22 febrero 2007

Las certificaciones ISO o el Teorema de la Burrocracia

¡Uy! ¡Qué post tan comprometido! No sé como centrarme en él. Disculpen mi lenguaje. Nunca llegué a adaptarme al nuevo idioma de mi empresa tras la consecución de las normas ISO 9001 y 14001. Si yo fuera mi jefe diría: no sé como focalizarlo*. Aunque la palabreja en cuestión no me era desconocida, la primera vez que oí esa palabra de los labios del gerente, lo primero que se me vino a la cabeza fue un tipo con un foco alumbrando una mesa. No quiero imaginar donde le enseñaban ese vocabulario a mi jefe, ni con que clase de personajes se juntaba para no tener criterio propio a la hora de expresarse. Copiaba todo lo que le parecía muy "cool" y "snob", pero en plan simplón.
Como les comenté en una entrada anterior, mi empresa dispuesta a gozar del pastel de las subvenciones y del dinero público fácil, necesitaba una serie de requisitos fundamentales, como por ejemplo: un titulado superior y las certificaciones de calidad, las ya tan famosas ISO. En concreto mi empresa estaba interesada en conseguir dos: la 9001:2000 y la 14001:1996 , para temas medioambientales. Ambas fueron muy especiales, y la 14001, además tenía mucha guasa, pero de ello se hablará en otro momento. En un primer momento se me propuso la dedicación a esta tarea, la cual no rehusé, pero tampoco acepté con lo cual me convertí en un elemento molesto para mi jefe. En mi departamento teníamos una coordinadora para organizar el trabajo y llevar las gestiones y el trato con los clientes. Fue esta persona quien finalmente se encargó del trabajo. Para ello dejó sus funciones en el departamento de hardware. Con su marcha quedaron bastantes cosas pendientes, que le tocó sufrir al nuevo coordinador, pero para ella, fue un paso cualitativo dentro de la empresa, en todos los sentidos. Cuando pasamos la auditoría, se convirtió en uno de los pilares de la empresa: 100% intocable y 100% incuestionable. Poner en duda su trabajo te costaba un escarmiento por parte del gerente, que además te juraba odio eterno. He visto películas de terror que dan menos miedo. Para conseguir esos "títulos" vinieron unos profesionales de una empresa dedicada a estos temas, a los cuales había que pagar muy bien, por mucho que le pesara a mi jefe. No éramos los únicos que estábamos metidos en el ajo. Varias empresas y organismos también buscaban obtenerlos. Mi jefe no es precisamente el tipo de persona a la que le guste pagar (bueno, por tonterías sí), así que ignoro cuanto se demoró la agonía del cobro por parte de la empresa de formación.
El problema de todas estas normativas, que se supone que benefician a una empresa, es que al final no cuajan bien en determinados negocios con determinados gerentes. En nuestro caso se convirtió en una sórdida burrocracia tan carente de sentido y tan controladora de los aspectos operativos, que no había forma de trabajar decentemente. Como decían muchos compañeros, la compañera hace muy bien su trabajo, pero nos está jodiendo, porque cada día trabajamos peor. Mi jefe que necesitaba esas certificaciones como fuera, no entendía que se estaba lastrando el negocio con diagramas de flujo y papeleos que no aumentaban la productividad de la empresa. Cuando estudié historia en el bachillerato, leí que una de las causas de la caída del Imperio Romano fue el exceso de burocracia. Nosotros estábamos siguiendo el mismo camino. Hacia finales del 2003 y tras muchas pruebas y muchas cosas a la mitad, conseguimos pasar la auditoría y éramos los flamantes portadores de dos bonitos cuadros para colgar en la pared. Yo, fiel a mi estupidez supina, me quedé en la empresa esos días, porque la empresa me "pidió" que todos estuviéramos disponibles y nadie cogiera vacaciones. En esas mismas fechas unos colegas iban a ser teloneros en la gira por España de una famoso grupo, y me pidieron que fuera con ellos, y sí, renuncié por esa repulsiva empresa y sus repulsivas certificaciones de calidad. Seguía pasando el tiempo y yo no aprendía de mis errores.

*
Según La Real Academia Española:

focalizar.

(Del ingl. to focalize).

1. tr. Hacer converger un haz de luz o de partículas.

2. tr. Centrar, concentrar, dirigir. U. t. c. prnl.


21 febrero 2007

Salir en la foto con el traje

Bien, parece que voy a trabajar un poco más de lo habitual y en vez de una entrada, publicaré dos. Estuve leyendo esta tarde los comentarios que me habían escrito, y un compañero de aquella empresa de deleznable recuerdo, me sugería que le diera una vuelta de tuerca más a la entrada de hace un par de días: Salir en la foto. La idea me pareció muy interesante, así que también tendrás que colaborar en el post ;). Yo no le solía prestar mucha atención a ese cambio, pero ese tema también se habló en la muy y "remuy" comentada reunión, que tuve con mi jefe años después de los hechos que he descrito a lo largo de estos pocos meses. No lo abarqué en ese momento como lo voy a tomar en el post que hoy les presento, pero cuando llegue la ocasión entenderán porqué se nombró. Sin más dilaciones y sin más misterio les hago partícipes del tema de hoy. El cambio de ropa de mi jefe. Jajaja, vale, vale, no sean malpensados. Les explico de que va esta historia.
Cuando empecé a trabajar, y no sólo yo, sino muchos de mis compañeros, mi jefe no se parecía en nada a esos jefes que estamos acostumbrados a imaginar, y que ilustran muchos de mis post. Mi jefe vestía pantalones vaqueros, camiseta surfera y no pocas veces calzaba chanclas. Lo más informal que se puedan imaginar. Yo estaba encantado, porque así no se me cuestionaba mi estética. A mí me me encanta ir con mis vaqueros, la camiseta por fuera y calzado lo más ligero y cómodo posible, es decir, zapatillas de deporte. En un momento determinado vestí más formal, pero como siempre estaba metido en la mugre o arrastrándome por cualquier sitio, decidí no gastar mi paupérrimo sueldo en ropa elegante para trabajar, y menos por una empresa que nos trataba tan mal. Cuando empezó a alumbrar la posibilidad de avaricia en el horizonte, mi jefe, dejo el sol y la playa por el dinero y el figurar. Cambió repentinamente. Ahora venía a trabajar con sus pantalones de pinza, sus zapatos a juego, camisa abotonada a juego también y por dentro del pantalón, y su chaqueta, a juego, por supuesto. En días especiales ya usaba traje de ejecutivo y su correspondiente corbata, y parece que era como el traje de "El gran héroe americano" (al parecer han repuesto esta serie en la tele), que tenía poderes cuando se lo ponía, porque iba de un poderoso realmente insoportable. En el año 2004 sucedieron muchas cosas trascendentales en mi empresa y sobre todo en mi vida personal, que iré contando estas próximas semanas, y cuando lleguemos a una en particular, les recordaré esta interesante entrada... No sufran, falta poco ;)

Los licenciados y las derivaciones de responsabilidad

Me voy a tomar una licencia, y voy a contar en parte la historia de otra persona de mi empresa. Con esta entrada quiero abundar en la mente calculadora y sin escrúpulos que tenía mi jefe a la hora de elegir la mejor forma de salir airoso de cualquier problema. Su filosofía se podía resumir en la siguiente frase: "yo no he sido, fue él", o en "lo que me hizo fulanito, lo que me hizo menganito...". No me extenderé en detalles, porque los desconozco, pero espero que mi compañero del curro me ayude a terminar este post con sus siempre bienvenidos comentarios. Hagamos un poco de historia y veamos, desde mi punto de vista, como transcurrieron algunos hechos. Hacia el año 2002 ó 2003, cuando el departamento de software de mi empresa iba ganando peso y estaba plenamente consolidado, se incorporó una nueva programadora. Esta programadora tenía vínculos de años con la empresa y una buena amistad con mi jefe. Ojo, no se trataba de una recomendada, ella hacía/ hace su trabajo y tiene una excesiva capacidad de sacrificio, como nos pasaba a muchos de nosotros, lo cual no es nada positivo cuando eres un empleado a sueldo y no tu propio jefe. Esta compañera venía a cubrir las nuevas ambiciones de la empresa, es decir, los proyectos derivados de las ya prontas subvenciones. Parece ser, que para que las administraciones públicas te acepten ciertos trabajos, necesitas la firma de ingenieros titulados, es decir, que en la plantilla de tu empresa haya gente con titulación que sea garante de esos proyectos presentados. La compañera en cuestión, no lo tenía. Era buena en su trabajo y seguro que le daba clases a más de un licenciado, pero no tenía la titulación. Eso era un problema, porque así la empresa no iba a ningún lado, es decir, hacia el dinero fácil. Cierto cliente nuestro acababa de terminar su ingeniería y era conocido por mi jefe desde hacía mucho tiempo, o por lo menos lo era su familia. Creo que ya podrán entrever la relación ingeniero - proyectos - firma. Entró a trabajar. Pero miren por donde, no era el encargado de hacer tales trabajos o de supervisarlos, simplemente estaba allí para firmarlos y hacerse responsable de cosas que ni había planeado y que ni tan siquiera conocía (corríjeme si me equivoco). En un comentario del post nos cuenta que además le prometieron el oro y el moro cuando le contrataron. Desde el principio fue agregado al grupo de los pringadillos y tratado como tal. Nuevamente jugada maestra de mi jefe. Alguien que nos daba legitimidad y alguien a quien echar las culpas en caso de errores, todo a precio de saldo. Digamos lo que digamos, mi jefe era el verdadero rey de los Kinder Sorpresa.

20 febrero 2007

Los técnicos teníamos que ser administrativos y cobradores

Bueno, hoy no me puedo resistir. Es uno de los días grandes de las antiguas Fiestas de Invierno, es decir, de los Carnavales. Por lo tanto hoy habrá que tocar un tema de ese tipo. Disfraces, cambios de aspecto, el misterio que hay detrás de las máscaras y los antifaces... jajaja ¡Carnaval! ¡Carnaval! ¡Carnaval, te quiero! ;)
En mi empresa había gente que iba disfrazada de muchas cosas: mi jefe de buena persona, los acólitos no se disfrazaban, iban de lobos todo el rato, los pringadillos tampoco y algún que otro más por ahí también iba disfrazado. Disculpen mi equivocación, los pringadillos sí que íbamos disfrazados muchas veces. Es el famosa Teoría de la Gorra, que debemos a nuestro siempre muy estimado gerente. Esa teoría venía a decir lo siguiente: En un sistema dinámico de mercado como el nuestro, es una facultad fundamental la capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias y tareas que la coyuntura laboral propicie. En otras palabras, para que ustedes lo entiendan: "me da igual lo que diga en tu contrato, si quiero que hagas otra cosa que no tiene relación, lo haces y a callar". Vale esta es la versión pura y dura de la hipótesis. La versión real, aquella que se producía, no sin cierta asiduidad era:"erkemao, mira... ¿me haces un favor?". A efectos prácticos es un mandamiento ejecutivo, oculto tras una cortina exhortativa y presentado como una solicitud inocente y empalagosa. Después de este tipo de preguntas es cuando empezaba nuestro carnaval.
Nombre: Erkemao
Titulación: administrador de sistemas
Función: pringar bajo el pseudónimo de técnico en informática.
Disfraces carnavaleros: administrativo, cobrador, chico de los recados, saco de sparring contra clientes cabreados, etc...
Yo le contaba estas cosas a mis amigos y se me quedaban mirando con cara de estupefacción, y si no, a alguno le daban ganas de darme una colleja: "¡cómo, que vas a cobrar a los clientes!¿pero tú no eres técnico? A mí me hacen eso en mi empresa y le aflojo dos tortas al gerente o lo mando a la mierda". "¡Cómo!, ¡qué tú tienes que preguntarle a los clientes como van a pagar, hacer las facturas, enviarlas por fax o llevarlas! ¿Y para que coño pagan una administrativa-contable?".
Pues lo que leen señoras y señores, teníamos que hacer todas esas cosas. Ir al cliente, negociar con el la forma de pago, si había que hacer alguna cosas más complicada la administrativa empezaba a mandar balones fuera, para que tú llevaras el tema, porque se supone que tú eres el que trata con el cliente. Teníamos que ir a cobrar a los clientes, con la responsabilidad que eso supone. Tenía que ir a buscar o entregar talones y llevarlos, con la responsabilidad que eso supone. Si había algún problema, tú eras el responsable y no cobrabas más por ello. Y no vean como te recibían algunos clientes cuando les ibas a cobrar. Más de una vez me dijeron en mi empresa: "vete a buscar el talón al cliente X, que ya está preparado" y al llegar, a ese cliente, recibirme con: "Yo no sé nada de ningún talón, vuelve otro día". Al final te daba la sensación de estar haciendo el trabajo de los demás: para que sirve el gerente, el comercial y la administrativa si yo tengo que hacer funciones de ellos. ¿Podré decirle a mi jefe que se ponga a montar equipos y reparar ordenadores? Si todos hacemos de todo, sería lo justo. Menudo desastre de empresa. Todo claro, con el consentimiento y la predisposición de mi jefe, que creo que cada día tenía menos claro lo que significaba llevar un negocio. De esta manera, llevábamos a rajatabla la teoría de la Gorra, y varias veces al día, éramos varias personas diferentes. Que nadie acabara con una esquizofrenia demencial o con trastornos de la multipersonalidad fue un milagro.

19 febrero 2007

Salir en la foto

Saludos nuevamente para todos los lectores que sufrida y fielmente me siguen cada jornada. Saludos para todos aquellos que me leen por primera vez y para los que lo hacen de vez en cuando. A todos, bienvenidos :-D Les invitaría a todos a chocolate con churros, pero, de momento, no disponemos de ese servicio en este blog ;-) Hoy no soy protagonista, de hecho ni tan siquiera aparezco remotamente, bueno sí, algo si que aparezco hacia el final. Esta vez describiré los actos tal y como los pude contemplar desde fuera. La gran figura de esta entrada será, sin duda alguna, mi estimado ex jefe.
Cuando empecé a trabajar en aquella empresa de tan nefasto recuerdo, mi jefe parecía un tipo bonachón y jovial. Según él, tenía unas afinidades políticas poco corrientes para lo que correspondería a un empresario y a lo largo del tiempo se autorreafirmaría en ellas contra viento y marea. Pero lo que predicaba y lo que realizaba no tenía mucho que ver. A medida que su ansia de dinero crecía y era estimulada por su acólito principal y por las afortunadas circunstancias que se iban produciendo, la diferencia entre sus teóricos principios y su modo de actuar fue tan grande que no llegaba a verse la relación entre ellos. Fiel a su ambición, derrocó y se apoderó de la presidencia de una asociación importante en mi ciudad. Con el control de esta asociación sus tejemanejes tenían camino libre para el "chanchulleo"*, el "especuleo"** y el "trapicheo". Cierta notable figura pública del aquel entonces vino a la ciudad para algún tema político. Esa figura se supone que estaba en el lado opuesto a las convicciones políticas de mi jefe. Mi mandamás, por otro lado, siempre había abogado por el "no figurar". El negocio se había consolidado con el boca a boca y mi jefe rehuía toda publicidad en los medios. Pero ahora iba a salir en la foto con alguien importante y su narcisismo no podía oponerse a tan suculenta oportunidad. Al día siguiente, con la boca toda llena de vanidad, nos mostraba la fotografía del periódico, donde salía al lado del personaje mencionado. Vaya, vaya, vaya, ¡cómo había cambiado mi jefe! Con gestos como este se descubría su verdadero yo. Sin embargo, toda esta historia no es lo que quiero contar. Lo pérfido viene ahora. Cuando las circunstancias del poder cambiaron y nuevos personajes ocupaban los puestos, mi jefe ya no salía en ninguna foto, así que empezó a enviarnos a todos por correo electrónico los chistes clásicos en los que se ironiza y ridiculiza a los partidos y a los políticos, pero los que habían sido vencidos, aquellos con las cuales él llegó a aparecer en los medios. Es lo que se llama "chaqueteo": ahora te río los chistes, pero como mañana no me sirves, me río de ti. Menuda moral más putrefacta.
Con esta historia sólo quiero reflejar la hipocresía y el cinismo en el que se regodeaba* mi jefe. La falta de escrúpulos. Nos mostraba como todos sus principios eran falsos y carentes de valor, puesto que con cada nuevo acontecimiento se contradecía. Sin embargo, ante tal despropósito seguía firme en su mentira, tratando de hacer válida la máxima de que reiterándote en la mentira hasta el final, consigues que se convierta en verdad.

*, ** Licencias lingüísticas que me he tomado para hacer más amena la narración. Cámbiese "chanchulleo" por chanchullo y "especuleo" no tiene ninguna palabra parecida en el diccionario.

* Según la Real Academia Española:

regodearse.

(De re- y el lat. gaudĕre, alegrarse, estar contento).

1. prnl. coloq. Deleitarse o complacerse en lo que gusta o se goza, deteniéndose en ello.

2. prnl. coloq. Hablar o estar de chacota**.

3. prnl. coloq. Complacerse maliciosamente con un percance, apuro, etc., que le ocurre a otra persona.


** Según la Real Academia Española:

chacota.

(Voz onomat.).

1. f. Bulla y alegría mezclada de chanzas y carcajadas, con que se celebra algo.

2. f. Broma, burla. Tomar a chacota a alguien o algo. Hacer chacota de alguien o algo.



18 febrero 2007

Las percepciones extrasensoriales* de mi jefe

En la pasada entrada (La abadía del crimen) comenté como el acólito número uno del jefe tenía unas dotes auditivas tremendamente afinadas. Pienso que era capaz de leerte los labios, porque vamos, decías algo y ya lo tenías a tu lado tratando de enterarse de todo, para ver de que forma podía sacarle utilidad a esa información. Cualquier conversación por leve y secreta que fuera era detectada a través de paredes, mamparas y armarios. Bien, este ejemplo es algo que entra dentro de la más estricta teoría física clásica, puede ser probada empíricamente dentro de un laboratorio, mmm, perdón, dentro de una empresa. Se trata de un desarrollo acusado de un sentido. Caso a parte era mi jefe. Según él, era capaz de percibir todo lo que pasaba al otro lado. El otro lado, era el lado oscuro, es decir, el taller de los pringadillos, el cual de oscuro no tenía nada ya que el sol entraba como Pedro por su casa achicharrando y cegando a los pobres piltrafillas.
En cierta ocasión apareció muy cabreado por el hueco entre los armarios y la pared que daba paso a nuestro espacio laboral. Si no recuerdo mal nos estábamos riendo por un chiste y fue detectado por sus superdesarrolladas facultades extrasensoriales. Presentóse altivo y arrogante, con muestra de ira malsana en sus enrojecidos óculos y después de soltar sus típicas alocuciones insinuando nuestra torpeza y dejadez, aseveró: "Porque ustedes se piensan que yo no me entero de lo que ocurre en este lado... pero yo percibo todo lo que pasa". Se marchó. Nuevamente con expresión cariacontecida nos miramos como diciendo "y a éste ¿qué le pica hoy?". Debían existir fenómenos paranormales en el local y el gerente era capaz de detectarlos o, a lo mejor, vio los "Cazafantasmas" el día anterior en la televisión. Me pregunto si en esas condiciones te dan un plus de peligrosidad o un extra por disciplina profesional multidimensional. ¡Ah no! Trataba de decirnos que éramos unos vagos y unos holgazanes. Este tipo de afirmaciones son un alma de doble filo: por un lado muestras tu faceta más dura de jefe, dando a entender que controlas todo y a todos, pero por otra parte haces unos comentarios que un pringadillo quemado anota a fuego en su mente enferma y desquiciada, para devolvértelo en el futuro. Y así fue. Me encantó esa frase: "Yo lo percibo todo". Si percibes todo, percibes lo que se deja de hacer (que es lo que te interesa) y lo que se hace de más (que no te interesa percibirlo). Cuando un par de años más tarde tuve una famosa, y más que anunciada en este blog, reunión con este elemento, le recordé esa oración: "en cierta ocasión dijiste que lo percibías todo, ¿cómo es posible que siendo tan listo no te hayas dado cuenta de todo lo que he trabajado todos estos años, de todos los sacrificios que he hecho por la empresa, de todo a lo que he renunciado por sacar adelante este negocio? Dime ¿cómo?, ya que tú lo percibes todo. Me da que tú sólo percibes lo que quieres ". Tragó saliva y calló como un miserable.

* Según la Real Academia Española

percepción.

(Del lat. perceptĭo, -ōnis).

1. f. Acción y efecto de percibir.

2. f. Sensación interior que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos.

3. f. Conocimiento, idea.

~ extrasensoria, o ~ extrasensorial.

1. f. percepción de fenómenos sin mediación normal de los sentidos, comprobada al parecer estadísticamente.


17 febrero 2007

Utilizar a los clientes me parece muy mal

Debería hacerlo, pero lo siento, el carnaval lo dejaremos para otro día :-P En mi empresa no había Navidad (ni comida, ni cesta ni adornos) y mucho menos carnavales, pero uf, más de uno iba disfrazado todo el año de lo que no era. En la entrada de este día hablaremos de como mi empresa utilizaba a los clientes. Ya les he contado varias veces que habitualmente eran los interesados los que nos tomaban el pelo, bueno a los pringadillos con el consentimiento de la gerencia y a la gerencia se lo tomaban sin necesidad de consentimiento alguno. Había gente que por su posición en ciertas empresas u organismos, resultaron verdaderamente útiles a la hora de conseguir vender a esas organizaciones y negocios. Como siempre, la buena predisposición de algunos de nuestros clientes resultaba efectiva a la hora de colarnos a hacer negocio. No es que me parezca mal porque todos salíamos ganando, pero lo que realmente detestaba era que cuando algunos de esos clientes dejaban de ser provechosos o se daban cuenta de que se les estaba "utilizando", se les mandaba a la mierda, hablando clara y llanamente. De esas cosas yo me enteraba siempre tarde, pero algunos de esos clientes, que no he vuelto a ver, me caían muy bien y alguna cliente en concreto, más que bien ;).
Recuerdo perfectamente como mi jefe me decía todo embaucador y ponzoñoso: "llévale el ordenador a tal cliente y trátal@ muy bien. Explícale como funciona todo: escáner, internet, impresoras, programas, instálale además tal software o tal otro, créale cuentas de messenger, etc, etc, etc. Tómate el tiempo que necesites y tal y cual". Y yo con la mosca en la oreja: "¿Por qué a est@ cliente sí se le trata tan bien y a otros no?" Con el tiempo me enteraba de que eran directivos de tal cosa o gente que trabajaba en el departamento de tal organismo o que llevaban temas de los que podíamos sacar provecho. Hasta ahora todo bien. Tú me rascas la espalda y yo te rasco la tuya. Nada de cosas raras o ilegales. Pero que pasa, que como muchas historias de amor, acaba sin perdices. "Donde hoy te digo: te quiero, mañana te digo: lo nuestro no podía ser. Cuando ya no eran útiles porque se había o no se había conseguido lo que la empresa quería, ya no era necesario tratarlos tan bien y ese cambio de actitud de un día para otro, lo notaban los interesados. Al final perdimos clientes de esta forma. Lo que más me desagrada, es que, en general, eran buena gente y tampoco querían un trato especial, sino simplemente eran unos clientes más. Pero mi empresa era así y los pringadillos teníamos que aguantar y obedecer. Otro hecho luctuoso que me llenaba de pesar y de rabia era que a otros buenos clientes a los que se había tomado demasiada confianza, se les vendía material usado o de peor calidad como si fuera bueno. Algunos de ellos se dieron cuenta y cuando expresaron su malestar y se fueron a otra tienda les ocurrió como a todos los empleados que salieron de aquella empresa, es decir, el jefe acabó "rajando" de ellos.

16 febrero 2007

La abadía del crimen

¡Qué título tan interesante para un post! A más de un nostálgico le recordará a aquel famoso juego del año 87 u 88. Casi nada, 20 años hace ya, cuando los PCs estaban todavía en pañales para el público. Recuerdo que estaba disponible para MSX o Spectrum, pero mi memoria no da para tanto. He leído por ahí que estaban en proyecto de hacer una segunda parte para PC con las características gráficas que permiten los equipos actuales. No estará mal echar un vistazo a ver que se cuece ;). En la entrada en la que nos encontramos, me sirve para ilustrar algo parecido, que ocurría en mi empresa. La abadía era la de "El Nombre de la Rosa", donde la risa era un "pecado mortal". Pero, entrad hermanos, entrad...
No era infrecuente que cuando los pringadillos nos encontrábamos en reparaciones o haciendo las guardias, los chistes y las risas formaran parte del ambiente diario. Eso nos relajaba, mantenía fuerte las relaciones y distendía mucho el ambiente, haciendo que las horas pasaran más rápidamente. Toda empresa que se precie, las tiene, y desde mi punto de vista favorece la productividad porque un empleado feliz y contento es un empleado que está dispuesto a hacer sacrificios por la empresa y trabaja con más diligencia. Durante la Alta Edad Media de mi empresa (época oscura, primeros años en el garaje y primeros años en el nuevo local) resultaba más fácil reírse, y era más sano que cuando llegó la Baja Edad Media y el Renacimiento (a partir del año 2003 más o menos). Por alguna razón inconcebible, para mi jefe y sus secuaces, las risas y los chistes eran símbolo de gandulitis y ociosidad. De esta forma, cualquier acto de esa naturaleza era convenientemente reprimido y erradicado. Había dos posibilidades: que lo oyera el acólito, cuyo nivel de rastreo estaba más allá de cualquier radar de última generación (era capaz de detectar risas pringadillas a través de las paredes y cristales y mamparas), o que te oyera el jefe, en cuyo caso, sus movimientos eran tan rápidos como los de un colibrí con picor en las orejas. Aún no habías entendido el chiste y ya lo tenías encima con cara de mala leche, dispuesto a echar una bronca. A veces venían los dos a ver de que nos reíamos, y a veces, también te soltaba la típica frasesita de película: "Venga, cuéntame de que te ríes y así nos reímos todos". En mi empresa sólo podías carcajearte de sus chistes o de las bromas de personas concretamente especificadas por él (acólitos, secuaces, pseudoclientes peloteros, pseudoclientes poderosos y alguna que otra especie que pululaba por el lugar). Además tenían vigías y chistómetros con patas que les avisaban de posibles brotes de insubordinación, es decir, que intentáses ser feliz sin el permiso empresarial. Ya les digo, la abadía del libro de Umberto Eco, era el club de la comedia comparado con mi empresa. Y Jorge de Burgos (el ciego benedictino) un payaso risueño al lado de mi gerente. En mi empresa la gente no acababa con la lengua morada, pero si te reías te las hacían pasar moradas.

15 febrero 2007

Si atiendes a los clientes haces perder tiempo a la empresa

Bueno, ya que parece que estos últimos días hemos hablado de temas comerciales, no vamos a detenernos y contaré alguna anécdota más. Este hecho me ocurrió a mí, pero me lo tuvo que contar otro compañero, porque yo no lo conocía. Desde luego que me quedé asombrado cuando me lo dijo años después de que ocurriera, y pone de manifiesto la absurda forma de hacer negocios que se predicaba en mi empresa. Creo que la culpa de todo la tenía el ansia de protagonismo de mi jefe, que si no estaba en medio de cualquier tertulia, se sentía muy frustrado. O bien lo que podía ocurrir es que se cegaba cuando quería que le arreglaran equipos de amigos y pseudoclientes, que requerían mucho esfuerzo, mucha "precisión", mucha paciencia y no dejaban dinero en caja.
Podía ser mi segundo año o tercer año como empleado en ese negocio. Estaba en el turno de tarde y trabajaba dentro de la empresa. Eso significaba que a parte de tener funciones técnicas, tenía funciones comerciales. Esa tarde vinieron varios clientes. Durante mi primer año y medio tuve muchos problemas con mi colega porque yo acaparaba demasiado el trabajo. Esto le suponía a él una merma de su profesionalidad en la empresa. Tuvimos muchas broncas y al final me di cuenta de cuanto lo estaba perjudicando con mi actitud. Decidimos ir turnándonos en la atención de teléfonos y clientes e ir haciendo las cosas con más tranquilidad. Mi jefe se encontraba ese día en la tienda. Se presentó un cliente y me correspondió atenderle. El interesado quería un presupuesto para un ordenador personal, así que le hice un par de ellos y se los comenté de forma sencilla debido a que el cliente no entendía de informática. Mi jefe le comentó al compañero, mirando exasperadamente el reloj, que yo tardaba mucho con los clientes, que a los clientes había que despacharlos más rápido. No creo que estuviera más de un cuarto de hora ó 20 minutos, y era una venta que había conseguido. Si lo despacho más rápido, el ordenador, se lo vende otro. La paradoja es que cuando mi jefe atendía a un cliente se podía pegar perfectamente una hora y el cliente largarse por la puerta para no volver. Yo no vendía todo lo que quería, pero daba el 100% para que los clientes tuvieran claro que era lo que compraban y que garantías y otros servicios le podía ofrecer la empresa. Siempre trataba de convertir a la empresa en un referente que pudiera recomendar el cliente a sus amistades. Siempre tenía una sonrisa en la cara, por malo que fuera el día. Siempre un trato sincero, evitando el peloteo y las amenazas que usan a veces los comerciales :"si lo compras en otro lado...", "hoy porque me coges de generoso, pero mañana...", "si no lo compras esta semana, ya la próxima..."
Conclusión: hasta cuando vendíamos se molestaba el jefe. Creo que se debe a que le quitábamos las víctimas inocentes a las que contar sus batallitas o sacabábamos sus funciones.

14 febrero 2007

Otro ejemplo de verborrea comercial

Al hilo de los anteriores post, hoy les relataré otra de las incongruencias comerciales de mi empresa. Esto es un caso que nos ocurrió con un cliente y puede encuadrarse dentro de las meteduras de pata de los comerciales, es decir, lo que te promete el que vende y lo que pueden hacer los técnicos, no tiene nada que ver. Desde nuestro punto de vista de pringadillos, era un reto interesante, pero a nivel práctico, no era nada productivo. Mi empresa era capaz de prometer el oro y el moro a los clientes, y luego, que los técnicos nos buscáramos la vida para realizar esas promesas. Luego, las facturas tenían que ser muy etéreas, sin poder cobrar el trabajo realizado. Al final, el jefe te recriminaba el tiempo utilizado y la factura generada. Vamos con la historia.
Un cliente (profesional liberal) que teníamos desde hace tiempo, pasó por la empresa para actualizar sus equipos y con la misma, el comercial, le metió pajaritos en la cabeza o le dijo que sí a todo lo que quería el interesado. Se da la circunstancia de que este cliente estaba "mal visto" por mi jefe. Según el gerente, el interesado, tenía mucho morro y en un encargo anterior hizo trabajar el doble a empleado por el mismo precio... Naturalmente siendo mi empresa, el culpable era el trabajador y no el directivo, que no se atrevió a poner en su sitio al cliente... Tuve la oportunidad de ver a ese cliente en acción haciendo una reclamación injustificada, y la verdad , que mi jefe era un aprendiz de mala ética a su lado, todo hay que decirlo.
El trabajo que se le propuso al cliente fue, pasar sus equipos a Windows 2000 en las dos sedes que tenía. Cada sede, que tenía sólo 2 ó 3 equipos, estarían bajo un dominio, con lo cual uno de los ordenadores de cada sitio tendría que tener un Windows 2000 Server. Ambos locales estarían tras un cortafuegos (que no era uno de los más sencillos de configurar) y además habría que hacer unos ajustes para permitir videoconferencia desde cualquier equipo de cualquier sede contra los otros ordenadores de la otra sede. Vale, si usted no es informático, estará cogiendo muchos grillos, y si es informático, le parecerá interesante, pero excesivo para un mininegocio. Aún hay más. Había que buscar la manera de mejorar los equipos existentes y que funcionaran bien, porque equipos nuevos sólo se compraría uno o dos. Vamos, el milagro de los panes y los peces en versión digital. Aquellos PCs iban justos con Windows 98, y había que instalarles el Windows 2000. Sólo se iban a utilizar para tres cosas: ofimática, un programa profesional específico de la actividad de este cliente y webcam. ¡Menudo gasto de energía para esas tres chorradas!. Para hacer las configuraciones se necesitaban 2 técnicos y mucha paciencia porque aquello se revolvía cual gato panza arriba. Nos hartamos de ir y nunca conseguimos que quedara bien el tema de la videoconferencia. Aunque yo trabajaba por la mañana, iba por las tardes para coincidir con otro compañero que llevaba el tema del cortafuegos mejor que yo. En una ocasión, me vio el jefe en la empresa y en vez de preguntarme como iba todo, me pregunta bruscamente: "¿Y tú que haces aquí?" ... Me quedé pensando: "No, si lo prefieres me parto por la mitad para estar en los dos lados, además fuera de horas, que encima no me pagas". Al final hubo problemas con el cobro, como siempre. No tenía nada que ver con el trabajo, sino que muchos clientes le tomaban el pelo a mi empresa y pagaban cuando y como querían. Se rompió la relación entre ambos. Mi jefe todo el rato se quejaba y me decía: "Cuando yo vaya, que no voy a ir, a que él me haga un trabajo, seguro que no me va a decir: ya me lo pagas otro día..." y pueden creer, que efectivamente, mi jefe sí fue y seguramente tuvo que vaciar la cartera...

13 febrero 2007

Acuerdos y más meteduras de pata

Si el post de ayer me encantaba, este es que me indigna y me divierte. Seguro que uno de los comentaristas habituales de este blog tiene mucho que decir del tema ;) ya que él lo sufrió en sus carnes, ¡y de qué manera!. Como habíamos visto en la entrada anterior, acólitos y gerente se dedicaban a darle al pico más allá de lo que pensaban cumplir, de lo que se habían comprometido o más allá de lo que pensaban que los clientes les exigirían. Como muchas veces no había nada escrito y firmado, llegado el momento de la verdad, podrían esquivar toda responsabilidad o derivarla hacia los pringadillos, mientras ellos permanecían encerrados en sus despachos, lejos de todo alboroto y cualquier satisfacción hacia los interesados.
Un día llegaron a un acuerdo con el más importante organismo público de mi ciudad. Imagino que por un buen dinero (y me imagino que prevían pocos días de curro). El trabajo consistía en hacer una auditoría de hardware y "software" de todo el parque informático de esa entidad. Ni siquiera ese organismo tenía idea de cuanto material poseía. Como tanto mi compañero como yo éramos pringadillos y por circunstancias de la vida habíamos tenido contacto con esa organización, se nos encargó el trabajo. Más de 400 ordenadores repartidos por toda la ciudad y alrededores, decenas de impresoras y decenas de otros dispositivos. Había que ir puesto por puesto preguntando si el ordenador funcionaba correctamente y viendo las características técnicas de cada uno. Además había que etiquetar cada aparato con unas "etiquetas"... de las que prefiero ni acordarme. Mi jefe y acólito se pensaban que el trabajo era cuestión de media semana... aparte de irresponsables, ilusos. Creo que tardamos un par de semanas por lo menos. Y aquí es cuando la historia se convierte en epopeya. El cuestionario que nos entregó nuestra empresa y que servía para recoger información de cada equipo informático, estaba incompleto. Faltaban la preguntas sobre software. Nosotros, que éramos ajenos a los manejos, contratos y negociaciones, no sabíamos nada, pero resulta que eso estaba escrito y firmado, de forma que el organismo exigió esa información. El acólito había metido la pata. Mi compañero tuvo que volver otra vez y verificar el software de cada uno de esos más de 400 ordenadores repartidos por toda la ciudad y alrededores. Pero eso no es todo. Después tuvo que introducir todos los datos en un programa estadístico y generar gráficas, hacer el análisis y sacar las conclusiones... y no sé si también plantear las soluciones de mejora. Aquello costó más de un mes largo, así que tengo la impresión que los grandes márgenes de beneficio que esperaba la empresa, se recortarían drásticamente. Nuevamente "los mandos", entorpecían el trabajo de los de abajo y encima comprometían a la empresa. Pero claro, la culpa siempre sería de los pringadillos por no ser más diligentes ;) El pago de responsabilidades no formaba parte del vocabulario de los superiores. La teoría del avestruz, sí.

12 febrero 2007

Los acuerdos verbales con los clientes

Este post de verdad que me encanta. ¿Vale una imagen más que mil palabras? Permítanme que lo dude. Por un día haré una excepción y trataré de enfocar el asunto desde los dos puntos de vista: como técnico y como cliente. En otro momento se tratará el tema de los acuerdos verbales de las empresas con los empleados y de como el viento se lleva las palabras, aunque las dos partes las recuerden perfectamente. Les sintetizaré de que va la entrada de hoy: tu empresa (gerente o acólitos) llegan a acuerdos con empresas/clientes, pero no los plasman en papel. Pasa el tiempo y los clientes hacen uso de esos acuerdos, pero ¡vaya! tu jefe no esperaba que llegara ese momento y además no quiere cumplirlos. Es feo dejar en la estacada al cliente. Solución: se hace uso de los pringadillos que no saben nada de esos contratos verbales, y se les pone en la tesitura de que su fidelidad es para quien les paga ("y les dice la verdad") o para los clientes ("los cuales mienten") Si todo sale bien, ahorro para la empresa. Si todo sale mal, los culpables son los pringadillos y el "salvador" de la situación es el gerente.
Ejemplo real: mi empresa (gerente y acólito principal) llegaron a un acuerdo con otra entidad. Les venderían muchísimos equipos y todo se financiaría mediante un lising (o como se escriba). Los precios de los equipos estaban inflados, pero incluían una garantía extendida a un par de años más. Se manejaba una buena cantidad de dinero. Teniendo en cuenta que la duración media de un ordenador en una empresa (opinión personal), sobre todo para uso ofimático, se puede alargar más de 3 años (muchos más), el acuerdo resultaba muy ventajoso. Ellos no iban a cambiar de máquinas y cuando comenzaran los problemas, ya habría pasado el tiempo de garantía. Pues resulta que al par de años, o menos, empezaron a fallarles todas las unidades de CD-ROM y varias placas base. Como tenían su propio técnico y este había abierto los equipos para extraer las unidades, se utilizó como excusa para romper el acuerdo verbal y anular la garantía. Los encargados de todo ese tema éramos los pringadillos del servicio técnico y la compañera de logística, que no teníamos ni idea de los asuntos hablados en las altas esferas. Cuando le ibas a preguntar al acólito, te decía que él no se acordaba de nada, y cuando ibas al gerente, te decía lo mismo. Es más, te decía que tú debías elegir entre creer al cliente o no. Y claro, creer al cliente era llamarlo mentiroso a él. Mi empresa era la casa de la mentira y el despropósito. Como mi departamento tenía "cierta" independencia y teníamos que cumplir ciertos objetivos y beneficios, paramos el tema hasta que uno de nuestros superiores pusiera la cara y tomara una decisión. ¿Saben lo que ocurrió? Que tanto el gerente como el acólito se desentendieron completa y absolutamente del tema: "Arreglaos como podáis".
Sucesos como el comentado, ocurrieron a todos los niveles: con empresas, con clientes normales, con organismos públicos... Las típicas: "iremos por tu casa y te pondremos tal programa", "no te preocupes que si te compras el ordenador un técnico irá a enseñarte a utilizar la tarjeta digitalizadora", "si se te estropea, te atenderemos enseguida y no hace falta que haga cola"... Un desastre. Mi jefe por esa época ya tenía el ego muy crecido y él ya no trataba con el populacho, para eso estaban sus vasallos, que tampoco valían mucho.
Con el tiempo, cuando algunos de los parlamentarios desaparecieron de mi empresa, y aparecieron clientes reivindicando el cumplimiento de los acuerdos subscritos verbalmente, resulta que ya no quedaba nadie para saber si el cliente mentía o decía la verdad, y éramos los que dábamos la cara, los que teníamos que solucionar el marrón que nos habían dejado.
Como técnico, siendo escrupuloso, me tengo que ceñir a lo que se recoge en la base de datos. Si en la base de datos no hay información o notas que sostengan lo que dice el cliente, y los miembros de la empresa que negociaron se desentienden, no dan soluciones y no se hacen responsables de sus palabras, yo no puedo darle la razón al interesado.
Desde el punto de vista del cliente: si a mi me prometen una serie de cosas por comprar algo, las tienen que mantener con todas sus consecuencias. Si es algo que no es caduco o que no necesariamente tengo que utilizar en un tiempo determinado, cuando vaya a solicitarlo me lo tienen que ofrecer. Si la persona que me lo dijo no está, la empresa es responsable de las palabras de sus empleados (para eso están los gerentes) y no vale la excusa de que ya no trabaja aquí. Localízalo y pregúntale. Y si la empresa se lleva mal con ese ex-empleado que apechugue con lo comprometido.
Ahora que he abierto la caja de Pandora, ¿qué opinión tienen ustedes al respecto? ¿cómo se debería obrar?

11 febrero 2007

Historias de discos duros

Tras una corta pausa, vuelvo a la carga, para contarles nuevas historias de mi vida en aquella empresa. Este post va a ser un poco más informático de lo habitual. Puede que alguno de nuestros lectores haya pasado por alguna de las experiencias que voy a contar. Y seguro que para muchos técnicos será algo familiar. Hablaré un poco de mi jefe ;) (el siempre acaba siendo más protagonista de este blog que el propio Erkemao, aunque hoy no le daré mucha caña), hablaré de clientes y hablaré de nosotros, los técnicos.
Historia número 1: Los discos Fujitsu y las soluciones de mi jefe.
Hace mucho tiempo atrás, en muchas tierras no muy lejanas y bastantes cercanas, hubo una partida de discos duros muy demandada que se puso en gran cantidad de equipos. Cuenta la leyenda que muchos de esos ordenadores acabaron sucumbiendo a un mal desconocido. Muchos datos se perdieron en aquella sombría edad, muchos valientes y rodantes discos duros fenecieron en la lucha y entre las tinieblas surgió un héroe, un adalid de la verdad, el hechicero del "Disco Duro Largo para sistemas NT". Él trajo la verdad a las instalaciones y configuraciones, más el tiempo transcurrió y se descubrió que era un falso líder, que sólo de angustia , desazón y desconcierto llenó los corazones de los intrépidos pringadillos. El mal que aquejaba a los discos duros no se podía remediar, pero el Brujo impuso su sinrazón y tiranía a aquellos que le retaron.
Bueno está muy bonito, pero vamos a los hechos ;) Hace unos años mi empresa, que ensamblaba PC clónicos, montó discos duros de la marca Fujitsu, que al cabo del tiempo se estropeaban. Por lo visto, varias partidas de discos duros de 20 Gigabytes o mayores padecían ese problema. La mayoría petaba entre los 6 meses y el año, con lo cual, muchos clientes perdieron sus datos justo después de acabarse la garantía. No se imaginan la mala imagen que estaba dando la empresa. Por otro lado, los discos duros en garantía, eran muchas veces rechazados por nuestro proveedor, con lo cual teníamos a los clientes esperando mucho tiempo por la sustitución sin darles otra solución. Peor imagen todavía. Hasta un cliente que tenía un Cibercafé, llegó a quedarse apenas sin PCs en servicio. La que se montó... creo que hasta nos pusieron una denuncia. Mi jefe, todo experto en la materia (ironía) empezó a acusarnos a los técnicos del problema. Afirmaba que estábamos haciendo mal las cosas y que era culpa nuestra todo este problema. Decía que cuando él montaba equipos (muchos años atrás), en la BIOS del ordenador había que especificar el disco duro como Largo*. De esta forma nos obligó a seguir un protocolo de instalación, que no sólo nos daba más problemas sino que además no solucionó nada. Él, a pesar de todo, seguía culpándonos de todas las desgracias de la empresa. Tiempo después, el fabricante de dichos discos duros, reconoció que era un problema suyo, y me parece que dejó de fabricar esos componentes. Con eso ya mi jefe dejó de recriminarnos demasiado, pero desde luego que nunca se disculpó por llamarnos estúpidos e ineptos.
Historia número 2: El cliente señalado como manazas.
En cierta ocasión, una bestia rondaba nuestra cueva, sus zarpas grandes y afiladas rasgaban el aire creando terror y confusión... Se cazó al bárbaro, se le cortaron las uñas, se le puso un bozal y se le dejó libre nuevamente, más ¿fueron sus garras las que despedazaron el poblado?. Nunca más volvió a ser vista en aquellas latitudes.
Teníamos un cliente que un día nos trajo un ordenador para reparar. Se le reparó perfectamente, pero volvió con el estropeado. Al parecer el sistema operativo se corrompía. Se le reparó una segunda y una tercera vez. Pero regresó. Mi compañero harto y desconcertado, tenía la impresión de que el cliente cambiaba las configuraciones de la BIOS y provocaba un destrozo. Para asegurarse de que no lo tocaba, le selló el ordenador por todos lados. y puso una clave a la BIOS. Si metía las zarpas, lo sabríamos. El cliente se sintió muy humillado. Creo que no volvió y si lo hizo fue sólo una vez más. La próxima historia puede que nos dé pistas de lo que sucedió.
Historia número 3: El joven y la maldición.
Cierto mozuelo iba al herrero a afilar sus herramientas de labranza, pero siempre regresaba con ellas gastadas y melladas. El joven decía que él no las había usado y que así salían de la herrería. A la tercera vez vino el progenitor, amenazó al herrero y ya nunca más se volvieron a gastar y mellar las herramientas.
Teníamos un cliente que nos había traído el ordenador para instalarle un disco duro nuevo. Varias veces volvió porque el software se corrompía. Lo arreglábamos y al día siguiente, entraba de nuevo con el PC averiado. Nosotros le echábamos la culpa a él porque pensábamos que instalaba programas y estropeaba el sistema operativo. La última vez vino su padre. Nos echó una bronca. Se nos ocurrió cambiarle el disco duro, pero sin decirle nada. Mismo modelo y capacidad. Le copiamos todo el sistema de uno a otro... y a ver que pasaba. No hubo más problemas. El primer disco parecía que estaba bien, pero de alguna forma muy sutil estaba estropeado. Eso sucedió mucho tiempo después que la 2ª historia. Puede que aquel cliente que teníamos entre ceja y ceja, no fuera tan culpable como nosotros pensábamos. Puede que un simple y mínimo error de su disco fuera el culpable. Algo similar me ocurrió con la memoria de un cliente cuando empecé a trabajar.


*La BIOS del ordenador sirve para las configuraciones básicas de cualquier equipo: que cosas tiene, donde están, que capacidad tiene cada componente, si está activo o no... Esto es anterior a que veamos las ventanitas de los programas, de hecho la información que nos ofrece la BIOS suele salir en una tabla que pasa muy rápido al encender el ordenador. Para los discos duros hay tres modos que son: CHS, LBA y Large. Lo normal es ponerlo en modo LBA, o automáticamente se reconoce como LBA. Mi jefe atendiendo a su criterio, suponía que poniéndolo en Large se evitaba que se rompieran los HD (Hard Disk, Disco Duro)... En fin...