Si el año 2004 había sido el año de "esplendor" de mi empresa, es decir, de mi jefe. El año 2005 se convirtió en el año del fracaso. Un descalabro en todos los sentidos. Hasta los pilares más profundos de mi organización se tambalearon y se resquebrajaron bajo el peso de una ilusión , tan etérea como para sobresalir a la vista de todos y tan pesada como para hundir muchos años de trabajo.
Una de las columnas que sostenía mi empresa era el acólito número 1, al menos como figura relevante. Los verdaderos y poderosos pilares de cualquier empresa son sus trabajadores. El acólito había aparecido un año o dos después de mi llegada. Por lo tanto, a efectos cronológicos, yo era más antiguo que él. Desde el primer momento desarrolló una desaforada tendencia trepista y metementodo, lo que le supuso un rápido ascenso hacía la cumbre de mi empresa. Mi jefe, ser fácilmente impresionable, quedó encandilado y a su merced. La atribución o "virtud" más notable del acólito, y esta es mi opinión, fue el exorcismo al que sometió al gerente. Consiguió que se manifestara la bestia que yacía oculta y aletargada en el interior de mi jefe. La empresa empezó a tomar un nuevo rumbo, el software, gracias a la inestimable colaboración del protagonista de este blog. Era su sombra, su confesor y susurrador. Si yo fuera empresario lo contrataría, porque tiene la ambición necesaria y la motivación para enfrentarse y buscar nuevos retos por complejos que sean. Era capaz de venderle congeladores a los esquimales y por esa razón nos metió a todos los técnicos y a la empresa en grandes problemas. Se entrometía en todo y además, a medida que fue ganando poder, contradecía órdenes, que finalmente pagábamos los demás. Eso mismo le perdió. Pero no adelantemos acontecimientos.
En el año que estoy relatando ocurrieron muchas cosas. Aunque yo era ajeno a ello, el acólito número 1 estaba en una disputa constante con la acólita número 2. Ambos había sido designados apoderados y el poder corrompe, aunque si ya estás corrompido además envilece.
El acólito, entre otras funciones, tenía la de coordinador del departamento de software. Tenía su propio despacho, aquel que había conseguido al eliminar el taller, que era mi departamento. Supongo que ese sería su premio por un "trabajo bien hecho". Su función comercial era muy evidente, lo cual degeneró en un cierto acomplejamiento de mi jefe, que se creía superior a todos en todos los sentidos. Un rumor lanzado al azar especulando con que el acólito era mejor comercial, produjo otra salida de tono histórica del gerente en una reunión. Como buen comercial prometió mucho que no podía cumplir. Cuando se le preguntaba, aseguraba que lo tenía todo bajo control, pero realmente no era así. Estaba cavando su propia tumba. En el verano de 2005 no pudo seguir manteniendo toda la farsa y acabó siendo degradado. Este hecho es uno de los más significativos en la historia de la empresa. Nunca nadie hubiera pensado que el actor que había conseguido encumbrar a mi jefe en el politiqueo y la soberbia, así como abrir nuevos cauces de negocio para mi empresa, pudiera ser bajado de su atril y desterrado a las mesas exteriores, donde estaba la administración. Su despacho pasó a ser ahora de la programadora jefe, que pasó a ser coordinadora de lo que quedaba del departamento. Mientras tanto él, era apartado de una gran cantidad de funciones y puesto en prueba para intentar resarcirse. Las cosas iban realmente mal si el coloso que soportaba los aires de grandeza del gerente, tenía los pies de barro.
Una de las columnas que sostenía mi empresa era el acólito número 1, al menos como figura relevante. Los verdaderos y poderosos pilares de cualquier empresa son sus trabajadores. El acólito había aparecido un año o dos después de mi llegada. Por lo tanto, a efectos cronológicos, yo era más antiguo que él. Desde el primer momento desarrolló una desaforada tendencia trepista y metementodo, lo que le supuso un rápido ascenso hacía la cumbre de mi empresa. Mi jefe, ser fácilmente impresionable, quedó encandilado y a su merced. La atribución o "virtud" más notable del acólito, y esta es mi opinión, fue el exorcismo al que sometió al gerente. Consiguió que se manifestara la bestia que yacía oculta y aletargada en el interior de mi jefe. La empresa empezó a tomar un nuevo rumbo, el software, gracias a la inestimable colaboración del protagonista de este blog. Era su sombra, su confesor y susurrador. Si yo fuera empresario lo contrataría, porque tiene la ambición necesaria y la motivación para enfrentarse y buscar nuevos retos por complejos que sean. Era capaz de venderle congeladores a los esquimales y por esa razón nos metió a todos los técnicos y a la empresa en grandes problemas. Se entrometía en todo y además, a medida que fue ganando poder, contradecía órdenes, que finalmente pagábamos los demás. Eso mismo le perdió. Pero no adelantemos acontecimientos.
En el año que estoy relatando ocurrieron muchas cosas. Aunque yo era ajeno a ello, el acólito número 1 estaba en una disputa constante con la acólita número 2. Ambos había sido designados apoderados y el poder corrompe, aunque si ya estás corrompido además envilece.
El acólito, entre otras funciones, tenía la de coordinador del departamento de software. Tenía su propio despacho, aquel que había conseguido al eliminar el taller, que era mi departamento. Supongo que ese sería su premio por un "trabajo bien hecho". Su función comercial era muy evidente, lo cual degeneró en un cierto acomplejamiento de mi jefe, que se creía superior a todos en todos los sentidos. Un rumor lanzado al azar especulando con que el acólito era mejor comercial, produjo otra salida de tono histórica del gerente en una reunión. Como buen comercial prometió mucho que no podía cumplir. Cuando se le preguntaba, aseguraba que lo tenía todo bajo control, pero realmente no era así. Estaba cavando su propia tumba. En el verano de 2005 no pudo seguir manteniendo toda la farsa y acabó siendo degradado. Este hecho es uno de los más significativos en la historia de la empresa. Nunca nadie hubiera pensado que el actor que había conseguido encumbrar a mi jefe en el politiqueo y la soberbia, así como abrir nuevos cauces de negocio para mi empresa, pudiera ser bajado de su atril y desterrado a las mesas exteriores, donde estaba la administración. Su despacho pasó a ser ahora de la programadora jefe, que pasó a ser coordinadora de lo que quedaba del departamento. Mientras tanto él, era apartado de una gran cantidad de funciones y puesto en prueba para intentar resarcirse. Las cosas iban realmente mal si el coloso que soportaba los aires de grandeza del gerente, tenía los pies de barro.