Como de vez en cuando sucede en este blog, vamos a hacer un alto en el camino para contar algo que había sucedido tiempo antes del punto por el que va la historia. Aprovecho que el post de ayer versó sobre la degradación del acólito número 1, a causa de su excesivo acaparamiento de trabajos, que no podía realizar, dejando las cosas a medias muchas veces y comprometiendo a la empresa y a los compañeros.Hacia finales del 2004, Annus Horribilis, la empresa se enfrentaba a la renovación de los certificados que había conseguido el año anterior. En concreto a la ISO y la certificación de medioambiente. Después de conseguir tales "galardones", la empresa hizo caso omiso de los mismos, por lo menos a efectos prácticos. La única que intentaba llevarlos bien era la acólita número 2, la cual era la responsable y la que había conseguido tales distinciones, al menos en el papel burocrático. Todavía durante ese año se respetaron el reciclaje, el ahorro de energía y otra serie de buenas actitudes. Esto cambiaría en 2005 y se merece un post aparte.

La gestión de la calidad era un tema complicado de llevar. La forma de hacer las cosas era tan compleja y tan abusiva en papeleos y trámites, que no dejaba desarrollar el trabajo a la mayoría de los empleados que estaban sometidos a esta implantación. Al poco tiempo se dejaron de lado multitud de pasos inútiles y pesados. Mientras tanto se supone que se tendría que haber trabajado en la mejora de la gestión, buscando una manera más sencilla de realizarla. Pues no. No se hizo nada. Esto tiene un problema. La norma ISO exige una mejora continua, es decir, "nada de dormirse en los laureles". Al finalizar el año hay que presentar resultados y demostrar los avances. Mi empresa se había dedicado a agobiarnos con estúpidos formularios y mucho más estúpidas acciones de mejora, a parte de recibir cada día correos electrónicos con demasiada documentación que había que leerse,
perdiendo así un tiempo valioso y sin obtener un cambio significativo. La única que estaba "haciendo bien su trabajo" era la acólita número 2, aunque eso estuviera perjudicando el trabajo del departamento, en el sentido de que teníamos que haber buscado fórmulas más sencillas. Todo bajo con la satisfacción de mi jefe.Mientras todo esto ocurría, el acólito número 1 seguía negociando y coordinando el trabajo de una mala manera. Acaparaba todo lo que podía y más, prometía a los clientes trabajos y asuntos que no podía cumplir, no se había aprendido sus obligaciones en cuanto a la norma de gestión de la calidad, así que cuando llegó la hora de renovarla... los deberes no estaban hechos. Hubo que hacerlo todo corriendo y mal y para más dificultad se quiso cambiar todo lo que se había planificado el año anterior, con lo cual el trabajo era el doble y además sin precisar. Delante del evaluador, todo eran contradicciones, todo eran
diagramas de flujo que llegaban a ningún lado o que no se sostenían con la documentación adecuada, todo eran errores e inseguridad. No sé como nos permitieron seguir con una certificación que tan mal habíamos desarrollado. Esto dejaba entrever las deficiencias que se estaban produciendo en la gestión del acólito número 1, las cuales se agravaron al pasar el tiempo y condujeron a su caída.Mi jefe, seguramente no quedó contento con todo este desastre, teniendo en cuenta que se había puesto en jaque el trabajo de la acólita número 2, y eso era el peor de los delitos.











































