cuando le convenía, y muchas veces nos decía: porque la ley dice que yo ... y la ley dice que la empresa puede... y la ley dice que si yo quiero... pero claro, cuando la ley dice que la empresa debe... la empresa tiene que, el gerente ha de... eso era pecado saberlo o comentarlo y falta muy grave exigirlo, eso podía acarrear venganzas contra los empleados. Por otro lado siempre teníamos que tener justificantes de todo: de ir al médico, si cogías vacaciones... todo lo que a la empresa le convenía tenía que firmarse. Sin embargo la empresa nunca firmó ningún papel por razón de deber dinero, días de vacaciones, días libres, horas libres, trabajos extra, horas extra, aumentos de sueldo prometidos, compensaciones, dietas... . "No uses más esa palabra conmigo, porque para poder usarla, antes tienes que arreglar muchas cosas y no vas a poder". Silencio. "Por otro lado me debes muchos favores", siempre me dices: "Erkemao, ¿me puedes hacer un favor?", es decir, ir a llevar cosas, traer cosas, hacer atenciones especiales a los amigos, ir a cobrar cheques, ir a llevar papeles y un largo etcétera de situaciones extra-laborales solicitadas a lo largo de los años, bajo esa coletilla. ¿Quién abusa de quién? le pregunté. Silencio.


25 mayo 2007

La reunión III: de hurtos y mentiras

Demasiadas cosas quedaban por hablar en esa reunión. Me había explayado lo suficiente; bastante como para que el jefe tuviera claras muchas cosas. Sin embargo mi discurso no iba a quedarse en ese punto. Había que decir muchas cosas más. Tenía que recordarle otras injusticias y pedirle una explicación de ellas. El texto seguía su carácter creciente. Cada nueva hoja que leía era más dura y más significativa que la anterior. Lo más importante se iba quedando para el final. Una de las más relevantes, sin duda alguna, fue el llamarme ladrón. Digamos que una cosa es que tu jefe, en base a sus paranoias, insinué que le roben las cosas y otra es que te insulte delante de compañeros y clientes y que se quede tan fresco. Ambas formas son mezquinas, pero la segunda es además ruin y malvada. Con el tiempo descubrimos, como he citado en alguna ocasión, que los objetos robados estaban en la casa del gerente o aparecían en alguna parte olvidada de la empresa, o se descubría que nunca hubo tales desapariciones, pero en fin, que le vamos a hacer. No contento con lanzar indirectas a todos los miembros del taller, fue capaz de llamarme ladrón por dejarme un destornillador roto y un cable de 30 centímetros dentro de la furgoneta de la empresa, cuando la llevé al mecánico. Tuvo la desfachatez de hacerlo delante de todos mis compañeros, como un veredicto público. Un gerente con dos dedos de frente no monta un espectáculo, lleva al supuesto "transgresor" a su despacho y habla con él. Por las mismas fechas tuvo la gran idea de llamarme ladrón delante de un cliente. Insólito, ruin y bellaco. Pero en fin, teniendo en cuenta que la empresa me debía varios finiquitos y trabajos extra prometidos... sólo cabe la frase: "cree el ladrón que todos son de su condición". Cada capítulo de mi discurso hacía referencia a una nueva falta de respeto hacia mi persona, argumentándola y comparándola con las posibles negligencias que yo pudiera haber cometido. Mi jefe simplemente no podía desdecirme.
En este punto, creí conveniente hablarle un poco de sí mismo y de lo que me había intentado enseñar: la mentira o lo que es lo mismo, su forma de comportarse se basaba en el engaño. Es lo que verdaderamente aprendí en aquella empresa. Mentir a los clientes. Contar "mentiras piadosas", recurrir una y otra vez a la mentira como forma de solucionar los problemas, como manera de obtener algo. Así funcionaba mi empresa en muchos sentidos. De igual forma, las medias verdades eran otra extensión más de la misma filosofía. Aborrecía decir a los clientes cosas que no eran ciertas: "que había llegado tarde por un problema del coche", "que estaba ocupado para atenderles" porque mi jefe había decidido que las reparaciones de sus amigos eran más importantes, etc... ¿por qué tenía que mentir yo en nombre de la empresa? Que lo hiciera mi jefe y fuera responsable de sus palabras... pero no, de cara a la imagen resulta muy provechoso que el empleado parezca un mentiroso y un inepto y que el jefe resuelva el problema y castigue al "culpable" por "su" inmoralidad. De cara al cliente mi jefe eran un gran tipo: honrado y justiciero. Cuando voy por la calle, todavía me encuentro a muchos clientes que no me saludan, porque en su momento pensaron que el que les falló fui yo y no la empresa, mientras que recuerdan con cariño a mi jefe. Así funciona el mundo.
Palabras similares a las que les escribo, se las dije a mi jefe. Al igual que en este blog expreso las cosas como las pienso, en su momento, el gerente, fue receptor de las mismas ideas. Nada nuevo comento aquí que no hiciera antes. La tertulia continuaba y mi jefe hacía rato que empezaba a notar el cansancio y el peso de mi discurso. Yo no estaba mucho mejor y quería terminar cuanto antes, así que en algunos temas dejé de leer, resumí algunas cosas e improvisé otras. Sin embargo, para las últimas hojas que quedaban pendientes, guardé fuerzas. Esas iban a ser todo lo mejor entonadas que me permitieran la ansiedad y la desazón.

24 mayo 2007

La reunión: El jefe vengativo

Hoy les voy a contar uno de los sucesos más sorprendentes de aquella reunión. Es llamativo, en cuanto al hecho de que mi jefe tratando de defenderse consiguió demostrar que era un gestor económico "negligente". No se puede comparar con la "negligencia" mía por permitirle todo lo que me pasó, pero desde luego que es digno de mencionar. Aún me cuesta digerirlo. Más cuando al final de la reunión, en su "turno de réplica" el cual se inventó el mismo, puesto que esa reunión era para escuchar y callar, no para hablar, debido a que eso ya lo había hecho todos los días durante más de 7 años, "me comentó algo obvio para los demás, pero totalmente nuevo para él". Después de una frase tan larga y difícil de leer, les narro lo ocurrido ;).
Como les he ido relatando, convoqué a mi jefe a un cara a cara, para exponerle todo lo que yo había hecho por la empresa, lo que la empresa había hecho por mí, las injusticias que había sufrido por causa del gerente y lo que pensaba de él. Llegado a cierto punto de mi discurso, le comenté como muchas veces había estado a expensas de los clientes, de manera que cuando estos estaban enfadados, la empresa me utilizaba como "airbag" para parar los golpes. Mientras mi jefe comía o dormía tranquilo, yo me las tenía que ver con seres violentos que buscaban una víctima a la que machacar. Muchos de esos palos que recibí, habían sido convenientemente preparados por mi jefe, el cual viéndose acorralado por clientes y "amigos", decidió esquivar la responsabilidad dejando que los interesados se ensañasen con mi departamento y en muchas ocasiones sólo con mi persona. Le reproché su actitud. Le llamé cobarde e irresponsable. Esas palabras son muy dolorosas, sobre todo cuando las argumentas y el que las recibe es consciente de su veracidad. Por tal motivo, la ira del receptor aumenta, puesto que es pillado "in fraganti" y cualquier mentira que cuente va a empeorar su posición. La salida normal en estos casos es agresiva, pero claro, cuando minutos antes le has dado a entender que cualquier postura de fuerza no le conviene, ¿qué puede hacer un jefe inepto en estos casos? Sacar de debajo de la manga un as. ¡Vaya si le salió mal la jugada!
Le estaba comentado que muchas veces nos teníamos que ver la cara con clientes insatisfechos y chillones. La empresa (el gerente) escurría el bulto en estos casos, dejando que los interesados se desahogaran a placer. A lo cual me replica: "Porque yo sé que ustedes muchas veces dejaban pasar reparaciones fuera de garantía como si estuvieran en garantía. Yo eso lo veía". Me quedé pasmado. Trataba de comprenderlo y no podía. ¿Qué me estaba diciendo? Sólo alguna vez, que yo sepa, ocurrió algo parecido y fue con algunos clientes realmente agresivos, a los cuales se les había vencido la garantía por pocas semanas o a lo sumo un mes, pero que montaban tal pollo, que era preferible repararle el ordenador y que se fuera, a aguantar sus berridos. Todo con el consentimiento del gerente que no venía a poner orden, a defendernos y a echarle una bronca al cliente o solucionar el problema.
Mi jefe había estado guardando durante años esta "joya" de frase para soltarla cuando alguien le reprochara algo. El propietario de una empresa conoce una "posible" negligencia o mala actuación de los empleados y en vez de llamarles la atención o cortar por lo sano el incidente, se lo calla para poder defenderse cuando alguno de esos empleados le pusiera en evidencia años más tarde. ¡¡¡Increíble!!! ¡Qué vengativo! Tanto que prefería perder dinero o irse a la ruina en vez de poner orden. De verdad que yo estaba alucinado con esas palabras. Pero peor aún, sabe que esa "mala actuación" por parte de los empleados es debida a la presión a la que les someten algunos clientes y no es capaz de llegar, sentar al cliente en una mesa y echarle una bronca o darle el libro de reclamaciones. Doble ineptitud por parte del gerente. Y con ese argumento me viene a rebatir las miles de afrentas que recibí, gracias a su cobardía. Para partirse de risa o llorar de pena. La guinda a la discusión la puso casi al final de la "tertulia" cuando me aseveró que él había tenido que reconocer ante los bancos que la culpa de las pérdidas de la empresa se debían a su gestión. Y me lo dijo como quien está haciendo algo por los demás, pero siendo ajeno a todo lo que pasaba. Demasiado fuerte. "La culpa es de todos los demás, pero yo la asumo como mía y no acuso a los negligentes que han llevado a la empresa a esta situación". Otro pensamiento para enmarcar.