14 abril 2007

Las parábolas de mi jefe: El hombre que siempre estaba trabajando

Esta parábola* también es muy buena. Me he saltado la definición que da la R.A.E, pero es por una buena causa XD En innumerables ocasiones, porque nunca las podremos contar todas, mi jefe nos relató la historia de un directivo o trabajador de cierta relevancia, de una importante empresa de mi provincia. Hacía uso de este relato cuando nos quería decir (con indirectas) que trabajásemos más horas, o simplemente para expresar, que los trabajadores debíamos renunciar a cualquier cosa por el trabajo. Que la empresa era lo más importante y era ser un buen profesional dedicarle todo el tiempo y sacrificio que hiciera falta. Los currantes que me leen, seguramente ya se habrán enervado. Leamos este cuento para extraer la moraleja que pretendía mi jefe.
Había una vez un hombre en una empresa. Este señor se quedaba después de su hora de trabajar a seguir haciendo cosas por la empresa. Si por la tarde venía mercancía, siempre estaba ahí para recibirla. Si venía por barco un domingo, él estaba ahí para acudir al puerto a recibir ese barco. A veces, había que resolver problemas en medio de la noche y él iba raudo a solucionarlos.
¿Qué nos quería decir nuestro jefe con esto? Que da igual lo que hicieras, tú tenías que apartar a un lado tu vida, tu familia o lo que fuera y dedicar todo tu tiempo a la empresa, es decir, si había que entregar un trabajo y había que estarse toda la tarde y toda la noche de toda la semana,había que hacerlo, pero ¡ojo! sin contraprestación alguna. Un buen profesional atiende a su trabajo. No es de buen profesional negarse o cobrar por ello. Esto me recuerda a lo que me decía el cura en el instituto: "fumar es pecado, pero fumar puros buenos no lo es".
¿Qué no nos contó nuestro jefe? No nos dijo quién era esta persona, qué puesto tenía, cuánto cobraba, con cuánto le retribuían por dedicar tanto tiempo extra y a tales horarios en la empresa, si estaba casado o no, si tenía alguna afición, etc... Una verdad a medias es tan imperdonable como una mentira. Mi jefe abusaba de ambas, de hecho cuando salí de la empresa me quedé con la duda de que alguna vez me hubiera dicho una verdad.
En cierta ocasión hablé con un chico que conocía del colegio. Me comentó que tenía un trabajo de 24 horas, es decir, que estaba disponible para resolver problemas a cualquier hora de cualquier día, pero que cada vez que tenía que atender una emergencia, podía pasar una factura de 300 ó 400 euros, con lo cual a final de mes tenía una muy buena compensación por su dedicación. El dinero no da la felicidad... pero puedes trabajar un tiempo así y ganar el suficiente dinero para más adelante buscarte otro trabajo mejor. Mi empresa quería lo mismo de los empleados, pero a coste 0.
Esta historia nos la contó una y otra vez durante muchos años. Era una de sus preferidas. Cada vez que quería algo de nosotros, nos daba la tabarra con esta "fábula". Como directamente no se atrevía a pedir las cosas, indirectamente trataba de "reblandecer" nuestros duros corazones insensibles a su ganancia de beneficios, con historietas que nos hicieran cuestionar nuestra ética y moral, es decir, tratar de convencernos de que éramos malas personas por no hacer horas extraordinarias gratuitas. Evidentemente no le hacíamos caso, sobre todo al final, cuando la empresa había entrado en caída libre. Merece un post a parte la consideración de la profesionalidad que tenía mi jefe, radicalmente opuesta a la de la mayoría de los mortales. Mucho había abusado para seguir creyendo que nos podía engañar.


* Según la Real Academia Española.

parábola.

(Del lat. parabŏla, y este del gr. παραβολή).

1. f. Narración de un suceso fingido, de que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral.

2. f. Geom. Lugar geométrico de los puntos del plano equidistantes de una recta y de un punto fijos, que resulta de cortar un cono circular recto por un plano paralelo a una generatriz.


13 abril 2007

Las parábolas de mi jefe: La chica que trabajaba por las tardes

Esto está bastante bien. Le voy a dar un aire a Antiguo Testamento al blog. El profeta será mi jefe con sus parábolas, elipses y otras formas de curvar la realidad, al más puro estilo científico de la teoría del espacio tiempo. Ya ven, tenía la capacidad de unir ciencia y religión en un todo único e indiscutible. Recuerdo un show de Les Luthiers en que hacían una parodia a los telepredicadores televisivos. Se hablaba sobre un tal Warren Sánchez. En un momento determinado, el narrador nos cuenta que en cierta ocasión se le pregunta al protagonista por el sentido de la vida, a lo que contesta: "El sentido de la vida. Te lo diré en tres palabras: yo que sé" y el narrador continua diciendo: "¿Qué nos quería decir Warren con esto? Analicemos la frase...", terminando con una divertida explicación. Cada vez que pienso en ello me acuerdo de mi jefe y de sus historias ;)
Intentaré hacer un ejercicio similar. El gerente siempre tenía que tener la última palabra en todo, en cualquier aspecto de la vida, en cualquier historia... siempre siempre siempre él acababa con una mejor. En múltiples ocasiones, y sobre todo cuando nos cambiaron al turno de tarde, nos contó a los tres pringadillos que íbamos a sufrir el destierro horario en la empresa, un bonito cuento. Nos decía que él tenía una amiga a la que le encantaba trabajar de tarde-noche, porque como le gustaba mucho disfrutar la noche, así podía levantarse más tarde y dormir por las mañanas. Que eso era muy bueno, porque a muchas personas les gustaría tener esa oportunidad.
¿Qué nos quería decir nuestro jefe con esto? Muy sencillo. Quería expresar que nos estaba dando calidad de vida al tener un horario de 3 a 9, el cual siempre se prolongaba hasta las 11 ó las 12 (incluso la 1 ó las 2) y los sábados de 8 a 1, el cual podía prolongarse en no pocas ocasiones hasta las 3, 4 ó 5. Mientras que el resto de la empresa tendría que conformarse con el horrible horario de 8 a 3 de la tarde de lunes a viernes. Éramos unos privilegiados porque a diferencia de los demás íbamos a poder estar de juerga todas las noche y levantarnos tarde por las mañanas.
Lo que yo opino es que estaba buscando la forma de camuflar el que los pringadillos íbamos a tener un agravio comparativo con el resto de la empresa y para disimularlo y embellecerlo nos quería engatusar con la historia de su amiga.
Cuando años más tarde nos envió su famoso email de la "mejora social" por horario reducido, fue curioso comprobar que el horario al cual se refería era de 8 a 15 horas. Yo me pregunto: "Si esto era lo que demostraba la calidad de vida que ofrecía la empresa a sus trabajadores, ¿por qué años antes eso no era bueno para los pringadillos que teníamos que trabajar de tarde? ¿Había cambiado el mundo o ahora trataba de vendernos que al quitarnos del turno de tarde nos estaba haciendo un favor impagable? ¡Qué contradicciones!

12 abril 2007

Yo soy el presidente de Duff

Sin duda alguna la mayor y más vulgar salida de tono de todas las que recuerdo de mi jefe. Delante de toda la empresa, contra todos los empleados, de una forma tan pueril que se puso en evidencia para siempre. Un berrinche colegial. Creo que nunca nadie le volvió a ver igual. Ninguno de los numerosos nuevos empleados dejo pasar este hecho sin tener claro el tipo de persona que dirigía la empresa. Los viejos empleados sí sabíamos con que individuo tratábamos, y aún así nos sorprendió con su irracional y desmedida pataleta. Mi opinión es que alguien más importante que él le tiró de las orejas y le dejó tan avergonzado que descargó toda su furia contra nosotros para poder resarcirse de tamaña frustración. No es que el departamento de software estuviera completamente libre de culpa, pero ciertamente como meros maquetadores de contenidos ajenos, no podíamos ser los únicos acusados en todo este asunto. Ahora les describiré lo que sucedió. Lo poco que recuerdo, porque mi mente ha ido librándose de los detalles. Háganse ustedes mismos su propia opinión.
Cierta mañana estábamos casi todos los empleados desempeñando nuestras labores en el local del departamento de software. En el otro lado se había instalado toda la parte administrativa de la empresa. Hacía casi un año que mi antiguo departamento, el taller, había sido cerrado por "supuesta" baja rentabilidad, y en el espacio que ocupaba, se había instalado el despacho del jefe y un par de mesas de oficina. El trabajo discurría normalmente con cada cual ocupado en sus respectivas obligaciones, cuando repentinamente aparece por la puerta de aluminio y cristal, que daba acceso a nuestro salón, un colérico gerente. Bueno, el enfado lo descubrí unos minutos más tarde. Al principio pensé que se trataba de una buena noticia XD. El jefe se situó bajo el umbral de la puerta y dijo con cierto nerviosismo, enojo y en un tono elevado: "Dejen de trabajar, a partir de hoy ya no se trabaja. Acme S.A. no trabaja más". Hizo un paréntesis. Todos los compañeros cesaron su actividad, las conversaciones se diluyeron y se quedaron mirándolo. El gerente continuó. "Yo soy el presidente de Duff, yo soy el presidente de Duff" exclamó con tono enérgico. Mi empresa estaba ahora asociada junto con otras en un proyecto común... sí sí lo de las subvenciones... y uno de los cabeza de fila del proyecto era el presidente de una importante organización de mi región y que además era la principal del citado proyecto. Este individuo tenía mucha influencia, tanta como que para que mi empresa fuera algo o no fuese nada en todo este tinglado. En mi relato me referiré a su organización como Duff (como en los Simpsons). Yo era uno de los que estaba más cerca de la puerta y al oír la noticia casi me pongo a aplaudir. Habían nombrado presidente a mi jefe y nos daba el día libre. ¡Qué bien! Con las pocas ganas que tenía de trabajar ese día. Luego me di cuenta de que sus palabras eran "algo" irónicas. "Ya no trabajamos más" repitió. Nuestra empresa estaba desarrollando la página Web del susodicho proyecto, y en ella aparecían todos los socios con sus directores o presidentes. Además había abundante material gráfico y de texto. Por las razones que fuera, muchas cosas estaban mal. Las fotografías no se correspondían con los nombres, el puesto directivo no se correspondía con la fotografía, etc... Al parecer la fotografía que aparecía junto al texto del presidente de Duff, era la de mi jefe... jajaja No quiero ni imaginarme al gerente hablando por teléfono con ese directivo (al que le hacía la pelota todo el rato) y diciéndole como llegar al menú en el que aparecía su cargo y fotografía, y de repente, encontrarse con que la foto que lo ilustraba era la de mi jefe. Tremenda bronca le habría echado el cliente para aparecer al momento en nuestra zona, totalmente iracundo y enervado. Jajaja, me imagino lo mal que lo pasaría el pobre, con lo mucho que le gustaba estar por encima de los demás... y ahora tener que agachar las orejas y esconder el rabo porque otra persona más importante le había llamado la atención. Menuda vergüenza para mi jefe. Eso es lo peor que le podía pasar. Nunca nadie había estado por encima de él y ahora tenía que callar y acatar. Qué duro le debió ser. A parte de esto, que ya de por sí da lugar a muy mal ambiente entre codiciosos, había una cantidad enorme de faltas de ortografía en todos los textos, faltas tan aberrantes que ni siquiera un escolar de primaria podría cometer...
En nuestro descargo sólo decir, que como simples receptores y maquetadores de los textos que nos enviaban, no teníamos porqué ser evaluadores de la información recogida en esos párrafos, así como tampoco éramos correctores ortográficos y gramaticales de su contenido. Pero daba igual. Se había montado un buen lío porque mi jefe aparecía como presidente de algo que no era... y como digo, entre avariciosos, eso podía dar a entender que "alguien" quería trepar y quedarse con el puesto directivo de otro ;)
Mi jefe siguió ladrando y regurgitando palabras mediocres durante un rato. "Haciendo las cosas así no trabajamos más. Cierro Acme S.A." Con muy mal carácter y falta de respeto. Sus berridos se oían claros y en mi mente quedó una frase para la posteridad: "Yo soy el presidente de Duff. Acme S.A. ya no trabaja más". ¡Qué patético! Todos, todos los compañeros vieron lo que era en realidad mi jefe. Ya no se podría ocultar más bajo su máscara de tipo cabal y bonachón. En este punto de la historia la proa del barco, que era mi empresa, empezaba a dirigirse hacia abajo.

11 abril 2007

La picaresca de la empresa

Otra tema que me encanta. De lo más lo mejor y de lo mejor lo sublime. Este ejemplo nos muestra algunas de las capacidades de fagocitación por parte de la empresa de los esfuerzos ajenos. El negocio no tenía suficiente con reventar a horas extras a los empleados (por lo menos a algunos, entre los que me incluyo) por obligarles a hacer más trabajo del posible, no tenía bastante con que la gente investigara en casa en su "poco" tiempo libre para luego decir que le robaban el tiempo a la organización, no tenía suficiente con acusar de vagos a los empleados que se pasaban todo el día corriendo de un lado para otro atendiendo las órdenes de 3 ó 4 jefes y pseudojefes y no tenía suficiente con llamar ladrones a aquellos a los pagaba un sueldo poco digno por tenerles trabajando de sol a sol... además, trataba de robarles su ¡formación! No deliro. Se los puedo asegurar.
Durante el tiempo que estuve en la empresa, sólo hice dos cursillos. La mayor parte del tiempo estaba trabajando y cuando no, demasiado reventado para querer otra cosa que descansar. Accedí a los cursos a través de un par de organizaciones. Los cursos los realicé en MI tiempo libre. Los hice desplazándome con MI vehículo. Almorcé pagándolo de MI bolsillo. Lo aprendido no sólo me interesaba como profesional, sino que servía para el desempeño de mis labores en la empresa. Bien, 2 cursos de 15 y 60 horas no es para festejarlo, pero dada mi situación gracias a la empresa, ya me puedo dar con un canto en los dientes.
En pleno fervor burocrático en mi organización, con todo el sistema de gestión de la calidad entorpeciendo el funcionamiento del negocio, se puso de moda en la empresa tener en la Intranet los currículum europeos de todos los empleados. Se nos pidieron muchas cosas, tales como datos personales, nuestra titulación y formación adicional. Cuando se me ocurre mirar el mío veo lo siguiente: "Formación por parte de la empresa: bla bla bla y bla bla bla". Se me agarrotaron los músculos del cuello del enfado. La empresa había tenido el descaro de recoger como propia una formación que yo había realizado por mi cuenta y con mis medios. No había límite para la desfachatez. El jefe y el negocio se superan continuamente en su desvergüenza. Inmediatamente exigí la rectificación y eliminación de tales atrocidades. Se me comentó que yo podía hacerlo directamente, y así lo hice. Este tema daba para mucho más como veremos en un próximo post.

10 abril 2007

La "Dedicación Exclusiva"

Primero que nada disculpen dos cosas: una, la mala calidad de la fotografía (la mejoraré) y dos, mi ironía ;)
¡Qué post tan interesante! La dedicación exclusiva. ¿Eso qué es? Nada más y nada menos que otro de los experimentos de mi jefe. No sé como, ni cuando, ni por qué, ni quién le dio al gerente esa feliz idea. Durante años he tratado de buscarle el sentido, y ¡de verdad que no lo encuentro! Viene a ser algo así como un Expediente X, algo que está más allá de la comprensión humana. Les sitúo un poco mejor. Este texto forma parte de un apartado de mi nómina. Por las referencias dadas por mi jefe, debe ser un sinónimo de esclavismo moderno o sumisión al pagador, un término medio entre vasallaje y postración al empresario. Un "yo te doy unos euros y tú renuncias a todo por la empresa". No tienes derecho a trabajar en otro lado en tu tiempo libre o ejercer por tu cuenta después de salir de la empresa. No puedes echarle una mano a un amigo con un problema en el ordenador o siquiera pensar hacer cualquier cosa que moleste a tu jefe. Más o menos es lo que yo entendí que significaba ese apartado. Mi jefe no cesaba de repetir que como teníamos una cláusula (¡¡¡en la nómina!!!) de dedicación exclusiva. SÓLO podíamos trabajar para la empresa. Si te ponías a cavar zanjas o a configurar un servidor era un equivalente a traición, teniendo en cuenta que el negocio hacía un esfuerzo SOBREHUMANO pagándote ese plus. La dedicación exclusiva te ataba a la empresa de por vida.
Analicemos la cantidad: 183,75 euros... mmmmmm ¡¡Un sueldazo!! Con eso me iba de vacaciones a Hawaii todos los fines de semana en Jet privado. ¡Una cuarta parte de mi sueldo! Casi nada. No sé como he podido vivir todos estos años a costa de mi jefe sin tener remordimientos. Y pensar que no estuve pendiente de la empresa las 24 horas del día con colosal tesoro. 183, 75 euros. Soy un desagradecido. Que mal por mi parte dormir algunas horas al día cuando la empresa me pagaba TANTO por la "DEDICACIÓN EXCLUSIVA".

09 abril 2007

Desastre en la migración de los servidores

Como mi empresa tenía grandes proyectos, pero adolecía de la capacidad técnica para realizar algunos de ellos, toda la infraestructura de servicios de Internet teníamos que alquilarla a un proveedor de estos servicios. Había pasado el tiempo prudencial como para tener que cambiar el servidor que teníamos, y además, había que añadir otro más para las nuevas herramientas (motor de base de datos y servidor de aplicaciones). Por esta razón, a principios del año 2005 hubo que migrar todo los servicios. Esto significaba, al menos, un día en que todo quedaría paralizado. Los clientes tendrían sus páginas web fuera de servicio, no recibirían correos electrónicos, no podrían hacer modificaciones en sus web, etc... Escogimos un viernes para hacer el cambio. Si algo salía mal, todavía tendríamos el fin de semana para solventar problemas inesperados. Y así es como se cumple la ley de Murphy. Lo que en principio se previó para unas pocas horas, acabó llevando varios días. Todo salió mal. Los scripts para transferir las configuraciones del servidor WEB fallaron y muchas cosas quedaron a la mitad. Servicios como correos o FTP daban problemas. Algunas páginas no funcionaban correctamente. Nos pasamos todo el viernes y todo el sábado pendientes de que se solucionara. Cuando volvimos el lunes funcionaba lo básico, pero había servicios deshabilitados. Todavía llevó unos días que todo volviera a la normalidad. En este proceso de cambio perdimos algunos clientes que se enfadaron notablemente, y sembramos la semilla para que otros lo hicieran la próxima vez que se produjera un error. Tiempo después tuvimos dos importantes: un problema de acceso desde mi región (de donde eran la mayoría de nuestros clientes) al servidor (culpa de un nodo de comunicaciones) y un ataque hacker. Todas estas causas estaban socabando las bases de la mega-empresa que promocionaba mi jefe. Mucha gente se estaba dando cuenta de que había una gran fachada que conducía a una chabola. Se les había vendido mucha imagen, pero de algo que era insustancial. Trabajábamos a un nivel más doméstico de lo que publicitaba "la élite" (gerente y acólitos). No fue sólo por esta razón, sino por muchos pequeños detalles que quedaban a la vista en cualquier faceta de mi empresa.
Lo más interesante era que vendíamos a los clientes que los servidores eran nuestros, cuando realmente sólo estaban alquilados, por lo menos su uso estaba restringido. El servidor WEB no lo podíamos tocar ni teníamos acceso para realizar las instalaciones y modificaciones que nos hacía falta. Esto nos obligaba a depender constantemente del proveedor y los trabajos iban más lentos, todo se ralentizaba y los clientes acababan mosqueados porque los plazos no se cumplían. Si mi empresa hubiera negociado otro uso más adecuado seguramente hubiera subsistido bastante más, pero claro, a medida que el tiempo pasaba, mi negocio cada vez era más deudor, y desde una posición deudora no puedes tener muchas exigencias.
Nuevamente, la empresa me prometió un día o dos libres por el trabajo. A mí no me interesaba el tiempo, sino el dinero. Pero en mi organización, de dinero, podías hablar lo justo, sobre todo si eras un pringadillo. De esta forma, no esperé ni media semana y cogí esos días. Sabía que si no lo hacía lo antes posible, no los vería nunca, como me había ocurrido todas las veces anteriores. Ni que decir tiene que mi jefe se sorprendió bastante por la rapidez con la que solicité esa compensación, y seguro que no le gustó lo más mínimo. A esas alturas yo no concedía nada a la empresa. Bastante me había explotado ya.

08 abril 2007

La llegada del último pringadillo

A finales de 2004 la empresa todavía no estaba completa. Faltaba un miembro más. El negocio se había propuesto tener un grupo profesional que incluía a 3 diseñadores gráficos. Durante el mes de noviembre, si mi memoria no me falla, se hicieron las pruebas selectivas. Visto los curriculum que se eligieron y la cantidad de entrevistas que se realizaron a cada candidato, parecía más un trabajo para un ingeniero de la NASA que para un diseñador gráfico. Desde hacía algún tiempo el órgano formado por el jefe y los acólitos invitaba a algunos de los miembros de la empresa a participar como oyentes en sus reuniones. Era el famoso Consejo de Dirección o algo así. Tuve el dudoso honor de ser expectador en la reunión en la que eligieron al último candidato. Había dos posibilidades y dos perfiles diferenciados: uno con más experiencia, más curriculum y un carácter más agresivo y otro con menos experiencia, menos curriculum y un carácter más sociable. El acólito número 1 era partidario del primer candidato, el gerente, del segundo. La acólita número 2 no mantenía una posición muy definida, pero estaba más de acuerdo con el otro acólito (lo cual es muy reseñable, puesto que entre ambos había una competencia feroz). Al final, la decisión la tomó el jefe. Yo estaba oyendo sus argumentos y la idea que se me vino a la cabeza fue la siguiente: elige el candidato que le parece más dominable para que no le contradiga y el que tiene menos experiencia para poder pagarle menos. Al final resulta que no era tan dúctil* como parecía. Casualidades de la vida, el elegido y yo teníamos amigos comunes, así que a lo largo de los meses que estuvo en el negocio, iba con los pringadillos (los que quedábamos) a desayunar, así pudimos hacerle partícipe del pie del que cojeaba el gerente y evitarle muchas sorpresas. Durante su estancia en la empresa apenas tenía nada que hacer. Él pedía trabajo y la empresa ocasionalmente le decía que hiciera cosas. En una oportunidad uno de los compañeros le estaba explicando un tema de programación sobre la marcha y se acercó la acólita número 2 a reprenderle por entender que estaba dándole "un curso de formación" no planificado ni autorizado. Increíble pero cierto. Al final no le renovaron el contrato, porque por esa época la empresa ya tenía dificultades económicas. No le han pagado todavía ni su último sueldo ni su finiquito y ya han pasado casi 2 años. Mi jefe, después de que se fue, sólo decía de él que no hacía nada y que la empresa le dio mucho más que lo que él dio a la empresa. Mi jefe no tenía límites a la hora de echar la culpa de todo a los demás. Otro empleado que salía por la puerta de atrás... Ni sería el primero... ni sería el último.


* Según la Real Academia Española:

dúctil.

(Del lat. ductĭlis).

1. adj. Dicho de un metal: Que admite grandes deformaciones mecánicas en frío sin llegar a romperse.

2. adj. Dicho de un metal: Que mecánicamente se puede extender en alambres o hilos.

3. adj. maleable.

4. adj. Dicho de algún cuerpo no metálico: Fácilmente deformable.

5. adj. Acomodadizo, de blanda condición, condescendiente.


07 abril 2007

La base de datos

Quizás uno de mis logros más interesantes en la empresa. No es para que me den un premio, pero dada las circunstancias en las que me encontraba y lo insoportable de ir cada día al trabajo, nuevamente cumplí con los objetivos y obligaciones que la empresa demandaba. Luego hubo otras que no logré realizar, pero eso es otra historia y será contada más adelante.
Como he venido comentando en la última semana, una vez acabé los trabajos forzados, se me encomendaron nuevas funciones y tuvimos un minicurso de la herramienta principal que iba a utilizar la empresa. Junto con otro compañero me iba a encargar de instalar, configurar, mantener y gestionar el motor de base de datos y las bases de datos donde se depositarían los datos de las empresas a las que íbamos a llevar aplicaciones en Internet. El empeño en sí no era extremadamente complejo al nivel al que nosotros tendríamos que trabajar. Tenía su cierto grado de dificultad, basado sobre todo en nuestro desconocimiento y en el grado de implantación del software, que aunque conocido, no era de los más utilizados. Había que planificarlo bien, de cara a exigencias futuras. Como software propietario, para acceder a cierto tipo de información había que darse de alta y pagar ciertas cuotas. Esto al principio nos dio algunos problemas, pero luego se resolvieron y pude usar el teléfono para resolver algunas de mis infinitas dudas. La otra dificultad con que me encontraría era yo mismo. Mis circunstancias no me hacían el más apto para desarrollar esa función, pero al final saqué fuerzas de flaqueza y conseguí que las cosas funcionaran.
En un primer momento mi tarea principal sería migrar o traspasar las tablas y los datos de un cliente principal de la base de datos en que estaba a la que nosotros todavía estábamos estudiando. Esto supuso importantes problemas y me llevó un tiempo. Para los que no conozcan el tema, someramente les puedo comentar que el principal problema que se produce es que las filosofías y formas de trabajo de las bases de datos la mayoría de las veces son diferentes, así que cuando quieres exportar los datos de unas a otras, suele haber pérdida de información porque es imposible adaptarlas completamente. Luego la información tenía que ser válida: que no se perdieran símbolos de puntuación, caracteres especiales como las tildes, "ñ", los usuarios registrados que se validaban con claves de acceso, que no se perdieran los índices (y la mayoría de ellos no eran consecutivos, con lo cual había que hacer ciertos experimentos para que todo estuviera bien y la información fuera coherente, es decir, que un nombre coincidiera con un apellido y una dirección y no estuviera todo mezclado). Apenas habíamos empezado a estudiar como realizar el trabajo, mi compañero dejó la empresa, así que me quedé sólo. Nadie más se encargaría de este asunto. Con lo que les comenté en el post de ayer, ya se podrán imaginar las pocas garantías con las que emprendía este objetivo. Poco a poco conseguí en una simulación en la empresa hacer funcionar el motor de base de datos, crear la base y por otro lado, pasar los datos de la antigua base a ficheros de texto que ofrecieran garantías para ser incorporados a la nueva sin perdida de información. Mientras tanto tenía muchas más cosas que hacer, con lo cual no podía concentrarme al 100%. Finalmente hacia febrero del 2005 había terminado las pruebas simuladas y los programadores habían podido adaptar el código fuente para que las páginas WEB funcionaran adecuadamente. Sobre la marcha reconstruí el modelo en pruebas en el servidor remoto e hice el traspaso de datos con las últimas modificaciones. Ya podíamos presentarle al cliente el nuevo sistema plenamente operativo. Sólo quedaban ciertos detalles asociados al servidor de aplicaciones que estaban pendientes de terminar, pero ese tema podía esperar un poco más y yo de eso, sí que no tenía ni idea. Yo estaba bastante contento, aunque había tardado más de lo que se esperaba (mi jefe quería las cosas para mucho antes, argumento que consolida que lo que ofrecen los comerciales y lo que técnicamente se puede hacer, tienen poco en común). Había concluido algo que para mí, al principio, era un desempeño imposible. Mi jefe me comentó que la empresa del software pensaba que no habíamos podido avanzar nada, porque no habíamos realizado casi ninguna llamada al servicio técnico y eso indicaba que habíamos fracasado en el intento. Yo llamaba lo justo para resolver dudas que pudiera comprender, porque si llamaba por razones cuya explicación me iba a enredar más, no me valía la pena. Leí un artículo de un experto en este motor de base de datos sobre los salarios a percibir por ser administrador de este motor de base de datos y no se parecían ni de lejos a lo que yo cobraba. Mi empresa había conseguido resultados a bajo coste y aún así tenía quejas. Curiosamente, poco después empezaron los problemas para percibir el salario.

06 abril 2007

Cada vez me parecía más a un zombie

Una entrada corta para explicar mis circunstancias físicas y emocionales en aquel final de 2004. Annus Horribilis. Con ello se entenderá mejor el próximo post. El esfuerzo que me costó alcanzar los objetivos que se me habían encomendado.
Durante todo el verano, con los trabajos forzados (I, II, III, IV, V, VI, VII (1 y 2)) estaba psíquicamente destrozado y moralmente hundido. Hacía un más de un año que me había planteado dejar la empresa. Aquellas torturas y humillaciones estaban acabando con la poca resistencia que me quedaba. Todo me iba mal. Mi vida laboral había destruido mi vida personal. Cada mañana me levantaba como un muerto viviente. Llegaba a la empresa prácticamente arrastrándome. Físicamente estaba reventado. Tenía nervios, ansiedad, angustia constante. Siempre me estaba doliendo la barriga. Tenía acidez de estómago, dolores de cabezas, tics nerviosos, no dormía , tenía pesadillas constantemente, me despertaba varias veces en la noche cuando conseguía conciliar el sueño, y cada día era peor que el anterior. Tal disparate me estaba desequilibrando todo el organismo. A un tiempo de estreñimiento, me seguía uno de diarreas, me dejaba los pelos en el peine... Encima tenía que aguantar las indirectas y estupideces de mi jefe. Su voz me taladraba los oídos... en definitiva, un desastre. Luego con el duro golpe que sufrí a nivel familiar, pocas ganas me quedaban de hacer nada. Pero la vida sigue, y tenía que tomar la decisión de irme (y mi orgullo no me lo permitía) o de aguantar (y seguir igual o peor). Al final, como buen masoca, me quedé y tuve que hacer frente a un reto profesional en unas circunstancias poco idóneas. Lo veremos en el próximo post.

05 abril 2007

Otro compañero deja la empresa

Esta es otra buena historia sobre el doble rasero a la hora de juzgar las cosas que tenía mi jefe. Otra buena historia que confirma que nadie, nadie y absolutamente nadie en mi empresa podía salir por la "puerta de delante", sino que cualquiera que abandonara el negocio lo haría con las increpaciones del gerente. Gerente, que por otro lado, hablaría mal de esa persona por toda la eternidad. Así era mi mundo laboral. Un mundo de buenos y abnegados profesionales, dirigidos por un individuo, que tras sacarles el jugo a bajo coste, no veía con buenos ojos que nadie intentase buscar algo mejor en la vida, sin sentirse que se habían aprovechado de él (del jefe). Por supuesto, la realidad era totalmente diferente. Todo el que trabajó en la empresa, aportó su granito de arena. Los que menos lo hicieron, fue con el consentimiento del gerente.
Cuando se cerró mi departamento y todos los pringadillos fuimos asignados a nuevas funciones y tareas, otro compañero y yo, nos encargamos de empezar a estudiar y poner en funcionamiento el motor de base de datos que la empresa había elegido para sus megalómanas ambiciones. Partíamos de cero. La charla que nos habían dado servía para profesionales con un mínimo de conocimientos sobre esa herramienta y nosotros adolecíamos de esa formación. El SQL no nos era desconocido y mi compañero, además, tenía experiencia en manejo de base de datos, pero como todo lo nuevo, había que aprender. Por otro lado, y como ya dije en otro post, seguíamos llevando algunos mantenimientos en empresas. Mi colega se encargaba de los más complejos, con tecnologías AS/400 y Linux. Con todas estas papeletas, estaba claro que mi compañero era una pieza importante en la organización, pero... también era un pringadillo, puesto que la élite en la empresa estaba dignificada por baremos "más significativos" que el conocimiento y el trabajo. Mi colega aportó muchas cosas importantes como el megaproyecto de centro de datos con el cual el gerente presumía a la empresa tales como la mayor parte del por todos lados, su trabajo y trato con los clientes permitió que instituciones importantes conocieran mi empresa y hubiera algunos contactos, mejoras en la forma de trabajar sobre todo en el tema de redes físicas y configuración de redes lógicas, como todos los pringadillos trabajaba más horas y por menos sueldo que las clases selectas de mi negocio, etc... ¿Les parece interesante? ¿Creen que son argumentos suficientes para que una empresa trate bien a un trabajador? Es obvio que sí. Pues ahora les contaré como acabó todo.
Mi empresa iba demasiado deprisa. Quería comerse el mundo. Mi jefe en plena borrachera de codicia y pérdida del norte de las cosas, estaba avocando al negocio al desastre. A finales del 2004 todo parecía idílico, menos para los pringadillos. La empresa contaba con 18 trabajadores, mi jefe había conseguido en parte que no se le asociara con tienduchas de "aprieta tornillos" y todos los locales habían quedado muy bien con la pintura, el mobiliario, mamparas y cortinas nuevas. Algunos se dieron cuenta de que todo eso era una ilusión y que no podía durar demasiado. Uno de ellos, mi compañero. Así que decidió que era mejor trabajar y esforzarse para uno mismo, que darlo todo para un negocio desagradecido y prepotente. Algunos clientes importantes estaban muy descontentos con el trato y el servicio que les ofrecía mi empresa, y por esta razón no dudaron en que era mejor irse al nuevo proyecto de mi colega. Las reacciones de mi jefe no se hicieron esperar. Las primeras cuando supo que se iba el trabajador. "No eran tan bueno". "La empresa siempre le dio mucho"... y cuando se enteró de que "las empresas estratégicas" (aquellas que son importantes, a las que no se atiende y que sirven para que tu jefe presuma de tenerlas como clientes) de motu propio, se iban con él... ¡Amenazas de denuncia!
Otro trabajador que después de darlo todo, era repudiado, ofendido y amenazado. Mi jefe no tenía límites.

04 abril 2007

Las nuevas funciones

Los cambios que se habían perfilado en la empresa, supusieron una revolución en cuanto a las funciones que tenía cada cual dentro del negocio. A partir del cierre de mi departamento, se supone que cada miembro de la organización iba a tener una serie de tareas muy definidas. Cuando estaba de técnico de calle me encargaba de muchos y variados asuntos: técnico informático, hacía de recadero, de cobrador, aguantaba a clientes enfadados (para que mi jefe "no tuviera ninguna angustia"), traía y llevaba mercancía (en algunas ocasiones), llevaba impresoras a reparar, daba soporte a clientes, hacía facturas y otros trabajos administrativos, tenía una labor comercial de venta, llevaba los mantenimientos a clientes, tiraba la basura, etc... Ahora se supone que mis labores iban a ser muy especializadas. Bueno, como dije, se supone. La realidad era bien distinta: seguía siendo un pringadillo de segunda categoría, con lo cual continuaba con mis quehaceres domésticos como tirar basura o soportar broncas de clientes y además me habían obsequiado con tareas más sublimes como: soporte a clientes, generar documentación de las aplicaciones que los programadores hacían, administrador de bases de datos (de lo cual no tenía mucha idea), implantación de producto (aunque esto realmente lo hice poco), verificación de productos (mediante un aborrecible sistema de gestión de la calidad) y alguna que otra cosilla que no recuerdo. Desde luego que no dejé de salir a algunos clientes a repararles los ordenadores, a cobrar facturas, a llevar o traer cheques y talones, ir a buscar o traer ciertas mercancías... En definitiva: "de todo un poco" y a precio de saldo. Así cualquiera se hace empresario, teniendo gente que te haga de todo. Esto fue el comienzo. A finales del 2004, en diciembre, había un "puente" (día o días laborables entre un fin de semana o un día de fiesta, que se suelen coger como vacaciones). Yo, como siempre, no había cogido ese puente. Fui a trabajar un martes entre dos días festivos. Para que... A primerísima hora de la mañana, nos estaban esperando a mi compañero más pringadillo y a mí, el jefe y sus acólitos. Como ya comenté en alguna ocasión, al gerente le encantaba hacer reuniones sorpresa en las que te intentaba obligar a aceptar responsabilidades que uno no tendría que soportar. Lo hacía de modo alevoso y matutino, después de prepararse bien su discurso, para que no tuviéramos posibilidad de replicarle. Cualquier pregunta o decisión negativa que tomaras, ya tenía una respuesta contundente por parte del jefe. Para mí eran situaciones muy violentas, porque se trataba de trampas o emboscadas que sólo podían tener un final, y ese final era "lo que el jefe quisiera". De lo que recuerdo, el discurso giraba en torno a asumir nuevas funciones. Se nos conminó a ser los administradores únicos de la red corporativa y a sellar cualquier tipo de deficiencia de seguridad que tuviera, a aprendernos la ley de Protección de Datos y aplicarla a nuestra empresa, a cambiar todas las claves y hacernos responsables de cualquier incidencia que se produjera (eso no me gustó nada, me parecía una medida destinada a buscar un cabeza de turco cuando algo fallara, y siendo el acólito y el gerente tan retorcidos, cualquier día te podías encontrar una sorpresa desagradable). Cuando me dió por preguntar "¿por qué nosotros?", la respuesta estaba clara: "Porque ustedes son de los más antiguos en la empresa, conocen el funcionamiento de todo y "yo" (el gerente) confío en ustedes". De nuevo, internamente, me partí de risa. ¿Confías en nosotros?, ¿si somos tan fiables y tan antiguos, como es que somos los menos que cobramos? ¿si vamos a tener esas responsabilidades, quién nos garantiza la independencia para realizarlas? El jefe retóricamente contestó a mi pensamiento: "Ni a mí me tienen que decir las claves". No hace falta que se las dijésemos, él iba a la caja donde se guardaban las claves y abría los sobres sellados para mirarlas cuando le venía en gana... así poca confianza nos daba. A mí se me atribuyeron otras funciones adicionales. A partir de aquel momento, me iba a encargar de hacer todas las gestiones de hospedajes y dominios de Internet, cuentas de correo, Ftp de clientes y sus passwords, los contactos y las órdenes al proveedor de servicios de Internet, etc... Funciones sustraídas al compañero que las estaba llevando, pero esa historia no me corresponde narrarla a mí sino a su protagonista. De nuevo tenía millones de obligaciones a sueldo de ganga, pero ahora, la empresa, había buscado la manera de que cualquier fallo se pagara caro... tal vez para conseguir despidos "Procedentes".

03 abril 2007

La destructora de papel

Hace unos meses tuve la ocasión de ver un documental muy interesante sobre Enron, una empresa estadounidense que en 15 años pasó de ser un "simple" negocio dedicado al gas natural a convertirse en la séptima compañía del país. Fue considerada la empresa más innovadora y brillante, pero todo su crecimiento ocultaba una mentira y un fraude. Mi empresa siguió un curso parecido, y lo hemos ido viendo poco a poco en las entradas de este blog. Justo antes de irse a la quiebra, Enron, o más bien sus abogados, convirtieron en confeti una tonelada de documentos, para seguramente, ocultar pruebas. No sé si mi jefe tenía conocimiento de esta historia, pero hacia el año 2003 ó 2004, mi empresa compró una destructora de papel. En un principio se nos dijo que la razón estaba motivada por la Ley de Protección de Datos, por lo que no se podía tirar a la basura ningún documento que tuviera información sobre particulares o empresas, sin destruir. En plena borrachera de éxito por la consecución de los certificados ISO y posteriormente el EMAS , la destructora era otro medio más para llenar el bidón de reciclaje de papel y acumular bolsas de tiras de manuscritos e impresiones en el sótano, para luego llevarlas directamente al contenedor de basura clásico (ya lo contaré). Mi jefe estaba muy contento con esa máquina. Por su manera de ser, él debía ser el primero en utilizarla, porque para eso la empresa y la máquina eran suyas. Le echaba de comer todo lo que podía. Lo veías de su despacho a la máquina y de la máquina a su despacho. Estaba todo el rato pensando en que teníamos que dedicarnos a vender esos aparatos. Que a todas las empresas les hacía falta una y que cada vez que fuéramos a un cliente, había que convencerle para que la comprara. La nuestra, además de papel y cartón, trituraba CDs. Eso no lo sabía mi jefe, pero sí el acólito número 1. Un día, poco después de recibir la destructora, y en plenos trabajos forzados, estaba hablando con el secuaz en cuestión y me comenta lo de los CDs, y que aprovechara para probarlo. Me dio uno que estaba estropeado y nos acercamos a la máquina. Lo lancé dentro y se hizo migas. El gerente, que no le quitaba ojo de encima al aparato, se acercó para ver que estábamos haciendo. Cuando comprobó lo que pasaba, se le puso una cara de enfado reprimido... Le había quitado el "honor" de ser el primero en meter un CD en la trituradora. Si no me equivoco me juró venganza eterna en ese momento. Por mucho que pusiera cara de póker, se le notaba la molestia y el fastidio que tenía encima. ¡Dios mío, casi una generación entera después de terminar primaria, seguía en el patio del colegio y no me había dado cuenta!

02 abril 2007

El diagrama

Sin duda alguna, una de las anécdotas más graciosas que me han ocurrido. Surrealista. Sin duda, por aquellos días ya estaba empezando a pasar de todo. Frustrado, amargado y vencido por los acontecimientos que me habían sucedido pocos meses atrás, no tenía la sensación de deber nada a la empresa ni de tener que esforzarme por ella. Era el turno de ella de hacer algo por mí, de resarcirse de todas las calumnias, vejaciones y maltrato que durante tanto tiempo me había ofrecido sin cuestionarlo. Por otro lado, había muchas cosas nuevas en la empresa que yo no entendía. El software, programación y ciberespacio se me iba de las manos y no tenía interés en aprender, no por desentendimiento natural, sino porque mi cabeza no daba para más. Estaba en otro lado. Yo no podía ver a mi jefe, no podía soportar el oirle y cada vez que abría la boca yo entendía que era para mentirme. Cuando me saludaba por la mañana, desconfiaba de él. No me parecía una bienvenida sincera... Paranoias mías, sin duda alguna. Eran muy malos momentos para mí y ya llevaba años cargando con otras muchas pésimas experiencias.
Cierta mañana me convoca a una mini reunión con él. Llevaba unos papeles en las manos en los que estaba dibujado un diagrama. Muchos bloques de colores colocados unos junto a otros, de formas cuadrangulares y todos diferentes en forma, tamaño y contenido de texto. Se sienta junto a mí, me los pone delante y me dice: "¿Qué te parece?" Me quedo mirando atentamente todos esos colorines y a leer lo que estaba dentro: base de datos, servidores de aplicaciones, servidores de páginas webs, sistema de replicación, etc... Cada uno tenía el nombre de su aplicación comercial, que no voy a publicar en el blog. Me pregunté: "¿Me estará tomando el pelo?" Como dije, mi cabeza no daba para más y la mayoría de lo que había allí escrito, no lo había oído en mi vida. "¡Qué coño es todo esto!" pensé. Mi jefe comienza a explicarme las relaciones entre los bloques. Yo seguía sin entender nada. Luego me pregunta: "¿Esto debe ir aquí o lo ponemos en este otro lado?¿Englobamos estos dos bloques dentro del tercero o sólo por un lado?". Tremenda conversación de besugos. Uno explicando algo que no sabía y yo sin tener ni idea de lo que estaba hablando. Mi cerebro me solicitaba una salida a tal disparate: "Contesta lo que sea". Al final le dije: "Yo lo veo bien, y deberías poner este bloque más arriba y quitar lo que pusiste a este lado". Después de todo, algo sí que había entendido. Se me queda mirando, una sonrisa se dibuja en su rostro y todo feliz me da las gracias y sale por la puerta hacia los programadores para decirles: "Erkemao dice que esto está bien así". Había pasado de ser un quita vitrinas y un pintor de brocha gorda a ser experto en software en pocas semanas. Me eché las manos a la cabeza y me dije: "Estoy en una empresa de locos y voy a acabar como ellos".

01 abril 2007

Acme S.A, ya no se dedica a "paginillas" WEB

Esta es otra muestra de la arrogancia y delirios de grandeza que estaban poseyendo a mi jefe. Aunque no soy partícipe de los hechos, la información ha llegado hasta mí a través de fuentes de confianza. La pronunciación de una frase por parte del gerente, cuando todo se iba al garete, me hizo recordar esta anécdota.
Al principio, el departamento de software era mantenido por el mío, el taller de reparaciones. No tenían muchas tareas: algunos programas de copia de datos, gestión de dominios y hospedajes, algunas páginas web sencillas, etc... La empresa ganó un concurso para proveer de equipamiento informático y un sitio web a una serie de empresas que estaban naciendo. La presencia en la red de estos negocios estaba garantizada por una serie de Webs creadas por Acme S.A (nombre "onírico" que le doy a mi empresa en esta publicación). Éstas consistían en varias plantillas, de las cuales los propietarios de los comercios, podían elegir una. Si no me equivoco, de esta manera, comenzó la tendencia hacia el software en Internet de mi organización. Se contrató, por trabajos, a un diseñador que se encargaba de darle buen aspecto a las siguientes creaciones. Poco a poco se fueron programando nuevas y cada vez más complejas páginas WEB. Llegó un momento en que se realizaron algunas muy caras para empresas y organismos públicos. El gerente ante tales circunstancias y con la avaricia y la ambición subidas de tono, decidió que sólo le interesaban grandes proyectos, como he ido narrando este último mes. Por esa época el dinero fresco de las subvenciones estaba a la vuelta de la esquina. Entonces mi jefe pronunció unas pérfidas palabras: "Acme S.A. ya no se dedicará a "paginillas" web". La empresa iba a abandonar una oportunidad de negocio porque ya sólo le interesaba centrarse en megaproyectos. No es que me parezca mal, pero la empresa no estaba preparada para grandes presunciones. Las páginas web de bajo coste y de diseño en plantillas eran: baratas, se podían vender a cualquiera y no necesitaban mucho tiempo para programarse. Cambiando un texto, el tipo de letra, 2 imágenes y el color del fondo, se conseguía un aspecto totalmente diferente. Podíamos seguir comercializándolas bajo otro nombre de empresa si es que mi jefe tenía "temor" a que le asociaran con los "bajos fondos". Era un negocio productivo y sencillo de realizar. Pero no, el gerente no estaba dispuesto a tratar con los pobres, sólo páginas de varios miles de euros, y además, esperando a complicarle la vida a los programadores con la inclusión de nuevas tecnologías que no conocíamos...
Un año y medio más tarde..."Deberíamos volver a hacer páginas web sencillas...", palabras de mi jefe.

31 marzo 2007

El curso de base de datos

Una vez finalizados los trabajos forzados, ya era digno de seguir siendo miembro de la empresa. Miembro de segunda, por supuesto. El haber sido objeto, otra vez, de un bautismo de fuego en mi empresa, no me libraba de ser considerado un pringadillo, un chico de los recados, un peón para explotar... Era uno de los miembros más antiguos de la empresa, aún lejos de los más viejos, pero muchísimo más que de los nuevos compañeros, incorporados hacía pocos meses. Esa cualidad, junto con la de conocer los entresijos del negocio, no era aval para ser más respetado por mi jefe. Todo lo contrario, el tiempo y la confianza adquirida por él, propiciada por mi dejadez y consentimiento, le habían dado alas para sobrepasarse conmigo una y otra vez. Sólo la reciente y trágica circunstancia personal que había sufrido, me liberaban durante un tiempo de su acoso. Su interés estaba ahora centrado (o focalizado, según su vocabulario) en los círculos de dinero fácil y relaciones con entes públicos y empresas que fueran grandes.
Por lo visto durante los meses anteriores, mi jefe, había establecido contactos con una gran empresa de software dedicada a bases de datos profesionales, servidores de aplicaciones, etc... Estos contactos eran fruto de la intención de mi empresa de crear una forma de trabajar exclusiva, basada en conjuntar diferentes tecnologías de software, que hasta ahora (y según lo que sabíamos en ese momento) eran conocidas pero no habían sido puestas a trabajar en un único proyecto. El problema, como siempre, era que en mi empresa no se daba cursos de nada. Para más dificultad, esas herramientas necesitaban un alto conocimiento, pero al ser tan "exclusivas" eran necesarios cursos especializados y para una enseñanza de este tipo había que dominar, al menos, la base. Nosotros sólo habíamos trabajado con una de las tecnologías y no teníamos ni la más mínima idea de las otras que la empresa quería utilizar. Yo, ni eso. Inversión en formación, esa es la única manera de llevar adelante un empeño de esta magnitud. Acme S.A. no era muy partidaria de gastarse el dinero en formar a los empleados, "que lo hagan ellos en el trabajo si les queda tiempo y luego para no sentirse molestos por los reproches del jefe de estar perdiendo el tiempo de la empresa que sigan estudiando en casa y en su tiempo libre, porque eso es lo que hacen los buenos profesionales". El dinero, que por otro lado, "no era de la empresa", estaba mejor utilizado en aire acondicionado, cortinas, buenas comidas y viajes del jefe y acólito.
A mediados de septiembre de aquel fatídico año de 2004, uno de los mejores profesionales de la empresa de software con la que estaba en contacto mi negocio, se desplazó hasta nuestra ciudad para durante 3 días, darnos unas charlas y "cursillo" acelerado de la base de datos. La base de datos en cuestión, estaba diseñada para cantidades "industriales" de información, así que tenía un grado de complejidad muy superior a mis efímeros y olvidados conocimientos adquiridos 8 años atrás cuando estaba estudiando. Para mí , era equivalente a pasar de poner ladrillos en un pared a diseñar un edificio de 50 pisos con todo lo que ello conlleva en instalaciones de electricidad, comunicaciones, tuberías, etc.... Tenía gracia todo este asunto, yo había pasado de ser una escoria, a tener que encargarme, junto con un compañero, de una de las tareas más importantes de la empresa. Mis circunstancias personales eran muy duras: no habían pasado ni dos semanas desde que había perdido a mi padre, el mismo tiempo desde que acabé los trabajos forzados y las humillaciones en la empresa... Iba a trabajar como un zombie. No sé como conseguía levantarme cada mañana para ir a la empresa y aguantar a ese sujeto despreciable. Así, tuve que ir a estos intensos "3 días " de "curso". El profesional, muy buena persona por cierto, debía pensar que nosotros ya teníamos base de conocimiento de la herramienta. No sé, ni me quiero imaginar, que patrañas le habría dicho mi jefe a su empresa, pero el caso es que él, seguramente, tenía la idea de que venía a tratar con gente que tenía conocimientos previos o que ya trabajaba con el software que él representaba. Ni que decir tiene, que yo no entendía casi nada de lo que explicaba, y eso que era una persona paciente y que trataba de llegar a nosotros de una forma sencilla. Mi jefe, no contento sólo con esto, ya había imaginado nuevos y grandes logros. Quería además tener una serie de bases de datos replicadas en internet, de una manera bastante compleja y también teníamos que utilizar un servidor de aplicaciones, el cual tenía poca difusión en la red. Esas preguntas también se le realizaron al profesional. Todavía me río: no sabíamos nada y ya queríamos comernos el mundo. Para más hilaridad, conseguirlo en pocos meses. Todo a precio de saldo. Lo resumo de nuevo: tecnologías que no conocíamos, complejas, sin formación, que no habían sido probadas conjuntamente antes (al menos que sepamos), que daban errores en ciertas versiones, todo ello para ser plenamente operativo en pocos meses, con empleados quemados y reventados por la empresa, con nuevos empleados a los que no se dejaba hacer uso de los conocimientos y experiencia que poseían con otras tecnologías, con sueldos ridículos, con un jefe que estaba todo el rato perdiendo el norte de lo que se debía hacer, sin órdenes claras, desaprovechando el tiempo con reuniones sin sentido en que promulgaba el enzalzamiento de su ego, protocolos absurdos de gestión de la calidad, saturando a los empleados a correos electrónicos repletos de burocracia y palabras vagas... En una palabra: "Imposible".