12 enero 2007

El trabajo sucio intangible

En el capítulo anterior (música de teleserie) les contaba alguno de los trabajos físicos y sucios que tenía que desempeñar. Algunos de ellos vinculados a la profesión, otros vinculados al despotismo lego de mi jefe. Tengo algunos más que contar y más terribles y humillantes, pero lo dejaré para cuando toque. Esta vez hablaré sobre el trabajo sucio intangible, el que haces y sirve como base de funcionamiento de una empresa, pero que no se ve, no se valora y se desprecia por parte de los rangos "superiores" de las organizaciones (los que anteponen las imágenes a los hechos).
Durante la primera parte de mis 8 años en aquella empresa, mis obligaciones consistían en reparar equipos de clientes con los que directamente no trataba, sino que lo hacían otros. Si todo iba bien, las palmaditas y los elogios eran para éstos últimos, que se apropiaban del trabajo. Si las cosas iban mal, te señalaban directamente a ti como culpable, y para satisfacción del cliente debías ser escarmentado como descargo por tu "ineptitud". Más de una vez, y delante de clientes, esos "compañeros" o el propio gerente te llamaban idiota o afirmaban que no sabías hacer las cosas. Aguantabas, mientras los otros reían con los clientes, los chistes estúpidos de tu jefe.
Otra forma de trabajo encubierto era el montaje de equipos en masa. Los ensamblabas hasta altas horas de la mañana por la avaricia de tu jefe (Las incomprensibles palizas de última hora) y era otra tarea importante que desarrollabas en el anonimato, tanto en pedidos grandes como en simples equipos para clientes individuales. Nuevamente trabajo olvidado y desprestigiado.
Otro ejemplo de este trabajo sucio era cuando mi jefe hacía que me disculpara con clientes por errores cometidos por él o la empresa, pero claro, su imagen quedaba muy mal si los reconocía, así que ya que no se podía tapar la mala gestión, lo adecuado era poner como culpable a otro (el que les escribe). Esa es otra forma de funcionamiento de las empresas, puesto que los clientes están más dispuestos a seguir fieles cuando el error es cometido por un inferior, a cuando reincide un superior. Si usted que lee esto, se ha encontrado en alguna situación similar, piense mal, porque puede que al que le esté echando la bronca, no sea sino un peón que ni siquiera sepa que es lo que ocurre. Al respecto, recuerdo en uno de mis últimos meses como empleado, que la empresa había metido la pata con una cliente, y se me pasó a mí. No tenía ni idea de lo que ocurría, pero se me había dicho que me disculpara y que llegara a un acuerdo con la cliente. Situación embarazosa en la cual la interesada se despachó a gusto conmigo, mientras mi jefe estaba escondido. Evidentemente no volvió a ocurrir, porque desde ese día decidí devolver las llamadas al gerente. No me pagaban por tales labores y después de 8 años aguantando, ningún sueldo compensaba semejantes riesgos. En próximos post les comentaré como cada día de mi trabajo en aquella empresa era un constante sufrir, porque recibía broncas e insultos de clientes a los cuales muchas no conocía ni había hablado con ellos en mi vida, pero que me acusaban directamente de sus problemas a parte de afirmar que yo (mi jefe) les había engañado.
El hacer presupuestos y atender clientes es otra forma de trabajo sucio. No, si éstos son ricos y elegantes, pero sí si se trata de gente de la calle. Si yo me pasaba de tiempo convenciendo a un cliente normal para que comprara un ordenador nuevo y finalmente lo hacía, eso era una pérdida de tiempo. Si por el contrario mi jefe se pegaba toda la tarde de tertulia con un cliente acaudalado, que finalmente lo mandaba a freír espárragos, eso era tiempo invertido. Lamentablemente la escala de valores de mi gerente era: rico o aparentemente rico == gran persona y gran cliente; gente normal == populacho, me sirven para ganar dinero, pero tratar con ellos, lo justo. La realidad era que muchos de esos interesados de bajo nivel no regateaban precios, pagaban fielmente y daban pocos problemas y aquellos de los que le gustaba rodearse a mi jefe, regateaban hasta la última peseta, haciendo que perdiéramos dinero, pagaban tarde y mal y solían ser muy conflictivos.
El hacer facturas, papeleos y consultas es otra forma de trabajo sucio. No generaba ganancias directamente, pero permitía que no hubiera un descontrol y caos en la empresa y se pudiera seguir el rastro de los trabajos realizados. Cuando tuvimos que dedicar cada vez más tiempo a labores burocráticas, el gerente se sintió muy molesto, a pesar de que las órdenes eran suyas.
Atención telefónica o personal a los clientes. Otro trabajo sucio, que no se cobraba. Era un servicio que la empresa prestaba. Se tenía contentos a los interesados, pero luego, por la espalda, el jefe renegaba de ellos, a parte de soltarnos las típicas indirectas de que perdíamos el tiempo y no producíamos nada. Esta era otra de las contradicciones de mi empresa: si no quieres dar atención a los clientes (demostrado con palabras denostadoras y frases zahirientes), ¿porqué "coño" te quejas luego?.
No recuerdo nada más ahora, aunque sé que mucho más hubo. La conclusión es que al margen de si el trabajo era más o menos justificado o necesario, todo el trabajo sucio que se hacía era parte del funcionamiento de la empresa; y aunque directamente no se percibiera ingresos por él, indirectamente era fundamental para que otras acciones sí generaran beneficios. Como he repetido estos días: no era valorado, era difamado y era humillado, por los mismos que lo imponían, lo exigían y luego lo repudiaban, es decir, el gerente y acólitos.

2 comentarios:

Isaac Morán dijo...

Muchas de las cosas que comentas no son trabajo sucio, son quehaceres diarios de todas (o casi) empresas de este país. El problema, según voy dándome cuenta a diario en tu blog, es que es una empresa en la que la táctica del jefe es muy simple pero efectiva: llorarle a los empleados (no hay dinero, el mercado está muy mal, la gente no paga, ese cliente me ha engañado, ese programador ha tenido mucha cara...). Uno como persona que es confía plenamente en la certeza de dichos hechos, y da todo por la empresa (que al fin y al cabo es el pan de cada día), pero cuando son varios años escuchando lo mismo y ves que el jefe tiene tierras, pisos, coches,sus hijos van vestidos con buenas y caras marcas y a los colegios de pago más caros de la ciudad, te das cuenta de que la cosa no está tan mal y de que has caído en la trampa.

Erkemao dijo...

Ojovirtual correcto, es eso y unas cuantas cosas más. Ciertamente hablamos de trabajo cotidiano, pero en mi ex empresa, al principio cuando (el negocio) no tenía muchas ambiciones, el trabajo sucio era mal mirado porque empleados clave rajaban de lo que hacíamos y lo envilecían; mi jefe que tenía poca personalidad oía y creía sin rechistar (ahora me extenderé un poco más). Cuando el dinero empezó a fluir alegre por la empresa, mi jefe ya se había endiosado y afloró en él su faceta caciquil o de empresario de la revolución industrial, es decir, “yo arriba y para parecer más alto piso a los que están debajo” (seguramente la gente con la que se juntó le alentaron o hicieron que él se prestara a esa actitud para sobresalir entre ellos, conjeturas mías). El me dijo que no era cierto, pero en plena caída, cuando cualquiera te dice lo que sea para no quedar mal. Por el contrario, cuando hay mucho dinero, los complejos desaparecen y comienza la chulería. Es un poco difícil de explicar. Mi jefe, tal como lo veo ahora y desde mi punto de vista subjetivo, se encontraba ante dos dualidades: una era que hacía caso a lo que le decían otros (clientes, empleados con más labia o poder, vecino de la derecha, perro de la calle, lata vacía en una papelera, etc…) y no investigaba si era cierto o no, porque a lo mejor eso era lo que él quería escuchar, o porque a lo mejor temía llegar al fondo, y darse cuenta de que lo que la gente le contaba no era cierto, y le engañaran y se burlaran de él, y entonces sentirse humillado y tener que aguantarse o enfrentarse a ellos. La otra cara de la moneda era ejercer el mando y ahí tenía el miedo de que le llamaran empresario cabrón (si no actuaba como un colega) o quedarse corto y que su autoridad fuese subestimada si no era lo suficientemente duro, es decir, que nuevamente le tomaran el pelo y se burlaran de él (en este caso, los empleados). De ahí su inconstancia y sus contradicciones en las órdenes y las acciones que tomaba. Cada vez que hacía algo, lo hacía mal y cuando intentaba arreglarlo metía la pata de nuevo. Intentaba contentar a los que él apreciaba, pero luego no soportaba las críticas de los demás. A parte de eso vivía en un mundo fantasioso de teorías absurdas, pero como nadie se atrevía a corregirle, se pensó que era un nuevo ídolo. Cuando ya la gente harta, se cansó, y empezó a cuestionarle… se rebotó, porque todo su mundo se estaba cayendo y ya no era el centro de atención y ya nadie le creía. Bueno, con esta respuesta adelanto muchas cosas, y es posible que me tenga que corregir en algún momento futuro, porque me puede más la emoción que el simple describir de los hechos. Como ya he dicho, son mis opiniones personales, basadas en mi experiencia y trato de 8 años. En cuanto a lo de vivir bien, por supuesto. Mi jefe no se privaba de la buena comida y bebida y más cosas, pero como son su vida, no me interesan en cuanto a su privacidad, pero sí entorno a las consecuencias que tuvo para mi existencia y por eso he decidido contarlo. De hecho me han llegado rumores de gente de confianza sobre la supuesta ruina de mi ex jefe, que podría no ser tal... pero como no lo puedo contrastar y comprobar, de momento se queda en rumores.
Estuve mirando tu página web: http://ojovirtual.blogspot.com . Está muy amena. Gracias por leer el blog y comentar.