Una entrada corta para explicar mis circunstancias físicas y emocionales en aquel final de 2004. Annus Horribilis. Con ello se entenderá mejor el próximo post. El esfuerzo que me costó alcanzar los objetivos que se me habían encomendado.
Durante todo el verano, con los trabajos forzados (I, II, III, IV, V, VI, VII (1 y 2)) estaba psíquicamente destrozado y moralmente hundido. Hacía un más de un año que me había planteado dejar la empresa. Aquellas torturas y humillaciones estaban acabando con la poca resistencia que me quedaba. Todo me iba mal. Mi vida laboral había destruido mi vida personal. Cada mañana me levantaba como un muerto viviente. Llegaba a la empresa prácticamente arrastrándome. Físicamente estaba reventado. Tenía nervios, ansiedad, angustia constante. Siempre me estaba doliendo la barriga. Tenía acidez de estómago, dolores de cabezas, tics nerviosos, no dormía , tenía pesadillas constantemente, me despertaba varias veces en la noche cuando conseguía conciliar el sueño, y cada día era peor que el anterior. Tal disparate me estaba desequilibrando todo el organismo. A un tiempo de estreñimiento, me seguía uno de diarreas, me dejaba los pelos en el peine... Encima tenía que aguantar las indirectas y estupideces de mi jefe. Su voz me taladraba los oídos... en definitiva, un desastre. Luego con el duro golpe que sufrí a nivel familiar, pocas ganas me quedaban de hacer nada. Pero la vida sigue, y tenía que tomar la decisión de irme (y mi orgullo no me lo permitía) o de aguantar (y seguir igual o peor). Al final, como buen masoca, me quedé y tuve que hacer frente a un reto profesional en unas circunstancias poco idóneas. Lo veremos en el próximo post.
Durante todo el verano, con los trabajos forzados (I, II, III, IV, V, VI, VII (1 y 2)) estaba psíquicamente destrozado y moralmente hundido. Hacía un más de un año que me había planteado dejar la empresa. Aquellas torturas y humillaciones estaban acabando con la poca resistencia que me quedaba. Todo me iba mal. Mi vida laboral había destruido mi vida personal. Cada mañana me levantaba como un muerto viviente. Llegaba a la empresa prácticamente arrastrándome. Físicamente estaba reventado. Tenía nervios, ansiedad, angustia constante. Siempre me estaba doliendo la barriga. Tenía acidez de estómago, dolores de cabezas, tics nerviosos, no dormía , tenía pesadillas constantemente, me despertaba varias veces en la noche cuando conseguía conciliar el sueño, y cada día era peor que el anterior. Tal disparate me estaba desequilibrando todo el organismo. A un tiempo de estreñimiento, me seguía uno de diarreas, me dejaba los pelos en el peine... Encima tenía que aguantar las indirectas y estupideces de mi jefe. Su voz me taladraba los oídos... en definitiva, un desastre. Luego con el duro golpe que sufrí a nivel familiar, pocas ganas me quedaban de hacer nada. Pero la vida sigue, y tenía que tomar la decisión de irme (y mi orgullo no me lo permitía) o de aguantar (y seguir igual o peor). Al final, como buen masoca, me quedé y tuve que hacer frente a un reto profesional en unas circunstancias poco idóneas. Lo veremos en el próximo post.